miércoles, 20 de febrero de 2013

POLÍTICAS DE PROMOCIÓN DE EXPORTACIONES


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS
el día 15 de Febrero de 2013.)



Brasil es un país que realizó importaciones, en el año 2011 – el
último sobre el cual existen estadísticas completas -  por la colosal
cantidad de 236 mil millones de dólares. Argentina, a su vez, realizó
en el mismo año mencionado, compras externas por un  monto de 74 mil
millones de dólares. Entre los dos países “grandes” del Mercosur las
compras en el mercado internacional suman casi 310 mil millones de
dólares. Esa es una cantidad enorme en el contexto de las cifras
económicas que se manejan en Venezuela y en toda la región.
Desgraciadamente, de  esa cantidad,  una proporción muy modesta está
constituida por exportaciones venezolanas.
Según las cifras publicadas por Aladi – recogiendo a su vez
información proveniente de los organismos oficiales de Argentina -
las importaciones desde Venezuela suman escasamente 23,6 millones de
dólares. Es decir, el 0.03 % de las importaciones argentinas.
Con Brasil las cifras correspondientes son las siguientes: las
importaciones procedentes de Venezuela suman 1.361 millones de
dólares, incluyendo petróleo.  Es decir, el 0.5 % de las compras que
Brasil realiza en el mercado internacional provienen de Venezuela.
Tomados en su conjunto, ambos países  realizan compras en el exterior
por 310 mil millones de dólares, de los cuales el 0.4 % proviene de
Venezuela.
Esas cifras muestran con claridad meridiana el fracaso absoluto de
Venezuela en materia de promoción de exportaciones. Es inconcebible
que a los dos mayores mercados de la región – uno de los cuales
incluso es fronterizo con Venezuela -  se exporte menos de la mitad de
un 1 %  de las mercancías que esos países compran en el exterior. No
tiene presentación alguna que seamos a nivel mundial el proveedor
número 34 de Brasil, superados con toda tranquilidad por México,
Chile, Colombia, Perú, o Bolivia, en nuestro propio continente, o por
países como Tailandia, Indonesia o Australia, en lugares más lejanos
del globo.  O que no figuremos entre los primeros 50 proveedores
internacionales de Argentina. Para darnos cuenta de lo poco que
significa  nuestro rol como proveedores internacionales de mercancías
podríamos pensar que si Venezuela desapareciese totalmente del mapa –
por culpa de un terremoto o de tsunami, por ejemplo – las
importaciones de Brasil - y lo mismo de Argentina  -se resentirían en
menos de un 0.5 % . Casi ni se darían cuenta. En menos de una semana
el resto del mundo habría ya cerrado ese modesto vacio.
Esa situación que describimos no es culpa de la  naturaleza, ni de la
geografía, ni de la perfidia del imperialismo. Es culpa única y
exclusivamente de las políticas económicas llevadas adelante en
Venezuela, y muy en particular de la política cambiaria. Esa situación
no cambiará en forma sustantiva con nuestra entrada al Mercosur. La
normativa Mercosur, en lo sustantivo, se concentra en la cuestión
arancelaria. Es obvio que  si los países del Mercosur eliminan los
aranceles a las mercancías provenientes de Venezuela, estas ganarían
competitividad. Esa eliminación de aranceles puede ser tan grande como
sea hoy en día el nivel promedio de los aranceles que nuestras
mercancías pagan en los países del Mercosur. Y ese nivel no es muy
alto. No debe exceder hoy en día un nivel promedio de 10 %.  Sin
embargo, si como ejercicio intelectual supusiéramos un nuevo  valor
del dólar que lo lleve a  6.0 bolívares, eso significaría una
devaluación de casi 40 %, lo cual implicaría una ganancia de
competitividad muy superior a la que se ganaría por la vía de la
rebaja arancelaria del Mercosur. En otras palabras, en las actuales
condiciones de Venezuela, la definición de una nueva tasa de cambio
real de equilibrio es una condición más importante y más significativa
para promover las exportaciones, que la discusión meramente
arancelaria.
La política de promoción de exportaciones no se reduce a la política
cambiaria, pero ésta es un elemento primordial de aquella. Además, hay
que agregar una institucionalidad estatal que sea activa en todo
cuanto dice relación con apoyo a  los exportadores, realización de
estudios e inteligencia de mercados, asistencia a ferias
internacionales, programación y realización de giras de delegaciones
comerciales, agrupación y apoyo crediticio y tecnológico a los
exportadores, conformación de una red de oficinas comerciales en las
embajadas, etc., etc. Sin una presencia sostenida de la mayoría de
esos elementos, la participación en el Mercosur, por si sola, no
revertirá nuestra precaria presencia comercial  en los países que
conforman ese grupo integracionista.

