miércoles, 31 de agosto de 2016

¿PARA DONDE VAN LOS REALES?


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 31 de Agosto de 2016.)

Más de 300 mil venezolanos han atravesado en las últimas tres semanas las fronteras terrestres con Colombia. Es una cantidad muy pequeña de ellos los que van meramente a pasear. La inmensa mayoría lo hace con fines de abastecimiento comercial, es decir, para comprar en Colombia lo que no se puede comprar en Venezuela, o para comprar allá aquellas mercancías que resultan más baratas que acá. Pero para pagar sus compras ellos no llevan dólares, ni pesos colombianos. Compran lo que necesitan comprar y pagan con bolívares. ¿Qué sucede posteriormente con esos bolívares? ¿En qué manos quedan? ¿Qué se hace con ellos?
Es altamente probable que esos bolívares – que no son pocos, dada la cantidad de gente que protagoniza ese proceso de compra - pasen de una a otra mano - dentro de Cúcuta o de otras ciudades fronterizas - pero esa cadena no puede llegar muy lejos. Seguramente un comerciante minorista puede pagarle con bolívares a un comerciante mayorista en la misma ciudad de Cúcuta, o quizás a un camionero, o a un taxista. Pero más temprano que tarde el colombiano medio tratará de deshacerse de esos bolívares, y seguir comprando, vendiendo y viviendo en pesos colombianos. El bolívar no se convierte en moneda de cambio corriente en Cúcuta ni en ningún otro lugar de Colombia, y nadie quiere tampoco acumular riqueza bajo esa forma, pues con una inflación de 500 % en su país de origen, esos billetes pierden valor minuto a minuto.
Esos bolívares en el lado colombiano ya han jugado, hasta ahí, un importante papel: han incrementado las exportaciones colombianas, han revitalizado la economía y el comercio de Cúcuta y de otras ciudades fronterizas, y han ayudado a reducir las necesidades sociales, familiares e incluso medicinales de miles de habitantes del Táchira. Pero esos bolívares no pueden quedarse eternamente en el lado colombiano de la frontera.
Lo más probable es que después de algunas pocas operaciones de cambio ese dinero venezolano llegue a manos de alguien que por algún motivo, digno de analizarse, se interese en acumular transitoriamente bolívares. Más aun, ese alguien paga pesos colombianos para poseer esos bolívares. También puede suceder que esos bolívares pasen por las manos de alguna casa de cambios, pero tampoco allí pueden quedarse mucho tiempo, por las razones ya mencionadas. Por lo tanto, esos bolívares tienen al poco andar que llegar a manos de alguien en Colombia que les pueda dar algún destino útil. Ese destino útil solo puede tener lugar en Venezuela.
Si esos bolívares logran volver a Venezuela - por algún camino verde o de cualquier otro color - entonces podrán en este país servir para comprar mercancías, o para comprar activos, o para comprar servicios. Veamos. Solo comprarán mercancías si ellas se pueden llevar a Colombia a través de algún mecanismo. Como el transito normal y fluido de camiones o de transporte de carga está prohibido, solo se comprarán mercancías en el lado venezolano si se pueden llevar de contrabando hacia el lado colombiano. ¿Se puede? Quizás sí, o quizás no, pero es una posibilidad. Uno de los motivos que se mencionó en su momento para cerrar la frontera era detener ese proceso de contrabando. ¿Se logró ese objetivo?
La otra posibilidad es que los ciudadanos colombianos en cuyas manos se terminan concentrando los bolívares compren con ellos, en Venezuela, departamentos, casas, tierras, vehículos, acciones de empresas, resort, etc. Es decir, bienes físicos o activos financieros, con los cuales fortalecer su presencia, sus vínculos, sus contactos y su poder en Venezuela. Quizás es esa una faceta poco desarrollada de la integración binacional. Puede ser.
Una tercera opción es que esos bolívares lleguen a manos de quienes realizan en tierra venezolana actividades no enteramente permitidas por la ley, tales como el sostenimiento o abastecimiento de tropas irregulares, el tráfico de armas o de drogas, el pago de colaboradores, la retribución por favores recibidos, etc. Es posible teóricamente que todo o parte de estas actividades suceda. No es posible asegurarlo. Pero es una posibilidad. También ese tipo de actividades se mencionó en algún momento como razón para cerrar la frontera. ¿Se logró ese objetivo? Las causas de esos fenómenos son muchas y muy complejas, pero las condiciones económicas y financieras que las hacen posible parece que no se han eliminado del todo.
En condiciones normales – o en el común de las fronteras - esos bolívares se traducirían en compra de mercancías que Venezuela esté en condiciones de exportar hacia Colombia, lo cual se traduciría, a su vez, en incremento de la producción, del empleo y del ingreso en el territorio venezolano. Esas mercancías pasarían la frontera en condiciones totalmente normales y legales. Se trataría, sin lugar a dudas, del comercio más normal, más universalmente utilizado y más beneficioso concebible entre dos países fronterizos. Pero como eso no se puede hacer, entonces los miles de bolívares que llevan a Colombia los miles de venezolanos que cruzan la frontera, tienen que buscar otros mecanismos para terminar siendo útiles a sus nuevos dueños. Y todo eso ¿para qué?
sergio-arancjbia.blogspot.com

