(Articulo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 15 de Abril
de 2015)
La prestigiosa
Universidad Wharton, de Estados Unidos, publicó recientemente un interesante
artículo en el cual analiza los montos y la peculiaridades de los prestamos que
China viene canalizando hacia los países de América Latina.
Resalta, en
primer lugar, en dicho trabajo, que China prestó en el año 2014, a los países
de la región, un monto total de 22.100
millones de dólares, lo cual es un monto que supera - aun cuando levemente, a
lo prestado por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. De ese total de fondos prestados, 8.600 millones de dólares fueron a Brasil, 7.000 millones de dólares a Argentina,
5.700 millones de dólares a Venezuela y 820 millones de dólares a Ecuador. En
el año inmediatamente anterior, es decir, en el 2013, los créditos procedentes
de China habían alcanzado la suma de
12.900 millones de dólares, de los cuales 10.100 millones de dólares se habían canalizado
hacia Venezuela. Es evidente, entonces,
que China ha diversificado a sus clientes latinoamericanos y ha aumentado en
forma sustantiva los montos involucrados en estas operaciones de crédito.
Los
préstamos otorgados por China, hasta este momento, son fundamentalmente
operaciones crediticias pactadas de gobierno a gobierno. Esto es muy importante,
pues rompe las características más
resaltantes del sistema financiero internacional contemporáneo. Hoy en día,
cuando un país está en apuros financieros tiene dos vías convencionales para
solucionar sus problemas: una posibilidad es emitir bonos, que son comprados
por una cantidad desconocida de anónimos inversores internacionales. La otra
modalidad de financiamiento es acudir a los organismos financieros multilaterales, tales como el Banco Mundial,
el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo o la
CAF. Todos estos últimos organismos
tienen algún grado de condicionalidad que debe ser cumplida por el gobierno solicitante.
Además, estos créditos son los primeros que se pagan, una vez cumplidos los plazos
correspondientes, por sobre los créditos comerciales o los créditos conseguidos
por la vía de la emisión de bonos. Gozan esos bancos de ese privilegio de ser
los prestamistas más favorecidos en caso de dificultades de pago. Pero ya es
muy raro el flujo de créditos de gobierno a gobierno. Con China, sin embargo,
esa modalidad ha recuperado viejos espacios perdidos.
El hecho de
que los créditos chinos sean el resultado de negociaciones de gobierno a gobierno
los hace menos transparentes en cuanto a su condicionalidad o a sus formas de
pago. Cabe recordar, en ese terreno, las dudas que la sociedad venezolana tiene
sobre los términos en que se han pactado los créditos recibidos de parte de China. Todo parece indicar, en
todo caso, que la condicionalidad china es menor que la que imponen los
organismos crediticios internacionales, por lo menos en lo que se refiere a las
tasas de interés. Se supone incluso que
también son menores los condicionamientos
de carácter medioambiental que están tan de moda en el mundo contemporáneo. Suelen,
en todo caso, haber condicionamientos en términos de realizar, con esos
créditos, compras en China y/o contratar obras y proyectos con empresas chinas,
lo cual también es una práctica presente en los créditos que otorgan los organismos
crediticios bajo control de Estados Unidos.
China es el
primer protagonista del comercio internacional contemporáneo, y actúa en ese campo
presentando una balanza comercial superavitaria, es decir, vende más de lo que
compra, lo cual le ha permitido acumular un volumen sideral de reservas internacionales. Tiene caja, por lo tanto,
como para otorgar créditos y como para financiar inversiones en otros países.
Obviamente su accionar crediticio o inversor
se lleva adelante con criterio de negocios, es decir, asegurándose de que los
capitales involucrados se recuperen y dejen una saludable ganancia. Sus
préstamos de gobierno a gobierno se verán reforzados dentro de poco con la
creación del Banco Asiático de Infraestructura y con el Banco del BRICS, que se
convertirán en organismos financieros internacionales, con dominio accionario
chino, que servirán de canal adicional para reciclar en el sistema comercial y
financiero internacional los dólares que China recibe como consecuencia de su
incesante expansión comercial internacional.
Todo esto no puede sino verse como favorable para los países en
desarrollo, no por tratarse de los chinos, sino por ampliar las opciones de
créditos y de inversiones presentes en el mundo contemporáneo y por crear algún
grado mayor de pluralidad y de competencia en mercados tradicionalmente muy
monopolizados por los países desarrollados.
sergio-arancibia.blogspot.
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