jueves, 22 de septiembre de 2016

EL COMERCIO CON AMERICA LATINA SE MUEVE HACIA ATRAS


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL  el  22 DE Septiembre de 2016)

La Asociación Latinoamericana de Integración, ALADI, publicó recientemente estadísticas sobre el comercio intra regional en el primer trimestre de este año. Como este organismo no tiene fuentes propias de información estadística, se limita a recoger la información de comercio exterior que le proporcionan los países miembros – en este caso, Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, México, Uruguay, Paraguay, Perú y Ecuador - haciéndoles solamente algunas pequeñas modificaciones para efectos de homologaciones metodológicas. Venezuela, como es su costumbre, no proporciona estadísticas, sino después de año o más, pero afortunadamente todos los datos sobre compras y ventas internacionales se pueden obtener por la vía de los países con los cuales se comercia, los cuales no tienen problema en publicar las cifras sobre lo que le compran y venden a Venezuela.
En el primer trimestre de este año Venezuela ha exportado a los países Aladi ya mencionados un total de 271 millones de dólares. En el mismo período del año anterior, esas exportaciones sumaban 427 millones de dólares. Un bajón de 36 %. Con Brasil - que es el principal receptor regional de los bienes de exportación venezolanos - las ventas pasaron de 232 millones de dólares en el primer trimestre del 2015, a 151 millones en el primer trimestre del 2016. El otro país que le sigue en importancia es Colombia, hacia donde las exportaciones cayeron de 76 millones de dólares a 53 millones de dólares. Llama la atención que hacia Uruguay, Paraguay y Bolivia, no hubieron exportaciones de ningún tipo durante el período analizado.
En materia de importaciones venezolanas desde los países Aladi, estas cayeron desde 1.782 millones de dólares, a 1.015 millones de dólares.  Un bajón de 43 %. También aquí los dos países más importantes son Brasil - desde donde se importaron 272 millones de dólares -  y Colombia desde donde se realizaron compras por un valor total de 256 millones de dólares. En ambos casos, la caída, con respecto al mismo período del año 2015, fue de 57 % y 18 % respectivamente.  
Llama la atención que la balanza comercial con casi todos los países de la región es siempre desfavorable a Venezuela, es decir, siempre Venezuela termina comprando en cada país, más de lo que vende, por más que trate de limitar sus compras y de promocionar sus ventas. Llama la atención también de que la caída de las exportaciones es hacia países como Colombia o Ecuador, que no son países a los cuales se les venda petróleo. La caída, por lo tanto, no está relacionada con el precio internacional de ese bien, sino con la caída en las ventas de los productos no petroleros
De estos modestos antecedentes estadísticos se puede sacar la conclusión de que la integración latinoamericana, y en particular la integración con el Mercosur, no aparecen como prioridades de la política exterior venezolana. Por lo menos desde el punto de vista comercial, todo parece indicar que no se hace nada en materia de negociaciones internacionales, ni nada en términos de promoción activa y continuada de las exportaciones. A pesar del flamante ministerio de comercio Exterior, no parece que se avanza en materia de mayor vinculación comercial con los países de la región.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