viernes, 26 de agosto de 2016

HAY QUE CASARSE POR LA LEY, NO POR LA LIBRE.


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 26 de Agosto de 2016)


El Ministro de Comercio Exterior, Jesús Farías, ha lanzado recientemente una interesante iniciativa: que los empresarios que tienen divisas en el exterior las puedan traer a Venezuela bajo la forma de materias primas o insumos para producir bienes que posteriormente se canalicen hacia la exportación.
Lo interesante del asunto es que se propone que las divisas que la exportación genere queden en un 100 % a disposición del empresario, sin la obligación que pesa actualmente sobre los exportadores que trabajan con divisas otorgadas por el Estado, de liquidar un 40 % del valor de las exportaciones en el Banco Central y a la tasa oficial.
La iniciativa es sin duda digna de analizarse. Un primer punto que es necesario analizar es el estatuto legal de una iniciativa de esta naturaleza. Si todo esto es una postura del Ministro, avalada por su honor y su palabra, es posible, con todo respeto, que la cosa no funcione. Esa iniciativa tiene que estar plasmada en una ley, o en un decreto, o en una disposición ministerial, o en una resolución del Banco Central, o en algún instrumento con fuerza legal de esa naturaleza. Las palabras son importantes para generar dialogo, pero no bastan para generar de por si una nueva institucionalidad. Además, los ministros cambian, incluso con demasiada frecuencia, y los que llegan no siempre heredan las iniciativas o los compromisos de quienes los precedieron.
Sería interesante incluso explorar la posibilidad de que una ley sobre esa materia fuera apoyada por la bancada gubernamental y por la bancada opositora, dando un mensaje muy interesante al país de que es posible todavía ponerse de acuerdo en algunas materias de interés nacional. No es seguro que con una medida de esta naturaleza los dólares lleguen en estampida, pero tener seguridad jurídica es un importante primer paso en cualquier política encaminada a atraer capitales extranjeros, o capitales venezolanos depositados en el extranjero, que es una cosa bien parecida a la anterior.
Si llegan mil dólares en forma de materias primas e insumos, para producir bienes exportables, es altamente probable que estos últimos tendrán un valor superior a mil. El valor final dependerá del valor que se le agregue dentro del territorio a esos insumos y materias primas. Es decir, el empresario que actúe en ese sentido recuperará su capital y dejará salarios, impuestos y valor agregado en el país. El problema radica en la tentación que puede generarse en un gobierno extraordinariamente sediento de divisas, de echarle mano a esos dólares que se generen por la vía de esas exportaciones.  No faltaría un funcionario con iniciativa que proponga matar la gallina de los huevos de oro, en aras de la equidad y la justicia social. Por ello, el que tenga algunas divisas en el exterior, tiene que tener certezas jurídicas muy claras como para participar en este juego.

miércoles, 24 de agosto de 2016

NO ME AYUDE TANTO


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 24 de Agosto de 2016).