EL TURISMO EN VENEZUELA


(Artículo de Sergio Arancibia  publicado en TAL CUAL el día 08 de
Febrero de 2013.)


El turista extranjero está cada vez más ausente de Venezuela. La
recepción de turistas extranjeros no sólo no crece aquí al ritmo en
que la actividad turística aumenta a nivel planetario, sino que
incluso se retrocede. Según la Organización Mundial de Turismo,
Venezuela recibió en el año 2011 un total de 551 mil turistas
extranjeros, en circunstancias que dos años antes, en el 2009, esa
cantidad era de 615 mil.  En la isla de Margarita - antaño un
hervidero de europeos, norteamericanos y latinoamericanos que venían a
gozar de las aguas cálidas y limpias del Caribe - hoy en día los
extranjeros han prácticamente desaparecido. Se han alejado por la
inseguridad, por la falta de control gubernamental a ciertos servicios
turísticos, por los horarios de los aviones, por los cortes de luz,
por el tipo de cambio oficial, etc.  Se han alejado también por el
hecho de que hoy en día existen en el Caribe muchos puntos que ofrecen
la misma naturaleza, pero con servicios turísticos de primer orden.
República Dominicana, México, Costa Rica, Cuba, ofrecen las aguas
cálidas y cristalinas del Caribe con hoteles de cinco estrellas y con
servicios turísticos orientados a hacerle la vida grata y segura al
turista durante los días de su permanencia, sin un nivel elevado de
riesgo para su vida o para sus bienes.  Va poniéndose  claramente de
relieve que no basta con tener bellezas naturales, sino que hay que
saberlas ofrecer, pues en cada tipo de turismo hay una competencia
feroz, donde las imágenes y los pequeños detalles definen el resultado
final. En turismo de sol y playa, hay decenas de ofertas de calidad en
todo el Caribe. En turismo agroecológico, igual. El turismo político,
que es donde Venezuela más  destaca, lejos de aportarle divisas al
país, le significa un gasto enorme, pues hay que pagar pasajes y
estadía a un tropel de jalabolas internacionales de tercer orden que
vienen a aplaudir la revolución bolivariana.
Recientemente pude observar en vivo y en directo una de las
contradicciones de turismo  oficial venezolano. En un hato llanero,
expropiado en los años recientes, se ofrece hotelería y servicios
turísticos que pueden englobarse dentro de la categoría de turismo
agroecológico. La verdad, es que se trata no sólo de una naturaleza
exuberante y hermosa, sino que también de servicios turísticos bien
concebidos y bien implementados. Lo curioso del caso es que el costo
diario por habitación es más caro para el turista extranjero que para
el turista nacional. En muchos países de la región el turista
extranjero está eximido de una serie de impuestos internos que gravan
al común de los ciudadanos, en particular del IVA en los pagos por
hotelería. Se asume que cada ciudadano de un determinado país paga
impuestos para tener derecho a los servicios que en forma permanente
le brinda el estado nacional del país donde reside, tales como
seguridad, salud, educación, defensa, etc. El turista no goza en forma
habitual de esos servicios estales y por ello no se le impone que
contribuya a financiarlos. Basta con que compren los bienes y
servicios del país y contribuyan en esa forma a incrementar la
producción y el empleo. No se busca, desde luego,  subvencionar al
turista extranjero, sino que ponerlo a pagar los costos que los
servicios tengan pero sin gravarlo con impuestos adicionales. En
Uruguay incluso se le devuelve al turista extranjero los pagos extras
por impuestos a la gasolina o por alquiler de departamentos. Acá en
Venezuela pareciera que el criterio es diametralmente distinto: hay
que castigar y sacarle la mayor plata posible al turista extranjero.
Se asume que es adinerado - que es algo cercano a un oligarca - y por
lo tanto hay que ponerlo no sólo a pagar los servicios que consume,
sino que también a pagar impuestos para financiar los servicios
habituales del estado. Paralelamente, por la vía de asignarle cuotas
de dólares a precios baratos a los ciudadanos venezolanos  que salen
al exterior,  y permitir el pago de los pasajes aéreos a precios que
corresponden también con un dólar barato, se está subvencionado el
turismo en el extranjero. Es decir, más o menos todo lo contrario que
lo que hacen la mayoría de los países que están interesados en tener
un saldo positivo entre los ingresos y los egresos por concepto de
turismo internacional.

