miércoles, 29 de abril de 2015

LA DIVISA BARATA ES UN SUBSIDIO

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el dÍa 29 de Abril de 2015.)


Un alto funcionario del Gobierno hizo recientemente declaraciones en el sentido de que las divisas que facilita el Estado para sostener estudiantes en el exterior constituyen un subsidio. Con eso lo que se pretendía era dejar claro que no tenían derecho a  pataleo si les quitaban ese subsidio, pues los subsidios, al parecer, son un gracioso regalo del Gobierno, y los regalos no pueden ser obligados.
Dicho funcionario está enteramente en lo cierto  cuando afirma que vender divisas a 12 bolívares por dólar, para cualquier fin - ya sea para turismo, para estudio, para remesas a familiares, para compras de cierto tipo de bienes, para depósitos en Andorra o para lo que sea -  constituye un subsidio. Si suponemos, meramente para fines de análisis, que el precio real de un dólar es de 100 bolívares, entonces todo dólar a un precio menor es un dólar subsidiado. Se trata de un dólar que se vende más barato que lo que sería su precio de mercado o incluso más barato que su precio de costo. Una de los postulados más básicos de la economía es que si un producto baja su precio, aumenta su demanda. Pero como el producto subsidiado, el dólar en este caso,  tiene más demanda que la oferta que existe del mismo, no alcanza para todos los que quisieran  adquirirlo– yo entre ellos-  y hay, por lo tanto, que racionarlo y entregárselos solo a unos pocos y para fines muy específicos. En otras palabras, entregarle esos dólares baratos y subsidiados solo a algunos pocos privilegiados. Hasta allí estamos claros. Pero en lo que no parece haber acuerdo con el funcionario anónimo a cuyas declaraciones nos referimos, es que los estudiantes venezolanos que están en el exterior deberían ser parte de esos beneficiados. En el peor de los casos, deberían ser los únicos beneficiados con el subsidio que se analiza y se sataniza. Deberían haber miles de beneficiados de esa naturaleza, como los hubieron décadas atrás durante el funcionamiento de las becas Gran Mariscal de Ayacucho.  
Pero hay otro problema: ¿quién paga ese subsidio? Si una buena cantidad de los dólares disponibles se canaliza hacia la venta de dólares subsidiados - a 6.30 bolívares por dólar, a 12 bolívares por dólar o a 52 bolívares por dólar - entonces quedan pocos dólares como para cambiarse en el mercado que se supone libre. Por lo menos, menos dólares que los que se ofertarían en dicho mercado si no hubiera venta alguna de dólares subsidiados.  Como los dólares que finalmente llegan al mercado supuestamente libre – aun cuando en realidad es un mercado sumamente controlado – son pocos, entonces el precio en ese mercado termina siendo más caro que lo que sería si todos los dólares se vendieran en este. Si el precio es más elevado, entonces los que compran caro en ese mercado terminan subsidiando a los que compran barato en el mercado subsidiado. No se trata de un generoso regalo del Gobierno, sino un caso muy tradicional y muy estudiado de subsidios cruzados. Si la mitad de los tomates se vendieran subsidiados, y la otra mitad se vendiera a los precios que la oferta y la demanda impusieran en el mercado, los que compraran en un mercado terminarían subsidiando a los que compran en el otro. ¿Es justo un mecanismo de esta naturaleza? Yo creo que si. Es enteramente justo que la sociedad subsidie a ciertos sectores sociales o a ciertos sectores productivos. Pueden haber muchas razones sociales o productivas como para ello que sería largo enumerar en este articulo. Pero una cosa es subsidiar con dólares baratos a los estudiantes o a los familiares directos que se encuentran en el exterior-  con lo cual reitero que estoy de acuerdo, aun cuando hay que introducir los controles que correspondan -  y otra cosa diferentes es subsidiar con  dólares baratos a los amigos del Gobierno que han recibido por parte de Cadivi mas de 20  mil millones de dólares -según una ex presidenta del Banco Central, que duró muy poco en el cargo por ponerse precisamente a sacar esas cuentas. Una cosa es subsidiar la leche o las medicinas, con dólares baratos, por razones de orden social, y otra cosa es beneficiar la compra de whisky, con el mismo mecanismo. El problema no es tener subsidios en la economía. Todos los países los tienen. No es posible satanizar a los subsidios en general, como si fueran una práctica intrínsecamente negativa. Solo los neoliberales más ortodoxos e ideologizados rechazan por principio todo tipo de subsidios. Además, difícilmente puede clamar contra los subsidios un alto funcionario de este Gobierno que tiene la economía cruzada de arriba a abajo por subsidios de toda naturaleza. Lo que corresponde es ordenar, hacer trasparentes y claramente focalizados los subsidios que se decidan que deben existir.
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sábado, 25 de abril de 2015