La economía es indudablemente una ciencia compleja, no apta para quienes se han acostumbrado a lo largo de su vida a pensar el mundo en blanco y negro. Cabe en ese sentido, subrayar el hecho de que hay medidas económicas que tienen diferentes consecuencias para diferentes sectores sociales, y que también tienen diferentes consecuencias según el momento y el lugar en que se apliquen. El reciente incremento de los salarios mínimos en un bien ejemplo de todo ello, que vale la pena analizar.
Veamos. Si una empresa se ve obligada a subir sus costos, por el aumento forzado de los salarios mínimos, puede que compense el efecto negativo que ello puede tener sobre sus ganancias subiendo los precios de venta de sus productos en sus mercados habituales. Eso es obvio. Es decir, el incremento de costos está correlacionado con un incremento de precios, si es que se puede.
Estas últimas palabras son importantes: si es que se puede. Hay empresas que tienen precios controlados o congelados, y por lo tanto, los mayores costos no podrán compensarse con mayores precios. En esas circunstancias las ganancias tendrán que reducirse, hasta cierto límite. Pasado cierto límite, una ganancia demasiado pequeña no compensará el esfuerzo de mantener la empresa en funcionamiento, y será mejor cerrar. Eso sucede, desde luego, también, si es que las ganancias se convierten derechamente en pérdidas. Tenemos, por lo tanto, casos enteramente posibles y detectables de situaciones en que el incremento forzado de los salarios se traducirá en inflación y/o en cesantía.
El cierre forzado de empresas por incremento de costos y reducción de ganancias se producirá con mayor fuerza en la pequeña y mediana empresa, que tiene mayor vulnerabilidad frente a estas situaciones de mercado. La gran empresa, con menor empleo de fuerza de trabajo por unidad de capital, o con salarios medios mayores que el mínimo, puede resistir mejor el incremento de los salarios. Si eso fuera así, entonces la medida que estamos comentando se traduciría en una mortandad de pequeñas y medianas empresas y una sobrevivencia más difícil - pero sobrevivencia al fin y al cabo - de las empresas grandes. Es decir, concentración industrial. Sobrevivencia de los más fuertes. Ley de la selva.
También puede suceder que los precios finales de los bienes producidos no estén congelados ni controlados. Que haya libertad de precios. En esas circunstancias, el precio puede subir intentando compensar el alza de la nómina salarial. Si los bienes se siguen vendiendo, a pesar del mayor precio, entonces estaremos en una situación no desmejorada para esa empresa en particular. Solo mayores precios. Pero si ante mayores precios la demanda disminuye – pues el disminuido poder adquisitivo se concentra crecientemente en una canasta de no más de 10 o 15 productos de primera necesidad - entonces la producción de esa empresa tendrá que disminuir, por disminución de su mercado, generando una contribución a la cesantía y al descalabro económico, sin perjuicio del incremento que también debe producirse en la inflación.
En el debate que se ha generado sobre estas materias hay que reconocer que si el incremento de los salarios alcanza, por ejemplo, al 50%, eso no significaba un incremento del 50 % en los precios. Eso solo sucedería si los salarios representaran el 100 % de los costos de producción de un bien determinado, cosa que es bien difícil que suceda.
En todo caso, hay que tener en cuenta que Venezuela enfrenta una inflación que algunos calculan en una cifra cercana al 500% anual – no hay cifras oficiales, precisamente porque la cifra real es elevada- lo cual no puede atribuirse a incremento de salario alguno. Los salarios reales – y el consiguiente consumo y demanda efectiva -  del común de los venezolanos, ha descendido violentamente en los dos últimos años. La inflación tiene otras causas, relacionadas fundamentalmente con el déficit fiscal, la política cambiaria y la monetización de los déficits del gobierno y de Pdvsa por parte del Banco Central, y mientras eso no se ataque en forma seria, la inflación seguirá su curso. Lo que se haga en materia salarial no será la causa principal de la inflación ni contribuirá en forma sustantiva a incrementarla ni a contrarrestarla.
Hay algunos políticos – y quizá incluso algunos economistas – que piensen -inspirados en una lectura rápida y superficial de Keynes -  que un aumento de salarios, así como también un aumento del gasto público, pueden incrementar la demanda efectiva en los mercados de bienes y servicios y generar por esa vía un estímulo de demanda para que los empresarios se decidan a producir más y a contratar nuevos trabajadores. El problema con ese punto de vista es que la producción en Venezuela no está entrabada por falta de demanda, sino por el cuello de botella que significa la falta de insumos y materias primas importadas y por la falta absoluta de planificación en la adjudicación de las escasas divisas que hoy en día existen. Y si no hay mayor producción, la mayor demanda se traducirá necesariamente en mayor inflación.
sergio-arancibia.blogspot.com




jueves, 18 de agosto de 2016

BOFETADA FRONTERIZA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 18 de Agosto de 2016)


