(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 24 de Agosto
de 2016).
La economía
es indudablemente una ciencia compleja, no apta para quienes se han
acostumbrado a lo largo de su vida a pensar el mundo en blanco y negro. Cabe en
ese sentido, subrayar el hecho de que hay medidas económicas que tienen
diferentes consecuencias para diferentes sectores sociales, y que también
tienen diferentes consecuencias según el momento y el lugar en que se apliquen.
El reciente incremento de los salarios mínimos en un bien ejemplo de todo ello,
que vale la pena analizar.
Veamos. Si
una empresa se ve obligada a subir sus costos, por el aumento forzado de los
salarios mínimos, puede que compense el efecto negativo que ello puede tener
sobre sus ganancias subiendo los precios de venta de sus productos en sus
mercados habituales. Eso es obvio. Es decir, el incremento de costos está
correlacionado con un incremento de precios, si es que se puede.
Estas
últimas palabras son importantes: si es que se puede. Hay empresas que tienen
precios controlados o congelados, y por lo tanto, los mayores costos no podrán
compensarse con mayores precios. En esas circunstancias las ganancias tendrán
que reducirse, hasta cierto límite. Pasado cierto límite, una ganancia demasiado
pequeña no compensará el esfuerzo de mantener la empresa en funcionamiento, y
será mejor cerrar. Eso sucede, desde luego, también, si es que las ganancias se
convierten derechamente en pérdidas. Tenemos, por lo tanto, casos enteramente
posibles y detectables de situaciones en que el incremento forzado de los
salarios se traducirá en inflación y/o en cesantía.
El cierre
forzado de empresas por incremento de costos y reducción de ganancias se
producirá con mayor fuerza en la pequeña y mediana empresa, que tiene mayor
vulnerabilidad frente a estas situaciones de mercado. La gran empresa, con
menor empleo de fuerza de trabajo por unidad de capital, o con salarios medios
mayores que el mínimo, puede resistir mejor el incremento de los salarios. Si
eso fuera así, entonces la medida que estamos comentando se traduciría en una
mortandad de pequeñas y medianas empresas y una sobrevivencia más difícil -
pero sobrevivencia al fin y al cabo - de las empresas grandes. Es decir,
concentración industrial. Sobrevivencia de los más fuertes. Ley de la selva.
También
puede suceder que los precios finales de los bienes producidos no estén
congelados ni controlados. Que haya libertad de precios. En esas
circunstancias, el precio puede subir intentando compensar el alza de la nómina
salarial. Si los bienes se siguen vendiendo, a pesar del mayor precio, entonces
estaremos en una situación no desmejorada para esa empresa en particular. Solo
mayores precios. Pero si ante mayores precios la demanda disminuye – pues el
disminuido poder adquisitivo se concentra crecientemente en una canasta de no
más de 10 o 15 productos de primera necesidad - entonces la producción de esa
empresa tendrá que disminuir, por disminución de su mercado, generando una
contribución a la cesantía y al descalabro económico, sin perjuicio del
incremento que también debe producirse en la inflación.
En el debate
que se ha generado sobre estas materias hay que reconocer que si el incremento
de los salarios alcanza, por ejemplo, al 50%, eso no significaba un incremento
del 50 % en los precios. Eso solo sucedería si los salarios representaran el
100 % de los costos de producción de un bien determinado, cosa que es bien
difícil que suceda.
En todo
caso, hay que tener en cuenta que Venezuela enfrenta una inflación que algunos
calculan en una cifra cercana al 500% anual – no hay cifras oficiales,
precisamente porque la cifra real es elevada- lo cual no puede atribuirse a
incremento de salario alguno. Los salarios reales – y el consiguiente consumo y
demanda efectiva - del común de los
venezolanos, ha descendido violentamente en los dos últimos años. La inflación
tiene otras causas, relacionadas fundamentalmente con el déficit fiscal, la
política cambiaria y la monetización de los déficits del gobierno y de Pdvsa
por parte del Banco Central, y mientras eso no se ataque en forma seria, la
inflación seguirá su curso. Lo que se haga en materia salarial no será la causa
principal de la inflación ni contribuirá en forma sustantiva a incrementarla ni
a contrarrestarla.
Hay algunos
políticos – y quizá incluso algunos economistas – que piensen -inspirados en
una lectura rápida y superficial de Keynes -
que un aumento de salarios, así como también un aumento del gasto
público, pueden incrementar la demanda efectiva en los mercados de bienes y
servicios y generar por esa vía un estímulo de demanda para que los empresarios
se decidan a producir más y a contratar nuevos trabajadores. El problema con
ese punto de vista es que la producción en Venezuela no está entrabada por
falta de demanda, sino por el cuello de botella que significa la falta de
insumos y materias primas importadas y por la falta absoluta de planificación
en la adjudicación de las escasas divisas que hoy en día existen. Y si no hay
mayor producción, la mayor demanda se traducirá necesariamente en mayor
inflación.
sergio-arancibia.blogspot.com
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