(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA
Y NEGOCIOS el día 6 de Abril de 2016)
Este gobierno y al anterior han sido muy insistentes en eso
de acusar al “imperio” de llevar adelante acciones tendientes a desestabilizar
a la economía venezolana. Se le señala como protagonista de una guerra económica contra el país.
Cualquiera que escuche declaraciones de esa naturaleza supone inmediatamente
que Estados Unidos ha cortado sus lazos económicos y financieros con Venezuela,
y que desarrolla todo tipo de hostilidades contra el país, como corresponde
tradicionalmente entre dos países en guerra.
Pero resulta que Estados Unidos ha sido durante los últimos
15 años el principal país comprador del petróleo venezolano. Si las ventas de
petróleo al mercado norteamericano han caído ha sido porque Venezuela, en forma
libre y soberana ha canalizado sus ventas hacia otros mercados - fundamentalmente
hacia el mercado chino - pero no porque el mercado norteamericano se haya
cerrado para el petróleo venezolano. De todos modos Estados Unidos continúa
siendo el principal comprador del petróleo
venezolano, lo cual se compadece poco con el rol de principal protagonista
de una guerra económica contra este país.
Más aun, Estados Unidos es un país que
paga al contado los volúmenes de petróleo que compra a Venezuela, lo cual le
permite a Pdvsa y al país contar con liquidez para el resto de sus operaciones
internacionales. Es decir, Estados Unidos no solo es el mayor cliente del
petróleo venezolano, sino que es el mejor pagador. Además, es importante tener
en cuenta que Pdva cuenta con importantes inversiones en refinerías localizadas
en territorio norteamericano - que compran parte importante del petróleo
procedente de Venezuela - y nada de eso ha sufrido modificaciones sustantivas en
los últimos 15 años. ¡Extraña guerra esta que lleva adelante el imperio! Más
que frente a dos países beligerantes, parece que estamos frente a dos negociantes astutos que sacan sus cuentas y llevan adelante
operaciones comerciales que terminan siendo mutuamente provechosas.
Pero además del petróleo, Estados Unidos es el principal comprador
de las exportaciones no petroleras de Venezuela. Para el 2013, que es uno los
últimos años para los cuales se tiene estadísticas completas proporcionadas por
el INE, esas compras alcanzaron a 550 millones de dólares. Eso implica que el
26.2 % de las exportaciones no petroleras de Venezuela en ese año se
canalizaron hacia el mercado norteamericano. No hay otro país que le compre
tanto a Venezuela de ese tipo de mercancías. Nuevamente es una situación que no
es común entre países en guerra, pero que si es común entre agentes económicos
que se necesitan para hacer negocios de mutuo provecho.
En materia de importaciones,
el imperio es el principal proveedor
de todo aquello que Venezuela
decide comprar, ya sean materias primas, insumos o bienes terminados. En el año
2013 el 23 % de todas las importaciones venezolanas tuvieron como país de
origen a Estados Unidos. Ni el uno pretende
cambiar de proveedor, ni el otro pretende cambiar de comprador. Negocios son
negocios. Si así fueran todas las guerras
estaríamos cercanos a una paz universal.
En materia de flujos de capitales, el mercado financiero internacional
ya no pasa en tan alta medida como antes por los préstamos bancarios o por los
préstamos de país a país. Ese tipo de préstamo es más bien la excepción. Lo común
hoy en día es la emisión de bonos soberanos, que son adquiridos inicialmente por
personas jurídicas o naturales, y que después cambian de manos en los mercados
secundarios, y el país emisor no tiene capacidad de saber en un momento determinado quienes son realmente sus
acreedores.
Pero sí se sabe que la emisión
de los bonos ha sido hecha bajo las leyes de un determinado país, e incluso la
institución financiera que ha asumido el
rol de agente para efectos de la colocación de los papeles y para efectos posteriores
del pago de los intereses o del capital correspondiente. Durante los últimos 15 años el país emitió
bonos soberanos con bastante largueza, y el mercado norteamericano no tuvo problema
para recibir esa oferta. Quizás la guerra todavía no empezaba. Venezuela
parecía un país con suficientes ingresos regulares como para cumplir con sus obligaciones financieras, y se le podía
prestar sin mucho riesgo, aun cuando el Presidente Chávez no fuera para ellos
un personaje muy simpático. Pero los
negocios son los negocios. Si hoy en día el país exhibe una tasa riesgo país
extraordinariamente alta eso hace excesivamente caro acceder a los mercados financieros internacionales,
pero eso no se debe a una decisión administrativa o política tomada por las autoridades
bancarias o financieras norteamericanas, sino a una situación que responde a otras causas y que termina por imponerse en todos los mercados financieros del planeta
tierra.
En materia de inversiones extranjeras es cierto que la inversión
procedente de Estados Unidos es cada vez más pequeña, hasta llegar a niveles
cercanos a cero. Pero también disminuye la inversión procedente de casi todos los otros
países del globo. Es difícil, por lo tanto, atribuir esa situación a una fría decisión tomada por un estado mayor
que lleva adelante una guerra. Es más bien el resultado de cambios en las
acciones y en la normativa que imperan en Venezuela en relación al capital
extranjero. Si se les expropia, o si se
cambia o no se cumple la normativa que regula los deberes y de derechos de ese
capital extranjero, es obvio que esos flujos tienen que disminuir.
En síntesis, no cabe duda que el Gobierno venezolano
tiene enemigos poderosos dentro y fuera
del territorio nacional, que pueden hacerle mucho daño al país, pero no parece que
todos ellos se hayan puesto en campaña
como para lograr ese objetivo. Más bien han tratado de hacer con el Gobierno
los negocios que se puedan, mientras se pueda.
Pareciera, por lo tanto, que en
materia de daños a la economía venezolana el Gobierno ha actuado con absoluta
independencia, obteniendo resultados que son de su exclusiva responsabilidad.
sergio-arancibia.blogspot.com
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