jueves, 31 de marzo de 2016

LA INFLACIÓN Y EL 70% DE SU EXPLICACIÓN

(Artículo se Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 31 de marzo de 2016.)


Un ministro del actual gobierno dijo públicamente que el 70 % de la inflación que sufre actualmente el país se explica por la existencia y el contenido de la página web conocida como DolarToday. No voy a intentar ni remotamente defender la inocencia de esa página. No es ese el punto. Lo interesante de la declaración ministerial es que el diagnostico de un problema que afecta en forma tan dramática  a la economía venezolana sea tan simple: es un fenómeno que en un 70 % se explica por la presencia de esa página web. Si el diagnostico fuese cierto, hay que centrar todas las baterías de la lucha antiinflacionaria en la lucha contra esa página web. Si el diagnostico fuese equivocado, entonces es seguro que se perderá inevitablemente la lucha –o la guerra al decir de los publicistas del gobierno – contra la inflación. Si el diagnóstico es equivocado, todo lo que se haga de allí para adelante tendrá en su frente la marca de esa equivocación. Buscarán por donde no hay, atacarán donde el enemigo real no se encuentra, y las verdaderas causas del problema seguirán tranquilamente transitando por la economía nacional, sin que nadie las moleste, pues no han sido identificadas como causales del mal que se pretende solucionar.

¿No tiene nada que ver la inflación con el déficit fiscal? Si el Gobierno, con la complicidad del Banco Central, gasta mucho más que lo que se corresponde con sus ingresos, y financia la diferencia por la vía de emitir moneda, es decir, lanzar alegremente a la circulación dentro del sistema económico nacional más y más billetes ¿eso no tiene nada que ver con la inflación? Si lo hace una vez, en forma circunstancial, y genera en esa oportunidad un déficit de cuantía muy modesta, eso puede que tenga poca incidencia en la inflación. Pero si lo hace en forma regular, estructural y sistemática, y el déficit se mantiene de año en año en niveles superiores al 10% del PIB, entonces el impacto sobre la inflación es brutal y determinante.

El otro gran causante de la alegre emisión monetaria es  Pdvsa. Gasta no solo en financiar la extracción de petróleo y gas desde las entrañas de la tierra, sino que gasta en todo tipo de actividades sociales, deportivas, políticas, culturales, económicas, municipales, etc. Es un super poder dentro del Estado, o por  lo menos una super caja que financia todo lo que el gobierno no puede o no quiere  financiar directamente pues ser encuentra parcialmente atado por la ley de presupuesto que se aprueba de año en año en la Asamblea Nacional. Y ese gasto de Pdvsa también es financiado en última instancia por el BCV. ¿Alguien puede pensar que eso no tiene nada que ver con la inflación?

Podría concebirse -por lo menos teóricamente - que una política fiscal tan irresponsable fuera contrarrestada en sus efectos sobre la economía por medio de una política monetaria de carácter contractivo. Es decir, que mientras el gobierno genera más y más liquidez monetaria, el Banco Central se juega día a día por recoger ese excedente monetario Pero eso está muy distante de identificar la situación que enfrenta Venezuela, donde el BCV es el instrumento y el cómplice de la emisión que se realiza por la vía fiscal.

El Gobierno tiene controlado el precio de las divisas en los diferentes bloques en que ha seccionado el mercado cambiario nacional. En cada uno de esos bloques la cantidad ofertada, por el propio Gobierno, es menor que la cantidad demandada. Eso tiene que tener inevitablemente un impacto sobre lo que los demandantes están dispuestos a pagar por acceder a la divisa. ¿Eso no tiene impacto sobre la inflación? ¿O tiene un impacto meramente marginal?

Los colosales desequilibrios en el campo fiscal, monetario y cambiario ¿no tienen mucho que ver con la inflación? ¿Esos desequilibrios solo explican el 30% del problema? ¿El 70% restante está explicado por la fulana página web?

La inflación es una mala cosa para la economía nacional. Impide el cálculo económico en todos los ámbitos de la economía y genera una redistribución negativa del ingreso. Pero el gobierno no ha dicho en ningún momento que combatir la inflación sea uno de los objetivos centrales de la política económica actual. En cualquier otro país del mundo que exhibiera un incremento de precios superior al 150 % anual la inflación estaría en el centro de la política económica y en el centro de todos debates y de todas las preocupaciones. Si la inflación tuviera en Venezuela esa jerarquía  tendrían que identificarse no solo las causas de ese fenómeno sino que indicar también las herramientas y medidas que se desplegarían para luchar contra ese mal. Tendría también, en un gobierno serio, que señalarse las metas a alcanzar en un año o en un semestre en lo que dice relación con ese problema. Pero si se dijera que la lucha contra la inflación es un objetivo central de la política económica, pero se dijera al mismo tiempo que ella se explica en alta medida por la existencia de una determinada página web, entonces lo más seguro es que no se estarían atacando las causas más reales y más de fondo de ese mal y el problema no se solucionaría jamás por esa vía. 