ESTAMOS MAL PERO VAMOS PARA PEOR

(Articulo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el dia 23 de Abril de 2015.)


El Fondo Monetario Internacional no es exactamente un organismo que se haya cubierto de gloria en las últimas décadas en el escenario internacional. Muy por el contrario, sus recomendaciones y sugerencias en materia de política económica, a lo países que han solicitado sus apoyos financieros,  han sido bastante poco acertadas. Pero sus estudios y sus datos estadísticos son bastante serios y no pueden ser descartados muy alegremente. Sin embargo, la ciencia económica no es una ciencia exacta, y todo estudio, sobre todo si versa sobre el futuro, aun cuando sea sobre el futuro cercano, tiene una cuota alta de riesgo y de incertidumbre. Por ello, las Perspectivas de la Economía Mundial 2015 recientemente publicadas por este organismo no pueden ser consideradas como un oráculo infalible, pero son lo más cercano que hay a una visión seria sobre lo que se puede esperar en materia de crecimiento de la economía mundial y de los países que la componen.

En ese estudio Venezuela sale muy mal parada. Se dice allí que en el año 2014 el PIB de nuestro país decreció en un 4 %, convirtiéndose en esa medida en el único país de toda la América del Sur, Norte, Central y  Caribe  que presentó cifras de (de)crecimiento de esa naturaleza. Para 2015 las perspectivas son mucho peores. Se calcula que este año el decrecimiento será de 7% - calculado sobe el nivel al cual se llegó en el año inmediatamente anterior.  Si ese pronóstico resulta cierto, se terminaría el año 2015 con un nivel de producto un 12.5 % por abajo del nivel con que cerró el año 2013. Pero el pronóstico es peor todavía: en el año 2016 la perspectiva es que se vuelva a decrecer, esta vez  en un 4.0%, por bajo el nivel con que cierre el año 2014. Se acumularían tres años seguidos de caída de la producción. Un record latinoamericano en toda la línea. En el año 2015 los únicos países que acompañarán a Venezuela en su descenso económico, según el FMI, serán Brasil y Argentina. El primero decrecerá en un 1.0% y el segundo en un 0.3 %. Ya en el año 2016 todo parece indicar que Venezuela quedará nuevamente sola como el único país de la región cuya economía seguirá en pleno descenso.

En la América del Sur, países que son petroleros, igual que Venezuela, pero que han sabido avanzar en el camino de la diversificación de sus exportaciones, tales como Ecuador y Colombia, crecerán – o mejor dicho aun, continuarán creciendo a  pesar de la caída en los precios internacionales de los hidrocarburos -  y Bolivia, que exporta gas, también crecerá en forma sustantiva.  Las perspectivas del FMI es que Ecuador crecerá en  el año 2015 a una tasa 1.9 %,  después de haber crecido en el 2014 a una tasa de 3.6%. Colombia, a su vez,  lo hará a una tasa de 3.4 % en el 2015, después de haber crecido a una tasa de 4.6 % en el 2014. Se espera que Bolivia crezca  una tasa de 4.3 % en el presente año, después de haber presentado la impresionante tasa de 5.6 % en el año anterior. No es por lo tanto el petróleo la única causa de la caída económica de Venezuela. Es dable suponer que alguna responsabilidad tienen en esta situación las políticas económicas llevadas adelante por el gobierno actual, y en alguna medida, también por el gobierno anterior.

