(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 15 de Junio 2012)
La reunión
que la Organización de Estados Americanos, OEA, celebró recientemente en
Cochabamba, Bolivia, tenía como tema central en su agenda lo relativo a la
Seguridad Alimentaria. En realidad sobre ese tema no se avanzó en consideraciones
sustantivas, pues otros temas de carácter más político acapararon la atención de
los cancilleres americanos. Sin embargo, el Instituto Interamericano de
Ciencias Agrícolas, IICA, presentó allí un documento sobre el tema, que pretendía
servir como referente central de la discusión. Curiosamente, quizás en una
elegante ironía diplomática, el documento sobre Seguridad Alimentaria declaraba
en su portada que su objetivo era “alimentar el debate” correspondiente. Pero en su interior dicho documento aporta
algunos antecedentes que es importante analizar y difundir.
En primer
lugar, el documento del IICA define o conceptualiza lo que cabe entender por Seguridad
Alimentaria, pues esas palabras se suelen utilizar con significados muy
diversos. De lo aportado por el IICA queda claro que la seguridad alimentaria
se refiere a la seguridad de las personas de tener, en forma estable, la
posibilidad de disponer, acceder y utilizar los alimentos que necesita. Un
concepto diferente es el concepto de Soberanía Alimentaria, que se refiere a
los países, y no ya a las personas. Es
posible que un país tenga soberanía alimentaria, pero una cantidad importante
de sus ciudadanos tenga inseguridad alimentaria. O viciversa, toda la
ciudadanía puede tener alta seguridad alimentaria, pues las importaciones
abastecen plenamente el mercado de alimentos, pero el país respectivo carecer
de soberanía en esos rubros, pues depende en alta medida de abastecedores externos.
Un segundo
problema es el de elegir algunos indicadores cuantitativos que permitan medir y
comparar el problema de la inseguridad alimentaria. En ese campo el IICA
utiliza dos indicadores que están relacionados, pero que no son exactamente
iguales. El primero de ellos es el Índice Global de Hambre, GHI, que a su vez
es un índice compuesto que reúne tres elementos componentes: el porcentaje de
la población desnutrida, la prevalencia de la desnutrición infantil, y la mortalidad
infantil. De acuerdo con el GHI hay en la América Latina y el Caribe siete países que tienen una
situación baja en materia de inseguridad alimentaria, pues el indicador
mencionado marca para ellos un nivel menor a 5. Ellos son Uruguay, Costa Rica,
Chile, Argentina, Jamaica, Brasil y México.
Paralelamente
hay tres países que tienen una situación no sólo alta, sino claramente alarmante,
en materia de seguridad alimentaria. Ellos son Haití (indicador GHI de 28),
Guatemala (indicador GHI de 12) y Bolivia
(indicador GHI de 11 ). El resto de los países se encuentra en una situación intermedia,
con un indicador GHI entre 5 y 10.
El otro indicador
que muestra el estudio del IICA es el porcentaje de la población en situación
de desnutrición. El país que muestra en ese campo la situación más dramática es
Haití, que tiene un 58 % de la población en situación de desnutrición. Le sigue
Bolivia con 23 %, Nicaragua y República Dominicana con 21 %, y Guatemala con
16%.
En los
niveles más bajos de esa dramática escala se encuentra Argentina, con 1 % de la
población desnutrida; Chile y Uruguay
con 2 %; Costa Rica y México con 4 %; Jamaica con 5 % ; y Brasil con 6 %.
Venezuela figura
en ese documento con un 12 % de su población en situación de desnutrición.
Como siempre
suele suceder en estos organismos internacionales, los problemas se analizan y
se digieren durante largos años antes de transformarse en acciones y
resoluciones más concretas. En todo caso, el documento cumplió su objetivo de
alimentar el debate, aun cuando los desnutridos de Venezuela y de América sigan
con la misma hambre.
Sergio
Arancibia
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