En síntesis, equivocarse con el diagnóstico lleva inevitablemente a equivocarse en todo el despliegue posterior de eventuales soluciones.  Y lleva a que el  problema perdure por los siglos de los siglos, o hasta que se haga un diagnóstico correcto.
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miércoles, 30 de marzo de 2016

LA DESESTABILIZACION DE VENEZUELA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el dÍa 30 de Marzo de 2016.)


Hay muchas personas, sobre todo en América, que piensan - con entra buena fe y con total independencia de las redes comunicacionales o políticas chavistas – que en contra de  Venezuela está en marcha una campaña de desestabilización económica para impedir que el Presidente Maduro gobierne con eficiencia y para que la economía vaya de mal en peor, todo lo cual serviría como telón de fondo del accionar político  interno destinado a obligar al Presidente a renunciar.  Creo que en ninguna parte es más fuerte esa impresión que en Chile, donde todavía está presente en la memoria histórica la desestabilización llevada adelante por Estados Unidos para terminar con el Gobierno de Allende.

Por ello, es obligante poner ciertas cosas en claro. La propia palabra desestabilizar parece dar a entender que se trata de una acción conducente a que una situación de equilibrio o de estabilidad pierda su condición de tal. En la Venezuela  actual la economía presenta colosales desequilibrios  fiscales, monetarios y cambiarios, por citar solo algunos. Esos desequilibrios generan, a su vez, desequilibrios  en el abastecimiento de alimentos y de medicinas, y colas en los supermercados. Todo ello se termina manifestando en un proceso inflacionario que tiene locos a todos los venezolanos.  ¿Son esos desequilibrios consecuencia de  decisiones tomadas – y a acciones llevadas adelante - por los sectores políticos adversos  al chavismo, de dentro o de fuera del país?  ¿O, por el contrario, todos esos desequilibrios  son de responsabilidad  única y exclusivamente del Gobierno actual y del anterior?   

Si hay desequilibrios fiscales es única y exclusivamente por que el Gobierno – el anterior y el actual - gastan en lo que se les da la gana, y el Banco Central le pasaba y sigue pasándole  al Ejecutivo la plata que necesite para ello. No se trata de que exista un parlamento que le apruebe leyes que impliquen gastos que no se corresponden con los ingresos. El parlamento ha aprobado desde hace varios años exactamente lo que el Gobierno ha querido que se apruebe, y si en el transcurso del año le bajan ganas de gastar más aun, le aprueban créditos adicionales. Y si todavía la pasión por el gasto no queda satisfecha, hacen que la industria petrolera gaste en todo tipo de obras sociales, educacionales, culturales, mediáticas, publicitarias, etc. En nada de ello la oposición política o económica tiene un milímetro de responsabilidad. Se trata de una política errónea e irresponsable, propia de un gobernante que se sintió con poder para arrasar con todas la leyes de la economía, pues creía que tenia poder y que plata como para hacer lo que se le ocurriera.

Si hay desequilibrios monetarios es porque el Banco Central imprime e inyecta a la economía nacional la cantidad de dinero que el Gobierno y/o que Pdvsa necesiten para financiar sus respectivos déficits. Para ello cambiaron a  su antojo la ley del Banco Central y lo convirtieron en una mera imprenta  de dinero, y no en una instancia que resguarde el valor interno y externo de la moneda nacional.  Esa insensatez monetaria es de exclusiva responsabilidad del Gobierno y del Banco Central - que son más o menos una y la misma cosa - y del Parlamento anterior, que aprobó las leyes que hicieron posible una situación de esa naturaleza. Nada de ello es de culpa de la oposición política o económica, nacional o extranjera.  Todo ello se traduce en presión sobre los precios internos y sobre el precio del dólar, por la sencilla razón de que hay más demanda efectiva que bienes y servicios en los mercados. De allí para adelante el crecimiento de los precios, incluido el precio del dólar, es una cuestión de lógica económica y no de desestabilización política.