El tránsito de miles de personas desde Venezuela a Colombia, por las aduanas terrestres del Estado Táchira, constituye un fenómeno económico que vale la pena de analizar.
Un primer punto que es importante subrayar es que los tachirenses van a comprar bienes a territorio colombiano por la sencilla razón de que esos bienes no se encuentran en el lado venezolano. En otras palabras, porque aquí hay escasez y muchas veces ausencia absoluta de determinados bienes, que pueden ser imprescindibles para el consumo diario, o pueden ser sencillamente gratos de consumir de vez en cuando. Queda nítido el hecho de que lo que los consumidores desean adquirir, no lo pueden encontrar en el territorio venezolano. Ni siquiera comprándolo en el mercado negro. Ni siquiera comprando caro. Sencillamente no hay. Peor aún: no se sabe cuándo van a aparecer esos bienes, ni a través de qué mecanismo se van a distribuir, ni a qué precio se van a ofrecer, y cuanto voy a poder adquirir de los mismos. Se ha caotizado totalmente el sistema de distribución de productos de primera necesidad en el seno de la economía venezolana.
Ese sistema recién inventado de distribución por la vía de los organismos políticos y/o sociales, con apoyo militar, en que los productos llegan de vez en cuando a casa de ciertos consumidores, tiene varias fallas importantes: primero, nadie sabe con qué periodicidad se van a conseguir los bienes de consumo. Segundo, no se sabe a qué precio los van a vender. Tercero, no se sabe a manos de quien va el dinero que se paga por la bolsa de comida, pues es mucha la gente que opera como intermediaria. No es cierto que se hayan eliminado los intermediarios. Se han multiplicado, reemplazando a los intermediaros privados, que saben hacer su actividad de comercialización, por intermediarios improvisados, que no saben mucho de contabilidad ni de legítima remuneración por una jornada de trabajo, y que no están sujetos a control ni auditoria alguna. Por último, hay discriminación política en la distribución de los bienes, dejando a muchos sin la bolsa de comida por la sencilla razón de que no son afectos al gobierno.
Si se le da a los consumidores la oportunidad de ir a comprar en Colombia, van a un mercado en que los precios son conocidos, no hay discriminación política, y se adquiere la cantidad que se puede con el dinero que se tiene. Se trata de un sistema que funciona. El otro sistema sencillamente no funciona. Es un caos, una anarquía y un desorden.
El otro asunto digno de destacar es que los ciudadanos tachirenses van a comprar a Colombia, si los dejan, porque allí los precios son más baratos. Hay allí varios aspectos que analizar. Primero, el artículo que no se encuentra, y que se necesita con urgencia, se compra a cualquier precio. Segundo, los bachaqueros venden a un precio dado por el costo de oportunidad, es decir, por el valor que para el ciudadano tiene el eventual tiempo perdido en una cola de varias horas y de inciertos resultados, no por la tasa de cambio del bolívar con tal o cual moneda extranjera. Tercero, si se introduce en el análisis la tasa de cambio, hay que recordar que en Colombia hay un mercado relativamente libre para comprar o vender dólares, y que por lo tanto las mercancías tienden a tener precios en el mercado interno que guardan relación con los precios internacionales. En Venezuela, los precios se configuran no de acuerdo a su eventual valor en dólares - traducidos a bolívares a una tasa de la cual no se puede hablar - sino a dos veces por lo menos lo que esa tasa indica. Es decir, la tasa de cambio oficial, o la otra, no sirven para valorar los precios de las mercancías. Si los precios en Colombia están alineados con el dólar y con el precio internacional, eso implica que en muchos bienes esos precios colombianos resultarán más baratos que el precio venezolano en los mercados que escapan al control oficial.
Otro aspecto que es importante analizar es qué harán los colombianos con los bolívares que recibirán por parte de los consumidores venezolanos. Esos bolívares solo sirven, en última instancia, para comprar bienes y servicios en Venezuela. Por lo tanto, si esos bolívares logran retornar a suelo venezolano, aquí se podrá adquirir con ellos una gran variedad de bienes muebles o inmuebles y de activos financieros. Casas o apartamentos, locales comerciales, tierras urbanas o rurales, servicios de todo tipo, acciones de empresas venezolanas, o incluso adquirir dólares. En otras circunstancias comprarían bienes exportables, para llevarlos a Colombia, pero como hoy en día eso no se puede hacer, y nadie en su sano juicio quiere acumular bolívares debajo del colchón - con una inflación superior a 500 % que se come minuto a minuto el valor de la moneda - entonces lo lógico es que esos bolívares emprendan rápidamente el regreso a su país de origen. Al final del día los colombianos habrán aumentado sus exportaciones y habrán acumulado una interesante cantidad de activos fijos y financieros en Venezuela. Todo ello es una bofetada en el rostro para quienes diseñan políticas públicas a este lado de la frontera. 





miércoles, 17 de agosto de 2016

TENEMOS QUE CONTROLAR TODAS LAS CADENAS DE PRODUCCIÓN


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 17 de Agosto de 2016)

