(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 11 de Octubre de 2012.)
El concepto
de eficiencia comienza a estar cada vez más presente en el discurso
presidencial. Incluso estuvo presente la noche del triunfo, en el discurso de
celebración. No se trata, desde luego, de una palabra que se pueda usar para
caracterizar la realidad macroeconómica o la actividad gubernamental venezolana. Esa palabra sólo se
puede emplear en Venezuela para describir una ausencia, un déficit o un vacío,
o para expresar una meta. Pero la palabra no es nueva. Está presente en la
economía desde hace siglos. Dice
relación con la obtención de determinados fines con la menor cantidad posible
de medios, o lo que es más o menos lo
mismo, con el hecho de conseguir el
máximo de ciertos objetivos con los recursos disponibles. No producir poco, pudiendo producir mucho, ni
producir con grandes costos, pudiendo producir a costos menores. De eso se
trata la eficiencia. Hay incluso quienes postulan que la búsqueda de la
eficiencia es la quintaesencia de la economía.
No es lícito
hoy en día tratar de antagonizar la eficiencia económica con la eficiencia
social, que es otro argumento que se utiliza para justificar la ineficiencia. Si una carretera dura cinco años en ser
construida, pudiendo ser construida en dos, y a la mitad de precio, hay allí
una cuota de ineficiencia técnica, económica y social que no tiene excusa
posible. O si las casas de la Misión Vivienda tienen un costo de más de cien
mil dólares cada una, pudiendo el sector privado construirlas más baratas, eso
es ineficiencia económica y social se le mire por donde se le mire. El que es
ineficiente económica y técnicamente no puede ser eficiente socialmente, pues
esta malgastando recursos que podrían ser socialmente útiles.
Reconocer
que en la economía nacional y/o en el accionar gubernamental hay una cuota más
o menos alta de ineficiencia - plantear el tema y tratar de visualizar soluciones
- es un paso importantísimo en la política, en la economía y en la cultura
nacional, dado que siempre el exitismo y la demagogia han tendido a plantear
que todo se está haciendo en forma excelente, y que no hay por lo tanto, nada
que criticar ni que modificar. ¿Cómo aumentar la eficiencia? Lo primero y
fundamental es tener metas u objetivos claros, medibles y cuantificables. Saber
lo que se quiere. Aun cuando parezca obvio, si no se sabe lo que se quiere, es
bastante difícil determinar posteriormente si se han conseguido o no las metas.
A modo de ejemplo: ¿Hay metas en materia
de exportaciones no tradicionales? ¿Hay metas en materia de producción agropecuaria?
¿Hay metas en materia de producción petrolera? ¿Hay metas en materia de reducción
de la mortalidad infantil? ¿Hay metas en materia de construcción de nuevas
escuelas? Parece que desgraciadamente se actúa con el mero criterio de hacer lo
que se pueda, o ir viendo según como se vaya dando.
NO A LOS
PEORES
El paso
siguiente es encargar de esos problemas y de esas metas a gente que conozca y entienda de esa
materia. Preferiblemente a los mejores. No es posible seguir seleccionando a
los peores, ni seguir pensando que con el paso del tiempo, aun el que nada sabe
terminará por entender. Para eso están los institutos y universidades, o por
último los procesos de capacitación al interior de la propia empresa. La mera lealtad política, o mucho peor, la incondicionalidad
personal, no pueden seguir siendo el criterio de selección de los cuadros
dirigentes de la administración pública. Hay que correr el riesgo de que los
elementos eficientes, preparados y honestos asuman roles dirigentes. El riesgo
está en que quieran opinar y criticar lo que están haciendo los incondicionales
pero poco eficientes.
La eficiencia
en el campo de la economía y de la administración está altamente relacionada
con el proceso de toma de decisiones y con la honestidad y/o falta de
corrupción que impere en su seno. Es obvio que si el poder se emplea para
incrementar ilícitamente los ingresos privados de unos pocos funcionarios con
capacidad de decisión, los productos o servicios resultarán más caros para sus
usuarios finales, lo cual es otra cara de la ineficiencia global del
sistema. Pero aun cuando hubiera honestidad
generalizada, si un funcionario de nivel medio tiene que consultar todo con su
jefe directo, el cual a su vez consulta con el jefe de más arriba, entonces las
decisiones se atrasan, los ´procesos
avanzan y la ineficiencia cunde. Se trata también de una ineficiencia
sistémica.
EL PODER
Por ello es
que la eficiencia está íntimamente ligada con la delegación de poder y con la
descentralización, que son tan difíciles de aceptar por quienes creen que el
ejercicio del poder es decidir centralmente sobre todo. Ojala que la nueva
preocupación presidencial se tradujera en un poquito más de eficiencia en el
conjunto de la economía nacional.
sergio-arancibia.blogspot.com
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