viernes, 27 de julio de 2012

LAS METAS DEL MINISTRO MENENDEZ


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 27 de Julio  de 2012)


El Ministro de Industrias Ricardo Menendez ha dicho en reiteradas ocasiones -  en relación a los beneficios que derivarían para nuestro país  de su entrada en Mercosur - que si Venezuela logra venderle a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay el  1 % de lo que esos países compran en el exterior, eso generaría  en Venezuela, aproximadamente, 240 mil nuevos empleos.
La idea fuerza que hay en esas declaraciones es impecable: si se logra vender más, se tiene que producir más, y si produce más se tienen que contratar más trabajadores. Pero en los cálculos más precisos es donde el argumento se hace más incierto.
Veamos. Brasil realiza importaciones procedentes de todo el mundo por un monto aproximado, en 2011, de 234 mil millones de dólares. Argentina a su vez realiza compras en el exterior, en el mismo año, por 74 mil millones de dólares. Paraguay y Uruguay, lo hacen por 6 mil millones de dólares y 11 mil millones de dólares, respectivamente. En síntesis, importaciones de los  países del Mercosur por un gran total de 325 mil millones de dólares.
Aspirar al 1 % de esas compras equivale a una meta de mayores exportaciones venezolanas por un orden de los 3.250 millones de dólares. Es una meta enteramente plausible, pues se corresponde con los niveles que las exportaciones no tradicionales han presentado en otros momentos de la historia venezolana, y que podrían perfectamente volver a alcanzarse si hubiesen las políticas de comercio exterior que generasen los estímulos correspondientes..


BAJA PRODUCTIVIDAD
Pero si se pretende poner a 240 mil nuevos ocupados a producir esa masa de nuevo producto por un orden de 3.250 millones de dólares, resulta que cada nuevo ocupado venezolano tendría que estar, en promedio,  produciendo valores por un monto de 13.542 dólares al año.  Esa cantidad, aun cuando parezca grande a los ojos del común de los ciudadano de a pie, en realidad es una cantidad muy pequeña. Significa, en el fondo, que cada uno de los nuevos ocupados tendría un nivel de productividad sumamente bajo. Y con baja productividad, desgraciadamente, lo más probable es que no puedan exportar nada.
Veamos. En Venezuela el PIB se ubica aproximadamente en los 300 mil millones de dólares, y la masa de ocupados alcanza a los 12, 5 millones de personas.  Si se divide una cantidad por la otra, resulta que cada hombre ocupado produce un nuevo valor por el orden de los 24 mil dólares al año. Esa es la productividad media por hombre ocupado que impera en Venezuela, que no es muy alta en términos de las comparaciones internacionales que se puedan realizar. Si la meta es que los nuevos ocupados, produciendo eventualmente para los países del Mercosur, tengan una productividad menor que la media nacional venezolana, lo más posible es que no logren exportar nada.
Por lo tanto, creo que hay que compartir la meta del Ministro Menendez, en materia de incremento de exportaciones, aun cuando sea difícil compartir su optimismo en términos del empleo que ello significaría. Más aun, creo que la meta tiene que ser precisamente producir con altos niveles de productividad, para lograr competitividad internacional e incremento de exportaciones. Pero ponerse metas cuantificables y precisas en materia de comercio exterior es un paso sumamente positivo, que no ha estado presente en la planificación económica de los últimos tiempos.  Fijarse mercados objetivos y cantidades brutas de nuevas exportaciones a realizar es sumamente importante.
EJERCICIO ESTERIL
Pero eso terminaría siendo un ejercicio absolutamente estéril si no se complementa con otras decisiones igualmente importantes: ¿Cuáles son los productos con los cuales se pretende irrumpir en los mercados de los países del Mercosur? ¿Qué políticas sectoriales se van a llevar adelante en relación a esos productos para lograr que alcancen los niveles de calidad y de precio que permitan su exportación? ¿O se va a dejar que el mercado decida al respecto, al estilo de la mejor tradición neoliberal? ¿Y cual será la política cambiaria que se implementara para hacer que las exportaciones tengan un retorno remunerativo? Nadie puede ignorar que si uno sigue haciendo lo mismo que ha venido haciendo hasta un momento determinado, seguirá obteniendo los mismos resultados. Si se desean cambios en los resultados hay necesariamente que introducir cambios en los accionares previos. Esa es la tarea que queda pendiente.
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jueves, 26 de julio de 2012

EL PAÍS NECESITA CUENTAS EN DOLARES


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 26 de Julio del 2012.)


