(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital
de TAL CUAL el día 9 de Abril de 2015.)
Dado que es
cada vez ms usual la creación y mantenimiento de universidades de dudosa calidad
- públicas o privadas – se ha creado y difundido el concepto de educación de
buena calidad, como la meta que debe ser tenida en cuenta por los gobiernos - y
por las sociedades en su conjunto - en materia de educación. Esto es válido
para la educación primaria, secundaria y universitaria, pero vamos a referirnos
en este artículo particularmente a esta última.
Una
universidad es buena, fundamentalmente, cuando son buenos sus profesores,
cuando son buenos sus estudiantes y cuando son buenos los programas o los
proyectos que ambos llevan adelante durante
los años de enseñanza y aprendizaje. También influye la calidad de la estructura
administrativa, la infraestructura de bibliotecas, salas de computación, instalaciones deportivas, áreas sociales, etc.
Pero lo fundamental, a nuestro juicio, es que se seleccione y se potencie la
calidad de los profesores y de los
estudiantes y que los programas de estudio sean apropiados para la
transmisión y creación de conocimientos que se pretende debe llevarse adelante
en una universidad
En lo que
respecta a los alumnos, si estos tienen serias deficiencias en su formación estudiantil
previa, es decir, si tienen mala base, la universidad tendrá que avanzar más
lento en sus procesos de enseñanza y
aprendizaje, so pena de que el alumno no
entienda los contenidos de las diferentes
materias, o que salgan masiva y reiteradamente reprobados. También el problema
se puede solucionar por la vía de recortar los contenidos o hacer cada vez más
fáciles los mecanismos de evaluación, opciones todas estas que terminan por
mermar la calidad profesional de los futuros egresados. Que los alumnos tengan una buena base se
suele resumir en tres ingredientes fundamentales: buena comprensión lectora,
buena capacidad de redactar y buen manejo de la lógica matemática. Lo demás lo
puede adquirir en el seno de la propia universidad, pero los déficit en estas
áreas generan graves limitaciones en la capacidad del alumno para desempeñarse
en cualquier disciplina universitaria.
En lo que
respecta a los profesores, la buena calidad de estos dice relación con su formación académica previa y con su actualización
permanente. En lo que se refiere a la formación académica, es imprescindible
hoy en día tener el status académico de maestría y/o de doctor para ejercer la
docencia universitaria. Si el grueso de los profesores de una universidad no
tiene el nivel propio de esos grados académicos, el nivel académico del conjunto
de la universidad será pobre, en relación a las universidades en que un alto
porcentaje de sus docentes son master o doctores. En lo que se refiere a la actualización
o perfeccionamiento permanente – para evitar que estén durante décadas dando
clases con los mismos apuntes ya envejecidos – es necesario que los profesores realicen
investigación. Es decir, que parte de su jornada laboral esté dedicada a la investigación, con el mismo o superior status
que las horas dedicadas a la docencia en aula. Pero para que el docente pueda
realizar investigación se necesita que sea profesor a jornada exclusiva o por
lo menos a jornada completa en el seno de la universidad. Y para que sea profesor
con ese tipo de relación laboral con la universidad se necesita que la universidad
tenga el presupuesto como para retenerlo en la misma. Bajos presupuestos
universitarios conducen inevitablemente a contar solo con profesores a contrata
para el dictado de un curso determinado, con remuneración de acuerdo al número
de horas que esa actividad necesita. Pero se trata, por lo general, en estos
casos, de personal que no está inserto en la actividad investigativa, y cuya
actualización académica y científica queda librada a los ratos libres que le
permite su actividad profesional extra universitaria.
Situaciones
de esta última naturaleza se pueden producir tanto porque las universidades en
cuestión son empresas privadas que buscan rentabilidad y, por lo tanto, los mínimos costos, y/o porque
se trata de universidades públicas que carecen de los presupuestos necesarios
como para cobijar en su seno la investigación y la docencia. Ambos tipos de
universidad abundan - desgraciadamente más de la cuenta - en el paisaje
universitario venezolano.
sergio-arancibia.blospot.com
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