viernes, 26 de octubre de 2012

LA POBREZA ESPAÑOLA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 26 de octubre de 2012.)


Datos recientes - altamente publicitados por la prensa internacional - dan cuenta de que en España un  21.1 % de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza. Estas cifras deben haber alegrado a más de uno en América Latina, pues parecen demostrar que los hispanoamericanos de uno y del otro lado del Atlántico no se diferencian mucho en cuanto a este importante indicador socioeconómico. Más aun, se podría decir que si las cifras fueran comparables, hay varios países de la América del Sur que tienen índices de pobreza menores que el 21.1 % español.
Pero desgraciada o afortunadamente las cifras no son comparables. Los españoles miden la pobreza de una forma diferente a como la medimos en la América del Sur. Para ellos, una persona es pobre cuando recibe un ingreso igual o menor  al 60% de la mediana de los ingresos que se presentan en el país para un determinado tipo de grupo familiar. Veamos: para un adulto que vive solo, el umbral de pobreza se establece en 7.945 euros. Por arriba de ese nivel no es pobre. Por abajo, si lo es. En nuestro continente esa cantidad de euros equivaldría más o menos a 850 dólares mensuales, cantidad con la cual una persona sola podría vivir en forma bastante decorosa, dependiendo desde luego del tipo de cambio al cual se haga la conversión a moneda nacional. Si el grupo familiar lo componen dos adultos el umbral de pobreza se ubica en 11.917 euros. Para dos adultos y un menor el umbral de pobreza sube a 14.301 euros y para dos adultos y dos menores alcanza la suma de 16.684 euros. Una pareja con dos hijos menores, por lo tanto, tiene que ganar menos de 1400 euros al mes, aproximadamente mil 800 dólares al mes, para ser considerada pobre.

MEDICIONES DISTINTAS
En la América del Sur con esa cantidad de dólares al mes  cualquier familia de cuatro miembros, e incluso de más, se ubica cómodamente en el nivel de clase media o clase media alta.
Esta forma de medir la pobreza tiene la virtud de no depender mucho de las decisiones que tome el Gobierno o el organismo rector en materia de estadísticas sociales y económicas. Decidido ese porcentaje de 60% - el cual no se está modificando todos los días -  todo lo demás se va determinando por la vía de los estudios y encuestas de campo y no por las  decisiones de tal o cual funcionario gubernamental.
En Venezuela en cambio – y a decir verdad en casi todos los países de la América del Sur -  el umbral de la pobreza se define en función de una canasta de bienes y servicios, cuyo valor es determinado mes a mes por los funcionarios del Instituto Nacional de Estadísticas.  La canasta alimentaria normativa – que es la cantidad de energía y de nutrientes que se supone permite alimentarse a una familia de 5.2 personas con un promedio de 2.200 calorías diarias per cápita-  tiene un valor de 1.835 bolívares. Con esa cantidad, o con menos,  una familia se encuentra en condiciones de extrema pobreza.  La pobreza, a su vez, se mide por un umbral que equivale - en agosto del presente año -  a dos veces el valor de la canasta mencionada, es decir, a  3.670 bolívares. Con un ingreso superior a  los 3.670 bolívares  se supone que una familia de 5.2 personas no se clasifica como pobres. Con ingresos menores a esa cantidad, una familia de 5.2 miembros se clasifica como pobre.
EL INE
Es obvio que si los ingresos que marcan el límite  entre pobreza y no pobreza se estableciera en un nivel más elevado - por ejemplo en 4.000 bolívares - aumentaría la cantidad de personas que se encuentran dentro de la categoría de pobres. Si la frontera se estableciera en 3.000 bolívares, la cantidad de población en condiciones de pobreza seria mucho menor. En síntesis, la medición que haga de mes en mes, el INE, del valor de la canasta normativa, es la que determina la cantidad de pobres que existe en el país. Y como el INE es sumamente sensible ante las necesidades publicitarias del Gobierno, hay razones como para que una sombra de duda rodee las cifras que presenta este organismo en materia de pobreza.   


viernes, 19 de octubre de 2012

LAS EXPORTACIONES AGRICOLAS DE VENEZUELA, DE ARGENTINA Y DE BRASIL


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 19 de Octubre de 2012)


