(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS
el día 15 de Febrero de 2013.)
Brasil es un país que realizó importaciones, en el año 2011 – el
último sobre el cual existen estadísticas completas - por la colosal
cantidad de 236 mil millones de dólares. Argentina, a su vez, realizó
en el mismo año mencionado, compras externas por un monto de 74 mil
millones de dólares. Entre los dos países “grandes” del Mercosur las
compras en el mercado internacional suman casi 310 mil millones de
dólares. Esa es una cantidad enorme en el contexto de las cifras
económicas que se manejan en Venezuela y en toda la región.
Desgraciadamente, de esa cantidad, una proporción muy modesta está
constituida por exportaciones venezolanas.
Según las cifras publicadas por Aladi – recogiendo a su vez
información proveniente de los organismos oficiales de Argentina -
las importaciones desde Venezuela suman escasamente 23,6 millones de
dólares. Es decir, el 0.03 % de las importaciones argentinas.
Con Brasil las cifras correspondientes son las siguientes: las
importaciones procedentes de Venezuela suman 1.361 millones de
dólares, incluyendo petróleo. Es decir, el 0.5 % de las compras que
Brasil realiza en el mercado internacional provienen de Venezuela.
Tomados en su conjunto, ambos países realizan compras en el exterior
por 310 mil millones de dólares, de los cuales el 0.4 % proviene de
Venezuela.
Esas cifras muestran con claridad meridiana el fracaso absoluto de
Venezuela en materia de promoción de exportaciones. Es inconcebible
que a los dos mayores mercados de la región – uno de los cuales
incluso es fronterizo con Venezuela - se exporte menos de la mitad de
un 1 % de las mercancías que esos países compran en el exterior. No
tiene presentación alguna que seamos a nivel mundial el proveedor
número 34 de Brasil, superados con toda tranquilidad por México,
Chile, Colombia, Perú, o Bolivia, en nuestro propio continente, o por
países como Tailandia, Indonesia o Australia, en lugares más lejanos
del globo. O que no figuremos entre los primeros 50 proveedores
internacionales de Argentina. Para darnos cuenta de lo poco que
significa nuestro rol como proveedores internacionales de mercancías
podríamos pensar que si Venezuela desapareciese totalmente del mapa –
por culpa de un terremoto o de tsunami, por ejemplo – las
importaciones de Brasil - y lo mismo de Argentina -se resentirían en
menos de un 0.5 % . Casi ni se darían cuenta. En menos de una semana
el resto del mundo habría ya cerrado ese modesto vacio.
Esa situación que describimos no es culpa de la naturaleza, ni de la
geografía, ni de la perfidia del imperialismo. Es culpa única y
exclusivamente de las políticas económicas llevadas adelante en
Venezuela, y muy en particular de la política cambiaria. Esa situación
no cambiará en forma sustantiva con nuestra entrada al Mercosur. La
normativa Mercosur, en lo sustantivo, se concentra en la cuestión
arancelaria. Es obvio que si los países del Mercosur eliminan los
aranceles a las mercancías provenientes de Venezuela, estas ganarían
competitividad. Esa eliminación de aranceles puede ser tan grande como
sea hoy en día el nivel promedio de los aranceles que nuestras
mercancías pagan en los países del Mercosur. Y ese nivel no es muy
alto. No debe exceder hoy en día un nivel promedio de 10 %. Sin
embargo, si como ejercicio intelectual supusiéramos un nuevo valor
del dólar que lo lleve a 6.0 bolívares, eso significaría una
devaluación de casi 40 %, lo cual implicaría una ganancia de
competitividad muy superior a la que se ganaría por la vía de la
rebaja arancelaria del Mercosur. En otras palabras, en las actuales
condiciones de Venezuela, la definición de una nueva tasa de cambio
real de equilibrio es una condición más importante y más significativa
para promover las exportaciones, que la discusión meramente
arancelaria.
La política de promoción de exportaciones no se reduce a la política
cambiaria, pero ésta es un elemento primordial de aquella. Además, hay
que agregar una institucionalidad estatal que sea activa en todo
cuanto dice relación con apoyo a los exportadores, realización de
estudios e inteligencia de mercados, asistencia a ferias
internacionales, programación y realización de giras de delegaciones
comerciales, agrupación y apoyo crediticio y tecnológico a los
exportadores, conformación de una red de oficinas comerciales en las
embajadas, etc., etc. Sin una presencia sostenida de la mayoría de
esos elementos, la participación en el Mercosur, por si sola, no
revertirá nuestra precaria presencia comercial en los países que
conforman ese grupo integracionista.
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