(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 10 de Marzo
de 2016.)
No hay duda
de que Venezuela atraviesa hoy en día por una crisis muy seria en materia de
producción de alimentos, la cual se agrava debido a que no hay dólares como
para tapar esa situación con
importaciones, como se ha hecho en anteriores ocasiones. El resultado de baja
producción y de escases de dólares se traduce en desabastecimiento, en
incremento de los precios de los alimentos, en aumento de la pobreza y en incremento
de la desnutrición. Frente a ese cuadro sería dable esperar que un gobierno
responsable, o por lo menos un gobierno medianamente serio, intentara llevar
adelante medidas de urgencia para aumentar la producción.
Para aumentar la producción se necesita
aumentar la tierra cultivable y/o aumentar la productividad de la tierra que ya
está en producción. Una medida posible para aumentar la tierra que está siendo
cultivada es rescatar las tierras que han sido expropiadas o intervenidas por
el Gobierno y que se encuentran en peores condiciones en términos de producción
que lo que exhibían cuando estaban en manos privadas. Incluso hay tierras de
esa categoría que se encuentran en condiciones de total abandono.
Si toda la
tierra posible de ser cultivada estuviera al límite de su utilización y el país
no tuviera más tierra que integrar al proceso productivo, sería una buena medida
tratar de aumentar la producción por la vía de la micro producción familiar
urbana, es decir, tratar de incentivar a cada familia urbana a que cultive
algunas hortalizas en los materos posibles de ubicar en el balcón de su casa o
en algún rincón del jardín. También sería posible que terrenos que en un primer
momento se destinan a esparcimiento o a estética urbana, se destinen a cultivos.
Serian medidas que permitirían incrementos marginales en la producción global
pero que tendrían sentido en una situación en que ya no es posible incrementar
la tierra cultivable pues ésta está siendo utilizada al máximo de lo que la
ciencia y la técnica contemporánea permiten.
Pero cuando
hay miles de hectáreas sin cultivar en los llanos y en los valles del país, la
agricultura urbana o los pequeños huertos que se cultivarán en las dependencias
militares del país aparecen como un intento
de tapar lo que es fundamental: la política agrícola del actual gobierno y del
anterior ha sido un rotundo fracaso y amerita giros de timón de gran
significación.
Aumentar la
producción pasa por varias variables, pero hay dos que nos parecen fundamentales:
regularizar la tenencia de la tierra y generar una política de precios que no
solo sea rentable sino que sea francamente incentivadora de la producción agrícola
y pecuaria. La tierra que ha sido expropiada
y pagada, hay que entregarla a nuevos productores que tengan claramente un título
de propiedad sobre la misma, de modo que puedan ponerla en producción con la
ayuda del estado, del mercado y de la banca. Por otro lado, el control de
precios y la abundancia de controles sobre la producción y la comercialización
tienen que reducirse o eliminarse en forma sustantiva, para posibilitar que
todos los agentes económicos que conviven en el campo puedan desarrollar al
máximo su potencial productivo.
En Venezuela
hay aproximadamente 27 millones de hectáreas cultivables, según los datos, ya
un poco atrasados, del último censo
agrícola y pecuario. De esa cantidad hay más de dos millones de hectáreas
que han sido expropiadas o intervenidas por el Gobierno, sin que ello se haya
traducido ni en más producción agropecuaria ni en mayor cantidad de propietarios
agropecuarios. La Ministro de
Agricultura Urbana Lorena Freitez llegó a decir, en el poco tiempo que estuvo
en el cargo, que en los alrededores de Caracas se habían detectado más de 1.200
hectáreas posibles de poner en producción, lo que permitiría producir alimentos
para más de 1 millón 300 mil personas. Es decir, una relación de
aproximadamente mil personas alimentándose de lo producido por una hectárea. Si
esas cuentas fueran serias, se podrían alimentar a varias veces la población de
todo el planeta con la tierra cultivable existente en el país, y con la tierra
cultivable expropiada o intervenida por el Gobierno se podría alimentar
cómodamente a varias veces la población del país. Si sobre esos datos se construye
el Ministerio de Agricultura Urbana hay que decir con entera responsabilidad
que eso es una burla a los problemas económicos y sociales que enfrenta el país. No es posible construir
nada serio sobre ese tipo de información. Y hay que ponerle seriedad a la
discusión política y económica nacional.
sergio-arancibia.blogspot.com
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