(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 7 de Enero
del 2016.)
En el
transcurso del mes de diciembre del año recién pasado, la Reserva Federal de
los Estados Unidos decidió finalmente aumentar las tasas de interés – en 0.25 %
- medida que había sido largamente esperada por el sistema financiero nacional
e internacional. Con esta medida la tasa de interés a la cual la Reserva Federal
- algo así como el Banco Central de la economía norteamericana – le presta fondos
a los bancos comerciales dejará de estar cercana a cero, y se ubicará alrededor
de los 0.50 %. Con eso, obviamente, todos los bancos del sistema bancario norteamericano deberían elevaran las tasas de interés que
cobran por los préstamos que realizan a los agentes económicos privados. No
tiene sentido que los bancos tomen activos monetarios al 0.5 % para prestarlos
posteriormente a sus clientes al 0.4 %. Los bancos deben trasladar esa alza a sus
clientes, es decir, al conjunto de la economía norteamericana y mundial. Pero
como la decisión de la Reserva Federal fue una medida que se esperaba y se
anunciaba desde hace bastante tiempo los bancos ya habían adelantado los
efectos de la misma, de modo que al momento de ser tomada la medida no afecta
en forma brusca al mercado financiero mundial, pues los efectos se han ido haciendo
presentes en forma molecular durante los varios meses previos.
Los bancos
ubicados en otros países -desarrollados o en desarrollo- son libres de aumentar
o no sus tasas de interés. Es enteramente posible que ellos no se nutran de los
fondos que les pueda prestar la Reserva Federal, y por lo tanto, no se deberían
sentir afectados por la mayor tasa que preside esos préstamos. Pero los depositantes
sí que son sensibles al incremento de las tasas en el mercado norteamericano.
Si la tasa de interés es superior en Estados Unidos que en el resto del sistema
financiero internacional, los capitales que circulan por el mundo en busca de
las mejores opciones de inversión de corto o de largo plazo, fluirán hacia
dicho país, provocando una salida de capitales desde otras economías. Frente e esa situación, poco alentadora para
la banca internacional, ésta se vera incentivada, o casi obligada, a subir
también las tasas de interés, para evitar
la salida de los capitales que hoy en día
se depositan en sus arcas. Subirán, por lo tanto, las tasas de interés que imperan
en gruesa parte del sistema financiero internacional. Y se revertirá la
tendencia que imperó en muchos momentos de la década anterior, en la cual los
capitales fluían desde los países centrales hacia los países de la periferia,
incentivados a ello por las tasas de interés muy bajas, activas y pasivas, que
se pagaban en el sistema bancario norteamericano. En otras palabras, se viene un período en que
las tasas de interés que imperen en el sistema financiero internacional serán más
altas y el monto de los fondos que fluyan hacia los países de la periferia
serán más escasos.
¿Cómo afecta
todo esto a Venezuela? Venezuela está afectada por una tasa riesgo país tan
alta, cercana al 28 %, que hace prácticamente imposible que coloque bonos soberanos
en el mercado financiero internacional. Técnicamente la tasa debe subir,
siguiendo la tasa de interés internacional, pero igual no podrá colocar nuevos bonos. Su
capacidad de endeudarse por la vía de la emisión de bonos soberanos es y
seguirá siendo prácticamente nula. Pero en la medida en que Venezuela trate de
negociar los bonos emitidos con anterioridad - o de emitir nuevos bonos para
pagar los anteriores - entonces enfrentará
la vigencia de tasas de interés más elevadas, no tanto por efecto de las
medidas de la Reserva Federal, sino por obra y gracia de sus elevadas tasas de
riesgo país. Afortunadamente la tasa de interés que se paga por la deuda
externa es hoy en día a tasas fijas, y no a tasas de interés variables, como lo
fueron en décadas pasadas, lo cual hubiera tenido consecuencias catastróficas
para la Venezuela del presente.
Los créditos
comerciales tampoco están actualmente a la orden del día para los agentes económicos
privados. Todos los interlocutores comerciales del país saben internacionalmente
las dificultades que los importadores tienen para ´pagar el importe de sus
compras, razón por la cual solo les venden cuando hay un pago muy seguro. Por
lo tanto, las condiciones de acceso al mercado crediticio de carácter comercial
no se verá afectado mayormente, pues está y seguirá estando a un nivel muy mínimo.
La inversión
extranjera directa se encuentra también niveles muy modestos. Esa inversión es probable
que retroceda hasta niveles no solo cercanos a cero, sino negativos, pues las
tasas de interés que esos capitales pueden obtener en el mercado internacional será
mayor, lo cual hace no solo que no lleguen nuevos capitales, sino que salgan
los que vinieron en épocas anteriores.
Si los
dólares fluyen en mayor medida hacia la economía norteamericana -o hacia la
banca internacional que siga las tasas de interés de la banca norteamericana - es
dable pensar que en alguna medida eso incentivará la salida de capitales ´privados
- de elevados o de modestos montos - hacia esos mercados bancarios internacionales,
lo cual elevaría la demanda interna y los depósitos externos de dólares como
forma de resguardo patrimonial. Eso se traduciría en devaluación más acelerada
de la moneda nacional. En síntesis, - si no hay medidas activas y sensatas con
las cuales enfrentar la crisis - con la política cambiaria y comercial actual Venezuela
cosechará lo peor de todos los escenarios posibles.
sergio-arancibia.blogspot.com
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