El mundo entero - todos los gobiernos, universidades, bancos, organismos políticos o financieros  internacionales – reconocen que Venezuela se encuentra en una tremenda crisis y que no saldrá de ella a menos que lleve adelante virajes sustantivos en sus políticas económicas. La crisis no es consecuencia de las leyes de la naturaleza ni de una maldición divina, sino que es el efecto de decisiones políticas presentes y pasadas. La inercia, el no hacer nada,  o el profundizar la esencia de las políticas que han conducido a la situación presente, no puede conducir sino a profundizar las consecuencias que hoy día se están viviendo. Pareciera que Venezuela se juega a Rosalinda apostando a que en algún momento del futuro cercano el precio internacional del petróleo volverá a colocarse en un nivel cercano a los 100 dólares por barril, con lo cual todas las angustias  se acabarían y la fiesta podría seguir por unos cuantos años más. Pero tampoco en ese terreno hay espacio para el optimismo, pues no hay nadie en el mundo que pronostique que el petróleo esté próximo a subir. Todo parece indicar que permanecerá en sus niveles actuales por un tiempo largo. Provengan del FMI, o de cualquier otro lado, los pronósticos sobre Venezuela no son nada esperanzadores.     
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jueves, 16 de abril de 2015

CHINA COMO GRAN PRESTAMISTA

(Articulo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 15 de Abril de 2015)


La prestigiosa Universidad Wharton, de Estados Unidos, publicó recientemente un interesante artículo en el cual analiza los montos y la peculiaridades de los prestamos que China viene canalizando hacia los países de América Latina.

Resalta, en primer lugar, en dicho trabajo, que China prestó en el año 2014, a los países de la región, un  monto total de 22.100 millones de dólares, lo cual es un monto que supera - aun cuando levemente, a lo prestado por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.  De ese total de fondos prestados, 8.600  millones de dólares fueron a  Brasil, 7.000 millones de dólares a Argentina, 5.700 millones de dólares a Venezuela y 820 millones de dólares a Ecuador. En el año inmediatamente anterior, es decir, en el 2013, los créditos procedentes de China habían  alcanzado la suma de 12.900 millones de dólares, de los cuales 10.100 millones de dólares se habían canalizado hacia Venezuela.  Es evidente, entonces, que China ha diversificado a sus clientes latinoamericanos y ha aumentado en forma sustantiva los montos involucrados en estas operaciones de crédito.

Los préstamos otorgados por China, hasta este momento, son fundamentalmente operaciones crediticias pactadas de gobierno a gobierno. Esto es muy importante, pues rompe las características  más resaltantes del sistema financiero internacional contemporáneo. Hoy en día, cuando un país está en apuros financieros tiene dos vías convencionales para solucionar sus problemas: una posibilidad es emitir bonos, que son comprados por una cantidad desconocida de anónimos inversores internacionales. La otra modalidad de financiamiento es acudir a los organismos financieros  multilaterales, tales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo o la CAF.  Todos estos últimos organismos tienen algún grado de condicionalidad que debe ser cumplida por el gobierno solicitante. Además, estos créditos son los primeros que se pagan, una vez cumplidos los plazos correspondientes, por sobre los créditos comerciales o los créditos conseguidos por la vía de la emisión de bonos. Gozan esos bancos de ese privilegio de ser los prestamistas más favorecidos en caso de dificultades de pago. Pero ya es muy raro el flujo de créditos de gobierno a gobierno. Con China, sin embargo, esa modalidad ha recuperado viejos espacios perdidos.

El hecho de que los créditos chinos sean el resultado de negociaciones de gobierno a gobierno los hace menos transparentes en cuanto a su condicionalidad o a sus formas de pago. Cabe recordar, en ese terreno, las dudas que la sociedad venezolana tiene sobre los términos en que se han pactado los créditos recibidos  de parte de China. Todo parece indicar, en todo caso, que la condicionalidad china es menor que la que imponen los organismos crediticios internacionales, por lo menos en lo que se refiere a las tasas de interés.  Se supone incluso que también son menores los  condicionamientos de carácter medioambiental que están tan de moda en el mundo contemporáneo. Suelen, en todo caso, haber condicionamientos en términos de realizar, con esos créditos, compras en China y/o contratar obras y proyectos con empresas chinas, lo cual también es una práctica presente en los créditos que otorgan los organismos crediticios bajo control de Estados Unidos.