Venezuela acaba de tomar una decisión importante en el campo de sus finanzas internacionales. Por la vía de un Convenio Cambiario número 20 se acaba de autorizar a personas naturales y jurídicas, nacionales y  extranjeras, a que mantengan cuentas en dólares en el sistema bancario nacional. Obviamente la mantención de cuenta en dólares permite hacer transferencias en dólares a cuentas en el exterior, o a otras cuentas en dólares en la propia Venezuela, o hacer retiros dentro de Venezuela, pero en este caso se entregarían las contrapartidas en moneda nacional. También se permite el uso de tarjetas de crédito en el exterior que se carguen a dichas cuentas en dólares.
Una medida de este tipo obedece a varias razones. El BCV descubrió una cosa que medio país ya conocía: que una buena parte de los agentes económicos nacionales, desde el abasto de la esquina hacia arriba, tienen cuentas en dólares en bancos extranjeros, ya sea en Panamá, en Miami o en otras plazas bancarias que le sean cómodas y confiables. Y cuando los dólares andan un tanto escasos en el país no hay razones como para seguir concediéndole graciosamente ese negocio a bancos y países extranjeros, incluso algunos del propio ALBA.  Además, la medida comentada hace las cosas un poco más fáciles a las pocas empresas trasnacionales que operan en el país, pues sus operaciones  en dólares podrán realizarse directamente en la banca nacional, sin necesidad de estar recurriendo a la banca extranjera para pagarle mil dólares a otra empresa que tiene sus oficinas a una cuadra de distancia. Se ahorrarán lo que los economistas llaman los costos de transacción.
Hay varias circunstancias que hacen que el Gobierno y el Banco Central estén un tanto preocupados por la cantidad de dólares de que dispone o que dispondrá la economía venezolana en el futuro cercano. Por un lado, lo obvio y tradicional: el precio del petróleo en el mercado internacional se ha ubicado por debajo de los 100 dólares el barril, y mantiene oscilaciones amenazantes.
EL ORO
En segundo lugar, el precio del oro dejó de subir y más bien mantiene tendencia  a la baja en el mercado internacional, lo cual es una mala noticia para un Banco Central que mantiene una parte importante de sus reservas internacionales en ese metal. En tercer lugar, el endeudarse a las tasas de interés a la cual le prestan a  Venezuela es casi como prestarse voluntariamente para un verdadero atraco. Y una cuarta situación amenazante: la sequia en Estados Unidos ha provocado cosechas muy pobres lo cual genera tendencias alcistas en el precio de los cereales, y mientras no se cumpla la promesa presidencial de convertirnos en potencia agrícola, tendremos que seguir importando, ahora a un precio más elevado,  el trigo para el pan nuestro de cada día.
Es posible, pero no seguro, que muchos de los agentes económicos que tienen sus cuentas en dólares en el exterior, y que realizan compras, ventas, transferencias y transacciones de todo tipo a partir de esas cuentas, se tienten de traer esos fondos a un banco venezolano. Para que eso suceda tienen que estar presentes uno u otro o ambos de dos   elementos sumamente importantes: la confianza y/o el lucro. Confianza en que esos fondos no serán expropiados, ni retenidos, ni congelados, ni tomados en préstamo, ni convertidos obligatoriamente en bolívares el día que el gobierno descubra que necesita de ellos. No es fácil generar, cultivar y mantener esa confianza, pero tampoco es imposible.
INTERÉS
Una buena tasa de interés puede ayudar a generar esa confianza. Una tasa de interés superior a la que pagan en las plazas bancarias más usuales del exterior puede ayudar a que los más desconfiados se dispongan a  mantener por lo menos una parte de sus fondos, los indispensables para sus operaciones  más habituales, en moneda extranjera, en la banca nacional. Quizás esos fondos que se consigan por la vía de los depósitos, aun cuando sean bien remunerados, sean más convenientes que conseguir plata prestada a la tasa riesgo país que tiene que pagar el Estado venezolano por los créditos que actualmente levanta en el mercado financiero internacional.   
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sábado, 21 de julio de 2012

LA MALA IMAGEN SALE CARA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 20 de junio de 2012.)


