lunes, 18 de junio de 2012

VENEZUELA ENTRE LOS PAÍSES MENOS ATRACTIVOS

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 18 de Junio del 2012.)
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No sólo los zapatos o las camisas utilizan en el mercado contemporáneo marcas que las identifican y que las rodean inicialmente de una cierta imagen positiva o negativa. También los países, o sus nombres,  se han constituido en marcas que otorgan una cierta imagen a todo lo que proviene o está relacionado con ese país. Esa marca condiciona, a su vez,  comportamientos y demandas en el mercado. Si por ejemplo, usted busca un país con buena calidad de vida, donde pasar unas gratas vacaciones con su familia, o eventualmente donde hacer negocios ¿qué país elegiría entre Namibia y Barbados? ¿O entre Botswana y Trinidad y Tobago?
Probablemente una gran cantidad de personas no sólo sabe muy poco, o absolutamente nada, de ciertos países, pero de todos modos tiene una cierta imagen respecto a ellos, por su situación geográfica o  por retazos de información - poco sistematizada o incluso poco fidedigna - que han quedado en algún  momento acumulados en su mente.  Esas imágenes, vagas y subjetivas, tienen, sin embargo,  un peso importantísimo en el mundo contemporáneo. En el comercio internacional de mercancías por mucho que las frías cifras sobre rentabilidad ayuden a tomar decisiones, en última instancia la imagen que se  tenga sobre un país – sobre su calidad de vida, sobre la estabilidad de sus instituciones, sobre la eficiencia de sus servicios, sobre su sistema de valores – jugará un papel no menor a la hora de elegir a sus socios comerciales.  En materia de servicios el peso de la marca país es más importante todavía. Nadie va de turismo, o utiliza los servicios bancarios, o envía a sus hijos a estudiar, a países que no parecen tener buenos servicios de sanidad, ni mucha tradición de honestidad en los negocios o en el ejercicio de la justicia, o donde la criminalidad pura y simple presenta niveles elevadísimos.   
Estas imágenes ligadas a una determinada marca país no tienen necesariamente que ser ciertas para jugar un rol importante en el comercio y en las  finanzas internacionales, e incluso en la política contemporánea. Basta con que existan, y que incidan en la toma de decisiones de los ciudadanos, de los empresarios y de los gobernantes extranjeros.  Y al igual como sucede con las personas, una mala imagen, o una  mala reputación, una vez que se consolida, aun cuando no sea cierta, cuesta mucho para ser modificada.
EL RANKING
Estas reflexiones vienen  al caso pues la revista AméricaEconomía acaba de publicar un interesante ranking de marca país elaborado por el Instituto Brand. Ese estudio abarca 132 países de todos los continentes y fue realizado fundamentalmente entre hombres de negocios y viajeros frecuentes a nivel internacional. Esa investigación arroja como conclusión que Canadá es el país que tiene la mejor marca país, seguido de Suiza y de Nueva Zelandia.  El índice correspondiente es el resultado, a su vez, de cinco sub índices, que son: sistema de valores, turismo, patrimonio cultural, clima de negocios y calidad de vida. El país latinoamericano que figura en el lugar más elevado del ranking es Costa Rica, que se ubica en el lugar 24. Brasil se ubica en el puesto 31, Chile en el 34 y Perú en el 44. Venezuela se encuentra en el lugar 84 del ranking general, un puesto más abajo que Camboya y un puesto más arriba que Argelia.  En lugares más destacados que Venezuela, en el ámbito latinoamericano, además de los países ya mencionados,  se encuentran México (47), Panamá (67), Ecuador (75) y Guatemala (81).  Más abajo que Venezuela se ubican Colombia (89), Honduras (90), Bolivia (96) y  Nicaragua (100).
ACTIVO
En tiempos de globalización, donde tenemos el mercado mundial por escenario, y donde los compradores finales de las mercancías son ciudadanos de a pie que en los  supermercados tienen que elegir entre una mermelada proveniente de Brasil o de Botswana, la marca país deviene en un activo importante que debe cultivarse y cuidarse por parte de cada miembro de la comunidad internacional. A menos, claro está, que uno quiera vender toda la vida un producto como el petróleo, que se negocia entre pocos y que no es posible diferenciar a nivel del consumidor.
Sergio Arancibia






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