DOLARES DE MÁS Y DE MENOS


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 14 de Febrero de 2013)


En el mundo globalizado de hoy en día las cosas buenas o malas que le
suceden a un país no son sólo consecuencia de las buenas o malas
decisiones de política económica que ellos mismos tomen, sino que
suelen ser – al menos en parte- un efecto de decisiones tomadas en
otros rincones del planeta, por otros países o por otros agentes
económicos preocupados de sus propios problemas.
 En los momentos actuales, varios países o regiones del mundo
desarrollado están altamente preocupados con el problema del
crecimiento y del empleo. Sus economías no están en el mejor momento y
el ponerse rigurosos con el problema del déficit fiscal o con la
restricción monetaria no parece una buena receta de política
económica, excepto para los super ortodoxos que nunca faltan. La
expansión monetaria y fiscal parece una política más acorde con los
problemas del presente, y de una u otra manera Estados Unidos y Japón
caminan en esa dirección. Europa todavía se debate entre las políticas
de austeridad y las políticas de crecimiento, pero estas últimas
parece irse imponiendo, por lo menos para los países de la Europa
norte y central, aun cuando  no todavía para los de la ribera
mediterránea.
Pero como la economía globalizada significa, entre otras cosas, una
economía abierta, nadie puede imponer que los nuevos dólares, euros o
yenes que salen a  la circulación  se queden encerrados en las
fronteras de  sus países de origen. Necesariamente una parte
importante de los mismos salen a recorrer el mundo en busca de
inversiones rentables. Esa mayor abundancia de dólares  en los países
desarrollados y en sus alrededores genera una devaluación de dicha
moneda, lo cual implica, por un lado, un estimulo para las
exportaciones de Estados Unidos y/o de otros países que logren que su
moneda flote y se devalúe junto con la moneda norteamericana. Pero
tiene también como consecuencia, una revaluación de las monedas de
muchos de los países receptores de los nuevos flujos de capital. En
realidad no podría devaluarse la moneda norteamericana si no se
revalúa la moneda de algunos de sus socios en el campo internacional.
Esa revaluación o apreciación de sus monedas nacionales se convierte
actualmente en un problema para muchos países latinoamericanos.
Chile, Colombia y  Brasil, por citar algunos casos,  se ven
enfrentados con fuerza a esa situación. La apreciación de sus monedas
le resta fuerza a las políticas de apertura comercial o de promoción
de exportaciones que los respectivos gobiernos han venido impulsando
con bastante éxito en los últimos años. Frente a este problema, se
puede intentar detener el flujo de capitales meramente especulativos,
o incluso del endeudamiento externo, pero no parece conveniente
intentar solucionarlo por la vía de cerrar las puertas a la inversión
extrajera directa, que es una de las formas que asume ese capital
internacional. Ese capital no sólo implica la llegada de nuevos
dólares – que es para muchos países el aspecto menos relevante- sino
que implica la llegada de nuevas tecnologías y nuevas conexiones con
los circuitos internacionales por donde fluyen mercancías y servicios,
que son los aspectos que precisamente posibilitan la expansión de las
exportaciones. Se necesita de esos capitales, por lo tanto, para
potenciar las exportaciones, pero el éxito exportador y la llegada
masiva de nuevos flujos de capital extranjero aprecian la moneda y
debilitan la actividad exportadora. El escapar de este círculo
requiere de medidas cautelosas e inteligentes de política monetaria y
fiscal  que permitan mantener  una tasa de cambio real de equilibrio
que incentive las exportaciones, al mismo tiempo que controlen la
inflación y atraigan inversiones extranjeras,  con toda su carga de
tecnologías y de contactos con los circuitos comerciales y
financieros. Tratar de solucionar el problema mencionado, por la vía
de ahuyentar al inversionista extranjero y de no buscar la expansión
de las exportaciones – como hace Venezuela -  es algo así como botar
al niño junto con el agua de la bañera.

viernes, 1 de febrero de 2013

LAS CUENTAS EXTERNAS DE VENEZUELA.