Venezuela tenía en julio una tasa de riesgo país de 1.089 puntos y Chile a principios de junio de 167 puntos.
Pdvsa emitió bonos por $3 mil MM pagando interés de 9.75 % mientras Codelco de Chile colocó papeles al 5 %.

En el mes de mayo recién pasado la empresa estatal petrolera venezolana PDVSA realizó una emisión de bonos en moneda extranjera por un monto de 3 mil millones de dólares. Esa colocación de bonos se hizo ofreciendo una tasa de interés de 9.75 %.
En los primeros días de Julio la empresa estatal cuprífera chilena Codelco realizó una emisión de bonos por un monto de 2 mil millones de dólares. Una parte de esos bonos se colocaron a 3.5 % y la otra a 4.3 %.
¿Cuál es la diferencia entre estas dos emisiones? En ambos casos se trata de empresas 100%  estatales, productoras de materias primas de alta demanda internacional. Pero los Estados que son propietarios de esas empresas tienen grandes diferencias entre sí. En junio de este año el Banco Central de Chile tenía en sus arcas reservas internacionales por un monto de 40.344 millones de dólares, que son en alguna medida el respaldo de la deuda externa contraída, y que están imposibilitados de ser traspasados generosamente al Gobierno. En Venezuela las reservas internacionales del Banco Central fluctúan alrededor de los 28 mil millones de dólares, y ellas están sujetas a la obligación de ser traspasadas al Ejecutivo nacional cada vez que sobrepasan un determinado umbral. A ello se suma el hecho de que el Estado venezolano tenía, en la primera semana de julio,  una tasa de riesgo país-  medida  a través del indicador EMBI - de 1089 puntos. Hace un año atrás esa tasa estaba en 1.119 puntos.
EL RIESGO
En Chile, en cambio, la tasa riesgo país, a principios de junio,  medida con el mismo indicador, estaba en 167 puntos. Hace un año atrás esa tasa estaba en 127 puntos. Como se sabe, la tasa riesgo país se mide por la diferencia entre la tasa de interés que tiene que pagar un país por sus emisiones de deuda externa, y la tasa de  interés que pagan los bonos del Tesoro norteamericano. Se asume que ese diferencial es un indicador de la posibilidad de que un país no pueda cumplir con sus  compromisos de deuda externa. Es decir, la comunidad financiera internacional - con razón o son ella, con buena o con mala fe, con buenas o con malas intenciones, con buenas o con malas informaciones – asume que Venezuela tiene altas posibilidades de no pagar sus deudas externas y que, por lo tanto, comprar sus bonos es altamente riesgoso, y que ese riesgo debe compensarse con una tasa de interés más alta. Ese punto de vista internacional significa que Venezuela debe pagar, en la emisiones de deuda soberana que coloca en los mercados internacionales, una tasa de  interés que supera en más de 6 % a la tasa que pagan otros países latinoamericanos. Esa mala imagen que proyecta el Estado venezolano contagia también a sus empresas estatales, y en particular a  su barco insignia que es PdVSA. Colocar 3 mil millones de dólares y pagar 4 % anual de interés significa pagar 120 millones de dólares anuales. Pagar un 10 % implica un pago anual por concepto de intereses de 300 millones de dólares. Ciento ochenta millones de dólares adicionales por concepto de mala imagen.
Otro aspecto interesante de destacar en esta comparación internacional entre la situación de Codelco y de PDVA es que la primera se dedica – bien o mal-  a la explotación y comercialización de cobre y sólo a eso. No construye caminos, no financia escuelas ni misiones sociales, ni constituye un Estado dentro del Estado que haga ver su presencia en todos los ámbitos de la vida nacional. Trata de que sus ganancias sean las mayores posibles y le traspasa fondos al Gobierno por la vía de regalías, utilidades e impuestos, los cuales entran en forma transparente en las arcas de Tesorería nacional.
SIN TRANSPARENCIA
En ese sentido la situación de Codelco, en   cuanto a especialización  productiva y en cuanto a transparencia de sus operaciones y de sus finanzas, es similar a la que presenta la petrolera brasileña Petrobras. La situación de Pdvdsa en cambio es radicalmente distinta en cuanto a  su eficiencia, especialización y  transparencia y en cuanto a su relación con el Gobierno. No es de extrañar, por lo tanto - por razones propias de la empresa, y por razones del Estado al cual pertenece - que sus bonos tengan que pagar altos intereses en el mercado internacional para poder colocarse. Tener mala imagen termina teniendo un alto costo comercial y financiero en el mercado internacional, incluso para una empresa petrolera.
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lunes, 16 de julio de 2012