Si el precio del dólar está en alza se debe única y exclusivamente a que el  Banco Central se quedó sin dólares. Se farrearon – por decirlo en la forma más amable posible - los fabulosos ingresos provenientes de los altos precios petroleros – más de un cien dólares por barril en su mejor momento – y además se endeudaron alegremente, lo cual se traduce en que hoy día no hay dólares para los gastos más elementales  del país. Todos, chavistas o no chavistas - y creo que más los segundos que los primeros  - tratan de resguardar el valor de sus activos por la vía de ahorrar en dólares. No lo hacen en bolívares que pierden valor día a día. Y el incremento del precio del dólar  incrementa la inflación. Y el desabastecimiento de dólares se traduce en desabastecimiento de insumos, materias primas y mercancías de todo tipo.

Nada de estos desequilibrios monetarios, fiscales y cambiarios son  de responsabilidad de la oposición económica y política.  No tengo la menor idea de si ayudar al Gobierno a llegar a este estado calamitoso de la economía ha estado en la cabeza maquiavélica de algún líder de la oposición,  pero si estoy seguro que no han tenido capacidad ni oportunidad para ello. Los chavistas se han bastado a sí mismos para lograr todo aquello. Si hay desequilibrios y desestabilización es porque la política económica llevada adelante por el Gobierno no conduce al equilibrio ni a la estabilidad, sino todo lo contrario. El Gobierno debe reconocer mas hidalgamente  su responsabilidad en la generación de la crisis, no  seguir echándole la culpa a los demás,  y debe tratar de tomar  las medidas que sean necesarias para enmendar la situación creada. Esa es la verdad de la situación venezolana presente.
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domingo, 20 de marzo de 2016

MUCHOS MOTORES Y POCA ESTRATEGIA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición impresa del TAL CUAL el día 18 de Marzo de 2016.)



La decisión de descansar en nueve eventuales “motores” para poder salir de la crisis económica actual – que después se elevaron a  11, luego a 13 y finalmente llegaron a 14 – muestra casi sin lugar a dudas de que no se tiene estrategia alguna para enfrentar la situación que caracteriza actualmente a la economía nacional.

Una estrategia seria no puede descansar en 14 frentes diferentes en los cuales se decide la suerte de la guerra.  No todos los enemigos pueden ser considerados del mismo porte, ni los objetivos pueden ser considerados todos de la misma importancia. Es necesario jerarquizar cual es el objetivo central que decide la suerte de la guerra - para usar la terminología que el Gobierno usa en relación a estos temas – y cuáles son los pasos tácticos fundamentales que son necesarios para conseguir esos objetivos. Contar con 14 objetivos estratégicos es casi una declaración expresa y clara que no se sabe bien qué hacer. Con esa pluralidad de estrategias no hay general que pueda ganar ninguna guerra. Tener 14 objetivos diferentes  para sacar al país de la situación crítica en que se encuentra es una demostración casi impúdica de que se sabe muy poco  de estrategia y muy poco de economía.

¿Cuál es el aspecto central de la crisis económica actual? Si el punto central de la crisis actual fuera la carencia de divisas, debido a la baja en los precios internacionales del petróleo – como supone la interpretación más sencilla y superficial, pero que tiene algo de verdad – entonces hay que llevar adelante una estrategia que ponga en el centro de sus preocupaciones el producir y el  ahorrar tantas divisas como se pueda. ¿Cómo ahorrar y producir divisas? Potenciando los sectores con capacidad exportadora, sustituyendo importaciones, prohibiendo importaciones innecesarias o poniéndolas suficientemente caras, incentivando la inversión extranjera, cerrando los grifos de la corrupción, desarrollando proyectos que puedan ser presentados a  los organismos financieros internacionales, incentivando la producción nacional, cobrando las deudas que tienen con Venezuela los países que reciben el petróleo en condiciones comerciales excepcionales, priorizando el uso de las divisas en la importación de insumos y materias primas, quitando los controles que entraban el desarrollo de los sectores productivos, poniendo las tierras y fabricas expropiadas en manos de quienes puedan ponerlas en producción, buscando formas de abrir nuevamente el crédito comercial internacional privado, eliminado la corrupción y la ineficiencia imperante en los canales de distribución, etc., etc. Si ese fuera el problema hay medidas que se pueden tomar y metas que se pueden conseguir. Pero nadie ha dicho que ese sea el plan rector o la estrategia que define el curso de la guerra, o la estrategia que le da sentido a las medidas tácticas que se toman en un frente o en otro. Lo que se presenta a los ojos de los venezolanos y del mundo es un gobierno que no tiene objetivos ni metas claras, lo cual es la peor de las situaciones posibles.
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jueves, 17 de marzo de 2016

LOS PELIGROS DEL CUARTO MOTOR

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 16 de marzo de 2016)


