miércoles, 20 de febrero de 2013

DOLARES DE MÁS Y DE MENOS


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 14 de Febrero de 2013)


En el mundo globalizado de hoy en día las cosas buenas o malas que le
suceden a un país no son sólo consecuencia de las buenas o malas
decisiones de política económica que ellos mismos tomen, sino que
suelen ser – al menos en parte- un efecto de decisiones tomadas en
otros rincones del planeta, por otros países o por otros agentes
económicos preocupados de sus propios problemas.
 En los momentos actuales, varios países o regiones del mundo
desarrollado están altamente preocupados con el problema del
crecimiento y del empleo. Sus economías no están en el mejor momento y
el ponerse rigurosos con el problema del déficit fiscal o con la
restricción monetaria no parece una buena receta de política
económica, excepto para los super ortodoxos que nunca faltan. La
expansión monetaria y fiscal parece una política más acorde con los
problemas del presente, y de una u otra manera Estados Unidos y Japón
caminan en esa dirección. Europa todavía se debate entre las políticas
de austeridad y las políticas de crecimiento, pero estas últimas
parece irse imponiendo, por lo menos para los países de la Europa
norte y central, aun cuando  no todavía para los de la ribera
mediterránea.
Pero como la economía globalizada significa, entre otras cosas, una
economía abierta, nadie puede imponer que los nuevos dólares, euros o
yenes que salen a  la circulación  se queden encerrados en las
fronteras de  sus países de origen. Necesariamente una parte
importante de los mismos salen a recorrer el mundo en busca de
inversiones rentables. Esa mayor abundancia de dólares  en los países
desarrollados y en sus alrededores genera una devaluación de dicha
moneda, lo cual implica, por un lado, un estimulo para las
exportaciones de Estados Unidos y/o de otros países que logren que su
moneda flote y se devalúe junto con la moneda norteamericana. Pero
tiene también como consecuencia, una revaluación de las monedas de
muchos de los países receptores de los nuevos flujos de capital. En
realidad no podría devaluarse la moneda norteamericana si no se
revalúa la moneda de algunos de sus socios en el campo internacional.
Esa revaluación o apreciación de sus monedas nacionales se convierte
actualmente en un problema para muchos países latinoamericanos.
Chile, Colombia y  Brasil, por citar algunos casos,  se ven
enfrentados con fuerza a esa situación. La apreciación de sus monedas
le resta fuerza a las políticas de apertura comercial o de promoción
de exportaciones que los respectivos gobiernos han venido impulsando
con bastante éxito en los últimos años. Frente a este problema, se
puede intentar detener el flujo de capitales meramente especulativos,
o incluso del endeudamiento externo, pero no parece conveniente
intentar solucionarlo por la vía de cerrar las puertas a la inversión
extrajera directa, que es una de las formas que asume ese capital
internacional. Ese capital no sólo implica la llegada de nuevos
dólares – que es para muchos países el aspecto menos relevante- sino
que implica la llegada de nuevas tecnologías y nuevas conexiones con
los circuitos internacionales por donde fluyen mercancías y servicios,
que son los aspectos que precisamente posibilitan la expansión de las
exportaciones. Se necesita de esos capitales, por lo tanto, para
potenciar las exportaciones, pero el éxito exportador y la llegada
masiva de nuevos flujos de capital extranjero aprecian la moneda y
debilitan la actividad exportadora. El escapar de este círculo
requiere de medidas cautelosas e inteligentes de política monetaria y
fiscal  que permitan mantener  una tasa de cambio real de equilibrio
que incentive las exportaciones, al mismo tiempo que controlen la
inflación y atraigan inversiones extranjeras,  con toda su carga de
tecnologías y de contactos con los circuitos comerciales y
financieros. Tratar de solucionar el problema mencionado, por la vía
de ahuyentar al inversionista extranjero y de no buscar la expansión
de las exportaciones – como hace Venezuela -  es algo así como botar
al niño junto con el agua de la bañera.

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