Aproximadamente el 9 % de todas las exportaciones que tienen lugar anualmente sobre el planeta Tierra están constituidas por exportaciones agropecuarias, siendo Europa la principal región exportadora. América del Sur y el Caribe, aun cuando su volumen de exportaciones totales es relativamente más modesto que el de otras macro regiones, exporta una mayor proporción de productos agropecuarios: aproximadamente un 28 % de todas sus exportaciones está constituido por este tipo de productos.  Es decir, nuestra región es la  región del planeta que tiene en más alta medida el carácter de agroexportadora.
Si  América del Sur y el Caribe es una excepción entre las macro regiones del  planeta por su alto porcentaje de exportaciones agropecuarias, Brasil y Argentina son países excepcionales en nuestra América por la misma razón.
En el caso de Brasil, sus exportaciones totales en el año 2011 sumaron aproximadamente 251 mil millones de dólares. De esa cantidad, 79 mil 600 millones de dólares estaban constituidos por exportaciones agropecuarias. Eso equivale al 31.7 % del total de las exportaciones brasileñas. En ese total, el producto estrella es la soya, que bajo sus diferentes modalidades de exportación, suma más de 16 mil millones de dólares. Le sigue el azúcar, con 14 mil millones de dólares, y las carnes, con 10 mil millones de dólares. En cuarto lugar, dentro de las exportaciones agropecuarias, se encuentra el café, con exportaciones cercanas a los 8 mil millones de dólares.
Las importaciones agropecuarias realizadas por Brasil suman 12 mil millones de dólares, cantidad  menor que las exportaciones. Es decir, Brasil tiene una balanza comercial agropecuaria clara y cómodamente positiva.   

LA CENICIENTA VENEZUELA
En el caso de Argentina la situación es más marcadamente agroexportadora todavía. De un total de 82 mil millones de dólares en exportaciones totales, un 54 % está constituido por exportaciones agropecuarias, entre a las cuales destaca la soya, bajo cualquiera de su modalidades – harina, habas, tortas o aceites – con más de 20 mil millones de dólares en total. Los cereales - maíz y trigo - antiguamente la principal carta de presentación de Argentina en los mercados internacionales, sumaron en conjunto, en el 2011, exportaciones por un total aproximado de 6.900 millones de dólares.   Las carnes, otro producto antaño emblemático de Argentina, suman menos de mil millones de dólares anuales. Las importaciones agropecuarias de Argentina, a su vez, no llegaron en el año 2011 a los 2 mil millones de dólares, lo cual refleja que este país tiene una balanza comercial agropecuaria sumamente favorable, y que tiene muy poco que comprar fuera de sus fronteras para efectos de alimentarse.
Venezuela se encuentra en el otro polo de esta situación agroexportadora de Brasil y Argentina. El total de sus exportaciones del año 2011 sumaron 92mil 600 millones de dólares, de los cuales escasamente 39.5 millones de dólares  estaba constituido por productos agropecuarios. Es decir, menos del 0.5 %. El 95 %  % de las exportaciones sigue constituido por petróleo. Estamos en materia agropecuaria no sólo sustantivamente por debajo de los porcentaje de Brasil y de Argentina, sino también por debajo del 28 % de exportaciones agropecuarias de América del Sur y el Caribe, y claramente por abajo del promedio mundial de 9 %.  
DESAPARECEN
Hace algunos pocos años atrás, en el 2006, el total de las exportaciones agropecuarias del país sumaban 236,4 millones de dólares, lo cual tampoco es mucho en relación  al total de exportaciones totales del país, pero era en todo caso un porcentaje y un volumen mayor al actual. En los últimos cinco años nuestras exportaciones agropecuarias no han hecho sino descender, hasta casi desaparecer. En estas circunstancias ¿Que pretendemos venderle a Brasil y a Argentina, en el contexto del Mercosur?
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EL FMI Y EL DESEMPLEO JUVENIL


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS, el día 19 de octubre del 2012)