China es el primer protagonista del comercio internacional contemporáneo, y actúa en ese campo presentando una balanza comercial superavitaria, es decir, vende más de lo que compra, lo cual le ha permitido acumular un volumen sideral de reservas  internacionales. Tiene caja, por lo tanto, como para otorgar créditos y como para financiar inversiones en otros países. Obviamente su accionar crediticio  o inversor se lleva adelante con criterio de negocios, es decir, asegurándose de que los capitales involucrados se recuperen y dejen una saludable ganancia. Sus préstamos de gobierno a gobierno se verán reforzados dentro de poco con la creación del Banco Asiático de Infraestructura y con el Banco del BRICS, que se convertirán en organismos financieros internacionales, con dominio accionario chino, que servirán de canal adicional para reciclar en el sistema comercial y financiero internacional los dólares que China recibe como consecuencia de su incesante expansión comercial internacional.  Todo esto no puede sino verse como favorable para los países en desarrollo, no por tratarse de los chinos, sino por ampliar las opciones de créditos y de inversiones presentes en el mundo contemporáneo y por crear algún grado mayor de pluralidad y de competencia en mercados tradicionalmente muy monopolizados por los países desarrollados.

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GUERRA ECONÓMICA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 16 de Abril 2015.)


Guerra económica es un concepto que  no tiene mucha carta de ciudadanía en el lenguaje de la ciencia política o de la política internacional pura y simple. Pero es posible identificar algunas situaciones en las cuales el concepto podría corresponder cabalmente.

Uno podría decir que un país (el agresor) le declara la guerra económica a otro (el agredido) cuando decide no comprar ningún producto generado por este. La estrategia fundamental de guerra pasa a ser la negativa total a comprar. Obviamente cuando un país (el agresor) es el principal país de destino de los productos exportables por otro (el agredido) y no solo le compra mucho sino que le paga al contado, convirtiéndose  en el mejor cliente y en el mejor pagador, difícilmente se puede decir que ese país le ha declarado la guerra (económica) a su proveedor.  

La guerra económica podría asumir también la forma de una negativa total a venderle nada al país al cual se le  ha declarado la guerra. La estrategia de guerra en este caso es la negativa total a vender. Pero cuando las estadísticas publicadas por el agredido - no por el agresor - muestran que el primero tiene al segundo como el principal país de origen de sus importaciones, es bien difícil argumentar que esos dos países están en guerra (económica).

Otra acción bélica posible –no tan violenta como las anteriores - es no prohibir las ventas al país supuestamente agredido, sino que suprimirle los créditos comerciales, es decir, obligar a este último a que realice sus compras en el país agresor al contado violento, con lo cual se termina perjudicando los intereses de los agentes económicos tanto en el país agredido como en el país agresor, sin que el comercio llegue a ser realmente suprimido. Se trataría de un auténtico tiro en el pie por parte del agresor. 

La guerra económica puede manifestarse también en que no solo el país agresor no le compra ni le vende nada a un país agredido, sino que moviliza a sus amigos en todas partes del mundo para que estos actúen en el mismo sentido, es decir, no le compren ni le vendan nada al país al cual se desea agredir.  Cuando llegase a suceder una guerra económica de esta naturaleza  el agredido se da cuenta rápidamente de que se le cierran mercados tradicionales,  sin  razón alguna, y que sus mercancías se acumulan en el país de origen sin poder ser vendidas.  

Otra forma que puede asumir la guerra económica es el bloqueo crediticio en los organismos financieros internacionales, tales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, etc. Mediante este eventual accionar de guerra, las solicitudes  de préstamos que el país agredido hiciera en esos organismos, dominados por el país agresor, serían rechazados o eternamente tramitados, pero sin llegar jamás a convertirse en créditos contantes y sonantes. Para saber si este tipo de acción bélica está siendo utilizado, lo primero y fundamental es formular solicitudes de crédito en esos organismos. Si hace años que no se formula ningún requerimiento de esa naturaleza, nadie puede saber si existe un tal bloqueo o no.

