(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición j impresa de TAL CUAL el día 24 de agosto
de 2017)
Desde el
punto de vista económico, llevar adelante una inversión es siempre hacer una
apuesta sobre el futuro. Los empresarios llevan adelante gastos en el presente
pensado en que obtendrán, como consecuencia de lo anterior, una determinada
cantidad de ingresos en el futuro, que compense el gasto realizado. Pero el
gasto realizado en un dato conocido del presente, mientras que los ingresos que
se van a recibir en el futuro son siempre inciertos. Dependen de las cambiantes
situaciones del mercado. Pueden variar los precios de las mercancías, o las
cantidades demandadas por los consumidores, o pueden surgir nuevos competidores,
o nuevas tecnologías, o pueden cambiar los gustos, etc.
Frente a tanta
incógnita sobre el futuro, los empresarios tratan de que al menos una cosa no
se modifique: las reglas del juego. Es parecido a lo que sucede en un partido
de futbol. En la cancha el resultado siempre es incierto. Hay mil cosas que
pueden pasar. Pero las reglas del juego son invariables. Si no, el partido sería
un caos. En el caso del inversionista es importante que no se modifiquen las
normas sobre conformación de los precios de las mercancías , ni sobre distribución
o comercialización de las mismas, ni el acceso a los mercados de insumos y
materias primas, ni las disposiciones sobre la competencia entre las empresas
que generen un mismo producto, ni la tributación que afectará los resultados
finales de las empresas, ni la protección jurídica de la propiedad, ni el tipo
de tribunal a los cuales se puede recurrir cuando hay una discrepancia con otras
empresas, con los consumidores o con el propio gobierno. Hay muchas otras
circunstancias que configuran lo que podemos calificar como seguridad jurídica,
pero con los ejemplos mencionados creemos que el concepto queda suficientemente
claro. En síntesis, sin seguridad jurídica es muy difícil llevar adelante las
operaciones económicas que – como la inversión- involucran una apuesta sobre el
futuro. Y sin inversión, un país se detiene o incluso retrocede.
La Asamblea
Constituyente, que ha asumido todo el poder en el país, tiene la potestad de
cambiar esas reglas del juego económico como le de la gana. Puede que las nuevas
reglas del juego que los constituyentistas tengan en mente sean excelentes, pero
mientras no se aprueben, es como si no existieran. Y sin reglas del juego, no
hay juego. O en otras palabras, es muy difícil que haya inversión, de parte de
agentes privados nacionales o extranjeros. Si esta situación de incertidumbre y
de inseguridad jurídica se prologa por dos años, es altamente probable que la
inversión se reduzca a sus más mínimos niveles, con la consiguiente
paralización de cualquier eventual incremento de la capacidad productiva
nacional.
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