En la estrategia comunicacional del Gobierno las exportaciones no petroleras aparecen como el cuarto motor que hay que poner en movimiento para que éste a su vez dinamice al conjunto de la economía nacional. Es bueno que potenciar las exportaciones aparezca como un objetivo expreso de política económica. Mucho más importante es, desde luego, que ese objetivo nacional se pueda traducir  en metas y en proyectos concretos, los cuales, a su vez, se puedan llevar adelante en plazos y cronogramas claramente establecidos. No es usual, en el país en general, que los objetivos genéricos se hagan aterrizar en metas y en proyectos muy claros y específicos, y que estos se ubiquen con cierta precisión en el tiempo y  en el espacio, pero nunca es tarde para expresar la esperanza de que las cosas puedan llegar a funcionar de esa manera. Ojala la meta de aumentar las exportaciones no petroleras, que recae sobre los hombros del ministro Farías, se traduzca prontamente en metas y proyectos concretos. Sin embargo, también es posible que se desate una constelación de factores adversos que lleven a que esos objetivos queden en una mera exposición de buenos deseos, o en sueños de una noche de verano.

Entre los factores que podrían dejar en nada el objetivo de potenciar las exportaciones no petroleras podríamos mencionar el eventual incremento de los precios internacionales del petróleo. Otro boom petrolero – aun cuando se vea lejano hoy en día- puede llevar a que el Gobierno se sienta cómodo con el nuevo nivel de los ingresos provenientes de los hidrocarburos y toda la economía y la política venezolana  vuelva a girar en torno a cómo cada uno le echa mano a un pedazo de esa renta.

Otra amenaza que se levanta como posible - en contra de un eventual programa serio y sostenido de promoción de exportaciones - es que el tema se politice en tal medida que lo que diga al respecto un sector de la política nacional sea inmediatamente negado o combatido por el otro. Es decir, que la política de promoción de exportaciones no se convierta en una autentica política de Estado, sino que sea una mera suma de las decisiones parciales que cada grupo le ha ido arrancando al otro por la vía de la imposición o de la negociación.

También es posible que las políticas que el ministro Farías intente llevar adelante en este campo del fomento de las  exportaciones no petroleras no alcance un grado de consenso alto en el seno del propio gobierno. Hay allí sectores que todavía creen que al sector privado hay que combatirlo en todos los frentes - pues es el enemigo al que hay que vencer en la guerra económica - y que la forma de vencer a ese enemigo es maniatarlo con la mayor cantidad de controles y restricciones posibles. Esos sectores ven como una traición el potenciar a sectores privados, de pequeñas y medianas empresas, que puedan beneficiarse de un programa de apertura hacia el exterior. También hay sectores que, más allá de cualquier concepción política o ideológica, se benefician de las restricciones, controles y alcabalas de todo tipo que debe enfrentar el sector exportador, y quieren conservar sus prebendas. 

Otro elemento muy importante que puede complotar contra un programa de fomento exportador es el hecho de que se lleva adelante en el peor momento de la economía internacional. Aun cuando Venezuela llevara adelante un programa serio - que incremente su competitividad internacional y la deje ene condiciones de llegar a los mercados externos con mercancías de buena calidad y buenos precios - es posible que los mercados externos no recepcionen esa oferta venezolana sencillamente porque son muchos los países en los cuales la capacidad de compra está detenida o en franco retroceso. La coyuntura internacional actual se caracteriza por muchos países que quieren vender pero pocos países que quieren o pueden comprar. En otras palabras, puede que estemos llegando un poco tarde a este mundo de la competencia internacional.

Una última dificultad: un programa serio y sostenido de fomento exportador tiene costos. Hay que incrementar la importación de insumos y materias primas; hay que arreglar la infraestructura de transporte terrestre, eléctrica y portuaria, entre otras; hay que invertir en contactos y promoción internacional; hay que invertir en capacitación de empresarios; hay que invertir en investigación e inteligencia de mercados; etc. También tiene beneficios, desde luego, y a mediano plazo los beneficios son mayores que los costos. Eso está claro en la experiencia internacional. Pero los frutos no se reciben al día siguiente después de haber incurrido en los costos. El fomento y la promoción de exportaciones necesitan de un tiempo para madurar y dar todos sus frutos. La impaciencia y el cortoplacismo pueden, por lo tanto, echar por la borda todo lo que se planifique en este importante campo del fomento y la promoción de exportaciones no petroleras. Ojala que no.
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jueves, 10 de marzo de 2016

LA AGRICULTURA URBANA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 10 de Marzo de 2016.)