Un alto funcionario de gobierno -  tratando de trazar las líneas centrales del quehacer gubernamental para el futuro cercano - hizo recientes declaraciones diciendo que “….tenemos que controlar todas las cadenas de producción”. Si estas declaraciones las hiciera algún militante chavista de poco rango y de poca inteligencia, nadie las tomaría muy en serio. Pero estas declaraciones que mencionamos fueron realizadas por autoridades de la más alta jerarquía gubernamental. Merecen ser analizadas.
Lo primero que es necesario analizar es qué se quiere decir cuando se utiliza el verbo controlar. Desgraciadamente hay muchos para quienes el verbo controlar es sinónimo del verbo expropiar. Cuando los funcionarios gubernamentales se sienten impotentes para generar en la economía un sistema de normas y de incentivos que conduzca a que el accionar de los agentes económico sea cónsono con los intereses generales del país, entonces caen rápidamente en la actitud expropiatoria. Se asume con esa actitud que los factores productivos, ahora en manos de los funcionarios estatales, se utilizarán´ en forma más racional y eficiente. La realidad muestra que hay determinadas circunstancias en que efectivamente el interés nacional se defiende mejor por la vía de funcionarios y tecnócratas públicos que por la vía de empresarios privados. Eso sucede, por ejemplo, en aquellas actividades que generan un alto volumen de renta, como el petróleo, en que es bueno que esa renta sea apropiada en la mayor proporción posible por el estado y sus instituciones. Pero hay una cantidad también importante de casos en que la expropiación de unidades productivas que generan ganancias normales y/o modestas, conduce a un desastre administrativo y productivo, pues desaparecen las condiciones que hacían posible esa ganancia. Por ello, la ciencia económica moderna está altamente preocupada por la generación de políticas públicas, es decir, el establecimiento de leyes, normas, instituciones, estímulos, incentivos y también, desde luego, acciones del sector público, que lleven a los agentes económicos privados a canalizar su actividad por determinadas sendas que generen eficiencia, inversión, innovación, rentabilidad, impuestos, empleos, exportaciones, y otras coas por el estilo, que son indudablemente positivas. Esas son las formas modernas de controlar.
El segundo problema que debe analizarse en las declaraciones de nuestro alto dirigente gubernamental es qué se entiende por cadenas de producción. En el mundo contemporáneo ninguna empresa se libra de comprar insumos y materias primas en los mercados, e incluso deben adquirir también periódicamente las maquinarias y equipos con que funciona. Las empresas que les venden esos insumos, materias primas, maquinarias y equipos, deben a su vez, para producir todo aquello, comprar en el mercado una cierta cantidad de materias primas e insumos. Es decir, siempre es posible descubrir que toda empresa, por aislada, pequeña o artesanal que parezca, en el fondo siempre es parte de una cadena de empresas que producen las unas para las otras. El productor autosuficiente, aislado, independiente, que produce para sí mismo y para su familia, con insumos que el mismo produce, es un personaje del pasado y/o de la fantasía.
Por lo tanto, cuando se dice que hay que controlar todas las cadenas de producción, eso se puede entender como un llamado a que hay que expropiar prácticamente todas las unidades de producción existentes en el sistema económico. Eso significaría un problema administrativo, tecnológico, financiero, logístico y, desde luego, político, de dimensiones astronómicas. Hay pocos ejemplos en el planeta tierra de gobiernos que hayan intentado un proyecto de esa envergadura, y no hay antecedente de algún caso en que eso haya resultado exitoso.
Hay que hacer votos, por lo tanto, porque nuestro alto dirigente político en realidad no tenga un cabal conocimiento de la barbaridad que está diciendo. En aras de ayudarlo con algunas breves y modestas ideas, le aportamos aquí un par de reflexiones que fluyen de las líneas y párrafos anteriores. La primera de ellas, es que controlar no significa entrar a las patadas, ni expropiar, ni pegar cuatro gritos, ni poner militares en la puerta, ni hacer visitas de inspección siete veces por semana. La economía moderna no cree para nada en el liberalismo absoluto, en que cada agente económico debería hacer lo que se le plazca, y eso conduciría al mejor de los mundos posibles. Tampoco cree en la planificación imperativa y centralizada, basada en la propiedad estatal de todos los medios de producción. La cosa va por el camino de las políticas públicas, de las leyes, de los incentivos, de las normas, de las sanciones, de las instituciones, nada de lo cual entra en el campo de las soluciones fáciles.
Lo segundo que hay que tener en cuenta es que no hay que controlar todas las cadenas de producción sino solo las estratégicas. Las empresas estratégicas son aquellas que permiten alcanzar o llevar adelante una determinada estrategia previamente definida. Cuando no se tiene estrategia alguna, no hay empresa ni cadena de producción que sea estratégica. Y esas empresas y/o cadenas de producción que sean estratégicas se pueden controlar por vías regulatorias y/o por vías expropiatorias. No solo por esas ultimas vías, como piensan los más radicales. Y a las unidades de producción que no son estratégicas, y que costaría un mundo intervenirlas o expropiarlas, es mejor dejarlas trabajar tranquilas.

