(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS, el día 19 de octubre del 2012)
El Fondo Monetario Internacional, en la reunión anual recientemente celebrada en Tokio, acaba de llamar la atención internacional sobre el problema del desempleo juvenil. En realidad ese es un problema grave, pero no es un problema nuevo.
En los países en desarrollo tanto la juventud como los sectores adultos ha sufrido desde hace décadas el problema masivo del desempleo o del subempleo. El subempleo en el sector rural - donde los jóvenes no tenían otro horizonte u otro futuro que compartir el trabajo que ya realizaban sus padres - se ha reemplazado por la marginalidad, el subempleo y la informalidad urbana. En la propia Venezuela, más del 40 % de la población se desempeña en el sector informal.
Lo nuevo de toda esta situación es que el desempleo juvenil golpea hoy en día a los países desarrollados. Si así no fuera quizás el FMI no se habría ni enterado del problema. El caso de España es patético en esta materia. Allí, 50% de la juventud en edad y condiciones de trabajar, se encuentra desempleada. El mileurismo, el nimileurismo, la migración hacia el resto de Europa o hacia América Latina de profesionales jóvenes, la miseria pura y simple, el volver a la casa de los padres, la rebeldía juvenil y no juvenil, el desencanto con la política y con los políticos, son manifestaciones de ese fenómeno. Una economista francesa decía años atrás, analizando este fenómeno del desempleo y la marginalidad en los países desarrollados, que se había puesto en evidencia que había algo pero que ser explotado, y era el hecho de que nadie quisiera explotarte.
Sin embargo la causa de este desempleo no es necesariamente la baja de la producción, sino más bien la forma peculiar que asume el incremento de la producción en el mundo contemporáneo. En realidad la crisis del capitalismo desarrollado, de la cual tanto se habla, implicó que la producción a nivel mundial cayera en el año 2009, pero ese fue el único año en el transcurso de los últimos tiempos en el cual se presentó ese fenómeno.
A lo largo del siglo XXI la producción mundial ha aumentado y lo ha hecho, en promedio, a tasas superiores a lo que aumenta la población. Si se mide el Producto Interno Bruto del conjunto de la economía mundial, este indicador ha aumentado en un 5.1 % en el año 2010, en 3.8% en el año 2011, y se espera que crezca en 3.3 % en el presente año. Para el próximo año, el pronóstico es un crecimiento de 3.6 %. Para los países desarrollados, que son los que llaman la atención actual del FMI, las tasas de crecimiento son 3.0 %, 1.6 %, 1.3 % y 1.5 %, para los años 2010. 2011, 2012 y 2013 respectivamente. Esas tasas de crecimiento, aun cuando parezcan modestas, son superiores a las tasas de crecimiento de la población, la cual crece a un ritmo anual de 1.1 % a nivel mundial, y a una tasa de 0.4 % en los países desarrollados.
Si la productividad de cada hombre o mujer empleado se mantuviera incólume, entonces la mayor producción tendría que traducirse necesariamente en mayor utilización de mano de obra. Si la producción aumenta, pero la mano de obra empleada no lo hace, es fundamentalmente porque la innovación tecnológica de los últimos años ha implicado que cada persona empleada genera una masa de bienes y servicios mayor que en años anteriores. Hay mayor productividad de la mano de obra empleada. Se necesita menos gente para producir lo mismo o incluso para producir más. Y por ello la ocupación no aumenta.
Frente a esta situación la respuesta más fácil y simplista es apelar a un incremento de la inversión y la producción, para que por esa vía se termine incorporando al trabajo a una mayor cantidad de ciudadanos. Es decir, aumentar los términos cuantitativos del problema. La sociedad debería, según esa concepción, seguir en la loca y creciente espiral de mayor producción, inversión, y consumo. Esa es la situación estructural que ha generado el problema y ella misma debería solucionarlo. Es bien discutible, en todo caso, si el mercado, de acuerdo a su propia dinámica, podría generar una solución de este tipo. El FMI, en todo caso, como siempre, es poco asertivo en sus soluciones, aun cuando apunte a problemas reales.
sergio-arancibia.blogspot.com
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