(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 9 de Octubre
de 2015.)
La Asamblea
Anual de las Naciones Unidas tuvo este año tantos protagonistas relevantes - y cada uno de ellos tenía tantos temas importantes
que poner encima de la mesa- que quedó
parcialmente eclipsado lo que se suponía iba a ser el tema central de esa magna
reunión de alrededor de 150 jefes de estado y de gobierno. Nos referimos a la
aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sustentable, que son el mapa de ruta,
o las metas conjuntas de toda la humanidad contemporánea, en lo que se refiere a desarrollo social,
para los 15 años que van desde el 2015 hasta el 2030.
Los
Objetivos de Desarrollo Sustentable, ODS, son la segunda parte, o la continuación,
de los Objetivos del Milenio, que se aprobaron también en Naciones Unidas, en el
2000, y que eran un conjunto de metas u objetivos que debían los diferentes
países alcanzar en los quince años
siguientes.
Las Metas
del Milenio tuvieron como primer gran merito, el merito de existir. El hecho de
que todos los jefes de estado y de gobierno de los países que conforman la
geografía política del mundo contemporáneo se pongan de acuerdo en un conjunto
de metas a ser conseguidas en el transcurso de una década y media, es un hecho
de inmensa trascendencia. Refleja que por sobre las inmensa diferencias de intereses
y de culturas, los temas de la pobreza, de la educación, de la salud, etc., son
preocupaciones compartidas por parte de todos, y que hay en cada una de esos campos
avances que se pueden lograr cuando todos empujan en la misma dirección.
El otro
hecho significativo es que dichas metas del milenio se alcanzaron en una alta proporción. Uno de los logros más significativos fue que la pobreza extrema
logró reducirse en más de un 50% en el transcurso de esa década y media. En el
año 1990 existían en el mundo alrededor de 1.920 millones de
personas que vivían en condiciones de extrema pobreza, caracterizada ésta por
la sobrevivencia con un ingreso igual o inferior a 1.25 dólares diarios. Actualmente,
esa cifra ha bajado a 836 millones de personas.
La meta que
los pueblos del mundo se plantean hoy en día es eliminar totalmente la pobreza extrema
en los próximos quince años. La segunda meta es eliminar el hambre, que está
muy relacionada con el problema de la extrema pobreza. Desde un punto de vista
cualitativo, si se pudo reducir en más
de mil millones la cantidad de los extremadamente pobres en el lapso de 15 años,
no debería ser imposible reducir los 836 millones que todavía quedan en esa
categoría social en los 15 años venideros. Sin embargo, desde un punto de vista
cualitativo, la tarea es más difícil, pues se trata de la pobreza más dura o
más consolidada, y que es por lo tanto
más resistente al cambio. Para los países de la América- que es una de las
zonas del mundo que presentó más avances en esta meta de reducción de la
extrema pobreza en la primera quincena del siglo - la segunda quincena se anuncia
mas difícil que la segunda, pues sus tasas de crecimiento económico se
visualizan más modestas que hace 10 o 15 años atrás. Más aun, hay países en la
región, como Venezuela, en que ya se deja ver una regresión o un incremento en
las tasas de extrema pobreza que se habían alcanzado. Sin embargo, a pesar de
todas las dificultades, no deja de ser un hecho auspicioso el que los gobernantes
del mundo coincidan en una meta tan ambiciosa como tener en 15 años, quizás por
primera vez en la historia de la humanidad, un planeta sin el drama de la
extrema pobreza.
sergio-arancibia.blogspot.com
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