CHILE Y PERÚ: APERTURA COMERCIAL Y FINANCIERA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el dia16 de Julio del 2012.)



Los peruanos han realizado inversiones en Chile por un monto que alcanza actualmente los 9 mil millones de dólares. Los chilenos, a su vez, han realizado inversiones en Perú que suman aproximadamente 11 mil millones de dólares. Alguien – armado de poco conocimiento económico pero de una buena dosis de sentido común -  podría preguntarse si no sería mejor que los chilenos invirtiesen en Chile y los peruanos en Perú.
Sin embargo, las cosas son un poco más complejas. Si una empresa chilena especializada en el retail tiene acceso a fondos invertibles –  ya sea por la vía del crédito o por la vía de utilidades propias no distribuidas- tiene obviamente la posibilidad de invertir en ese mismo sector dentro de su propio país, es decir, aumentar su área conocida de actividad. También puede invertir en otro sector diferente, pero con eso pierde lo que es probablemente su mayor capital, que es precisamente el conocer cómo se maneja desde el punto de vista gerencial y tecnológico una empresa de retail. Si se mete a producir tomates, lo más probable es que no lo haga tan bien como en el negocio del retail. A su vez, una empresa que produce salsa de tomates, colocada en la misma disyuntiva inversora, probablemente agotará las posibilidades de mantenerse dentro de ese mismo negocio, y no intentará incursionar en la actividad del retail. Esa disyuntiva inversora tiene, sin embargo, una tercera alternativa: invertir en el extranjero, en la actividad que cada uno domina. Este proceso de internacionalización le permitirá probablemente a la empresa mantener sus tasas de ganancia, pero también es posible que le permitirá incrementar sus niveles de eficiencia en los  dos países donde mantendrá actividades, pues la mayor escala de producción le permitirá disfrutar de lo que los economistas llaman “economías de escala” que se traducirán, en última instancia, en mejores precios, en mejores calidades y mejor servicio en todas la cadena de producción, en ambas economías.
La economía peruana se verá indudablemente beneficiada con esta inversión proveniente del extranjero - de Chile en este caso - pues mejorarán en su país los niveles de ocupación y de generación de ingresos y de productos.  Pero ¿perjudica esto a los trabajadores chilenos? Indudablemente los perjudicaría si se estuviera en presencia de un proceso sistemático y sostenido de salida de capitales, que salen del país sin perspectiva de retorno. Pero si se trata de una autopista de dos direcciones, donde hay capitales que salen y capitales que ingresan a la economía nacional, entonces la cosa es distinta. Tanto Chile como Perú - no en sus relaciones bilaterales sino en sus relaciones con el mundo-  son economías que actúan como receptoras netas de capitales extranjeros. Por lo tanto, el sistema globalmente considerado de apertura financiera - y sobre todo de apertura a la entrada y salida de inversión extranjera directa-  les beneficia en términos netos. Alguien podría, sin embargo, preguntarse si no sería mejor un sistema en donde solo se permitiera la entrada de capitales pero no la salida. Pero, si todos los países operaran con esa lógica, es obvio que el sistema financiero internacional no podría funcionar pues habrían puros países receptores de capital y ningún país emisor. Y aun cuando se permitiera que algún país individualmente considerado funcionara con esa modalidad, sin que su experiencia se generalice, no es seguro que eso le traería beneficios, pues los capitales no suelen localizarse en economías donde queden encerrados, sino que desean tener las puertas abiertas para aprovechar las múltiples oportunidades que el mundo contemporáneo les ofrece, a menos que negocien con el gobierno correspondiente condiciones muy favorables de funcionamiento, de rentabilidad y de repatriación de utilidades.   
Hay otros dos argumentos que es importante tener en cuenta en el análisis de estas situaciones. En primer lugar, si los capitales invertibles que se acumulan dentro de un país pertenecen fundamentalmente, por la vía de los fondos de pensiones, a los millones de trabajadores en activo, estos estarán interesados en que esos fondos se potencian y se incrementen en la mayor medida posible, por la vía de su inversión allí donde su rentabilidad sea máxima. En segundo lugar, situaciones de esta naturaleza permiten avanzar en los procesos de integración económica regional mucho más que cien encendidos discursos fraternales y solidarios.
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viernes, 13 de julio de 2012

