martes, 5 de junio de 2012

NUEVAS COMPLICACIONES SACUDEN A EUROPA.


(Articulo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 5 de Junio del 2012.)


Hasta mediados del mes de mayo del presente año, la crisis europea era básicamente un problema relacionado con la capacidad de ciertos países como para seguir gastando como lo habían venido haciendo en los últimos años, o en su defecto, introducir profundos recortes en sus niveles de inversión y/o de consumo de modo de que sus gastos se  adecuaran a sus reales niveles de ingreso, y, generaran, además, los saldos necesarios como pagar el servicio de la deuda que habían acumulado. 
En condiciones normales, ese equilibrio entre ingresos y gastos, en el sector público,   se logra por la vía de reducir el gasto  – léase  menores erogaciones para educación, salud, previsión, obras públicas, etc. – o por la vía de aumentar los impuestos - los impuestos al consumo o los impuestos a la renta. Ambos mecanismos, desde luego, son bastante resistidos por diferentes sectores de la población. También la receta convencional, muy usada en América Latina cuando atravesamos por problemas similares, es dejar que la inflación  aumente, lo cual implica que todos terminan  gastando menos, pero el gobierno no da la impresión de estar recortando ningún gasto.
DEVALUACION.
Asimismo, en nuestra región, y en otras regiones del mundo, se ha utilizado el expediente de la devaluación  para hacer frente a situaciones de esa naturaleza. Con la devaluación se logra encarecer los precios de los artículos importados y  reducir su consumo, al mismo tiempo que se potencian sus exportaciones.  Esta parte de la receta, sin embargo, no es posible aplicarla en los países que no tienen una moneda propia, sino que están atados a una moneda cuyo valor no manejan directamente los gobernantes de cada país. Si un país no quiere o no puede devaluar, ni reducir los salarios, ni disminuir los gastos públicos, ni aumentar los impuestos, ni caer en inflación- y si sus amigos no quieren prestarle más dinero para paliar su situación - entonces ese país, y también sus amigos, están en un grave problema.
Pero a ese problema - la cara griega del problema europeo -  se agrega ahora una nueva faceta, la cara española, cuyas principal manifestación es la crisis bancaria, heredada de la gran burbuja inmobiliaria, también llamada la crisis del ladrillo. Los bancos han dado en exceso créditos que no se pueden cobrar en el corto plazo;   cada banco teme el cierre de los otros bancos, y por lo tanto, todos se niegan mutuamente el llamado crédito interbancario, con lo cual éste ha estado totalmente cerrado durante ya más de un mes; los capitales extranjeros comienzan a salir del país; los pequeños depositantes sacan poco a poco sus ahorros de los bancos, sin generar afortunadamente una estampida, ni colas ante las sucursales bancarias, que serían ya las manifestaciones últimas de una crisis impredecible, y el Gobierno se ha visto en la obligación de nacionalizar Bankia, uno de los principales bancos de España, con lo cual se ha echado encima la obligación de mantenerlo en funcionamiento, con todo el costo financiero que ello implica.     
 Hasta ahora, el Banco Central Europeo, BCE, ha proporcionando fondos a bajas tasas de interés a los bancos europeos con problemas de liquidez, no por la vía de riesgosos fondos de salvataje , sino por la vía de préstamos vía subastas.  Esos fondos han permitido, paradójicamente, financiar la salida de capitales y financiar la Tesorería de sus respectivos países.  Este mecanismo ha permitido que los capitales con mayor movilidad internacional huyan de los euros, y se escuden en el dólar – con lo cual se deprecia el euro, se revalúa el dólar y se esparcen por el mundo las consecuencias de la crises europea - y/o que huyan de los bonos españoles, irlandeses y desde luego griegos, y se refugien en los bonos alemanes y franceses.
EL DEFICIT
El caso griego condujo a la discusión sobre disciplina fiscal y crecimiento, que ha dominado  el debate económico europeo en el transcurso de este año, hasta la mitad de mayo. ¿Hasta dónde es posible exigirle a los países que no hagan uso del déficit fiscal y del endeudamiento público? El caso español - que se hace presente sin que se haya solucionado el problema anterior - plantea un problema adicional: ¿Hasta dónde puede funcionar una integración monetaria como la europea sin una integración bancaria que implique un sistema único de supervisión, un sistema único de garantía de depósitos, y un banco central que tenga la capacidad de emitir bonos, hacer operaciones de mercado abierto e inyectar capital a los bancos con problema?
Sergio Arancibia



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