(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 17 de agosto
de 2017)
La Comisión
Económica de Naciones Unidas para América Latina, Cepal, publicó recientemente
las perspectivas de crecimiento de los países de la región, para el año 2017.
Venezuela no sale bien parada. Las perspectivas para el país son que termine el
año con una baja en su PIB cercana al 7.2 %. Eso se suma a una baja que ya se
experimentó en el PIB del año 2016, que fue de 9.7%, lo cual arroja que en dos
años cada uno de los venezolanos habrá retrocedido- en cuanto al ingreso con
que vive- en un 16 % aproximadamente, siempre y cuando el bajón los afecte a
todos en forma equitativa.
Pero como
hay algunos pocos que tienen capacidad de mantener sus ingresos, y algunos, más
pocos aun, que tienen la capacidad de aumentar sus ingresos aun en las peores
condiciones de crisis, entonces el bajón para aquellos que carecen de estas
defensas institucionales tiene necesariamente que ser de 20% o de 25 % por lo menos.
Se trata de una baja brutal en las condiciones de ingreso y de vida de la gran
mayoría de la población.
En términos
comparativos con el resto de los países de la América Latina la situación luce
más grave aún. No hay en la América del Sur ningún país que amenace con
presentar este año un retroceso en su PIB. Hay indudablemente algunos que crecen
bastante en términos relativos, tales como Bolivia y Paraguay, que crecen al
4,0 %, y otros que crecen muy poco, como Ecuador que solo se espera que crezca
en un 0.7%, o como Brasil al que se le visualiza creciendo solo a un 0.4 %.
Pero todos se espera que crezcan, excepto Venezuela, que no solo no crece, sino
que pega un salto hacia atrás de grandes magnitudes.
Con la América
Central y México sucede una cosa similar. Algunos países crecen mucho y otros menos,
pero todos crecen. En el Caribe la situación tampoco es negativa, pues solo dos
países se visualizan con bajas en su PIB: Santa Lucia y Suriname, que bajaran
cada uno en un 0.2 %.
La región comienza,
por lo tanto, a recuperarse tímidamente de las consecuencias negativas que tuvo
la caída en los precios de las materias primas – no solo del petróleo- y enfilan
nuevamentee hacia una situación de crecimiento. Excepto Venezuela, que sigue
sumida en una profunda crisis económica.
Pero la
crisis económica - sostenida e incrementada- no genera de si sola cambios políticos.
Es posible sostener la hipótesis de que la dirigencia política gubernamental podrá seguir viviendo cómoda y gozosa - pues
tiene acceso al lomito de la economía nacional - al mismo tiempo que el ciudadano
de a pie tendrá tantas y tan dramáticas situaciones económicas individuales que
enfrentar día a día, que no tendrá tiempo para lo público. Si eso fuera cierto,
la política estará llamada no a reducirse, sino, al contrario, a tener nuevos desafíos y a ser más sensata, democrática, nacional,
popular e inteligente.
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