(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA
Y NEGICIOS el día 21 de Septiembre de 2016)
.
La Asociación Venezolana de Exportadores, AVEX, publicó
recientemente estadísticas sobre el comercio de Venezuela con China, que son
interesantes de analizar.
En el año 2014, Venezuela exportó a China un monto de 11.320
millones de dólares. Eso coloca al país asiático en el segundo lugar de destino
de los productos venezolanos, después de Estados Unidos. En el año 2015 las
exportaciones disminuyeron en valor, pues el petróleo, que es el principal
producto presente en esa canasta de exportaciones, bajó su precio en el mercado
internacional. Las exportaciones totales a China, en ese año, llegaron solo a
6.888 millones de dólares. En todo caso, esas ventas aparecen como una
interesante vinculación con uno de los actores fundamentales del comercio
internacional contemporáneo.
Por el lado de las importaciones realizadas por Venezuela
desde China ellas sumaron 5.657 millones dólares en el año 2014 y 5.314
millones de dólares en el año 2015. Es decir, tenemos una balanza comercial
favorable con China. Le vendemos más de lo que le compramos. Todo eso luce como
una situación favorable para Venezuela. Cualquier país quisiera venderle mucho
a China y comprarle poco. Sin embargo, un análisis más minucioso de las cifras
muestra una realidad que no es tan simpática como parece.
En primer lugar, las
ventas a China, tanto en el año 2014 como en el año 2015 están constituidas en
un 96.8 % y en un 95.6 % %, respectivamente, por petróleo. Eso no es necesariamente malo. Tener a China
como cliente de Venezuela en materia petrolera es una buena cosa. Mucho mejor
sería tener las ventas de petróleo desagregadas en una gran cantidad de
compradores internacionales, pero tampoco se puede ser tan exigente. Si China
necesita `petróleo y quiere comprarlo a Venezuela, hay que vendérselo. El
problema está en que ese petróleo, al parecer, según la escasa información que
se posee sobre el funcionamiento del Fondo Chino, ya está pagado. El petróleo que
se le entrega actualmente a China se destina, al parecer, a pagar los créditos
que China ha concedido en años anteriores, y que nadie en Venezuela sabe
exactamente en que se gastaron. Es decir, se pagan deudas anteriores con
petróleo presente, sin que eso deje dólares nuevos o frescos a las arcas de
Pdvsa y/o del país. No se trata, por lo
tanto, de un proceso libre de compra y venta en el mercado internacional, sino
de entrega obligada de mercancías para pagar deudas pendientes.
El resto de las exportaciones venezolanas a China, es decir,
las no petroleras, son muy pocas, solo el 4 o 5 % del total exportado. Es
decir, las excelentes relaciones comerciales y diplomáticas entre los dos
países no han servido en absoluto como para que Venezuela coloque en ese
mercado un volumen significativo de mercancías no tradicionales. Ni se ha negociado nada al respecto, ni se ha
intentado promover exportaciones en ese inmenso país, ni se ha usado el
petróleo como punta de lanza para generar vínculos comerciales que incrementen
las ventas en ese mercado.
Por el lado de las exportaciones que China realiza en
dirección a Venezuela, hay algunas cosas que no son sorprendentes pero que
ratifican lo que se vislumbra a partir de la escasa información que hay sobre
ese comercio bilateral. Hay mucha venta de vehículos de todo tipo, desde
automóviles hasta buses y camiones, los cuales han pasado a ser parte del
paisaje urbano venezolano. No está totalmente clara ni la forma como esos
vehículos se asignan en el mercado interno, ni como se pagan. Hay serias
sospechas de que esos carros y buses han sido parte de las dadivas con que el
gobierno ha intentado comprar adhesiones electorales, con fondos que terminan
pagando todos los venezolanos. Hay también, en las ventas chinas a Venezuela,
una gran cantidad de bienes del mundo de las tecnologías de la información y
las telecomunicaciones, es decir, celulares y computadoras, ya sea que vienen
listas para ser vendidas a los consumidores finales, o que vienen en forma de
partes y piezas que son armadas en territorio venezolano. Con ellas pasa algo
similar a lo que ya hemos comentado con relación a los carros. Otro rubro que destaca en las ventas chinas
Venezuela son los insumos y materiales para el sector construcción, pues ellos
han salido beneficiados con muchas de las obras de la Misión Vivienda
Venezuela, y eso implica que los chinos ponen la mano de obra, las puertas, el
cemento, las cabillas, etc. El sector construcción se ha visualizado siempre
como una actividad de tiene gran impacto sobre el resto de la economía, pues
genera demandas de todo tipo que reactivan al resto de los sectores
productivos. Pero eso no sucede cuando todos esos insumos y materias primas se
traen desde el lejano oriente.
Dentro de las zonas oscuras de las negociaciones financieras
y comerciales con China, está el destino - eventualmente obligado - de los
fondos que esta gran nación aporta al Fondo Chino. Se supone que con esos
fondos solo se pueden comprar bienes y servicios producidos en China, todo lo
cual se paga posteriormente con petróleo. Así, los chinos ganan, primero, con
la colocación de fondos financieros, que seguramente no son de gratis. En
segundo lugar, ganan con la venta de bienes y servicios, y finalmente con la
recepción de petróleo, para pagar las compras que les ha hecho Venezuela. Se
trata indudablemente de un buen negocio ……… para los chinos.
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