HAY QUE VENDER LOS MANGOS.


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 13 de junio del 2012.)


Una noticia que pasa casi desapercibida en el abundante flujo de información internacional pone de relieve que Perú no sólo está exportando mangos hacia Japón y hacia China, sino que incluso esas ventas están en aumento en los últimos meses. ¿Por qué no puede Venezuela hacer una cosa similar? ¿Acaso los mangos no se dan en abundancia en todo el llano venezolano?
Desgraciadamente, ningún país puede hoy en día depender para efectos de su inserción internacional sólo de lo que la naturaleza le ha proporcionado. Tener acceso a la materia prima es una condición necesaria, pero no suficiente, para ser exportador. Nadie puede exportar mangos sólo por el hecho de que estos cuelgan de las ramas de los arboles. Se necesitan, en este caso particular, de técnicas de pre o de post cosecha que aseguren que dicho fruto viene libre de pestes o de plagas.  En materia de control de plagas los países importadores son sumamente cuidadosos en términos de proteger su propio patrimonio sanitario, y toman todo tipo de precauciones para evitar que les llegue, en las importaciones que realizan, la plaga de la mosca de la fruta u otras plagas similares, que podrían perjudicar la producción interna. Por lo tanto, para exportar, los países de origen tienen que dar garantías comprobables de que el producto proviene de zonas que han sido formalmente declaradas como zonas libre de plagas por parte de los organismos internacionales especializados en estas materia y/o que el producto ha recibido los tratamientos post cosecha que aseguran la eventual muerte de algún patógeno que pueda quedar oculto. ¿Cuánto hace o puede llegar a hacer Venezuela en esta materia?


INFRAESTRUCTURA
Para exportar tienen también que constituirse empresas empacadoras que seleccionen el producto, por su calibre y por su presentación, de modo que ningún mango vaya con manchas en la piel o con otras características que malogren su presentación.
Posteriormente tienen que empacarse en cajas que reúnan varias características: tienen que resistir el peso y el transporte hasta el país de destino y tienen que estar fabricadas de materiales que aprueben las normas ecológicas que se imponen crecientemente en el mundo contemporáneo para el material de desecho. ¿Puede Venezuela avanzar en esta materia?
Una vez que el producto está seleccionado y adecuadamente empacado, debe transportase hasta el puerto de embarque, sin sufrir golpes, retardos, ni exposiciones a temperaturas que lo afecten negativamente, y ser allí almacenado – durante un período de tiempo no indefinido ni indeterminado, y en cualquier caso breve - hasta el momento de ser subido a bordo de los barcos que lo llevaran al país de destino. ¿Tiene Venezuela la capacidad de asegurar esa cadena de transporte, de almacenamiento y de frio en las condiciones que el producto requiere?
Posteriormente, el producto debe viajar hasta el país de destino durante un tiempo conocido, pues el producto sigue sujeto a procesos biológicos – maduración- que afectan su proceso de venta final. ¿Tienen los puertos venezolanos la capacidad de asegurar los tiempos de carga y descarga de las naves y el tiempo de navegación de estas?
Sin perjuicio de todos estos pasos que se han mencionado el producto debe llegar al país de destino con un precio que sea aceptable para el importador y para el consumidor final, lo cual pasa por atender el problema de los costos de cada uno de los eslabones que componen la cadena.
¿SE PUEDE?
Todo este caso de los magos – que se comenta sólo a modo de ejemplo- pone de relieve que el proceso de exportación y de inserción exitosa en los circuitos del comercio internacional no requiere sólo del acceso a  una materia prima, que esté en el eslabón inicial de una larga cadena de comercialización, sino que se requiere también de capacidades organizacionales, empresariales y tecnológicas modernas , de infraestructura vial y portuaria adecuadas, y de mecanismos  bancarios, cambiarios  y financieros suficientemente agiles. En síntesis, la exportación exitosa es el resultado de una cadena en la cual cada eslabón es eficiente y rentable. ¿Puede Venezuela ponerse esas metas?

domingo, 8 de julio de 2012

EL QUE SE INTEGRA ULTIMO SE INTEGRA PEOR


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 6 de Julio 2012.)