No hay duda de que Venezuela atraviesa hoy en día por una crisis muy seria en materia de producción de alimentos, la cual se agrava debido a que no hay dólares como para tapar esa situación  con importaciones, como se ha hecho en anteriores ocasiones. El resultado de baja producción y de escases de dólares se traduce en desabastecimiento, en incremento de los precios de los alimentos, en aumento de la pobreza y en incremento de la desnutrición. Frente a ese cuadro sería dable esperar que un gobierno responsable, o por lo menos un gobierno medianamente serio, intentara llevar adelante medidas de urgencia para aumentar la producción.

Para aumentar la producción se necesita aumentar la tierra cultivable y/o aumentar la productividad de la tierra que ya está en producción. Una medida posible para aumentar la tierra que está siendo cultivada es rescatar las tierras que han sido expropiadas o intervenidas por el Gobierno y que se encuentran en peores condiciones en términos de producción que lo que exhibían cuando estaban en manos privadas. Incluso hay tierras de esa categoría que se encuentran en condiciones de total abandono.

Si toda la tierra posible de ser cultivada estuviera al límite de su utilización y el país no tuviera más tierra que integrar al proceso productivo, sería una buena medida tratar de aumentar la producción por la vía de la micro producción familiar urbana, es decir, tratar de incentivar a cada familia urbana a que cultive algunas hortalizas en los materos posibles de ubicar en el balcón de su casa o en algún rincón del jardín. También sería posible que terrenos que en un primer momento se destinan a esparcimiento o a estética urbana, se destinen a cultivos. Serian medidas que permitirían incrementos marginales en la producción global pero que tendrían sentido en una situación en que ya no es posible incrementar la tierra cultivable pues ésta está siendo utilizada al máximo de lo que la ciencia y la técnica contemporánea permiten.

Pero cuando hay miles de hectáreas sin cultivar en los llanos y en los valles del país, la agricultura urbana o los pequeños huertos que se cultivarán en las dependencias militares del país  aparecen como un intento de tapar lo que es fundamental: la política agrícola del actual gobierno y del anterior ha sido un rotundo fracaso y amerita giros de timón de gran significación.
Aumentar la producción pasa por varias variables, pero hay dos que nos parecen fundamentales: regularizar la tenencia de la tierra y generar una política de precios que no solo sea rentable sino que sea francamente incentivadora de la producción agrícola y pecuaria.  La tierra que ha sido expropiada y pagada, hay que entregarla a nuevos productores que tengan claramente un título de propiedad sobre la misma, de modo que puedan ponerla en producción con la ayuda del estado, del mercado y de la banca. Por otro lado, el control de precios y la abundancia de controles sobre la producción y la comercialización tienen que reducirse o eliminarse en forma sustantiva, para posibilitar que todos los agentes económicos que conviven en el campo puedan desarrollar al máximo su potencial  productivo. 

En Venezuela hay aproximadamente 27 millones de hectáreas cultivables, según los datos, ya un poco atrasados, del último censo  agrícola y pecuario. De esa cantidad hay más de dos millones de hectáreas que han sido expropiadas o intervenidas por el Gobierno, sin que ello se haya traducido ni en más producción agropecuaria ni en mayor cantidad de propietarios agropecuarios.  La Ministro de Agricultura Urbana Lorena Freitez llegó a decir, en el poco tiempo que estuvo en el cargo, que en los alrededores de Caracas se habían detectado más de 1.200 hectáreas posibles de poner en producción, lo que permitiría producir alimentos para más de 1 millón 300 mil personas. Es decir, una relación de aproximadamente mil personas alimentándose de lo producido por una hectárea. Si esas cuentas fueran serias, se podrían alimentar a varias veces la población de todo el planeta con la tierra cultivable existente en el país, y con la tierra cultivable expropiada o intervenida por el Gobierno se podría alimentar cómodamente a varias veces la población del país. Si sobre esos datos se construye el Ministerio de Agricultura Urbana hay que decir con entera responsabilidad que eso es una burla a los problemas económicos y sociales  que enfrenta el país. No es posible construir nada serio sobre ese tipo de información. Y hay que ponerle seriedad a la discusión política y económica nacional.
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miércoles, 9 de marzo de 2016

COMO TRATAR A LA INVERSIÓN EXTRANJERA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en El MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 9 de marzo de 2016)



La inversión extranjera directa ha estado durante muchos años regida en Venezuela por las leyes y decretos con fuerza de ley que hizo aprobar el Presidente Chávez en los primeros años de su mandato. Sin embargo, en noviembre del año 2014 el Presidente Maduro promulgó un  nuevo decreto con  fuerza de ley – el decreto 1438 -  en base a las facultades extraordinarias de que gozaba en ese momento, y derogó todo lo que el Presidente Chávez había establecido con anterioridad. Este decreto 1438 es el que norma actualmente todos los deberes y derechos que tiene el inversionista extranjero que se atreva  a incursionar en el país. Hay algunas cosas que creo que son importantes de subrayar o de destacar en este nuevo instrumento legal, sobre todo en los momentos actuales en que el Gobierno parece haber descubierto abruptamente las ventajas que tiene para la economía nacional el entenderse con los eventuales inversionistas extranjeros.

