Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÏA
Y NEGOCIOS el día 28 de Octubre de 2015.
El Fondo Monetario Internacional es un organismo financiero
internacional que se conformó en la Conferencia de Bretton Wood -realizada en
los últimos días de la Segunda Guerra Mundial - con el objeto de que los países
aliados se pusieran de acuerdo respecto a cómo organizar el sistema de pagos a
nivel internacional una vez que cesaran de hablar los cañones, situación esta
última que ya se visualizaba como cercana. En esa Conferencia se creó el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial, que son dos organismos hermanos,
pero que tienen funciones y estructuras diferentes.
El Fondo Monetario Internacional tiene como una de sus
funciones fundamentales el otorgar créditos a los países miembros para efectos
de cubrir déficits en la cuenta corriente de la balanza de pagos. El monto de
los créditos que puede solicitar cada país miembro está en correspondencia con
el porcentaje del capital de FMI que cada país posee. También las políticas del
FMI y cada crédito que se otorga, se corresponden con la cantidad de votos y de
capital que cada país tiene suscrito en dicho organismo. En ese sentido, la
dirección del FMI se asemeja a los
directorios del común de las sociedades anónimas, donde la cantidad de acciones
determina la cantidad de votos que cada uno tiene en el directorio. Hay otros
organismos internacionales donde cada país tiene un voto, pero no es el caso
del FMI, ni tampoco del Banco Mundial. Así entonces, los países chicos, que
solo tienen suscrito un porcentaje muy pequeño del capital del FMI tienen
acceso a créditos muy pequeños y una capacidad decisoria muy pequeña en las políticas
generales de la institución.
El FMI no otorga créditos a personas ni a empresas ni
públicas ni privadas. Los únicos que pueden solicitar créditos ante el FMI son
los gobiernos, por lo general teniendo para ello como interlocutor al Ministro
de Hacienda y/o al Presidente del Banco Central correspondiente. Por lo tanto
no se puede acusar a nadie individualmente considerado de que ha entrado en
tratativas con el FMI para solicitar un monto determinado de créditos. Es absolutamente
inconcebible que una persona o empresa o grupo político se acerque al FMI a
solicitar crédito. Quien se presentara
con esas intenciones ante el FMI sería tomado inmediatamente por un loco y no
sería recibido por ningún funcionario ni directivo de ese organismo. Distinto,
desde luego, es lo que pueda conversar, a título personal, un funcionario del FMI, en un coctel o en un seminario, con cualquier académico,
funcionario internacional, empresario o
diplomático. Eso es parte de la libertad
de pensamiento y de expresión, pero no compromete a nadie.
Además, el FMI no presta para cualquier cosa ni en cualquier
circunstancia. Presta para atender dificultades de balanza de pagos, es decir,
para intentar que un país pueda seguir funcionando cuando se le han acabado sus
reservas internacionales, cuando la capacidad crediticia es cercana a cero y
cuando no hay perspectivas cercanas de que sus exportaciones repunten.
Como cualquier prestamista, el FMI solo presta cuando recibe
ciertas seguridades de que los créditos serán pagados, y que las circunstancias
que obligaron a un país a golpear las puertas del FMI no se repetirán en un futuro
cercano. En otras palabras, el FMI pone condiciones para prestar. Solo presta
una vez que ha recibido seguridad de que el país llevará adelante una
determinada política económica, que según los funcionarios del FMI - o según los países que tienen mayoría en su
directorio - es la política económica
que más le conviene al propio país y a la salud del conjunto del sistema financiero
internacional. En eso consiste la famosa y muy criticada condicionalidad del
FMI. En realidad todos los organismos, bancos, instituciones financieras o
gobiernos que prestan plata en el mundo contemporáneo ponen algún tipo de
condicionalidad al prestatario, por lo menos alguna que les permita recuperar
lo prestado. Las condiciones del FMI son duras para cualquier país, y más aun
para un país que tiene dificultades de balanza de pagos y que en función de
ello ha tenido precisamente que acercarse a pedir créditos al FMI. Cada país
tiene que decidir por vía del análisis de comparar costos y beneficios, si es
mejor o peor aceptar las condiciones del FMI, tocar otras puertas que de hecho
existen en el sistema financiero internacional – pero que tampoco están
conformadas por ángeles, arcángeles o querubines – o enfrentar en solitario las condiciones que
emanan de la carencia de capacidad de compra internacional.
Nadie está obligado a pedir créditos en el FMI ni a aceptar
las condiciones del FMI, pero existe una cierta solidaridad de facto de parte
de los integrantes más conspicuos del sistema financiero internacional de modo tal
que el no entenderse con el FMI hace que a dicho país se le cierren las puertas
de muchos otros organismos financieros.
Venezuela es miembro del FMI pero hace bastante tiempo que
no solicita créditos en dicho organismo, y que no entra por lo tanto en negociación
alguna conducente a tal objetivo. Hace pocos meses atrás Venezuela retiró del
FMI parte de sus activos, lo cual técnicamente no es un crédito sino el
ejercicio de un derecho no sujeto a condicionalidad alguna. Como todo país
miembro, Venezuela es libre de solicitar el apoyo crediticio del FMI cuando lo
estime conveniente – a través de los representantes autorizados del gobierno- y de aceptar o no las condiciones que en ese
momento se le pongan.
sergio-arancibia.blogspot.com
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