En síntesis, una guerra económica donde no hay ninguna acción bélica (económica) entre las partes - aun cuando hayan reclamos y malas caras - parece más bien una pelea entre casados, aun cuando mas avenidos.  No habrán en ese contexto muertos ni heridos y las partes terminaran poniéndose de acuerdo en las cosas fundamentales.
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domingo, 12 de abril de 2015

EDUCACIÓN DE BUENA CALIDAD

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 9 de Abril de 2015.)


 Dado que es cada vez ms usual la creación y mantenimiento de universidades de dudosa calidad - públicas o privadas – se ha creado y difundido el concepto de educación de buena calidad, como la meta que debe ser tenida en cuenta por los gobiernos - y por las sociedades en su conjunto - en materia de educación. Esto es válido para la educación primaria, secundaria y universitaria, pero vamos a referirnos en este artículo particularmente a esta última.

Una universidad es buena, fundamentalmente, cuando son buenos sus profesores, cuando son buenos sus estudiantes y cuando son buenos los programas o los proyectos  que ambos llevan adelante durante los años de enseñanza y aprendizaje. También influye la calidad de la estructura administrativa, la infraestructura de bibliotecas, salas de computación,  instalaciones deportivas, áreas sociales, etc. Pero lo fundamental, a nuestro juicio, es que se seleccione y se potencie la calidad de los profesores y de los  estudiantes y que los programas de estudio sean apropiados para la transmisión y creación de conocimientos que se pretende debe llevarse adelante en una universidad

En lo que respecta a los alumnos, si estos tienen serias deficiencias en su formación estudiantil previa, es decir, si tienen mala base, la universidad tendrá que avanzar más lento en sus  procesos de enseñanza y aprendizaje, so pena de que el  alumno no entienda los contenidos de las  diferentes materias, o que salgan masiva y reiteradamente reprobados. También el problema se puede solucionar por la vía de recortar los contenidos o hacer cada vez más fáciles los mecanismos de evaluación, opciones todas estas que terminan por mermar la calidad profesional de los futuros egresados.  Que los alumnos tengan una buena base se suele resumir en tres ingredientes fundamentales: buena comprensión lectora, buena capacidad de redactar y buen manejo de la lógica matemática. Lo demás lo puede adquirir en el seno de la propia universidad, pero los déficit en estas áreas generan graves limitaciones en la capacidad del alumno para desempeñarse en cualquier disciplina universitaria.

En lo que respecta a los profesores, la buena calidad de estos dice relación con  su formación académica previa y con su actualización permanente. En lo que se refiere a la formación académica, es imprescindible hoy en día tener el status académico de maestría y/o de doctor para ejercer la docencia universitaria. Si el grueso de los profesores de una universidad no tiene el nivel propio de esos grados académicos, el nivel académico del conjunto de la universidad será pobre, en relación a las universidades en que un alto porcentaje de sus docentes son master o doctores. En lo que se refiere a la actualización o perfeccionamiento permanente – para evitar que estén durante décadas dando clases con los mismos apuntes ya envejecidos – es necesario que los profesores realicen investigación. Es decir, que parte de su jornada laboral esté dedicada  a la investigación, con el mismo o superior status que las horas dedicadas a la docencia en aula. Pero para que el docente pueda realizar investigación se necesita que sea profesor a jornada exclusiva o por lo menos a jornada completa en el seno de la universidad. Y para que sea profesor con ese tipo de relación laboral con la universidad se necesita que la universidad tenga el presupuesto como para retenerlo en la misma. Bajos presupuestos universitarios conducen inevitablemente a contar solo con profesores a contrata para el dictado de un curso determinado, con remuneración de acuerdo al número de horas que esa actividad necesita. Pero se trata, por lo general, en estos casos, de personal que no está inserto en la actividad investigativa, y cuya actualización académica y científica queda librada a los ratos libres que le permite su actividad profesional extra universitaria.

Situaciones de esta última naturaleza se pueden producir tanto porque las universidades en cuestión son empresas privadas que buscan rentabilidad y,  por lo tanto, los mínimos costos, y/o porque se trata de universidades públicas que carecen de los presupuestos necesarios como para cobijar en su seno la investigación y la docencia. Ambos tipos de universidad abundan - desgraciadamente más de la cuenta - en el paisaje universitario venezolano.
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miércoles, 8 de abril de 2015

AMÉRICA LATINA NO AVANZA EN MATERIA DE INTEGRACION

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición  digital de TAL CUAL el día 2 de Abril de 2015)


 La Asociación  Latinoamericana de Integración, ALADI - organismo que agrupa a trece países de la región, fundamentalmente de la América del Sur - ha publicado recientemente un informe sobre el comercio de los países miembros, entre sí y con el resto del mundo, durante el año 2014.