EL COMERCIO CON CHINA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGICIOS el día 21 de Septiembre de 2016)
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La Asociación Venezolana de Exportadores, AVEX, publicó recientemente estadísticas sobre el comercio de Venezuela con China, que son interesantes de analizar.
En el año 2014, Venezuela exportó a China un monto de 11.320 millones de dólares. Eso coloca al país asiático en el segundo lugar de destino de los productos venezolanos, después de Estados Unidos. En el año 2015 las exportaciones disminuyeron en valor, pues el petróleo, que es el principal producto presente en esa canasta de exportaciones, bajó su precio en el mercado internacional. Las exportaciones totales a China, en ese año, llegaron solo a 6.888 millones de dólares. En todo caso, esas ventas aparecen como una interesante vinculación con uno de los actores fundamentales del comercio internacional contemporáneo.
Por el lado de las importaciones realizadas por Venezuela desde China ellas sumaron 5.657 millones dólares en el año 2014 y 5.314 millones de dólares en el año 2015. Es decir, tenemos una balanza comercial favorable con China. Le vendemos más de lo que le compramos. Todo eso luce como una situación favorable para Venezuela. Cualquier país quisiera venderle mucho a China y comprarle poco. Sin embargo, un análisis más minucioso de las cifras muestra una realidad que no es tan simpática como parece.
 En primer lugar, las ventas a China, tanto en el año 2014 como en el año 2015 están constituidas en un 96.8 % y en un 95.6 % %, respectivamente, por petróleo.  Eso no es necesariamente malo. Tener a China como cliente de Venezuela en materia petrolera es una buena cosa. Mucho mejor sería tener las ventas de petróleo desagregadas en una gran cantidad de compradores internacionales, pero tampoco se puede ser tan exigente. Si China necesita `petróleo y quiere comprarlo a Venezuela, hay que vendérselo. El problema está en que ese petróleo, al parecer, según la escasa información que se posee sobre el funcionamiento del Fondo Chino, ya está pagado. El petróleo que se le entrega actualmente a China se destina, al parecer, a pagar los créditos que China ha concedido en años anteriores, y que nadie en Venezuela sabe exactamente en que se gastaron. Es decir, se pagan deudas anteriores con petróleo presente, sin que eso deje dólares nuevos o frescos a las arcas de Pdvsa y/o del país.  No se trata, por lo tanto, de un proceso libre de compra y venta en el mercado internacional, sino de entrega obligada de mercancías para pagar deudas pendientes.
El resto de las exportaciones venezolanas a China, es decir, las no petroleras, son muy pocas, solo el 4 o 5 % del total exportado. Es decir, las excelentes relaciones comerciales y diplomáticas entre los dos países no han servido en absoluto como para que Venezuela coloque en ese mercado un volumen significativo de mercancías no tradicionales.  Ni se ha negociado nada al respecto, ni se ha intentado promover exportaciones en ese inmenso país, ni se ha usado el petróleo como punta de lanza para generar vínculos comerciales que incrementen las ventas en ese mercado.
Por el lado de las exportaciones que China realiza en dirección a Venezuela, hay algunas cosas que no son sorprendentes pero que ratifican lo que se vislumbra a partir de la escasa información que hay sobre ese comercio bilateral. Hay mucha venta de vehículos de todo tipo, desde automóviles hasta buses y camiones, los cuales han pasado a ser parte del paisaje urbano venezolano. No está totalmente clara ni la forma como esos vehículos se asignan en el mercado interno, ni como se pagan. Hay serias sospechas de que esos carros y buses han sido parte de las dadivas con que el gobierno ha intentado comprar adhesiones electorales, con fondos que terminan pagando todos los venezolanos. Hay también, en las ventas chinas a Venezuela, una gran cantidad de bienes del mundo de las tecnologías de la información y las telecomunicaciones, es decir, celulares y computadoras, ya sea que vienen listas para ser vendidas a los consumidores finales, o que vienen en forma de partes y piezas que son armadas en territorio venezolano. Con ellas pasa algo similar a lo que ya hemos comentado con relación a los carros.  Otro rubro que destaca en las ventas chinas Venezuela son los insumos y materiales para el sector construcción, pues ellos han salido beneficiados con muchas de las obras de la Misión Vivienda Venezuela, y eso implica que los chinos ponen la mano de obra, las puertas, el cemento, las cabillas, etc. El sector construcción se ha visualizado siempre como una actividad de tiene gran impacto sobre el resto de la economía, pues genera demandas de todo tipo que reactivan al resto de los sectores productivos. Pero eso no sucede cuando todos esos insumos y materias primas se traen desde el lejano oriente.
Dentro de las zonas oscuras de las negociaciones financieras y comerciales con China, está el destino - eventualmente obligado - de los fondos que esta gran nación aporta al Fondo Chino. Se supone que con esos fondos solo se pueden comprar bienes y servicios producidos en China, todo lo cual se paga posteriormente con petróleo. Así, los chinos ganan, primero, con la colocación de fondos financieros, que seguramente no son de gratis. En segundo lugar, ganan con la venta de bienes y servicios, y finalmente con la recepción de petróleo, para pagar las compras que les ha hecho Venezuela. Se trata indudablemente de un buen negocio ……… para los chinos.














