miércoles, 3 de febrero de 2016

LO BUENO, LO MALO Y LO DUDODO

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 3 de Febrero de 2016.)



El alto gobierno ha tenido en las últimas semanas  varias reuniones con diferentes grupos de empresarios en las cuales se han abordado los problemas más importantes que aquejan actualmente a la economía del país en general y de cada sector en particular. El hecho de generar ese tipo de reuniones es indudablemente positivo. No es usual ni cotidiano que el gobierno genere y participe en reuniones de esta naturaleza, en las cuales los empresarios plantean con mucha sinceridad y claridad los problemas que los aquejan y las posibles soluciones.

En esas reuniones no ha estado, sin embargo, todos los que deben estar. El gobierno ha invitado a las empresas y /o a los gremios empresariales con los cuales está dispuesto a conversar. El gobierno ha elegido a sus interlocutores. No son los empresarios los que han elegido a sus representantes ante este diálogo con el gobierno. Pero como las invitaciones y las reuniones han sido bastante masivas, en el fondo los asuntos planteados por unos y por otros terminan aireándose, analizándose y discutiéndose en el seno del conjunto de los empresarios. El gobierno parece que hace cuestión de honor no conversar con Fedecámaras. Con  ello paga peaje a sus sectores más duros existentes en su seno. Es bueno que Fedecamaras y los empresarios no hagan cuestión de honor de esa situación e impulsen y apoyen la participación de todos los que tienen la suerte de ser invitados. 

El gobierno ha escuchado y ha recogido algunas de las proposiciones que le han sido formuladas, lo cual se ha plasmado en disposiciones gubernamentales que son bien recibidas por los empresarios. A decir verdad, no son muchas las medidas tomadas por esta vía, pero algunas medidas se han tomado. Ejemplo de ello son, en el caso del sector exportador, el permitir que la liquidación de divisas de exportación se haga no a la desaparecida tasa Sicad II, sino a la nueva tasa Simadi. Eso es positivo. También se ha recogido la idea de que las empresas básicas entreguen  las materias primas que necesitan las empresas que están en condiciones de transformar esos insumos y exportar en esa forma  productos de mayor valor agregado. 

Sin embargo, un conjunto de acciones, por abundantes y positivas que ellas sean – lo cual no es exactamente el caso presente-  no necesariamente generan un plan macroeconómico global, coherente y creíble. Eso es lo que falta. Se pueden seguir tomando medidas puntuales, cada una de las cuales – con un poco de buena voluntad y de optimismo -puede llegar a calificarse como positiva: entre  que se tomen esas medidas, y no se tomen, es mejor que se tomen. Pero eso no necesariamente soluciona los problemas económicos actuales del país. Hace falta, por ejemplo,  un plan creíble de ajuste presupuestario, que indique al país la voluntad de reducir el déficit fiscal y que asuma prioridades, metas, acciones y herramientas concretas encaminadas en esa dirección. Se pueden anuncian medidas de recorte de tal o cual gasto, sin que su real significado pueda ser cabalmente comprendido a menos que exista un marco o un plan en el cual  insertar esa medida. Por ejemplo, la medida de no seguir subsidiando a cuantas empresas expropiadas, ineficientes y quebradas existan en el país, las cuales  absorben una parte sustantiva del erario fiscal.  O el eterno problema de  subir el precio interno de la gasolina.  Esas medidas pueden ser consideradas positivamente, siempre y cuando sean partes de un plan integral de saneamiento de las cuentas públicas. Sin embargo, solas, aisladas, carentes de otras medidas complementarias, pueden ser medidas de poca significación y alcance y cuyo aspecto positivo termina siendo absorbido o inhibido por el contexto negativo en que se insertan. Lo importante, por lo tanto, sería contar con un conjunto de medidas que se integren las unas con las otras en forma coherente, conformando  de conjunto - y solo de conjunto -  un plan conducente a reducir el déficit fiscal, por lo menos en una cuantía medible y creíble. No es fácil que un conjunto de  medidas, aparentemente aisladas y anunciadas una a una, sean visualizadas como constitutivas de un todo positivo y coherente. Es decir, que se llegue a un plan, por la vía de la suma de sus partes. Pero tampoco es totalmente imposible. Es como si se terminara conversando con Fedecamaras no por la vía de invitar a conversar a su directiva, sino por la vía de ir invitando  a todas las empresas que son parte de ese organismo gremial.  Se salvan así las formas, se mantiene el culto a los iconos sagrados,  y puede que se consiga un resultado positivo. Puede ser un camino novedoso y heterodoxo que no se puede descartar.

Pero más allá de las formas o de los caminos, el fondo de las cosas es que la situación económica actual reclama un plan creíble de ajuste presupuestario, que fije objetivos, metas y acciones en materia de ingresos y gastos gubernamentales. Se necesita, igualmente, un plan global, coherente y creíble de uso de las divisas con que cuenta el país, que tenga también objetivos, metas y acciones claras en materia de ahorro de divisas y de fomento de las exportaciones no petroleras. Ojala esta forma curiosa de proceder en materia de búsqueda de diálogos  y consensos  sea meramente una cuestión de método y se termine llegando, antes que sea demasiado tarde, a ese plan global que la realidad reclama.   

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