En primer lugar, el CIADI, el órgano de solución de controversias, que depende del Banco Mundial, y que estaba expresamente establecido en las leyes de Chávez como el mecanismo al cual se podía recurrir por parte de los inversionistas extranjeros en caso de controversias con el Gobierno venezolano - sobre todo en materia de pagos por concepto de expropiaciones - no figura para nada en la actual legislación. Desapareció sin dejar huellas. Obviamente ese mecanismo no se estableció internacionalmente por el deseo de molestar o perjudicar a Venezuela, sino que es un mecanismo internacional  establecido por los gobiernos y las empresas trasnacionales para tener un órgano al cual recurrir en caso de controversias. El CIADI no es el único mecanismo disponible para tales efectos. Hay varios otros. Cada país elige el órgano que le parece más serio y más ecuánime. Pero los inversionistas extranjeros que invierten en cualquier parte del mundo quieren saber, con la debida antelación, cual mecanismo se utilizará en caso de que su inversión sea objeto de expropiación y no haya in acuerdo con el Gobierno respectivo sobre el monto del pago o de la indemnización correspondiente. El que invierte en Venezuela no sabe ante qué tribunal puede reclamar en caso de que entre en conflicto con el Gobierno. Se asume que solo puede recurrir a los tribunales venezolanos.

Otro aspecto interesante de la legislación que comentamos es el Art. 21 de la misma, donde se dice que el Estado se reservará ciertos sectores estratégicos de la economía, pero poco más adelante, en el mismo artículo se dice que, por razones de seguridad y defensa nacional  “el Ejecutivo Nacional podrá “establecer regímenes de inversión con participación del capital extranjero  en porcentajes distintos a los previstos en el presente decreto”. Es decir, se autoriza al Gobierno a hacer lo que quiera, permitiendo eventualmente al capital extranjero participar en cualquier sector, con el porcentaje accionario que en el momento se decida. Esto es claramente diferente  a la legislación que había aprobado el Presidente Chávez, donde se mencionaban claramente los sectores de la economía que quedaban reservados para el estado o para personas venezolanas.

Otro artículo que nos parece digno de mencionar es el artículo 27, donde se dice expresamente que el Presidente de la República “podrá establecer condiciones favorables, beneficios o incentivos específicos de promoción y estímulo a la inversión extranjera….”. Con este artículo en realidad no es necesario nada de lo que se dice antes ni después en este texto legal, pues el Presidente queda autorizado para negociar las condiciones que quiera con el capital extranjero. Ya con este artículo los deberes y derechos del inversionista extranjero no quedan supeditados a una ley general, sino a una negociación particular donde se establezcan “incentivos específicos”.

En el transcurso del último mes el Gobierno ha hecho saber con más fuerza que nunca su deseo de atraer inversiones extranjeras, sobre todo en el campo del petróleo y de la minería. En el campo petrolero ha llegado a acuerdos con una empresa rusa para que ésta amplíe su participación acccionaria en una de las empresas mixtas en las cuales ya se encuentra presente en Venezuela. Ha llegado a acuerdos también con una empresa canadiense productora de oro, para poner nuevamente en explotación el yacimiento de Las Cristinas en el Estado Bolivar. Las condiciones en que se han hecho estas negociaciones no tienen por qué estar regidas por ninguno de los 52 artículos de ese decreto con fuerza de ley número 1438, sino que solamente por los artículo 21 y 27 del mismo. Con esos dos artículos basta y sobra.
Como los inversionistas extranjeros no vienen  a ciegas a negociar con el Gobierno venezolano, sino que saben con bastante precisión las condiciones económicas, financieras y políticas en que éste se desenvuelve, pueden tener una posición fuerte en una eventual negociación. En última instancia, si no aceptan sus condiciones, se van a otros países del planeta Tierra donde tengan oportunidades de inversión rentable. Pero como el Gobierno necesita desesperadamente dinero fresco que le permita sobrevivir semana a semana, lo más probable es que termine aceptando las condiciones que las empresas trasnacionales le impongan. Incluso inversionistas tan amigos  del Gobierno bolivariano como los chinos se sientan a conversar con éste antes de invertir en Venezuela.
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domingo, 6 de marzo de 2016