viernes, 12 de agosto de 2016

TRES CASOS: DESCUBRA LAS DIFERENCIAS


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 12 de Agosto de 2016)

 La estatal Empresa Nacional de Petróleos de Chile, ENAP, acaba de colocar una emisión de bonos de deuda externa, a diez años plazos, por un monto de 700 millones de dólares, a una tasa de 3.95 %. Se trata de una tasa que está a 2.40 puntos por sobre la tasa del Tesoro norteamericano a 10 años plazo. Esa sobre tasa de 2.40 puntos refleja la tasa riesgo país de Chile, que según el índice Embi, estaba al 27 de Julio en un nivel de 172 puntos. Eso se traduce en una tasa de 1.72 % por sobre la tasa del Tesoro norteamericano. El resto, es decir, la diferencia entre 1.72 y 2.40 corresponde a las comisiones y ganancias de los bancos o entidades financieras internacionales que se encargan de la colocación de estos bonos.
Ecuador, a su vez, colocó en el ms de julio bonos por un valor de mil millones de dólares, a una tasa de 10.75 %. Ecuador tiene que pagar una tasa más elevada, pues su tasa riesgo país es más elevada. Al 27 de Julio esa tasa riesgo país de Ecuador se encontraba en 883 puntos, lo cual significa que debe pagar 8.83 % por sobre la tasa del tesoro norteamericano, más la comisión que le cobran los bancos o entidades financieras que se encarguen de la colocación de dichos bonos.
Venezuela – que al igual que Ecuador sufre una caída de sus ingresos petroleros - exhibe, al 27 de Julio recién pasado, una tasa riesgo país de 2.542 puntos. Eso significa que una eventual colocación de bonos en el mercado financiero internacional tiene que estar aproximadamente 25.4 % por sobre la tasa del tesoro norteamericano, más las comisiones bancarias. No hay ningún país ni empresa que pueda soportar, por un préstamo en dólares, una tasa de interés de esa envergadura.
Esto refleja que Venezuela tiene condiciones muy difíciles como para captar fondos en el mercado financiero internacional privado. Es muy difícil que algún financista privado quiera prestarle fondos a una tasa más baja que la que hemos mencionado en líneas anteriores. Sin embargo, hay otras dos vetas a las cuales se puede recurrir: una de ellas son los préstamos de los organismos financieros multilaterales, tales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Corporación Andina de Fomento, el Banco Mundial, etc. EL FMI otorga créditos para solucionar déficit de balanza de pagos, que es precisamente el caso de Venezuela. Los otros organismos otorgan créditos para financiar proyectos de desarrollo, para lo cual hay que presentar y tramitar un proyecto específico. La otra veta es recurrir a la buena voluntad de los gobiernos, como el gobierno chino o ruso. Los prestamos gubernamentales se usan cada vez menos en el mundo contemporáneo, pero si el negocio es bueno, siempre es posible encontrar algún país que se interese. En todo caso, si no lo hace el gobierno actual, el gobierno siguiente tendrá que entrar en conversaciones con uno o más de estos organismos multilaterales, por lo menos mientras no se implementen políticas económicas suficientemente sensatas como para que la tasa riesgo país baje en forma sustantiva.




miércoles, 10 de agosto de 2016

EL COMERCIO REGIONAL DE VENEZUELA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 10 de Agosto de 2016.)