jueves, 15 de septiembre de 2016

GRAN COSOTA


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en le edición digital de TAL CUAL el día 15 de Septiembre de 2016)

Los medios de comunicación de masas han tenido desde siempre una gran incidencia económica y política. No por casualidad Simón Bolívar se interesó en momentos difíciles para la república en la edición del Correo del Orinoco, como medio de difundir las ideas independientistas y dar a conocer las noticias que se generaban como consecuencia de la guerra. Con el advenimiento de la radio, en el siglo XX, la incidencia de ese medio superó con creces el alcance y la importancia de los medios impresos. La televisión, internet y las redes sociales constituyen hoy en día canales infinitamente poderosos para difundir ideas y para dar a conocer informaciones. Pero con todo, quizás nunca en la historia - por lo menos en la historia de Venezuela - un medio de comunicación había tenido tanta importancia como DolarToday. Una simple página web - una más de los millones de páginas web similares existentes en el mundo, y de los miles que generan información sobre Venezuela - se convirtió en el enemigo público número uno. Esa página web  - y el indicador sobre la relación de cambio entre el dólar y el bolívar en determinados mercados - se convirtió en el enemigo principal que había que derrotar por parte del Ejecutivo, del partido de gobierno y de todas las fuerzas civiles y militares que lo apoyan.
El enemigo en todo el último año no ha sido la inflación - que es la más alta del mundo - ni la caída del PIB, ni las colas, ni la ausencia de medicinas. Todos esos fenómenos no eran objetivos de la política económica. El gran objetivo a vencer era DólarToday.
Nunca antes una página web tuvo tanta importancia. Nunca antes un indicador económico fue tan relevante.
Y ahora cantan victoria. Ministros y funcionarios de alto y de bajo rango repiten alborozados que han derrotado a dólartoday. No han tenido – desde hace tiempo -  victorias electorales, ni diplomáticas, ni contra la inflación, ni contra la caída de la producción, ni contra nada relevante del quehacer de la `política económica. Pero han vencido a dólartoday.  ¿En que ha consistido esa victoria? En que el indicador sobre el tipo de cambio que ellos difunden no ha subido en forma acelerada en los últimos meses. El mero hecho de que no haya subido es celebrado en la propaganda oficial como una tremenda victoria.
Es cierto que ese indicador no ha subido en forma espectacular en los últimos meses. Eso se ha debido, en alta medida, a que se ha restringido la creación de liquidez monetaria por parte del Banco Central. La liquidez monetaria ha crecido, pero más lentamente que la inflación, lo cual genera una disminución de la liquidez que anteriormente se canalizaba hacia el mercado cambiario. Además, el incremento extraordinario de la tasa del dólar Simadi, o Dicom, ha disminuido la diferencia entre el dólar oficial y el dolarftoday, no porque este último haya disminuido en forma sustantiva- en realdad está casi detenido en sus niveles más altos - sino porque la brutal devaluación del dólar dicom ha causado esa disminución del diferencial. Es decir, no han eliminado ni han modificado a los malos, sino que los buenos se han hecho más parecidos a los malos. Tremenda victoria.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

PELEAR CON TODO EL MUNDO


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 14 de septiembre de 2016.)