SIN ESTRATEGIA LA TÁCTICA NO SIRVE PARA NADA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 4 de Marzo del 2016)


Sin perjuicio de que muchas veces se hace uso y abuso de los conceptos de táctica y de estrategia, la verdad es que esos conceptos tienen muchísima importancia tanto en la guerra, como en la economía y en la política. La estrategia fija los grandes objetivos y las líneas directrices respecto a cómo se pueden alcanzar esos objetivos. La táctica dice relación, en cambio, con las acciones concretas y especificas encaminadas a lograr esos objetivos señalados por la estrategia. Así por ejemplo, si un político quiere ganar una  elección mediante el apoyo de la juventud puede hacer para ello visitas a las universidades o retratarse con líderes juveniles que gocen de apoyo popular. El retratarse con líderes sindicales o visitar ancianatos – aun cuando puedan ser acciones positivas en sí mismas-  no serian medidas cónsonas con la estrategia señalada. La estrategia exige, por lo tanto, una visión general y de largo plazo de las fuerzas que se enfrentan, y una jerarquización de las opciones que están abiertas como para lograr el objetivo buscado. No es lo mismo, por ejemplo, en el campo de la guerra, llevar adelante una guerra popular prolongada contra un enemigo que ha invadido el territorio ajeno, que llevar adelante una guerra rápida y sorpresiva contra la capacidad militar de un enemigo externo. No es lo mismo llevar adelante una guerra de guerrillas, que desgaste a un enemigo que actúa en territorio ajeno y hostil, que llevar adelante una guerra que enfrente en batallas decisivas a dos ejércitos de similar tamaño.

La estrategia exige, desde luego, conocer al enemigo y saber cuáles son sus fortalezas y sus debilidades, de modo de saber cómo llevar adelante la guerra contra éste. Es impensable llevar adelante una guerra contra un enemigo inexistente o contra un enemigo que se desconoce en sus capacidades y en sus objetivos.  Un diagnostico equivocado puede llevar a perder la guerra incluso antes de que esta comience.

La estrategia es la que le concede sentido a la táctica que se lleve adelante. En la guerra, atacar una determinada posición del enemigo solo tiene sentido si eso contribuye a lograr los objetivos estratégicos. Esa acción táctica puede ser muy positiva, si contribuye a lograr esos objetivos estratégicos, o puede ser muy 
negativa si distrae esfuerzos y recursos en objetivos que no dicen relación con el curso estratégico trazado. 
En otras palabras, una determinada acción táctica no es buena o mala en sí misma, sino en función de si está o no en correspondencia con una determinada estrategia, es decir, si conduce a no a lograr los objetivos últimos y fundamentales que definen el curso de la guerra.

Sin estrategia no hay táctica que sea buena. La estrategia no es una suma desordenada e inconexa de acciones tácticas. Si cada uno lleva adelante las acciones que estime conveniente, juzgando la conveniencia de cada una de ellas solo con un sentido local e inmediato, es posible que muchas de esa acciones tácticas se ganen pero que se pierda la guerra, pues no se ha definido o diferenciado en forma correcta lo decisivo de lo adjetivo.

Todas estas reflexiones vienen al caso pues todo parece indicar que el gobierno - y el partido que se confunde con este -  han perdido totalmente el sentido estratégico de su accionar. Conservan todavía una inmensa capacidad táctica pues tienen hombres, instituciones, posiciones de poder y recursos, como para hacer muchas cosas, pero no podrán ganar, pues carecen de estrategia. En otras palabras, no saben que es lo que quieren y no saben como conseguir eso que quieren. Han puesto en el centro de su discurso una terminología militar –la guerra económica- para intentar atraer la adhesión de los militares, pero no tienen idea de cómo ganar esa guerra. No saben quién es el enemigo, y por lo tanto, lo ven en todo lo que se mueve. No saben cómo lucha ese enemigo ni saben cómo vencerlo. Ni siquiera saben si ese enemigo existe o si es una mala creación de sus asesores de marketing. 