El Fondo Monetario Internacional, en la reunión anual  recientemente celebrada en  Tokio, acaba de llamar la atención internacional sobre el problema del desempleo juvenil. En realidad ese es un problema grave, pero no es un problema nuevo.
En los países en desarrollo tanto la juventud como los sectores adultos ha sufrido desde hace décadas el problema masivo del desempleo o del subempleo. El subempleo en el sector rural - donde los jóvenes no tenían otro horizonte u otro futuro que compartir el trabajo que ya realizaban sus padres - se ha reemplazado por la marginalidad, el subempleo y la informalidad urbana. En la propia Venezuela, más del 40 % de la población se desempeña en el sector informal.
Lo nuevo de toda esta situación es que el desempleo juvenil golpea hoy en día a los países desarrollados. Si así no fuera quizás el FMI no se habría ni enterado del problema. El caso de España es patético en esta materia. Allí, 50% de la juventud en edad y condiciones de trabajar, se encuentra desempleada. El mileurismo, el nimileurismo, la migración hacia el resto de Europa o hacia América Latina de profesionales jóvenes, la miseria pura y simple, el volver a la casa de los padres, la rebeldía juvenil y no juvenil, el desencanto con la política y con los políticos, son manifestaciones de ese fenómeno. Una economista francesa decía años atrás, analizando este fenómeno del desempleo y la marginalidad en los países desarrollados, que se había puesto en evidencia que había algo pero que ser explotado, y era el hecho de que nadie quisiera explotarte.
Sin embargo la causa de este desempleo no es necesariamente la baja de la producción, sino más bien la forma peculiar que asume el incremento de la producción en el mundo contemporáneo. En realidad la crisis del capitalismo desarrollado, de la cual tanto se habla, implicó que la producción a nivel mundial cayera en el año 2009, pero ese fue el único año en el transcurso de los últimos tiempos en el cual se presentó ese fenómeno.
A lo largo del siglo XXI la producción mundial ha aumentado y lo ha hecho, en promedio, a tasas superiores  a lo que aumenta la población. Si se mide el Producto Interno Bruto del conjunto de la economía mundial, este indicador ha aumentado en un 5.1 % en el año 2010, en 3.8% en el año 2011, y se espera que crezca en 3.3 % en el presente año. Para el próximo año, el pronóstico es un crecimiento de 3.6 %.  Para los países desarrollados, que son los que llaman la atención actual del FMI, las tasas de crecimiento son 3.0 %, 1.6 %, 1.3 % y 1.5 %, para los años 2010. 2011, 2012 y 2013 respectivamente. Esas tasas de crecimiento, aun cuando parezcan modestas, son superiores a las tasas de crecimiento de la población, la cual crece a un ritmo anual de 1.1 % a nivel mundial, y a una tasa de 0.4 % en los países desarrollados.
Si la productividad de cada hombre o mujer empleado se mantuviera incólume,  entonces la mayor producción tendría que traducirse necesariamente en mayor utilización de mano de obra. Si la producción aumenta, pero la mano de obra empleada no lo hace, es fundamentalmente porque la innovación tecnológica de los últimos años ha implicado que cada persona empleada genera una masa de bienes y servicios mayor que en años anteriores. Hay mayor productividad de la mano de obra empleada. Se necesita menos gente para producir lo mismo o incluso para producir más. Y por ello la ocupación no aumenta.
Frente a esta situación la respuesta más fácil y simplista es apelar a un incremento de la inversión y la producción, para que por esa vía se termine incorporando al trabajo a una mayor cantidad de ciudadanos. Es decir, aumentar los términos cuantitativos del problema. La sociedad debería, según esa concepción, seguir en la loca y creciente espiral de mayor producción, inversión, y consumo. Esa es la situación estructural que ha generado el problema y ella misma debería solucionarlo. Es bien discutible, en todo caso, si el mercado, de acuerdo a su propia dinámica, podría generar una solución de este tipo. El FMI, en todo caso, como siempre, es poco asertivo en sus soluciones, aun cuando apunte a problemas reales.

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viernes, 12 de octubre de 2012

UN POCO DE EFICIENCIA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 11 de Octubre de 2012.)