Estados Unidos, Colombia y Brasil son los tres países que más pesan en el comercio exterior de Venezuela, siempre y cuando se haga abstracción de las ventas de oro a Suiza y de las ventas de petróleo a China. Una buena diplomacia mandataría, por lo tanto, que se fuera extraordinariamente cuidadoso en lo que se dice y en lo que se hace en el campo de las relaciones diplomáticas, económicas y comerciales con todos y cada uno de esos tres países, pues lo más altos intereses del presente y del futuro de Venezuela así lo exigen.
Sin embargo, esos tres países son un ejemplo de los líos que se busca gratuitamente Venezuela. Desde los tiempos tempranos de la presidencia de Hugo Chávez, éste se dedicó a pelear, en cada discurso que pronunciaba, contra Estados Unidos, viniera o no viniera al caso. Al poco andar, se buscó también pleitos con Colombia: apoyó a la guerrilla interna, movilizó tropas a la frontera, retiró embajadores, redujo el comercio, etc.  Ahora es el turno de Brasil. Los brasileños hicieron lo que estimaron conveniente hacer con la Presidenta Dilma Rousssef, cuestión con la cual uno puede o no estar de acuerdo. Lo puede lamentar o no. Pero lo hicieron dentro de su ordenamiento legal y constitucional.  No se puede frente a estos hechos retirar al embajador y congelar las relaciones con ese país. Ningún país latinoamericano - fuera de algunos pocos países del Alba, tampoco todos - ha actuado de esa forma. Los más cautos han lamentado las circunstancias personales que enfrenta la destituida presidenta, pero han seguido adelante con las relaciones diplomáticas y comerciales con el nuevo gobierno.
El mundo no es como quisiéramos que fuera. Hay países que funcionan en materia de institucionalidad política en una forma que no nos gusta para nada. Pero no rompemos relaciones diplomáticas con ellos. Hay países que no respetan para nada los derechos humanos ni las libertades civiles y políticas. Tampoco estamos rompiendo relaciones con ellos. Nos quedaríamos solos. Puros e incontaminados, pero solos y aislados.  Pero, además, nadie creería en nuestra solitaria batalla contra el mal, pues internamente las cosas funcionan, en nuestro propio país, de una forma que no es ejemplo para nadie, ni en derechos humanos ni en respeto a los derechos civiles y políticos.
¿Deberían todos los países que no están de acuerdo con la forma como el Presidente Maduro administra el país retirar sus embajadores? ¿Deberían congelar sus relaciones diplomáticas, económicas y comerciales con Venezuela, porque no están de acuerdo en cómo funcionan las cosas en este país? El que piense que sí, no entiende nada de cómo funciona ni la diplomacia ni el mundo de hoy. Si el gobierno venezolano pregonara seriamente eso como doctrina en el campo de las relaciones internacionales, correría el riesgo de quedarse extraordinariamente solo, pues las críticas a sus violaciones a la constitución y a los derechos humanos, civiles y políticos, han provenido de muchos países de Europa y de América. ¿Deberían todos ellos retirar sus embajadores de Caracas?
Tenemos que acostumbrarnos a vivir en un mundo plural, conformado por países que son muy diferentes, muchos de los cuales no nos gustan para nada. Pero debemos tener con todos ellos buenas relaciones diplomáticas, económicas y comerciales. Eso, no por el puro gusto de parecer bien educados, sino porque los intereses del país así lo mandatan. Cuando queramos dar peleas internacionales en pro de una causa que nos `parezca justa, no hay que actuar por la vía de romper con todos los que piensan de una forma diferente, sino que hay que actuar por la vía de la diplomacia internacional. Hay organismos internacionales donde se procesan las diferencias e incluso donde se juzga a los trasgresores de esos principios, sobre todo en materia de derechos humanos, que han pasado a ser parte constitutiva del derecho internacional. Además, está toda la diplomacia bilateral, para salvaguardar, en condiciones políticas cambiantes, aquellas cuestiones ya establecidas que se desean conservar como piedras consolidadas de las relaciones bilaterales, aun cuando cambien las personas e incluso las instituciones. 
Venezuela exportó hacia Brasil, en el año 2014, un total de 1.255 millones de dólares. En el año 2015 esas exportaciones bajaron a 746 millones de dólares, según datos reportados por la Aladi.  Es dable suponer que ese bajón tan pronunciado tiene que ver con la caída de los precios del petróleo, que pesa bastante en la canasta de exportaciones venezolanas hacia Brasil. Pero, aun así, se trata de un volumen sustantivo de ventas externas. ¿Sostener y/o incrementar esas exportaciones no es parte constitutiva de los intereses permanentes de Venezuela en sus relaciones con Brasil? ¿No ayuda eso a los intereses actuales y de largo plazo de Venezuela? ¿No se crean con ello producción, empleo, ingresos, impuestos y salarios en territorio nacional? No puede ser que todo eso tenga menos importancia que dar su apoyo a los camaradas y amigos del Partido de los Trabajadores. La diplomacia no puede girar en torno a las simpatías y las relaciones personales – y menos aún la diplomacia y las relaciones con los países vecinos - sino que tiene que girar en torno a los intereses de más largo plazo del país.   

