(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA
Y NEGOCIOS el día 13 de abril de 2016)
Si una meta de carácter económico se sobrecumple en un 5%, o
incluso en un 10%, eso merece celebrase como un éxito. Por el contrario, si las
metas se sobrecumplen en un 100% o más eso significa que la planificación correspondiente
estuvo absolutamente mal hecha. Algo así parece haber sucedido con la
recaudación tributaria que culminó el 30 de marzo, en la cual todas las personas
naturales y jurídicas debían declarar y eventualmente pagar el Impuesto sobre
la Renta.
Según las cifras dadas a conocer, con aires triunfantes, por
parte de las autoridades de Seniat, la meta de recaudación se sobrepasó en más
de un 150%. Eso puede tener varias lecturas diferentes. Podría, por
ejemplo, levantase la hipótesis de que
los agentes económicos están cada vez más honrados y más deseosos de colaborar
con los planes del gobierno y se volcaron masivamente a pagar sus impuestos. O
quizás se dieron cuenta de que el gobierno está ganando la guerra económica y
más les vale colaborar con el ganador que seguir empeñados en una guerra
condenada al fracaso. Incluso se podría pensar que el gobierno está combatiendo
exitosamente la evasión tributaria y los que evadían anteriormente hoy lo hacen
de buena o de mala gana.
Pero también podría adoptarse la idea presente en el primer párrafo de este artículo, es decir,
que la planificación tributaria se ha hecho sin la seriedad técnica que la
materia merece. Si la realidad está tan distante de lo planificado eso
significa que no hay claridad sobre la cantidad de personas naturales o jurídicas
que serán sujetos de la tributación y/o que los ingresos que cada una de esas
personas ha recibido durante el período objeto de la tributación está muy por
encima de lo que el Seniat había calculado.
Si el Presupuesto de la Nación - aprobado por la Asamblea Nacional
a fines del año 2014 y que debía presidir el funcionamiento presupuestario de la
administración pública venezolana durante el año 2015 - se hizo basado en el supuesto
de que la inflación sería de 25% o de 30
% - y en la realidad de las cosas la inflación
oficialmente reconocida resulto ser de 180 % - es obvio que los ingresos
monetarios recibidos por cada agente económico tienen que resultar siendo mayores
que los calculados, aun cuando el ingreso real - o el poder de compra de esos
mayores ingresos - sea menor. Siendo así, la cantidad de ingresos que se
declaran como percibidos, - y sobre la cual se pagan impuestos - tiene también
que ser mayor. Es decir, son mayores los ingresos monetarios percibidos por las
personas y las empresas, son mayores los ingresos sobre los cuales se tributa,
son mayores los impuestos recaudados, aun cuando sea menor el ingreso real y el
poder de compra de los ciudadanos, y sea también menor el poder adquisitivo que
el Estado venezolano ha logrado a través de esa recaudación incrementada.
Esto sucede fundamentalmente por el hecho de que la
planificación presupuestaria se hace realmente más con la intención de ocultar realidades
que de visualizar con el mayor grado de realismo posible lo que el futuro nos
deparará como país. Así por ejemplo, el presupuesto del año 2015 se hizo sobre
la base de que el petróleo iba a mantener un precio promedio en los mercados
internacionales de 60 dólares por barril, y que la inflación se ubicaría entre
el 25 % y el 30% anual. Además, se proyectaba un crecimiento del PIB del 3%.
Ninguna de esas proyecciones resultó cierta. Más aun, ya eran falsas al momento
de ser aprobadas como bases del presupuesto del 2015. La inflación fue de 180 %
o más, el petróleo escasamente se empinó sobre los 40 dólares por barril y el
PIB cayó en cifras que se calculan en alrededor del 7 %. ¿Quién responde por
esos garrafales errores? ¿Rodó la cabeza de algún funcionario por haberle dado
al país datos falsos sobre los cuales planificar su quehacer presupuestario
durante el año 2015? Nada de eso sucedió. Y como la inflación no fue de 30 % sino
de180%, entonces la recaudación tributaria es mucho mayor que cualquier cálculo
previo y la diferencia se celebra como un triunfo. Todo eso sucedió, entre otras
causas, porque la Asamblea Nacional se restaba consciente y deliberadamente a
llevar adelante su labor constitucional de controlar al Ejecutivo y de aprobar
un presupuesto anual cuyas bases sean
relativamente sensatas y cercanas a la
realidad. En la práctica toda esta situación se traducía en
que el Presupuesto de la Nación carecía de toda seriedad, y perdía su rol de instrumento
para asignar recursos y para establecer prioridades en el seno del accionar
gubernamental. Como el presupuesto no servía se tenía que recurrir posteriormente
a los créditos adicionales y a la emisión alegre y generosa del BCV para cubrir
los colosales déficits en que incurría y sigue incurriendo un gobierno que se
niega a calcular con seriedad sus ingresos y a ceñir sus gastos a los niveles
que estos presentan.
Si la tasa de inflación
oficialmente reconocida gozara de credibilidad se podría hacer el
ejercicio simple de deflactar las cifras de recaudación para ver si lo recaudado
sobre los ingresos del 2015 es, en términos reales, mayor o menor que lo
recaudado en años anteriores. También, si los ingresos recaudados fueron tan
altos, se podría asumir el compromiso entre el Gobierno y el BCV de no recurrir
durante el resto del año a crédito alguno al Ejecutivo por parte del organismo
emisor. También se debería ir pensando, para el año venidero, en cómo se recupera
la seriedad del parlamento y del Seniat en materia de planificación tributaria
y presupuestaria.
sergio-arancibia.blogspot.com
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