En materia de estadísticas de comercio exterior es imprescindible citar la fuente de donde proceden los datos que se manejan en un momento determinado, pues las cifras no coinciden de una fuente a otra. Ello se puede deber a criterios estadísticos diferentes, a momentos distintos en que se registra un hecho comercial y, también, a decisiones deliberadas de ocultar información que de repente no es simpática a un determinado país. Por ello partimos por explicitar que los datos que siguen han sido extraídos de la Asociación Latinoamericana de Integración, ALADI, que no tiene fuentes estadísticas propias, sino que se nutre de la información oficial que le proporcionan los gobiernos.
Respecto al comercio intra regional, la información de Aladi relativa a las exportaciones de Venezuela hacia Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú y Uruguay, muestra que dichas exportaciones totales pasaron de 427 millones de dólares en el primer trimestre del año 2015, a 271 millones de dólares en el mismo período del año 2016, lo cual representa una caída de 36.6 %.
Destacan en este panorama relativo al primer trimestre del 2016 las exportaciones hacia Brasil, que suman 151 millones de dólares, es decir, más del 50 % de las exportaciones totales a los 10 países mencionados. Le sigue Colombia, con 53 millones de dólares, y México, con 30 millones de dólares.
En matera de importaciones, Venezuela importó en los tres primeros meses del 2016 un monto total de 1.014 millones de dólares procedentes de los 10 países ya mencionados. En el mismo período del año anterior esas compras sumaban 1.782 millones de dólares, lo cual representa una caída de 43.1%. Entre los países desde los cuales se redujeron en mayor medida las compras resalta Brasil, con una caída de 57.7 %, Ecuador, con una caída de 56.7 % y Chile, con una baja de 52.5 %.
Como el Mercosur está en el centro de la noticia, vale la pena mencionar que con Argentina, las exportaciones venezolanas crecieron en un 466 %, cifra indudablemente alta, pero que obedece a que ese comercio pasó de 1 millón de dólares en el primer trimestre de 2015 -casi la nada misma – a 7 millones de dólares en el primer trimestre de 2016. Las compras venezolanas a dicho país pasaron de 237 millones de dólares, a 194 millones de dólares, con una caída de 18.2 %
Con Brasil las ventas venezolanas bajaron en un 35 % y la compras desde ese país cayeron en un 57.7%.
¿Ha hecho Venezuela en este último año algún esfuerzo particular por conservar sus mercados externos, en particular sus mercados regionales, dada la carencia desesperada de divisas y la mayor ponderación que se supone tienen las exportaciones en su política económica? Si ha llevado adelante una política de ese tipo, desgraciadamente el resultado no se refleja en las estadísticas,
¿Han hecho los países de la región algún esfuerzo que se note para ayudar a Venezuela en esta etapa difícil, dándole créditos para que mantenga sus compras en esos países? Nada que se note.
En síntesis, lo que se nota es la caída del comercio, y la ineficacia de toda política regional previa, llevada adelante en el período de las vacas gordas, que le ayude a solventar el período de las vacas flacas.

jueves, 4 de agosto de 2016

EL USO DE LAS DIVISAS.


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 4 de Agosto de 2016)

En el difícil arte de establecer prioridades en el campo económico, se ha ido generando una cierta competencia entre altos funcionarios del gobierno para ver quien raya la cancha primero. Mientras algunos dicen que incrementar las exportaciones no petroleras - y terminar por esa vía con el viejo rentismo petrolero - es la gran prioridad nacional, otros argumentan que la prioridad número uno es sustituir importaciones. Se trata, obviamente - aun cuando quienes lo dicen no lo tengan claro - de políticas económicas diferentes, que conducen a resultados diferentes. Veamos.
Aun cuando suene raro, pero para sustituir importaciones se necesita importar. No hay ningún proceso productivo relevante que se pueda llevar adelante exclusivamente con insumos, materias primas, maquinarias y equipos nacionales. Ese animal no existe. Cualquier mercancía, por rústica y artesanal que sea, incluye algún componente importado. Por lo tanto, si se quiere dejar de importar un determinado bien, para pasar a producirlo localmente - lo cual suena como una medida positiva e incluso hasta patriótica - hay que sustituir la importación del bien final por la importación de los equipos, materias primas e insumos que se necesitan para su producción local. Se puede argumentar que los insumos para producir un bien tendrán necesariamente un valor menor que el bien terminado. En otras palabras, importar las materias primas e insumos es más barato que importar el bien final. Eso es cierto. Pero como producir bienes que van destinados al mercado interno no genera dólares, entonces para hacer posible ese proceso hay que gastar los dólares existentes - provenientes del petróleo - en la importación de los insumos y materias primas. El proceso dura hasta que se han distribuido totalmente los dólares existentes. Cuando los dólares están todos asignados, se habrá llegado a un determinado nivel de importaciones y a un determinado nivel de producción interna, pero de allí para adelante el proceso no camina para atrás ni para adelante. Se estanca.
Si las pocas divisas existentes se gastan en importar las materias primas, insumos, y equipos necesarios para llevar adelante actividades productivas que se traducen en incremento de las exportaciones no petroleras, entonces se generan dólares. Obviamente los dólares provenientes de la venta internacional de esos bienes exportables, tienen que ser mayores que el costo en dólares de los insumos y materias primas importadas que fueron necesarias como para ello. A mediano plazo esta vía de desarrollo genera sus propias divisas y genera un excedente como para sostener la importación de aquellos bienes que necesitan los sectores productivos que solo producen para el mercado interno, sin generar sus propios dólares.
En este campo de las exportaciones también es importante señalar que exportar materias primas, tales como hierro, acero, aluminio o petroquímicos, es una buena cosa y hay que exportar tanto como se pueda. Pero mejor aún es exportar esos productos transformados en productos con mayor valor agregado. Eso pasa por que las empresas básicas no opten por el camino fácil de exportar la materia prima, sino que vendan a las empresas nacionales que están en condiciones de transformar, agregar valor y exportar un producto que generará al final del día más divisas al país.
Se trata, todos estos, de caminos que son enteramente posibles de compatibilizar. Pero cualquiera que sea la ponderación que tenga cada una de estas alternativas en la formula final, sería bueno contar en el momento presente con un presupuesto de divisas que indique claramente al país en que se van a gastar las pocas divisas existentes. Si se van a gastar en bienes necesarios para producir bienes para el consumo interno, decir claramente cuáles son los sectores beneficiados y cuáles son los montos que se le van a asignar. Igualmente si los dólares se van a canalizar hacia potenciar las actividades exportadoras no petroleras. ¿Sería posible que el gobierno dijera con seriedad con cuantas divisas cuenta el país? ¿Sería posible que se dijera con seriedad en que se tiene pensado gastar esas divisas? ¿Sería posible terminar con el secretismo y la discrecionalidad en materia de asignación de divisas? ¿Sería posible terminar con la política del “allí vamos viendo”? ¿Sería posible generar consensos políticos y económicos en torno a un presupuesto de divisas? ¿Sería posible que el uso de las divisas dejara de ser un secreto? ¿Sería posible generar condiciones que impidan que el uso de las divisas se use como un instrumento para pagar favores y para comprar adhesiones?