viernes, 9 de septiembre de 2016

ALLENDE EN SU CONTEXTO HISTÓRICO


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 9 de Septiembre de 2016)


El 11 de septiembre se conmemora la muerte de Salvador Allende, ocurrida en el Palacio de Gobierno de Chile en la mañana de ese día, en 1973. A pesar de los años que distan de esos hechos, su vida, el proyecto político que impulsó y su resistencia al golpe militar, al precio de su propia vida, siguen siendo objeto de respeto y admiración por millones de personas a lo largo del planeta. 
¿Qué tenía de peculiar el proyecto político de Salvador Allende? ¿Por qué se le recuerda con cariño y admiración dentro y fuera de su patria?
Intentando dar respuesta a estos interrogantes es necesario partir por recordar que en la década del 60 y del 70 el mundo estaba preso en el paradigma de la Guerra Fría, en que la URSS y Estados Unidos se disputaban el poder mundial y todo hecho político en cualquier parte del planeta se medía en función de los intereses de estos dos bloques políticos, ideológicos y militares. El bloque liderizado por la Unión Soviética no manifestaba confianza en las instituciones democráticas, electorales, legales y/o parlamentarias, sino que seguía en alta medida atado al esquema insurreccional que fue exitoso en la Rusia zarista. A lo más, se valoraba la conveniencia de utilizar en determinados momentos los mecanismos parlamentarios y electorales, pero meramente como una vía para alcanzar un sistema político en que esos mecanismos no tendrían mayor significación institucional.
Allende no compartía en absoluto esa visión meramente instrumental de la democracia. Para él la democracia, las libertades políticas, el pluralismo, la división de poderes, el funcionamiento de un parlamento plural, la realización de elecciones periódicas, libres, plurales e informadas, la plena vigencia de los derechos civiles y político y en general todo el cuerpo de libertades que se habían venido conquistando a través de un largo batallar histórico en el propio Chile y en  otros países - sobre todo de Europa y de América -  constituían conquistas  de la Humanidad contemporánea, que era necesario defender, mantener y profundizar, pero jamás atacar o aniquilar.
La vía chilena encabezada por Allende, entendida, por lo tanto, como un intento de compatibilizar la justicia social con la democracia política, no fue adecuadamente comprendida ni apoyado por las fuerzas dominantes de la esfera internacional.
Fue, sin embargo, comprendida, dentro de Chile, en toda su grandeza y su amplitud por un amplio abanico de fuerzas sociales, políticas e ideológicas, que abarcaban desde los viejos partidos marxistas, hasta los más recientes partidos cristianos de postura post conciliar, pasando por los partidos de tradición laica y racionalista. Esas fuerzas componían la coalición que llevó a Allende a la Presidencia de la República.
Allende contó en todo momento con un Parlamento Nacional tenazmente opositor, y con una prensa mentirosa y golpista, pero no hubo un solo preso político, ni un periódico ni una radio clausurada. Todas las libertades civiles y políticas se mantuvieron en pleno vigencia. Es probable que se cometieran errores políticos y técnicos, pero fue un gobierno honesto y consecuente, y que jamás cayó en la tentación totalitaria.
Enfrentado al bombardeo por aire y por tierra del Palacio de Los Gobernantes de Chile, prefirió morir antes que claudicar ante la violencia. El honor es también una cualidad política que enaltece su figura a través de los años y de las distancias.






miércoles, 7 de septiembre de 2016

LEGADOS IMPERECEDEROS DE SALVADOR ALLENDE


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 7 de septiembre de 2016)