(Articulo de Sergio arancibia publicado en TAL CUAL el día 1 de Febrero de 2013.)

La enfermedad del Presidente de la República - y las polémicas decisiones que las altas instancias estatales han tomado encaminadas a definir la estructura del poder ejecutivo durante la ausencia de aquel - han dominado la agenda periodística venezolana durante las primeras semanas de enero. Ello ha llevado a que algunas informaciones que en otras circunstancias deberían haber concitado mayor atención y polémica, hayan pasado caso desapercibidas. Entre ellas, la información del Presidente de Banco Central de Venezuela sobre el estado de la economía nacional y - entre otras cosas - sobre las cuentas externas que se reflejan en la balanza de pagos del país.  Pero aun cuando sea con cierto retardo, vale la pena pasar revista a algunas de las cosas relevantes que allí figuran.
En primer lugar, las exportaciones totales del país, en el año 2012,  sumaron 95 mil 952 millones de dólares, la cifra más alta jamás conocida en toda la historia económica de Venezuela. Nunca el país había recibido tan alta cantidad de dólares como consecuencia de sus ventas al exterior. Y, curiosamente, nunca los dólares han  estado tan escasos como en el presente.   
De esa cantidad, 92 mil 233 millones han estado constituidos por exportaciones petroleras. Nunca, tampoco, Venezuela había recibido tanto por concepto de exportaciones petroleras, ni siquiera en el año 2008, cuando el petróleo llegó a precios cercanos a los 150 dólares por barril. En ese año sólo se recibieron 89 mil 34 millones por concepto de exportaciones petroleras. En términos proporcionales tampoco había sido nunca tan alta la dependencia petrolera como en el año recién pasado: el 96.1 % de las ventas externas estuvieron constituidas por petróleo.


LA BALANZA
Las exportaciones no petroleras, a su vez, nunca habían representado un porcentaje tan bajo del total de lo vendido en el exterior - sólo un 3.9 % - al mismo tiempo que en términos absolutos, sólo en los años 2009 y 2010 - durante todo lo que va corrido del siglo XXI  - se habían obtenido montos tan bajos en esta materia.
En materia de importaciones, éstas alcanzaron en el año 2012, un valor total de 56 mil 357 millones de dólares, también la cantidad más alta jamás alcanzada por Venezuela en materia de compras en el exterior.
La cuenta corriente de la balanza de pagos muestra también cuanto se gastó por concepto de servicios – transporte, finanzas, telecomunicaciones, turismo, etc. - en el transcurso del año recién pasado. En ese campo lo que la balanza de pagos muestra es que el saldo negativo – lo que se gastó por esos conceptos por sobre lo que entró por los mismos conceptos - alcanzó la impresionante suma de 15 mil 606 millones de dólares. Si bien esa cifra siempre suele ser negativa  para Venezuela, nunca había alcanzado una cifra tan negativa. En el año 2011, por ejemplo, esa cifra había sido de 13 mil 697 millones de dólares.
En materia de las entradas y salidas por concepto de rentas, el saldo no sólo es negativo para Venezuela, en el año 2012, sino que fue más negativo que todo cuanto se conoce históricamente al respecto: alcanzo la suma de 8 mil 462 millones de dólares, lo cual significa que lo que sale por concepto de intereses,  ganancias y utilidades del capital extranjero, superó en más de 8 mil millones a todo lo que Venezuela capta en el exterior por esos mismos conceptos. ¿Cómo se explica que eso suceda en un país que combate con tanta energía a los capitalistas extranjeros, y que se vanagloria de su creciente independencia con respecto al capital financiero internacional? La respuesta es muy sencilla: tiene que ver con el creciente endeudamiento externo del país, y con el correspondiente pago anual por concepto de los altísimos intereses que le cobran.
ALBA
Un último elemento en cuanto al análisis de la cuenta corriente de la balanza de pagos: las transferencias  - es decir, las donaciones u otros traspasos sin contrapartida - sumaron 962 millones de dólares en el año 2012, cantidad superior a lo que salió de Venezuela por el mismo concepto en el año inmediatamente anterior, cuando las salidas fueron de 790 millones de dólares. Esa es sólo una parte del costo del ALBA y de la diplomacia petrolera del actual gobierno venezolano.
En todas estas materias se han batido record durante el año 2012. Desgraciadamente.