Las cifras que allí se prestan no arrojan un panorama muy alentador. El PIB de los países miembros de la Aladi aumento en el año 2014 en un 1.2 %, lo cual es una cifra  modesta, pero por lo menos de carácter positivo. Es evidente que la economía mundial presentó en el año recién pasado una clara tendencia al menor crecimiento que afectó a todos los países, pero algunos estaban mejor preparadas que otros para enfrentar las vicisitudes de la economía internacional.  Eso se ha traducido en que al interior del grupo latinoamericano exista una gran diversidad de situaciones. Mientas Panamá y Bolivia crecieron a tasas superiores al 5 %, Brasil y Argentina  presentaron estancamiento o retroceso en lo que se refiere a su producción y Venezuela presentó una tasa claramente negativa. Países como Chile, Perú, Colombia o México, presentaron tasas positivas pero modestas de crecimiento.

Las exportaciones de todos los países miembros de Aladi bajaron en el año 2014 en un 1.7 % con respecto al nivel que habían alcanzado en el 2013. Pasaron de 935 mil millones de dólares a 919 mil millones de dólares de exportación. Es decir, aumentaron su producción y bajaron sus exportaciones lo cual se traduce en que las exportaciones no solo disminuyeron en términos absolutos sino también como porcentaje del PIB. Se puede decir, a partir de lo anterior, que la América Latina no avanza en su proceso de integración a las corrientes del comercio internacional contemporáneo sino que retrocede en esa materia, con todas las consecuencias negativas que tiene en los tiempos actuales el desvincularse de las fuerzas motoras del crecimiento y de la modernización de nuestras economías.

Igualmente interesante es ver la evolución de los intercambios al interior de los propios países de Aladi. En el caso particular de Venezuela, las ventas de nuestro país hacia el resto de los países Aladi bajó de 2.575 millones de dólares en el año 2013 a 2.292 millones de dólares en el año recién pasado. Se trata de una disminución de 11 % en las ventas a los países con los cuales se supone aspiramos a un proceso de integración económica creciente. En términos de las compras que Venezuela realiza en los países Aladi, estas bajaron de 14.054 millones de dólares, en el año 2013,  a 12.352 millones de dólares en el año 2014. Una baja de 12.1 %. Nadie al calor de estas cifras puede seriamente postular que la integración económica regional  avanza, ni tampoco que Venezuela está cada vez más integrada a los circuitos comerciales regionales.

Una última cuestión, que se deduce de las cifras anteriores. Venezuela compra a sus socios de Aladi por un valor de 12.352 millones de dólares. En ese monto  cabe destacar las compras por 4.632 millones de dólares a Brasil, de 2.108 millones de dólares a Argentina, de 1.987 millones de dólares a Colombia y de 1.552 millones de dólares a México. Las ventas que Venezuela hace en la región, a su vez, ascienden solamente a 2.292 millones de dólares. Se trata, por lo tanto, de una balanza comercial claramente negativa. Venezuela es un buen mercado para las ventas de la región - especialmente de Brasil y Argentina, sus socios en Mercosur - pero no logra colocar en esos mercados un monto de mercancías equivalentes, básicamente porque la cartera de exportaciones de Venezuela sigue siendo básicamente petróleo y porque no hace nada para promover las exportaciones no tradicionales.   
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ECUADOR NO TEME INNOVAR

(Articulo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS  el día 8 de Abril de 2015) 

