Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL, el día 28 de Enero
de 2016.
LA
SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES
La política
de sustitución de importaciones no es nueva en Venezuela ni en América Latina.
Se aplicó en casi todos los países de la región, en uno u otro momento de su
historia. Fue ampliamente difundida y sistematizada por Cepal y por una pléyade
de excelentes economistas latinoamericanos. Tuvo su época de oro en la segunda
mitad del siglo XX, pero, como muchas otras cosas en la vida, mostró finalmente
sus limitaciones, entró en decadencia, y
terminó siendo modificada o descartada en todos los países donde se venía desarrollando.
En su
versión más simple, la política de sustitución de importaciones se basaba en la
idea de que en vez de importar los bienes finales que se demandaban en los
mercados internos de los países de la región, era mejor que se importaran
primero las maquinarias y equipos
necesarios como para producir internamente esos bienes, y después, en
forma regular, importar las materias primas e insumos necesarios para mantener esas instalaciones en buen nivel de
funcionamiento. Se asumía que importar materias primas e insumos era siempre más
barato que importar el bien terminado. Había una fase de producción y de
agregación de valor que se hacia dentro del país, con recursos y mano de obra
locales.
El problema
es que si no hay exportaciones que alimenten al sistema con un volumen creciente
de divisas, se llega rápidamente a una situación en la cual todas las divisas disponibles están ya comprometidas
con las importaciones necesarias como para mantener al aparato productivo en un
determinado nivel de funcionamiento, pero no se puede aumentar la producción a menos
que haya nuevas fuentes de divisas. En otras palabras las divisas tradicionales
quedan comprometidas y no hay nueva generación de divisas en la medida en que
las nuevas empresas que se generan no tienen capacidad exportadora, básicamente
porque sus niveles de excelencia y de competitividad
internacional no son altos.
Si la política
de sustitución de importaciones no va estrechamente ligada a una política de
exportaciones no tradicionales, el conjunto del
proyecto económico queda supeditado a los niveles de actividad del sector
exportador tradicional.
Por ello, en
la nueva etapa de sustitución n de importaciones que se pretende llevar adelante
en Venezuela -como forma de enfrentar la carencia de divisas ocasionada por la
improvisación y el despilfarro oficial y por la caída en los precios internacionales
del petróleo - hay que relacionar desde el principio la eventual mayor producción
nacional con la capacidad de exportación. Hacer que las nuevas industrias, o
las viejas industrias que se quieren reactivar,
generen las divisas que ella mismas, o el conjunto del país, necesitan
para mantener el esquema en funcionamiento. Sin esto, el programa de sustitución
de importaciones no durará ni un año.
Para promocionar e incentivar
nuevas exportaciones hay que derribar todas las barreras absurdas que hoy en día
limitan las exportaciones, como si estas fueran una forma maligna de desviar la
producción hacia fuera del país pudiendo canalizarse hacia la satisfacción de las demandas internas. Esa concepción errónea hay
que sustituirla por la idea de que solo exportando se podrá sostener el
programa de sustitución de importaciones. Hay, por lo tanto, que poner la promoción
de exportaciones en el centro de la política económica, y generar todos los estímulos
económicos e institucionales que correspondan. En ese campo, por lo demás, no
es necesario inventar demasiado, pues hay muchos ejemplos exitosos en esa materia
en la propia América Latina.
La política
de sustitución de importaciones, como toda política económica, tiene costos. En este caso, esos costos dicen relación con el crecimiento de los
precios de ciertos bienes importados, y con un cierto grado de desabastecimiento
de los mismos. Los precios de los productos importados tienen que ser elevados,
porque el dólar con que se pueden comprar se adquiere caro en el mercado interno
o local, lo cual a su vez constituye un estímulo para que los empresarios locales produzcan tanto como puedan, incentivados
por esos precios elevados. Las consecuencias sociales de este problema económico
hay que paliarlas con programas sociales de emergencia específicamente
destinados y localizados en la atención
de los sectores más vulnerables. La otra consecuencia poco simpática de la sustitución de
importaciones es que muchos productos
importados dejan de estar presentes en el mercado interno, pues los pocos
dólares que existan deben dedicarse a importaciones esenciales.
sergio-arancibia.blospot.com
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