jueves, 8 de octubre de 2015

SIDOR Y LAS CABILLAS IMPORTADAS

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 7 de Octubre de 2015.)


Hay un par de  noticias que han aparecido por separado en la prensa nacional pero que están íntimamente relacionadas. La primera de ellas es que Venezuela acaba de importar 3.500 toneladas de cabillas procedentes de Costa Rica, que es un país pequeño, con poca capacidad industrial, aun cuando ordenado, democrático, serio y con un gran y continuado esfuerzo en materia ecológica y turística. Que ese país tenga la capacidad de proveer a Venezuela de cabillas es una situación que no puede dejar de llamar la atención. Es muy bueno y habla muy bien de Costa Rica, pero no habla muy bien de Venezuela, que tiene una gran producción de hierro y una siderurgica que se  construyó pensando en abastecer plenamente el mercado nacional y en generar paralelamente un gran volumen exportable.

La segunda noticia es que Sidor, la gran empresa siderúrgica venezolana, nacionalizada por el gobierno chavista, paralizará sus operaciones por dos semanas para hacer una jornada integral de mantenimiento. La práctica normal de las empresas, grandes o chicas, es hacer mantenimiento precisamente para mantener el nivel operativo de la misma, y no tener que parar. Se invierte en mantenimiento precisamente para no pagar posteriormente el elevado costo de tener que parar la producción de la planta. Pero en la extraña lógica con que funciona la economía nacional en el día de hoy, la mayor planta siderúrgica del país se paraliza por dos semanas para hacer mantenimiento, lo cual indudablemente afecta la producción que se alcanzará durante el año en curso. Ya en el año anterior Sidor produjo solamente 1.03 millones de toneladas de acero líquido, el peor nivel presentado desde 1980.

La primera noticia queda en alta medida explicada por la segunda. Hay que importar cabillas porque Sidor no está en condiciones de producirlas. No solo por la comentada paralización para hacer mantenimiento, sino por la situación general y sostenida de la empresa en los últimos años. La gerencia de los últimos años no ha sido capaz de aumentar la producción. La política de precios impuesta por el gobierno no permite generar ganancias como para realizar inversiones y aumentar la producción. El populismo dentro de la empresa – aumentando extraordinariamente la nómina de trabajadores – y el populismo fuera de la empresa- manteniendo bajo los precios de lo producido – generan una caída de la productividad, altos costos y elevado endeudamiento. La política en relación a la inversión extranjera que impera en el país, que permite a los capitales entrar al país, pero no permite sacar posteriormente del país las utilidades legítimamente obtenidas, y además, el desprecio olímpico que se cultiva por todo lo que huela a eficiencia y a tecnocracia, llevan a que no sea posible para la empresa nacionalizada contar con la participación de eventuales socios extranjeros. Todo ello lleva a que las exportaciones bajen, con el consiguiente menor aporte a las alicaídas disponibilidades de dólares del país. En síntesis, menor producción, menores exportaciones, menores ganancias, mayores costos, mayor nómina.

Desgraciadamente lo que sucede con  Sidor sucede con la inmensa mayoría de las empresas nacionalizadas. No se ha logrado exhibir aumentos de producción,  ni de productividad, ni en el  petróleo, ni en el hierro, ni en el aluminio, ni en el cemento, ni en casi ninguna de las empresas nacionalizadas. 

¿Es posible revertir esta situación en un futuro cercano? Si, es enteramente posible. No se trata de un dato de la naturaleza ni de una maldición divina. Para revertir esa situación hay que tener, en primer lugar, metas claras que en muchas de las empresas básicas son fundamentalmente sustituir importaciones  - de cabillas desde Costa Rica, o de productos similares procedentes de cualquier otro país – , aumentar la producción y aumentar las exportaciones tanto como sea pueda. Pero para ello hay que hacer inversiones, hacer reingeniería, bajar costos, atraer socios extranjeros que puedan aportar capitales y tecnologías - quizás en las mismas condiciones contractuales que en la actividad petrolera actual - y reinsertar a dichas empresas en los circuitos internacionales de comercialización de los productos respectivos, para ganar y mantener mercados. La eficiencia tiene que dejar de ser una mala palabra, en el petróleo, en las  empresas básicas y en todo el país. Pero los aumentos de productividad, la reducción de costos y la reingeniería de sistemas y de procesos requieren de la participación organizada y responsable de los trabajadores de las empresas afectadas. Sin populismo, pero sin represión.  
sergio-arancibia.blogspot.com






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