miércoles, 3 de agosto de 2016

LA TASA RIESGO PAIS Y SU IMPORTANCIA PRACTICA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día  de Agosto de 2016)


Si una persona estuviera bailando y brincando en el borde de un precipicio, sus posibilidades de caer serían muy altas. No vale de nada que esa persona diga “yo no me he caído nunca….. he llegado hasta aquí sin ningún problema ….. son unos mentirosos los que dicen que me puedo caer ………. lo que pretenden es hacerme objeto de una campaña de desprestigio”. Este arriesgado ciudadano puede decir todo aquello, pero si los observadores de toda esta situación tuvieran que cursar apuestas sobre el curso probable de los acontecimientos, habrían muchos que apostarían a que se está frente a una caída inminente. También podríamos decir que si algunos corredores de seguros vieran toda esta situación estarían poco tentados a asegurar a este ciudadano contra caídas por precipicios, y quien lo hiciera cobraría una prima indudablemente elevada.
Algo parecido sucede con la tasa riesgo país. Aun cuando el país haya honrado religiosamente todos sus compromisos externos anteriores, la situación que exhibe en un momento determinado puede llevar a sospechar a cualquier observador que las cosas en el futuro cercano no podrán ser iguales a las del pasado. Si se cuenta con pocas reservas internacionales; si se vende el oro de las reservas; si se ha presentado una caída de los ingresos por concepto de exportaciones; si hay grandes deudas por pagar en el futuro cercano; si no se respeta la institucionalidad interna; si existe un alto grado de autoritarismo y de improvisación en la toma de decisiones económicas, que por lo demás nadie en el mundo consideran como medidas sensatas; y si  un paisaje económico interno está caracterizado por colas, escases y militarización, entonces los observadores externos no estarían muy entusiasmados ante la idea de prestarle plata a este insólito país. La posibilidad de que no pague sus compromisos presentes o futuros se acrecienta en la medida que se profundizan las circunstancias que hemos mencionado.
Venezuela enfrentaba, al día 22 de julio, una tasa riesgo país de 2.469 puntos, según el índice Embi. La más alta de toda a América del Sur, y seguramente una de más altas del mundo. Ecuador es el país que le sigue en este ranking, con una tasa riesgo país de 858 puntos. Este último país acaba de emitir bonos de deuda externa por un monto de mil millones de dólares, con cupones anuales de 10,75 %, lo cual no es una tasa cómoda ni barata para ningún país, Pero con una tasa riesgo país de 858 puntos no era fácil conseguir tasas más favorables en el mercado financiero internacional. Lo realista en esas circunstancias era una tasa de 8.58 puntos, más los costos administrativos y de gestión que le cobran los bancos y entidades financieras que gestionan la colocación de los bonos. En este caso, fueron casi 2.20 puntos por sobre la tasa riesgo país, lo cual es parte de la negociación con la firma encargada de esta operación.
 Venezuela, con una tasa riesgo país de 2.469, ¿qué tasa tendría que ofrecer para poder colocar bonos en el mercado financiero internacional?