viernes, 25 de agosto de 2017

INVERTIR ES UN RIESGO.




(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición j impresa de TAL CUAL el día 24 de agosto de 2017)


Desde el punto de vista económico, llevar adelante una inversión es siempre hacer una apuesta sobre el futuro. Los empresarios llevan adelante gastos en el presente pensado en que obtendrán, como consecuencia de lo anterior, una determinada cantidad de ingresos en el futuro, que compense el gasto realizado. Pero el gasto realizado en un dato conocido del presente, mientras que los ingresos que se van a recibir en el futuro son siempre inciertos. Dependen de las cambiantes situaciones del mercado. Pueden variar los precios de las mercancías, o las cantidades demandadas por los consumidores, o pueden surgir nuevos competidores, o nuevas tecnologías, o pueden cambiar los gustos, etc. 
Frente a tanta incógnita sobre el futuro, los empresarios tratan de que al menos una cosa no se modifique: las reglas del juego. Es parecido a lo que sucede en un partido de futbol. En la cancha el resultado siempre es incierto. Hay mil cosas que pueden pasar. Pero las reglas del juego son invariables. Si no, el partido sería un caos. En el caso del inversionista es importante que no se modifiquen las normas sobre conformación de los precios de las mercancías , ni sobre distribución o comercialización de las mismas, ni el acceso a los mercados de insumos y materias primas, ni las disposiciones sobre la competencia entre las empresas que generen un mismo producto, ni la tributación que afectará los resultados finales de las empresas, ni la protección jurídica de la propiedad, ni el tipo de tribunal a los cuales se puede recurrir cuando hay una discrepancia con otras empresas, con los consumidores o con el propio gobierno. Hay muchas otras circunstancias que configuran lo que podemos calificar como seguridad jurídica, pero con los ejemplos mencionados creemos que el concepto queda suficientemente claro. En síntesis, sin seguridad jurídica es muy difícil llevar adelante las operaciones económicas que – como la inversión- involucran una apuesta sobre el futuro. Y sin inversión, un país se detiene o incluso retrocede.
La Asamblea Constituyente, que ha asumido todo el poder en el país, tiene la potestad de cambiar esas reglas del juego económico como le de la gana. Puede que las nuevas reglas del juego que los constituyentistas tengan en mente sean excelentes, pero mientras no se aprueben, es como si no existieran. Y sin reglas del juego, no hay juego. O en otras palabras, es muy difícil que haya inversión, de parte de agentes privados nacionales o extranjeros. Si esta situación de incertidumbre y de inseguridad jurídica se prologa por dos años, es altamente probable que la inversión se reduzca a sus más mínimos niveles, con la consiguiente paralización de cualquier eventual incremento de la capacidad productiva nacional.   








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