El concepto de eficiencia comienza a estar cada vez más presente en el discurso presidencial. Incluso estuvo presente la noche del triunfo, en el discurso de celebración. No se trata, desde luego, de una palabra que se pueda usar para caracterizar la realidad macroeconómica o la actividad  gubernamental venezolana. Esa palabra sólo se puede emplear en Venezuela para describir una ausencia, un déficit o un vacío, o para expresar una meta. Pero la palabra no es nueva. Está presente en la economía desde hace siglos.  Dice relación con la obtención de determinados fines con la menor cantidad posible de medios, o  lo que es más o menos lo mismo, con el hecho de  conseguir el máximo de ciertos objetivos con los recursos disponibles.  No producir poco, pudiendo producir mucho, ni producir con grandes costos, pudiendo producir a costos menores. De eso se trata la eficiencia. Hay incluso quienes postulan que la búsqueda de la eficiencia es la quintaesencia de la economía.
No es lícito hoy en día tratar de antagonizar la eficiencia económica con la eficiencia social, que es otro argumento que se utiliza para justificar la ineficiencia.  Si una carretera dura cinco años en ser construida, pudiendo ser construida en dos, y a la mitad de precio, hay allí una cuota de ineficiencia técnica, económica y social que no tiene excusa posible. O si las casas de la Misión Vivienda tienen un costo de más de cien mil dólares cada una, pudiendo el sector privado construirlas más baratas, eso es ineficiencia económica y social se le mire por donde se le mire. El que es ineficiente económica y técnicamente no puede ser eficiente socialmente, pues esta malgastando recursos que podrían ser socialmente útiles.
Reconocer que en la economía nacional y/o en el accionar gubernamental hay una cuota más o menos alta de ineficiencia - plantear el tema y tratar de visualizar soluciones - es un paso importantísimo en la política, en la economía y en la cultura nacional, dado que siempre el exitismo y la demagogia han tendido a plantear que todo se está haciendo en forma excelente, y que no hay por lo tanto, nada que criticar ni que modificar. ¿Cómo aumentar la eficiencia? Lo primero y fundamental es tener metas u objetivos claros, medibles y cuantificables. Saber lo que se quiere. Aun cuando parezca obvio, si no se sabe lo que se quiere, es bastante difícil determinar posteriormente si se han conseguido o no las metas. A modo de ejemplo:  ¿Hay metas en materia de exportaciones no tradicionales? ¿Hay metas en materia de producción agropecuaria? ¿Hay metas en materia de producción petrolera? ¿Hay metas en materia de reducción de la mortalidad infantil? ¿Hay metas en materia de construcción de nuevas escuelas? Parece que desgraciadamente se actúa con el mero criterio de hacer lo que se pueda, o ir viendo según como se vaya dando.
NO A LOS PEORES
El paso siguiente es encargar de esos problemas y de esas  metas a gente que conozca y entienda de esa materia. Preferiblemente a los mejores. No es posible seguir seleccionando a los peores, ni seguir pensando que con el paso del tiempo, aun el que nada sabe terminará por entender. Para eso están los institutos y universidades, o por último los procesos de capacitación al interior de la propia empresa.  La mera lealtad política, o mucho peor, la incondicionalidad personal, no pueden seguir siendo el criterio de selección de los cuadros dirigentes de la administración pública. Hay que correr el riesgo de que los elementos eficientes, preparados y honestos asuman roles dirigentes. El riesgo está en que quieran opinar y criticar lo que están haciendo los incondicionales pero poco eficientes.
La eficiencia en el campo de la economía y de la administración está altamente relacionada con el proceso de toma de decisiones y con la honestidad y/o falta de corrupción que impere en su seno. Es obvio que si el poder se emplea para incrementar ilícitamente los ingresos privados de unos pocos funcionarios con capacidad de decisión, los productos o servicios resultarán más caros para sus usuarios finales, lo cual es otra cara de la ineficiencia global del sistema.  Pero aun cuando hubiera honestidad generalizada, si un funcionario de nivel medio tiene que consultar todo con su jefe directo, el cual a su vez consulta con el jefe de más arriba, entonces las decisiones se  atrasan, los ´procesos avanzan y la ineficiencia cunde. Se trata también de una ineficiencia sistémica.
EL PODER
Por ello es que la eficiencia está íntimamente ligada con la delegación de poder y con la descentralización, que son tan difíciles de aceptar por quienes creen que el ejercicio del poder es decidir centralmente sobre todo. Ojala que la nueva preocupación presidencial se tradujera en un poquito más de eficiencia en el conjunto de la economía nacional.           
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