(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 6 de Julio 2012.)
Perú y Colombia, ambos pertenecientes a la Comunidad Andina de Naciones, han firmado sendos tratados de libre comercio con Estados Unidos, primero, y con la Unión Europea, posteriormente. Ecuador, siguiendo las aguas de Venezuela - y más por razones políticas e ideológicas que propiamente económicas - se ha mantenido al margen de estos acuerdos. Esto significa, entre otras cosas, que las mercancías peruanas y colombianas entrarán, en un futuro cercano, con cero arancel a los mercados europeos y norteamericanos, con lo cual aumentará su competitividad con respecto a las mercancías similares provenientes de otras partes del mundo.
En otras palabras, a un importador norteamericano o europeo le convendrá más importar un producto peruano o colombiano, que uno ecuatoriano o venezolano, aun cuando la calidad y el precio en el país de origen sean iguales, pues las mercancías peruanas o colombianas, al no pagar arancel en aduana, terminan siendo más baratas para el importador y para el consumidor final en el país de destino.
Esto significa que el hecho de que Perú y Colombia firmen tratados de libre comercio con los macro mercados más importantes del mundo contemporáneo no puede considerarse un hecho indiferente para el resto de los países de la región. No se puede pensar en que cada país conservará de por vida los espacios del mercado mundial que cada uno ha logrado conquistar, con independencia de lo que hagan los demás. Para bien o para mal, en el mundo competitivo y globalizado actual, hay situaciones en las cuales la ganancia de mercado de algunos afecta negativamente la situación de mercado de otros. Esta situación se grava, en el caso de Ecuador, pues es probable de que el próximo año Estados Unidos no renueve las preferencias arancelarias que le ha concedido en forma unilateral, con lo cual muchas mercancías ecuatorianas pasarán a pagar un arancel más elevado que el actual al entrar al mercado norteamericano.
OPCIONES
Si el mercado mundial estuviera creciendo en forma acelerada, entonces es posible pensar que los países menos competitivos de entre los países en desarrollo pueden conservar sus ventas en los mercados más dinámicos, aun cuando los más competitivos los aumenten. En esas circunstancias el crecimiento del mercado podría beneficiar a unos, sin necesariamente perjudicar a otros. Pero cuando el dinamismo de los grandes mercados es escaso, las ventajas competitivas que consiga uno – es decir, las preferencias arancelarias que se consiguen por la vía de los tratados de libre comercio- terminan por perjudicar a los más lentos, rezagados u obtusos de sus competidores.
¿Qué opciones se le presentan a un país como Ecuador, cuando sus socios peruanos y colombianos buscan mercados en Estados Unidos o en Europa? ¿Aferrarse cada vez más a sus socios del Alba? Con excepción de Venezuela, que exhibe un mercado importador de 50 mil millones de dólares al año, el resto de los países pertenecientes a esa alianza son países pequeños, con importaciones modestas y orientadas fundamentalmente hacia los países desarrollados. Y Venezuela, al decrecer el precio internacional del petróleo, no parece tener la capacidad de mantener su generosidad internacional con el Alba en los mismos términos en que la ha mantenido en años anteriores. La otra opción es mirar hacia el Mercosur, que tampoco está en su mejor momento. Brasil y Argentina buscan desesperadamente nuevos mercados hacia donde expandir sus exportaciones – y por ello incorporan a Venezuela como socia de esa alianza sub regional- pero no parecen muy dispuestos a abrir sus economías a las mercancías provenientes ni siquiera de sus actuales socios del propio Mercosur.
EL PETRÓLEO
La otra alternativa - que es la que en la práctica lleva adelante Venezuela - es sacrificar cualquier intento de industrialización y convertirse en exportador de petróleo y sólo de petróleo, rezando al mismo tiempo porque ese producto no baje demasiado su precio en el mercado internacional de modo que sus ventas permitan comprar en el mercado internacional todos los bienes y servicios que el país necesite. En esas circunstancias, los procesos de integración regional pierden gruesa parte de su importancia económica y pasan a ser meramente instancias de dialogo político.
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