Perú y Colombia, ambos pertenecientes a la Comunidad Andina de Naciones, han firmado sendos tratados de libre comercio con Estados Unidos, primero, y con la Unión Europea, posteriormente. Ecuador, siguiendo las aguas de Venezuela - y más por razones políticas e ideológicas que propiamente económicas - se ha mantenido al margen de estos acuerdos. Esto significa, entre otras cosas, que las mercancías peruanas y colombianas entrarán, en un futuro cercano, con cero arancel a los mercados europeos y norteamericanos, con lo cual aumentará su competitividad con respecto a las mercancías similares provenientes de otras partes del mundo.
En otras palabras, a un importador norteamericano o europeo le convendrá más importar un producto peruano o colombiano, que uno ecuatoriano o venezolano, aun cuando la calidad y el precio en el país de origen sean iguales, pues las mercancías peruanas o colombianas, al no pagar arancel en aduana, terminan siendo más baratas para el importador y para el consumidor final en el país de destino.
Esto significa que el hecho de que Perú y Colombia firmen tratados de libre comercio con los macro mercados más importantes del mundo contemporáneo no puede considerarse un hecho indiferente para el resto de los países de la región. No se puede pensar en que cada país conservará de por vida los espacios del mercado mundial que cada uno ha logrado conquistar, con independencia de lo que hagan los demás. Para bien o para mal, en el mundo competitivo y globalizado actual, hay situaciones en las cuales la ganancia de mercado de algunos afecta negativamente la situación de mercado de otros. Esta situación se grava, en el caso de Ecuador, pues es probable de que el próximo año Estados Unidos no renueve las preferencias arancelarias que le ha concedido en forma unilateral, con lo cual muchas mercancías ecuatorianas pasarán a pagar un arancel más elevado que el actual al entrar al mercado norteamericano.
OPCIONES
Si el mercado mundial estuviera creciendo en forma acelerada, entonces es posible pensar que los países menos competitivos de entre los países en desarrollo pueden conservar sus ventas en los mercados más dinámicos, aun cuando los más competitivos los aumenten. En esas circunstancias el crecimiento del mercado podría beneficiar a unos, sin necesariamente perjudicar a otros. Pero cuando el dinamismo de los grandes mercados es escaso, las ventajas competitivas que consiga uno – es decir, las preferencias arancelarias que se consiguen por la vía de los tratados de libre comercio- terminan por perjudicar a los más lentos, rezagados u obtusos de sus competidores.
¿Qué opciones se le presentan a un país como Ecuador, cuando sus socios peruanos y colombianos buscan mercados en Estados Unidos o en Europa? ¿Aferrarse cada vez más a sus socios del Alba? Con excepción de Venezuela, que exhibe un mercado importador de 50 mil millones de dólares al año, el resto de los países pertenecientes a esa alianza son países pequeños, con importaciones modestas y orientadas fundamentalmente hacia los países desarrollados.  Y Venezuela, al decrecer el precio internacional del petróleo, no parece tener la capacidad de mantener su generosidad internacional con el Alba en los mismos términos en que la ha mantenido en años anteriores. La otra opción es mirar hacia el Mercosur, que tampoco está en su mejor momento. Brasil y Argentina buscan desesperadamente nuevos mercados hacia donde expandir sus exportaciones – y por ello incorporan a Venezuela como socia de esa alianza sub regional- pero no parecen muy dispuestos a abrir sus economías a las  mercancías provenientes ni siquiera de sus actuales socios del propio Mercosur.
EL PETRÓLEO
La otra alternativa - que es la que en la práctica lleva adelante Venezuela - es sacrificar cualquier intento de industrialización y convertirse en exportador de petróleo y sólo de petróleo, rezando al mismo tiempo porque ese producto no baje demasiado su precio en el mercado internacional de modo que sus ventas permitan comprar en el mercado internacional todos los bienes y servicios que el país necesite. En esas circunstancias, los procesos de integración regional pierden gruesa parte de su importancia económica y pasan a ser meramente instancias de dialogo político.

miércoles, 4 de julio de 2012

PERU Y COLOMBIA FIRMAN TLC CON EUROPA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 4 de Julio de 2012.)



