(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 17 de Agosto
de 2016)
Un alto
funcionario de gobierno - tratando de
trazar las líneas centrales del quehacer gubernamental para el futuro cercano -
hizo recientes declaraciones diciendo que “….tenemos que controlar todas las
cadenas de producción”. Si estas declaraciones las hiciera algún militante chavista
de poco rango y de poca inteligencia, nadie las tomaría muy en serio. Pero
estas declaraciones que mencionamos fueron realizadas por autoridades de la más
alta jerarquía gubernamental. Merecen ser analizadas.
Lo primero
que es necesario analizar es qué se quiere decir cuando se utiliza el verbo
controlar. Desgraciadamente hay muchos para quienes el verbo controlar es
sinónimo del verbo expropiar. Cuando los funcionarios gubernamentales se
sienten impotentes para generar en la economía un sistema de normas y de
incentivos que conduzca a que el accionar de los agentes económico sea cónsono
con los intereses generales del país, entonces caen rápidamente en la actitud
expropiatoria. Se asume con esa actitud que los factores productivos, ahora en
manos de los funcionarios estatales, se utilizarán´ en forma más racional y
eficiente. La realidad muestra que hay determinadas circunstancias en que
efectivamente el interés nacional se defiende mejor por la vía de funcionarios
y tecnócratas públicos que por la vía de empresarios privados. Eso sucede, por
ejemplo, en aquellas actividades que generan un alto volumen de renta, como el
petróleo, en que es bueno que esa renta sea apropiada en la mayor proporción
posible por el estado y sus instituciones. Pero hay una cantidad también
importante de casos en que la expropiación de unidades productivas que generan
ganancias normales y/o modestas, conduce a un desastre administrativo y
productivo, pues desaparecen las condiciones que hacían posible esa ganancia.
Por ello, la ciencia económica moderna está altamente preocupada por la
generación de políticas públicas, es decir, el establecimiento de leyes,
normas, instituciones, estímulos, incentivos y también, desde luego, acciones
del sector público, que lleven a los agentes económicos privados a canalizar su
actividad por determinadas sendas que generen eficiencia, inversión,
innovación, rentabilidad, impuestos, empleos, exportaciones, y otras coas por
el estilo, que son indudablemente positivas. Esas son las formas modernas de
controlar.
El segundo
problema que debe analizarse en las declaraciones de nuestro alto dirigente
gubernamental es qué se entiende por cadenas de producción. En el mundo
contemporáneo ninguna empresa se libra de comprar insumos y materias primas en los
mercados, e incluso deben adquirir también periódicamente las maquinarias y
equipos con que funciona. Las empresas que les venden esos insumos, materias
primas, maquinarias y equipos, deben a su vez, para producir todo aquello,
comprar en el mercado una cierta cantidad de materias primas e insumos. Es
decir, siempre es posible descubrir que toda empresa, por aislada, pequeña o
artesanal que parezca, en el fondo siempre es parte de una cadena de empresas
que producen las unas para las otras. El productor autosuficiente, aislado,
independiente, que produce para sí mismo y para su familia, con insumos que el
mismo produce, es un personaje del pasado y/o de la fantasía.
Por lo
tanto, cuando se dice que hay que controlar todas las cadenas de producción,
eso se puede entender como un llamado a que hay que expropiar prácticamente
todas las unidades de producción existentes en el sistema económico. Eso
significaría un problema administrativo, tecnológico, financiero, logístico y,
desde luego, político, de dimensiones astronómicas. Hay pocos ejemplos en el
planeta tierra de gobiernos que hayan intentado un proyecto de esa envergadura,
y no hay antecedente de algún caso en que eso haya resultado exitoso.
Hay que
hacer votos, por lo tanto, porque nuestro alto dirigente político en realidad
no tenga un cabal conocimiento de la barbaridad que está diciendo. En aras de
ayudarlo con algunas breves y modestas ideas, le aportamos aquí un par de
reflexiones que fluyen de las líneas y párrafos anteriores. La primera de ellas,
es que controlar no significa entrar a las patadas, ni expropiar, ni pegar
cuatro gritos, ni poner militares en la puerta, ni hacer visitas de inspección
siete veces por semana. La economía moderna no cree para nada en el liberalismo
absoluto, en que cada agente económico debería hacer lo que se le plazca, y eso
conduciría al mejor de los mundos posibles. Tampoco cree en la planificación
imperativa y centralizada, basada en la propiedad estatal de todos los medios
de producción. La cosa va por el camino de las políticas públicas, de las
leyes, de los incentivos, de las normas, de las sanciones, de las
instituciones, nada de lo cual entra en el campo de las soluciones fáciles.
Lo segundo
que hay que tener en cuenta es que no hay que controlar todas las cadenas de
producción sino solo las estratégicas. Las empresas estratégicas son aquellas
que permiten alcanzar o llevar adelante una determinada estrategia previamente
definida. Cuando no se tiene estrategia alguna, no hay empresa ni cadena de
producción que sea estratégica. Y esas empresas y/o cadenas de producción que
sean estratégicas se pueden controlar por vías regulatorias y/o por vías
expropiatorias. No solo por esas ultimas vías, como piensan los más radicales.
Y a las unidades de producción que no son estratégicas, y que costaría un mundo
intervenirlas o expropiarlas, es mejor dejarlas trabajar tranquilas.
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