En el plano estrictamente económico –con todo el riesgo que siempre existe al separar la política de la economía- no saben cómo detener la crisis en que se encuentra el país: ¿Quieren dejar que la crisis se solucione sola? ¿Esperan parar la inflación? ¿Buscan algunos dólares adicionales para superar el año como se pueda? ¿Desean aumentar la producción nacional? ¿Están por sustituir importaciones? ¿Van a aumentar las exportaciones no petroleras? ¿Quieren atraer inversiones extranjeras? ¿Es necesario reducir el déficit fiscal? ¿Pretenden poner a producir a las empresas en manos del estado? No hay una línea estratégica clara. No hay objetivos centrales que le den sentido a todas las acciones tácticas que van tomando. Pueden subir el precio de la gasolina, pero sin saber para qué. Pueden devaluar el bolívar, pero no saben qué objetivo se persigue con ello. Si lo supieran tomarían un conjunto de medidas complementarias que apunten en la misma dirección, y despejarían el terreno de todas aquellas medidas y situaciones que entorpecen en buen logro del objetivo central que se persigue. Cambian un  ministro por otro, y ninguno de ellos tiene un plan global que ofrecerle al país. Cada uno de ellos actúa con el criterio de “allí vamos viendo”. El único objetivo que parece claro es conservar el poder tanto como se pueda, para ver si algún  milagro de la economía internacional viene a sacarlos del pozo en que se encuentran.
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viernes, 4 de marzo de 2016

VENEZUELA, ARGENTINA Y EL REFINANCIAMIENTO DE LA DEUDA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 4 de Marzo de 2018).


Argentina está a punto de llegar a un acuerdo con aquellos acreedores internacionales que se negaron a  entrar en el mecanismo de pagos que se pactó el año pasado con el resto  de los tenedores de bonos soberanos. Eso le permitirá a Argentina volver al sistema financiero internacional y  colocar bonos por una cantidad que se estima en unos 15 mil millones de dólares. Al 23 de febrero de este año la tasa riesgo país  que enfrentaba Argentina, medida por el índice EMBI -que es el más utilizado para estos efectos a nivel internacional - estaba en 456 puntos. Hace tres meses atrás estaba en 460 puntos. Una tasa de riesgo país de 4.56 %  es enteramente posible que sea asumible por un gobierno determinado. Es posible además, que esa tasa siga bajando, en función de las medidas diplomáticas y políticas que está tomando el  nuevo gobierno argentino.

Venezuela necesita mucho más urgentemente que Argentina llegar a un acuerdo con sus acreedores internacionales. Pero la tasa riesgo país que enfrenta este país es de 3.476 puntos. Hace tres meses atrás estaba en 2.393 puntos. Es decir, cada mes que pasa la comunidad financiera internacional ve con más malos ojos lo que está sucediendo en la economía venezolana. Renegociar con los acreedores internacionales es un proceso que en su esencia consiste en que te vuelven a prestar la cantidad que necesitas para pagar la deuda que vence en el presente. Pero el nuevo préstamo no se hace a la misma tasa que imperaba para el préstamo inicial sino a  la tasa que impera hoy en día. Para  Venezuela eso significa una tasa de 34 % por lo menos. A esa tasa no hay país alguno que pueda tomar dinero a crédito. Por lo tanto, Venezuela no tiene opciones reales de conseguir refinanciar la deuda externa en el campo del sistema financiero internacional privado. Los organismos financieros internacionales – tipo Banco Interamericano de Desarrollo, Corporación Andina de Fomento, Banco  Mundial -  no suelen prestar plata para efectos de solucionar problemas de balanza de pagos. Suelen prestar plata para financiar proyectos concretos, muy bien estudiados, que no es el problema que tiene hoy en día Venezuela. Lo que queda es el Fondo Monetario Internacional, cuyos créditos si son precisamente para solucionar problemas  de balanza de )pagos, pero pone condiciones en términos de la política económica que se lleve adelante, o cual es inaceptable para el Gobierno incluso antes de conocer cuáles serían esas condiciones.

¿Qué le queda, entonces, por delante a  Venezuela? ¡Atraer inversiones extranjeros! ¡Esa es el agua tibia que acaban de descubrir! Eso sí que puede generar dinero fresco, pero los inversionistas posibles – los que se atreven a venir a Venezuela -  vienen a la flor y nata de las riquezas nacionales - es decir, al petróleo, al oro y otras cosas por el estilo - negocian muy duramente con un gobierno débil las condiciones de su inversión y se tardan varios años en materializarla. El resto de los capitales que andan por el mundo en busca de inversiones rentables no se meten fácilmente en un país donde no se pueden remesar utilidades ni amortizaciones de capital, y donde hay un insólito control de cambios, a menos que la negociación con el gobierno les de opciones diferentes y preferenciales, distintas a las que tiene el común de los mortales venezolanos.   

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