(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 22 de junio de 2012.)
La expropiación
de las acciones que la empresa española Repsol tenía en YPF, en Argentina, no
es una buena señal para el conjunto de los capitales internacionales que andan
por el mundo en busca de inversiones rentables. Indudablemente ese es un dato
político o institucional que cambia las reglas del juego y que conduce a cambios
en las conductas de los agentes económicos que quieran meterse en ese juego.
Pero no es ni remotamente un antecedente que elimine de raíz la llegada de
nuevos capitales extranjeros a los países que lleven adelante expropiaciones de
esa naturaleza. Sin perjuicio de algunas obvias declaraciones altisonantes de
la empresa afectada - y de algunos gobernantes inexpertos que quieren aparecer
como más papistas que el papa - la verdad es que las grandes empresas trasnacionales
no son muy dadas a tener grandes gestos de solidaridad entre ellas, como ya se
empieza a visualizar en el propio caso argentino. Más bien todos se preparan para ver como
entran a participar en ese apetitoso festín de donde ha sido expulsado uno de los
comensales que les había ganado anteriormente la partida.
Algo parecido
sucede también en Venezuela, donde la seguidilla de expropiaciones realizadas
en los últimos años no ha detenido el flujo de inversiones extranjeras, las
cuales siguen llegando, aun cuando concentradas en dos sectores: el sector de
los hidrocarburos y el sector financiero.
En cualquier
caso, todo parece indicar que no se
trata de una mera sustitución de un inversionista por otro. El problema es más complejo. Se trata de un
cambio en las reglas del juego que presidirán el comportamiento de los nuevos
inversionistas extranjeros. Las opciones, en principio son dos: o los inversionistas
extranjeros entran a participar en un mercado competitivo, con reglas del juego
claras, conocidas e iguales para todos los participantes, y donde los
resultados dependen de la competencia, de la eficiencia de cada uno y de las
condiciones del mercado, o entran a
participar en un negocio cuyos
resultados se definen en la mesa inicial de las negociaciones que se sostienen
con el gobierno correspondiente, incluso antes de arriesgar un solo dólar.
Obviamente, entre estas dos opciones polares hay varias opciones intermedias,
pero es más o menos obvio que con las expropiaciones recientes el promedio de
las nuevas operaciones se mueve en dirección a la segunda de las opciones mencionadas.
LOS HUMORES
Seria de una
inocencia superlativa el suponer que los capitales extranjeros sólo se radican
en países democráticos, con reglas del juego bien definidas y enteramente cónsonas
con el derecho internacional. La verdad
verdadera es que no hay dictador o dictadura en los últimos cincuenta años que
no haya contado con volúmenes sustantivos de inversiones extranjeras, aun
cuando sus ganancias y la propia permanencia en los negocios correspondientes dependan día a día de los humores del
gobernante. Este último es el que define, en última instancia, las áreas de
interés, el tipo y el monto de la inversión, las ganancias que se obtendrán y
como se repartirán. Aun así, el negocio
vale la pena, mientras dure. Los riesgos
políticos – que el gobierno caiga y sea remplazado por otro que no conozca o no
quiera avalar los acuerdos anteriores- pasan a ser más importantes que los riesgos
propiamente económicos –que surjan competidores o que las condiciones del
mercado se modifiquen. Aun cuando hay ciertos códigos éticos que los gobiernos
de los países de origen – sobre todo los de la OCDE - tratan de imponer a sus
empresas en el extranjeros, lo cierto es
que estas tienen una larga experiencia en materia de negociar con todo tipo de gobiernos, aun con
aquellos cuyas credenciales democráticas no sean muy claras, siempre y cuando
el negocio que ofrecen sea suficientemente tentador.
NEGOCIOS
Así que ni
en Venezuela ni en Argentina es dable suponer que los capitales extranjeros se
ausentarán en forma absoluta por solidaridad con otras empresas que hayan sido
expropiadas o por temores respecto a su propio futuro. Los negocios seguirán su marcha, quizás en
menor cuantía que en otros escenarios posibles, pero sin que se detengan las inversiones
ni los procesos productivos allí donde está el lomito de la actividad
productiva y exportadora.
Sergio
Arancibia
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