(Articulo de
Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 8 de junio de 2012.)
Chile, Perú,
Colombia y México conforman lo que se ha denominado la Alianza del Pacífico.
Panamá y Costa Rica, analizan su posible incorporación al grupo. Todos ellos
tuvieron una reunión a nivel
presidencial en el transcurso de esta semana, en las dependencias de uno de los
observatorios astronómicos más modernos del mundo, ubicado en la desértica zona
norte chilena. Hasta ahora ese conjunto de países no ha pasado de ser un grupo, casi
informal, que tienen políticas similares
en materia de apertura comercial internacional y que se reúnen periódicamente
para coordinar posiciones e intercambiar experiencias. Ahora, sin embargo, en la reunión de Antofagasta, se supone que
acordaron la firma de un acuerdo formal que permitirá prontamente el libre
tránsito de mercancías, personas y capitales entre todos ellos, al mismo tiempo
que una proyección coordinada hacia el Asia Pacífico.
Esos objetivos
con que nace la Alianza del Pacífico no son nada distintos a las metas declaradas
de todos los esfuerzos integracionistas que se han intentado en América Latina
en los últimos 40 años, ni a las declaraciones de todos los grupos, organismos e instituciones que se han generado en la
región para llevar adelante dichos fines. Lo único que hace diferente a la Alianza
del Pacífico es una cierta creencia colectiva, dentro y fuera del grupo, de que
dichos países van a llevar adelante, rápidamente, aquello que declaran.
PASARON EL
ACIDO
Tienen para
ello varios elementos a favor. Por un lado, todos han pasado por la prueba del
acido de los tratados de libre comercio con Estados Unidos. Eso hace que
ninguno tenga miedo ni preocupación respecto a la apertura de sus respectivas
economías frente a las mercancías provenientes de los países más avanzados del
mundo en materia tecnológica y manufacturera. Menos razones tienen, por lo tanto,
para tener miedos y recelos de la oferta exportable proveniente de uno u otro
de los países participantes. La otra cara de la medalla es que todos tienen
confianza en que - con las mercancías donde han ganado ventajas competitivas en
los mercados internacionales - pueden abrirse paso aun en los mercados más
exigentes en materia de precios y calidades.
Otro elemento
a favor, que tienen en común los países mencionados, es que casi todos tienen, en forma bilateral, tratados de libre comercio ya firmados y
plenamente vigentes con todos o con varios de los países restantes. Así por ejemplo,
Chile tiene tratados de libre comercio con Perú, con Colombia y con México, y
también con Panamá y con Costa Rica, y por lo tanto, la tarea de multilateralizar
esos tratados es un problema de más fácil solución.
Apertura
hacia el capital extranjero, acceso empresarial y ciudadano al mercado
cambiario, instituciones judiciales con relativa autonomía del poder central y mercados
bursátiles en proceso de unificación, son algunas de las otras circunstancias
comunes que permiten tener confianza en
que la Alianza del Pacífico avanzará
rápidamente en concretar las metas integracionistas que se propone.
SIN
FANFARRÍA
Este grupo
surge con poca fanfarria protocolar, con poca vocinglería, sin atacar a nadie,
sin grandes discursos ideológicos y altisonantes y sin cerrarle las puertas a nadie que quiera
integrarse posteriormente al grupo, confiando más en lo que serán capaces de
hacer en el corto plazo que en las declaraciones reiterativas de metas ya
conocidas. Ojala la formalización de este grupo signifique el nacimiento de una
nueva forma de hacer política y de hacer integración en América Latina.
Sergio
Arancibia
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