En el transcurso de esta última semana de Junio, la Unión Europea, Perú y Colombia firmarán el Tratado de Libre Comercio que ya han terminado de negociar. Como siempre sucede con estos acuerdos, la entrada en vigencia de los mismos sólo tendrá lugar una vez que los parlamentos de cada uno de los países involucrados –el Parlamento Europeo, más el de Perú y el de Colombia, en este caso-  ratifiquen el respectivo tratado. En el caso que comentamos se supone que esas ratificaciones tendrán lugar en el transcurso de los próximos meses, de modo que ya en el último trimestre de este año, Colombia y Perú estarán estrenando libre comercio con los 27 países miembros de la Unión Europea.
Este nuevo TLC pone en evidencia varios aspectos importantes en relación a la Comunidad Andina de Naciones.
En primer lugar, queda en evidencia que dentro de la CAN hay dos grupos de países, con estrategias bastante diferentes en cuanto a cómo integrarse  a las corrientes del comercio internacional. Por un lado se ubican Colombia y Perú, que tienen libre comercio con Estados Unidos, y ahora lo tendrán con Europa, además de que Perú también lo tiene con China y con otros países del Asia.  Es indudable que ambos países latinoamericanos buscan potenciar sus exportaciones ganando acceso a los mercados más grandes del mundo contemporáneo, y poniendo al mismo tiempo a sus economías internas en un plan de ganar competitividad.  Por otro lado se encuentran Bolivia y Ecuador que siguen pensado sólo en socios comerciales del ámbito regional, en transacciones de gobierno a gobierno, con poca participación del sector privado y muchas veces supeditados a simpatías políticas que limitan el espacio comercial.
En segundo lugar queda claro que la CAN ya no es una unión aduanera  que comparta un arancel externo común frente a terceros países que no pertenecen al bloque. Los TLC que cada país ha venido firmando y poniendo en vigencia en forma individual, implican en la práctica que grandes volúmenes de mercancías penetran en la CAN con el arancel que ha definido el país receptor, y no con el arancel externo común. Las políticas de excepción, para que un país pueda firmar en forma unilateral tratados comerciales que establecen rebajas arancelarias, se  han convertido en la norma general. Con ello los países que buscan competir y ganar mercados externos, es decir, Perú y Colombia, han podido firmar los TLC con los países que visualizan como buenos socios comerciales con pocas trabas comunitarias.  La CAN perdura, sin embargo, como un área de libre comercio entre los países miembros que potencia las exportaciones no tradicionales de cada uno de ellos.        
Un tercer aspecto que vale la pena poner de relieve es que la firma de esos tratados de libre comercio implica en el fondo una apuesta por la recuperación del comercio internacional. Europa y Estados Unidos son espacios inmensos en términos geográficos, demográficos y económicos, donde es posible – en el corto plazo-  ganar nichos de mercado importantes para las mercancías latinoamericanas o aumentar las ventas que ya se realizan, pero en última instancia el crecimiento de ese comercio, que es lo que importa a mediano y largo plazo, dependerá del crecimiento de esas economías.  Suponer que la crisis actual de Europa es una expresión del fin cercano del capitalismo- como supone nuestro Gobierno-  es una tesis ideológica que no tiene mucho asidero práctico. A mediano plazo Europa recuperará su estabilidad y su crecimiento, y con ello volverán a dinamizarse los flujos comerciales con esa importante región del planeta. En el supuesto negado de que se derrumbara todo el orden económico europeo, el obvio que los TLC actuales no servirán de mucho, pero tampoco servirá de nada haber tenido la razón en esos pronósticos fatalistas, pues la crisis nos  arroparía a todos por igual. Por el contrario, si la crisis se soluciona, de una o de otra manera, no todos los países estarán en las mismas buenas  condiciones como para aprovechar el dinamismo comercial que entonces se generará.

lunes, 2 de julio de 2012

MUY RARO, LO QUE PASA EN EL CAMPO VENEZOLANO


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 2 de julio de 2012.)


