(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 16 de marzo
de 2016)
En la estrategia
comunicacional del Gobierno las exportaciones no petroleras aparecen como el
cuarto motor que hay que poner en movimiento para que éste a su vez dinamice al
conjunto de la economía nacional. Es bueno que potenciar las exportaciones aparezca
como un objetivo expreso de política económica. Mucho más importante es, desde
luego, que ese objetivo nacional se pueda traducir en metas y en proyectos concretos, los cuales,
a su vez, se puedan llevar adelante en plazos y cronogramas claramente establecidos.
No es usual, en el país en general, que los objetivos genéricos se hagan
aterrizar en metas y en proyectos muy claros y específicos, y que estos se
ubiquen con cierta precisión en el tiempo y
en el espacio, pero nunca es tarde para expresar la esperanza de que las
cosas puedan llegar a funcionar de esa manera. Ojala la meta de aumentar las
exportaciones no petroleras, que recae sobre los hombros del ministro Farías,
se traduzca prontamente en metas y proyectos concretos. Sin embargo, también es
posible que se desate una constelación de factores adversos que lleven a que esos
objetivos queden en una mera exposición de buenos deseos, o en sueños de una
noche de verano.
Entre los
factores que podrían dejar en nada el objetivo de potenciar las exportaciones
no petroleras podríamos mencionar el eventual incremento de los precios internacionales
del petróleo. Otro boom petrolero – aun cuando se vea lejano hoy en día- puede
llevar a que el Gobierno se sienta cómodo con el nuevo nivel de los ingresos
provenientes de los hidrocarburos y toda la economía y la política venezolana vuelva a girar en torno a cómo cada uno le echa
mano a un pedazo de esa renta.
Otra amenaza
que se levanta como posible - en contra de un eventual programa serio y
sostenido de promoción de exportaciones - es que el tema se politice en tal
medida que lo que diga al respecto un sector de la política nacional sea inmediatamente
negado o combatido por el otro. Es decir, que la política de promoción de
exportaciones no se convierta en una autentica política de Estado, sino que sea
una mera suma de las decisiones parciales que cada grupo le ha ido arrancando
al otro por la vía de la imposición o de la negociación.
También es
posible que las políticas que el ministro Farías intente llevar adelante en
este campo del fomento de las exportaciones
no petroleras no alcance un grado de consenso alto en el seno del propio gobierno.
Hay allí sectores que todavía creen que al sector privado hay que combatirlo en
todos los frentes - pues es el enemigo al que hay que vencer en la guerra
económica - y que la forma de vencer a ese enemigo es maniatarlo con la mayor
cantidad de controles y restricciones posibles. Esos sectores ven como una
traición el potenciar a sectores privados, de pequeñas y medianas empresas, que
puedan beneficiarse de un programa de apertura hacia el exterior. También hay
sectores que, más allá de cualquier concepción política o ideológica, se
benefician de las restricciones, controles y alcabalas de todo tipo que debe
enfrentar el sector exportador, y quieren conservar sus prebendas.
Otro elemento
muy importante que puede complotar contra un programa de fomento exportador es
el hecho de que se lleva adelante en el peor momento de la economía
internacional. Aun cuando Venezuela llevara adelante un programa serio - que
incremente su competitividad internacional y la deje ene condiciones de llegar
a los mercados externos con mercancías de buena calidad y buenos precios - es
posible que los mercados externos no recepcionen esa oferta venezolana sencillamente
porque son muchos los países en los cuales la capacidad de compra está detenida
o en franco retroceso. La coyuntura internacional actual se caracteriza por muchos
países que quieren vender pero pocos países que quieren o pueden comprar. En
otras palabras, puede que estemos llegando un poco tarde a este mundo de la
competencia internacional.
Una última
dificultad: un programa serio y sostenido de fomento exportador tiene costos.
Hay que incrementar la importación de insumos y materias primas; hay que
arreglar la infraestructura de transporte terrestre, eléctrica y portuaria,
entre otras; hay que invertir en contactos y promoción internacional; hay que
invertir en capacitación de empresarios; hay que invertir en investigación e
inteligencia de mercados; etc. También tiene beneficios, desde luego, y a
mediano plazo los beneficios son mayores que los costos. Eso está claro en la
experiencia internacional. Pero los frutos no se reciben al día siguiente
después de haber incurrido en los costos. El fomento y la promoción de
exportaciones necesitan de un tiempo para madurar y dar todos sus frutos. La
impaciencia y el cortoplacismo pueden, por lo tanto, echar por la borda todo lo
que se planifique en este importante campo del fomento y la promoción de
exportaciones no petroleras. Ojala que no.
sergio-arancibia.blogspot.com
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