Salvador Allende ha sido y seguirá siendo recordado y respetado, tanto dentro como fuera de Chile, como un gobernante que intentó llevar adelante un proyecto político que para muchos parecía imposible en la década del 70: avanzar en forma sustantiva en materia de desarrollo nacional y de justicia social, manteniendo los valores y las instituciones propias de la democracia.
En medio de la Guerra Fría, tanto Estados Unidos como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, propiciaban – para los países del tercer mundo - formulas políticas que eran poco respetuosas de las instituciones democráticas y de los derechos humanos, civiles y políticos. Cada uno de estos dos polos de la confrontación mundial estaba dispuesto a sacrificar todas y cada una de estas “formalidades” en aras de permitir lo que para cada uno era la esencia de su proyecto político. En ese contexto Allende irrumpe en la escena latinoamericana y mundial propiciando un proyecto que implicaba transformaciones profundas en la estructura social y económica del país – la reforma agraria, la nacionalización del cobre, la expropiación de los grandes monopolios industriales – pero respetando escrupulosamente la institucionalidad política y todos y cada uno de los derechos civiles, políticos y humanos. Los primeros eran una necesidad nacional y social. Los segundos eran una conquista de Chile y de la humanidad contemporánea, que deberían mantenerse, respetarse y profundizarse, pero jamás avasallarse. 
De allí que el proceso que encabezara Salvador Allende enfrentó la embestida brutal de Estados Unidos - cuyos intereses económicos se veían amenazados por las medidas que Allende levantaba en su programa de gobierno -  y la indiferencia o el apoyo más bien tibio y simbólico de la URSS - que todavía apegada a los paradigmas insurreccionales - veía con malos ojos ese respeto de Allende por la institucionalidad democrática.
La justicia social no es sino la traducción al plano económico de las viejas banderas de libertad, igualdad y fraternidad que fueron levantadas por la revolución francesa y por las revoluciones democráticas del siglo XIX. Banderas inconclusas. Banderas que se arriaron por parte de los pueblos europeos en la mitad de la contienda. Banderas que siguen vigentes. Banderas que buscan desde hace siglos no quedarse meramente en los derechos políticos, escritos en las constituciones y en las leyes, sino que plasmarse también en realidades que definan la vida cotidiana de cada hombre y de cada mujer de nuestra América. 
La democracia política, el respeto a los derechos humanos, los derechos civiles y la institucionalidad democrática, a su vez, reflejan el resultado de un largo camino de la humanidad, en que esos valores se han ido consolidando y materializando. A nadie le está permitido retroceder en ellos, sino que todo deben seguir avanzando con ellos y por ellos.
Ese binomio conceptual – transformaciones económicas y sociales, junto con el respeto y la profundización de la democracia política - siguen siendo una formula política vigente e inconclusa, que se recoge con cálida esperanza en latitudes muy diferentes del planeta. De allí la vigencia y el respeto que sigue reclamando la figura y el proyecto de Salvador Allende.
Más de una vez se ha levantado, en todas las latitudes del planeta, la bandera que propicia transformaciones encaminadas a lograr una cuota mayor de justicia social, pero a cambio de sacrificar, o de echar por la borda, todas las libertades políticas conquistadas en la historia precedente. En otras palabras, hacer que la generación presente haga abstracción de la libertad, para conquistar, por esa vía, para las generaciones venideras, un mundo mejor. Esa es una fórmula tendiente a perpetuar dictaduras y a postergar indefinidamente la llegada de la libertad, a menos que el pueblo protagonice nuevas jornadas libertarias.
Nada de eso formaba parte del ideario político de Salvador Allende. Para quien había ejercido durante más de treinta años como diputado y como senador en el parlamento chileno, esa institucionalidad democrática no era en absoluto un mero instrumento para llevar adelante un proyecto político en que esa institucionalidad estuviera ausente o reducida a un mero papel formal o decorativa. Muy por el contrario, ella era parte de las conquistas democráticas del propio pueblo chileno, y también una conquista democrática de la humanidad, plasmada a lo largo de muchos siglos, que su lógica de socialista le mandaba respetar y profundizar. Ese ideario, y la consecuencia entre su pensar y su actuar, es sin duda parte relevante de la fuerza moral que el mundo le reconoce a Salvador Allende.
Y si todo lo anterior fuera poco, la forma como Allende murió - defendiendo con su vida la arremetida de los militares golpistas, y prefiriendo la muerte antes que entregar la responsabilidad que el pueblo le había encomendado -  defendiendo, en definitiva, la legalidad que había jurado defender, le elevan moralmente a una altura poco usual en el universo de otros presidentes de América, y de otras latitudes, que a lo hora de defender sus ideales y sus responsabilidades, o salvar a cualquier precio su propia  vida, prefieren lo segundo sin vacilar un segundo. El honor sigue, afortunadamente, siendo un valor que el mundo reconoce y respeta.

