(Artículo de Sergio
Arancibia publicado en la edición digital de EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el
día 9 de agosto de 2017)
¿Qué debería
hacer Venezuela con el Mercosur, después de su reciente suspensión indefinida?
¿Seguir luchando por permanecer en su seno? ¿Tratar de redefinir su relación con
los cuatro socios fundadores? ¿Pelearse a muerte con cada uno de los países del
Mercosur? Creo que la respuesta es muy simple: no debe hacer nada. Debe pasar
agachada, tener bajo perfil, no seguir dando peleas perdidas y no seguir
recibiendo humillaciones diplomáticas.
El comercio de
Venezuela con los países del Mercosur no ha logrado despegar. Según las cifras
correspondientes al año 2016, Venezuela exportó hacia ese bloque un total de
210.9 millones de dólares en bienes no petroleros, de los cuales casi el 70 %
fueron exportaciones a Brasil. A Argentina se le vendieron escasamente 59.6 millones
de dólares y a Uruguay y Paraguay se le enviaron cantidades simbólicas y marginales.
A la Alianza
del Pacífico -conformada por Chile, Perú Colombia y México – se le vendieron en
ese mismo año mercancías no petroleras por un monto de 425,5 millones de dólares,
es decir, más del doble de lo que se le vendió al Mercosur. Y eso sin grandes
acuerdos, tensiones ni humillaciones.
Tanto Colombia
como México adquieren más exportaciones venezolanas no petroleras que Brasil.
Chile compra más que Argentina. Perú, que compra muy poco, compra más que
Paraguay y Uruguay juntos. Y eso, sin una diplomacia venezolana que tenga muchas
ganas de potenciar el comercio con esos países. Esos niveles de ventas son el
resultado de dejar que funcionen las fuerzas del mercado, o de no luchar con
demasiada fuerza en contra de las tendencias que el mercado señala.
El mercado
no solo reciente, sino que también los intercambios de los últimos 20 años,
muestran que las exportaciones hacia los países de la Alianza del Pacífico
pueden y deben ser mucho mayores. Con buena diplomacia, y con acuerdos comerciales
que faciliten y potencien en comercio, se podrían recuperar niveles anteriores
y avanzar en la promoción de las exportaciones venezolanas, incluso sin pretender
incorporarse de lleno a esa alianza de países.
Con cada uno
de los países del Mercosur Venezuela ha logrado un nivel de preferencias arancelarias
que bordea el cero % de arancel, casi para el 100 % de las mercancías intercambiables,
y eso está suficientemente consolidado en la normativa actualmente vigente, que
no depende para nada de la pertenencia o no de Venezuela en el Mercosur. Se trata de acuerdos bilaterales, que no
dependen de la tratativa multilateral. Eso es casi irreversible. Hay que dejar
esas cosas tal como están. No retroceder en ese contexto bilateral potenciador
de la competencia y del comercio.
Al ser
suspendida en forma indefinida del Mercosur, Venezuela no queda obligada a
mantener el arancel externo común. Puede establecer un arancel igual al del
Mercosur, como decisión autónoma y soberana, o puede hacer los cambios que
estime conveniente. En todo caso - al no quedar atada a una decisión
multilateral en materia de arancel externo común - Venezuela recupera su
capacidad de establecer libremente acuerdos comerciales con terceros países,
cuestión que tiene muchísima importancia en el mundo contemporáneo, sobre todo
cuando uno queda un tanto aislado de sus socios regionales.
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