(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO
ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día de Agosto de
2016)
Si una
persona estuviera bailando y brincando en el borde de un precipicio, sus
posibilidades de caer serían muy altas. No vale de nada que esa persona diga
“yo no me he caído nunca….. he llegado hasta aquí sin ningún problema ….. son
unos mentirosos los que dicen que me puedo caer ………. lo que pretenden es
hacerme objeto de una campaña de desprestigio”. Este arriesgado ciudadano puede
decir todo aquello, pero si los observadores de toda esta situación tuvieran
que cursar apuestas sobre el curso probable de los acontecimientos, habrían
muchos que apostarían a que se está frente a una caída inminente. También
podríamos decir que si algunos corredores de seguros vieran toda esta situación
estarían poco tentados a asegurar a este ciudadano contra caídas por
precipicios, y quien lo hiciera cobraría una prima indudablemente elevada.
Algo
parecido sucede con la tasa riesgo país. Aun cuando el país haya honrado
religiosamente todos sus compromisos externos anteriores, la situación que
exhibe en un momento determinado puede llevar a sospechar a cualquier
observador que las cosas en el futuro cercano no podrán ser iguales a las del
pasado. Si se cuenta con pocas reservas internacionales; si se vende el oro de
las reservas; si se ha presentado una caída de los ingresos por concepto de
exportaciones; si hay grandes deudas por pagar en el futuro cercano; si no se
respeta la institucionalidad interna; si existe un alto grado de autoritarismo
y de improvisación en la toma de decisiones económicas, que por lo demás nadie
en el mundo consideran como medidas sensatas; y si un paisaje económico interno está
caracterizado por colas, escases y militarización, entonces los observadores
externos no estarían muy entusiasmados ante la idea de prestarle plata a este
insólito país. La posibilidad de que no pague sus compromisos presentes o
futuros se acrecienta en la medida que se profundizan las circunstancias que hemos
mencionado.
Venezuela
enfrentaba, al día 22 de julio, una tasa riesgo país de 2.469 puntos, según el
índice Embi. La más alta de toda a América del Sur, y seguramente una de más
altas del mundo. Ecuador es el país que le sigue en este ranking, con una tasa
riesgo país de 858 puntos. Este último país acaba de emitir bonos de deuda
externa por un monto de mil millones de dólares, con cupones anuales de 10,75
%, lo cual no es una tasa cómoda ni barata para ningún país, Pero con una tasa
riesgo país de 858 puntos no era fácil conseguir tasas más favorables en el
mercado financiero internacional. Lo realista en esas circunstancias era una
tasa de 8.58 puntos, más los costos administrativos y de gestión que le cobran
los bancos y entidades financieras que gestionan la colocación de los bonos. En
este caso, fueron casi 2.20 puntos por sobre la tasa riesgo país, lo cual es
parte de la negociación con la firma encargada de esta operación.
Venezuela, con una tasa riesgo país de 2.469,
¿qué tasa tendría que ofrecer para poder colocar bonos en el mercado financiero
internacional?
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