jueves, 1 de septiembre de 2016

COINCIDO CON EL PRESIDENTE MADURO


(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 1 de Septiembre de 2016)


El Presidente de la República Nicolás Maduro hizo recientemente unas declaraciones que fueron poco reseñadas en la prensa nacional, pero que creo que son de la mayor importancia y merecen, por lo tanto, ser analizadas con el debido detenimiento. Dijo el Presidente que “las empresas socialistas tienen que generar riqueza.”.
Lo primero que cabe subrayar es que declaraciones de este tipo pueden ser entendidas como un reconocimiento claro – echas al más alto nivel ejecutivo del país – en el sentido de que las empresas que pueden recibir el calificativo de socialistas no están hoy en día generando la riqueza que de ellas se espera.
Pero la gran duda que es necesario dilucidar antes de profundizar en el tema es ¿qué se entiende por empresas socialistas? Si por empresas socialistas se entienden las empresas cuya propiedad es del Estado, entonces son empresas socialistas Sidor, Venalum, la CANTV, Supermercados Bicentenario, Edelca, Lácteos Los Andes, Pdvsa y unos cuantos cientos de otras empresas manufactureras, agrícolas o de servicios que a lo largo de los últimos 40 años han sido creadas o expropiadas por parte del estado venezolano.
Si eso fuera así, entonces se daría la extraña situación de que existían empresas socialistas en medio de sociedades, economías y gobiernos que nada tenían que ver con el socialismo, pues muchas de esas empresas estaban en manos del estado desde mucho antes de que llegara Chávez. ¿Eran empresas socialistas todas ellas en la década del 70 o del 80, por el mero hecho de ser empresas estatales? ¿O el calificativo de socialista debe acreditarse por medio de algunas otras cualidades más allá del mero problema de su propiedad? Si en las empresas estatales, para pasar a ser socialistas, deben cambian los comportamientos de los agentes económicos que allí laboran, entonces habría que definir muy bien cuáles son esos comportamientos. 
¿Debe la empresa estatal - para pasar a ser socialista - dejar de perseguir ganancias contantes y sonantes? ¿Es esa una costumbre perversa solo de las empresas capitalistas? Si así fuera entonces el Presidente de la República no podría exigirles que fueran rentables. O son socialistas o son rentables, pero no las dos cosas al mismo tiempo.
Si el comportamiento de los trabajadores es el que debe modificarse – para que la empresa pase a ser socialista – y ya no deben exigir muchos aumentos de salarios y deben -como buenos hombres nuevos - laborar por el amor al trabajo y a la humanidad, entonces hay muy pocas empresas en que los trabajadores hayan dado ese paso. Tendríamos, por lo tanto, muy pocas empresas socialistas, aun cuando existan muchas empresas estatales.
En la terminología y en la conceptualización marxista, las empresas socialistas implicaban un salto adelante en términos de producción y productividad con respecto a las empresas capitalistas, pues al expropiar a los expropiadores se produciría un cambio en las relaciones sociales de producción que generaría un salto adelante en lo que respecta al desarrollo de las fuerzas productivas. ¿Dónde se ha producido ese cambio en las relaciones sociales de producción intra empresa? ¿Qué empresas estatales han desarrollado las fuerzas productivas a un nivel superior a las empresas capitalistas?
Si las empresas “socialistas” no generan riqueza para sus propietarios, es decir para el estado - y por la vía del estado, para todos los venezolanos - entonces es posible que generen riqueza para quienes dirigen y para quienes laboran en dichas empresas, pero eso ya no se llamaría socialismo. Esa riqueza que no ha sido generada por la propia empresa tiene que haber sido generada por alguien en el seno de la economía y de la sociedad. Es decir, esos trabajadores socialistas se estarían apropiando de una riqueza generado por otros. Coincido, por lo tanto, con el Presidente de la República en que esto no debería suceder.