LOS PROBLEMAS CAMBIARIOS DE COLOMBIA Y VENEZUELA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 1 DE Febrero de 2013)


Colombia y Venezuela son países parecidos en algunos aspectos - incluso se suelen llamar hermanos en los discursos oficiales - pero son muy diferentes en otros. El manejo de la economía se ubica claramente en este último campo.
El gobierno de Colombia lucha desesperadamente - en estas semanas iniciales del año 2013- con el problema que se le presenta en el mercado cambiario. Allí el dólar se devalúa y el peso se revalúa, con lo cual se desestimulan las exportaciones colombianas, las cuales, a pesar de todo, han tenido un crecimiento sustantivo en el transcurso del año 2012.  Se buscan herramientas de política económica de las cuales poder echar manos, tales como la compra de mayores volúmenes de divisas por parte del Banco de la República  - banco central de Colombia – para efectos de encarecer esa moneda extranjera y/o potenciar las inversiones en el extranjero de los agentes económicos públicos o privados. En pocas palabras, se está en presencia de una abundancia de dólares que no le hace bien a la economía colombiana.
Venezuela en cambio, lucha desesperadamente contra las tendencias del mercado que le indican que debe devaluar su moneda – revaluar el dólar- para efectos de equilibrar las cuentas internas y externas de su economía. En las cuentas internas se necesita que el dólar petrolero –por lo demás escaso a pesar de los buenos precios del barril de petróleo en el mercado internacional- se traduzca en mayor cantidad de bolívares para mitigar en alguna medida el déficit público que se calcula, para el 2013- en 20 % del PIB. En las cuentas externas se necesita equilibrar la oferta con la demanda de dólares, desestimular las importaciones, dejar de subvencionar el turismo en el exterior y los depósitos en el extranjero, y tratar por lo menos de detener la caída de las exportaciones no tradicionales.
Podríamos decir que Colombia lucha contra las consecuencias de su propio éxito. La inversión extranjera ha fluido en forma abundante hacia ese país, fundamentalmente hacia las actividades mineras y petroleras, lo cual se suma al incremento de las exportaciones y del turismo, lo cual aumenta la oferta de dólares en el mercado local, generando tendencias a la baja en su precio expresado en moneda nacional. Frente a esa situación no se puede detener el flujo de inversiones extranjeras – que es en alguna medida causa del problema presente- pues la estrategia de internacionalización creciente de la economía colombiana descansa precisamente en la búsqueda de esos acuerdos con el capital extranjero, que le implican al país no sólo capitales, sino también tecnologías y apertura de mercados y de canales de distribución a nivel internacional.  
La compra de divisas por parte del Banco de la Republica podría efectivamente hacer subir el precio de la divisa, pero a riesgo de lanzar al mercado una cantidad equivalente de  moneda local, lo cual podría tener impactos negativos sobre la tasa de inflación.
Venezuela, en cambio, sufre las consecuencias de los fracasos de su política económica. La inversión extranjera se ha reducido a su más mínima expresión. Una buena parte de lo que figura como tal en la balanza de pagos se corresponde con las ganancias no remesadas por parte de las inversiones extranjeras que ya están en Venezuela, y que se ven obligados, por la no autorización de las divisas correspondientes, a una suerte de “inversión forzada”.  Tampoco las exportaciones petroleras, que según las cifras de la balanza de pagos fueron, el año pasado las más altas en la historia conocida de Venezuela, permiten un flujo cómodo de divisas, pues son exportaciones que van directamente al pago de deudas externas y/o a incrementar acreencias externas que constituyen parte importante de la política exterior de la revolución bolivariana. Pero las divisas frescas y líquidas están cada vez más escasas. Frente a ello sólo queda la alternativa de reducir las reservas del Banco Central y/o seguir incrementando la deuda externa, que es cada vez más escasa, más cara y mas condicionada.
Colombia y Venezuela podrán, por lo tanto,  ser países hermanos, pero morochos no son.
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