(Artículo de Sergio
Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 13 de Octubre de
201
El Fondo
Monetario Internacional ha publicado recientemente sus proyecciones sobre el
crecimiento de los países de la América Latina para los años 2016 y 2017. Este
organismo no es indudablemente un oráculo infalible, entre otras cosas porque
él futuro siempre es incierto y, además, porque el FMI ha acumulado en el
pasado una cierta masa crítica de errores, tanto en sus previsiones como en sus
recomendaciones de política, lo cual hace que sus proyecciones o previsiones
económicas se tomen hoy en día con cierta cautela. Pero aun con todo ello, el
FMI es un organismo serio que intenta mostrar una panorámica lo más ajustada
posible a las metodológicas usualmente utilizadas internacionalmente para medir
el desempeño económico de los países.
A todo lo
anterior se suma el hecho de que Venezuela ha dejado de publicar estadísticas
económicas que sean oportunas y que sean creíbles, razón por la cual hay que
echar mano a lo que exista. Las estadísticas del Banco Central de Venezuela
suelen hacerse públicas con uno o dos años de atraso, cuando ya han perdido
toda su utilidad como herramientas para la toma de decisiones económicas y,
además, se suelen presentar rodeadas de una cuota muy alta de sospechas sobre
la seriedad y la veracidad de lo que muestran.
Las
estadísticas recientes del FMI muestran, con relación a Venezuela, una realidad
que no nos sorprende: no hay ningún país de la región que muestre un desempeño
peor que el de nuestro país. Si se toman lo datos disponibles sobre el
crecimiento del PIB en el año 2015, más lo que se visualiza que sucederá en el
año 2016, y las previsiones sobre el año siguiente, se puede decir que no hay
ningún país latinoamericano que sume tres años seguidos de caída de la
producción, tal como lo muestra Venezuela. Una caída ya suficientemente
consolidada de 6.2 % en el año 2015, una caída posible de 10. % en el año en
curso, y una previsión de una nueva caída de 4.5 % en el año próximo. En total,
si todo ello resultara cierto - o cercano a la verdad - se terminaría el año
2017 con un PIB menor en un 22 % al PIB del año 2014. En promedio cada
venezolano sería un 22 % por pobre que hace tres años atrás. Es difícil que un
gobierno exhiba un cuadro económico tan malo como este.
No se le
puede echar toda la culpa al petróleo. Países que también hacen del petróleo su
principal producto de exportación, tales como Ecuador o Colombia decrecerán
poco, o incluso crecerán, a pesar de que sufren las mismas condiciones adversas
del mercado internacional petrolero. Ecuador, por ejemplo, creció poco, un
0.3%, en el 2015, se visualiza que caerá en un 2.3 % en el presente año y que
volverá a caer en un 2.7 % en el año siguiente. Colombia, en cambio creció en un
3.1 % en el 2015, y crecerá en un 2.2 % en el 2016 y volverá a crecer en un 2.7
en el año 2017. Chile, que ha visto caer los precios del cobre, ha crecido en
un 2.3 % y en un 1.7 % en los años 2015 y 2016 y se espera que crezca en un 2.0
% en el año 2017. Toda la América del Sur se espera que decrezca en un 2.0 % en
el año en curso, pero que supere su decrecimiento, y vuelva a crecer en el
2017, a una tasa de 1.1 %. Solo Venezuela ha decrecido en el pasado reciente,
está decreciendo en el presente y seguirá decreciendo en el futuro cercano.
¿Porque
Venezuela presenta una situación tan mala como la que se deduce de las
estadísticas mencionadas? La respuesta oficial, que satisface a la fanaticada,
es que Venezuela enfrenta una guerra económica que le han declarado el imperio,
los países vecinos, el Mercosur, los empresarios internos, la Asamblea
Nacional, la banca internacional y media humanidad más. Si esa hipótesis fuera
cierta, habría que decir, con la mano en el corazón, que no se están cosechando
éxitos en esa guerra, sino todo lo contrario. Pero esa hipótesis es poco
convincente. El mundo comercializa con Venezuela todo lo que Venezuela está en
condiciones de comprar o de vender. No le venden a precios más caros ni le
compran a precios más baratos. Le venden y le compran a precios
internacionales. Los negocios son los negocios. Lo que sí ha sucedido es que no
es fácil encontrar alguien que le venda a crédito a Venezuela- al gobierno o a
las empresas privadas - pues las condiciones de pago no son muy seguras, sino
que son un tanto riesgosas, así que prefieren vender al contado, lo cual es una
práctica enteramente usual y corriente en el mercado internacional. Tampoco hay
muchos agentes financieros internacionales dispuestos a facilitarle fondos a
Venezuela, a menos que este país acepte pagar una tasa de riesgo país
extraordinariamente elevada. Pero eso es culpa, en última instancia, de la
carencia de un presupuesto ordenado y creíble de ingresos y gastos en dólares.
El mercado financiero internacional, contrariamente a lo que se cree, no está
constituido por agentes osados y atrevidos, sino por ciudadanos sumamente
cautelosos, que no corren riesgos en forma gratuita, que gustan de la
transparencia y que quieren todo tipo de seguridad en sus inversiones antes de
soltar un dólar.
En síntesis,
los problemas de Venezuela, que nos llevan a ser la peor economía en toda la
región, son consecuencia de lo que este gobierno y el anterior han hecho y de
los malos cálculos que hicieron sobre el futuro.
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