Nadie sabe realmente  en este país a cuánto asciende la producción agropecuaria. Las estadísticas oficiales a ese respecto son tan malas que ni los organismos encargados de recopilarlas se atreven a publicar una cifra con pretensiones de validez. Sin embargo, a ojo de buen cubero, se puede decir que aproximadamente el 4 % del Producto Interno Bruto del país está constituido por la suma del producto agrícola, ganadero, forestal y pesquero.
Sin embargo, las disposiciones legales vigentes obligan a la banca pública y privada a otorgar al sector agropecuario el 24 % de su cartera de créditos. Ese porcentaje es variable, pero ese es el porcentaje fijado para el mes de junio del presente año. El 24 % del crédito para financiar el 4 % del producto. Esas cifras ya indican, por si solas, que se  entrega mucho de un recurso escaso como es el crédito, para obtener un monto  pequeño de producción, lo cual es raro. Lo menos que se puede decir es que es raro.
Pero ese crédito se entrega a una tasa de 14% anual, lo cual, con una inflación anual de 25 %, implica que se entrega  a una tasa real negativa. En otras palabras, por la vía del crédito la sociedad venezolana en su conjunto le otorga una tremenda subvención al sector agropecuario. Pero al mismo tiempo los precios de los productos agrícolas son los que suben más rápidamente en el mercado nacional, a pesar de la subvención. Raro. Muy raro.
En Febrero de este año el Presidente Hugo Chávez anunció oficialmente que la banca estaba este año en la obligación de entregar créditos al sector agropecuario por un monto ligeramente superior a los 39 mil millones de bolívares. Pero resulta que al mes de mayo ya la banca había canalizado créditos hacia el sector agropecuario por un gran total de 57 mil millones de bolívares. Esa cantidad no sólo es bastante más elevada que la planificada por el Ejecutivo y bastante más de lo que están obligados de canalizar hacia el sector agropecuario, sino que es mayor que los créditos canalizados hacia el sector manufacturero, o hacia el sector comercial, o hacia el sector turismo, o hacia el conjunto del consumo por la vía de las tarjetas de crédito.  Raro. Más que raro. Casi sospechoso.
CARTERA OBLIGATORIA
Como los agentes económicos que laboran en el sector agropecuario no siempre califican como buenos clientes para la banca, el Ejecutivo creó la figura de los bonos agrarios: la banca le presta al gobierno, por la vía de la compra de esos bonos - que se contabilizan como parte de la cartera obligatoria de la banca - y después el Ejecutivo canaliza esos fondos hacia los clientes finales. Así la banca no se arriesga prestando sus fondos a  clientes poco confiables. Pero resulta que a mayo del presente año la banca había comprado solamente 8,5 mil millones en bonos, y había prestado directamente 57 mil millones de bolívares. A la banca no le gustó, al parecer,  el negocio bastante seguro de los bonos y prefirió salir directamente a buscar clientes confiables en  el sector agropecuario. Rarísimo ¿no?
POCOS DATOS
No se disponen de datos suficientes como para llegar al fondo de la cosas, pero a modo de hipótesis interpretativa - o de supuestos, simples supuestos - respecto a los procesos que están detrás de los hechos mencionados  podemos decir lo siguiente: si hay obligación de prestar barato, siempre es posible encontrar amigos, o socios, o amigos de los socios, o amigos de los amigos, a quienes canalizar esos créditos. Con eso se cumple con las disposiciones legales, se consolidan amistades y no se corre riesgo de no devolución de los créditos, pues para eso la operación se hace entre gente honorable. Obviamente esos créditos, si bien se otorgan a entidades agropecuarios, se canalizan posteriormente hacia la adquisición de bienes de consumo o de inversión que sólo muy indirectamente se relacionan con la actividad productiva del sector. Por ello es que el sector agropecuario sigue presentando tasas muy bajas de crecimiento del producto, y  tasas muy altas  de inflación.  ¿Le parece raro? 
Sergio Arancibia