En el mes de marzo Ecuador ha sorprendido a los agentes gubernamentales y comerciales - por lo menos de América Latina - con dos medidas que modifican en forma sustantiva sus políticas de comercio exterior. Por un lado, elevó los aranceles a 2.800 productos de importación, por la vía de la aplicación de salvaguardias. Ahora, en la semana recién pasada, sus autoridades gubernamentales acaban de anunciar un programa masivo de devolución de impuestos a los exportadores no tradicionales, mecanismo conocido internacionalmente como draw back. 
Esta última medida consiste en devolver a los exportadores, en particular a los exportadores no tradicionales,  los impuestos arancelarios que han pagado al momento de  la importación de insumos que posteriormente se utilizan para producir bienes que se venden en el mercado internacional.  Obviamente la idea es no recargar el precio de los insumos con impuestos que son de exclusiva responsabilidad del gobierno nacional, pues con ellos se encarece la mercancía que se pretende exportar. En otras palabras, si no se devuelven esos impuestos, el empresario exportador termina exportando impuestos que gravan sus costos y su precio de venta. Se estaría en presencia de una pérdida de capacidad competitiva internacional por obra y gracia exclusiva de una política tributaria nacional.  Para efectos prácticos - como es muy lento y dificultuoso que cada exportador esté calculando y exponiendo ante las autoridades cuanto ha importado, cuanto impuestos arancelarios ha cancelado, cuanto de lo importado se ha incorporado a la mercancía producida y exportada,  y cuanto incide ello en el costo de las mercancías exportadas -  se calcula un porcentaje promedio del valor de las exportaciones que es lo que se le reintegra por parejo a todos los  exportadores de un tipo determinado de mercancía.
Un mecanismo de esta naturaleza es bien parecido a una subvención a las exportaciones, lo cual es una situación o un fenómeno que los convenios internacionales suscritos en el contexto de la Organización Mundial del Comercio, OMC, tienden a eliminar de las prácticas comerciales internacionales contemporáneas. Pero al mismo tiempo, los países miembros de la OMC suscriben el criterio de que ningún país está obligado a exportar impuestos, o en otras palabras, que los impuestos al consumo deben pagarse en el país donde ese consumo tiene lugar. En esta confrontación entre no permitir subsidios y no exportar impuestos, la solución de compromiso a la cual se ha llegado en el seno de la OMC es que el draw back, en los países donde exista este mecanismo, no exceda el 5 % del valor de la mercancía exportada. Y a ese porcentaje se ha atenido Ecuador en las medidas recientemente tomadas.
El reintegro de impuestos será, en el caso ecuatoriano, de un 5% en el caso de las flores, de un 3 % en el caso del atún enlatado, y de porcentajes variables en el caso del banano, según sea el país de destino. Otras mercancías tendrán tasas que se ubican entre el 2 % y el 5 %. El costo de estas medidas se calcula que ascenderá en los próximos doce meses a unos 250 millones de dólares, pero al mismo tiempo se supone que las exportaciones crecerán en montos mayores que dicha cantidad, con lo cual se generara una ganancia neta para las arcas del país.
Con estas medidas el Gobierno de Ecuador busca solucionar el problema que se le ha creado a partir de la caída de los precios del petróleo, lo cual representa un golpe fuerte para su economía,  máxime si se tiene en cuenta  que el 51 7% de sus exportaciones está constituido por dicho producto. Hay que recordar, además, que Ecuador, al ser un país dolarizado, no dispone de la devaluación de su moneda como  un instrumento de política económica al cual el Gobierno pueda echar mano.
En síntesis, Ecuador está en estos momentos utilizando al máximo los mecanismos de promoción de exportaciones – por ejemplo, por la vía del draw back - y de protección de su industria nacional – por la vía de las salvaguardias - pero siempre dentro de un cuidadoso respeto a la letra de la  legalidad comercial internacional. En otras palabras, está utilizando todos los instrumentos que los convenios suscritos le permiten, sin violarlos no denunciarlos.
Cabe recordar que en Venezuela existe una clara y positiva legislación que permite esa devolución de impuestos de importación – draw back- pero que en la práctica no se utiliza, no porque los exportadores no quieran, sino porque se aburrieron de hacer trámites inútiles ante un gobierno que da señales manifiestas de no estar interesado en activar esos mecanismos.  Ojalá que el accionar de sus buenos amigos ecuatorianos sirva de ejemplo a las autoridades nacionales en materia de promoción de exportaciones y en materia de respeto a los convenios internacionales que comprometen al Gobierno y a todas sus instituciones.
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