(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 20 de octubre
de 2016)
Permitir que
ciertos agentes económicos puedan comprar en el mercado internacional ciertos
bienes alimenticios y puedan posteriormente venderlos en el mercado nacional,
tomando el precio internacional como el costo de referencia para calcular el
precio de venta, es lo más natural del mundo.
Es lo que sucede en la mayor parte de los países civilizados del planeta
tierra. Pero en la Venezuela actual el sistema se ha anunciado como si fuera
algo parecido a la llegada de los marcianos. Y tienen razón en anunciarlo en
esa forma, pues aquí todo lo normal se vuelve complicado, y el agua tibia se
descubre por lo menos dos o tres veces por año. Tanto es así, que esa
operación, que debería ser lo más natural del mundo, motiva en la cabeza del
observador de a pie una serie de dudas y suspicacias.
Así, por
ejemplo, no está claro quiénes son los agentes económicos que están autorizados
para protagonizar este tipo de operación comercial. ¿Es el gobierno
únicamente? ¿O son agentes privados
autorizados por el gobierno? ¿Y en este último caso, de donde se sacarán los
dólares para comprar aquellos bienes importados? ¿Serán dólares que el gobierno
facilitará para estos efectos? ¿O serán dólares que cada uno sacará de donde
pueda? ¿Y cuáles serán los requisitos para poder optar a estos dólares, si es
que los vende el gobierno? ¿A qué precios se venderán esos dólares a los
eventuales importadores?
Si es que
los dólares no los venderá el gobierno - sino que cada uno los sacará de donde
pueda - entonces viene la duda respecto a las opciones que se abren con respeto
a los bolívares que se obtendrán como resultado de toda esta operación. ¿Podrán
volver a convertirse en dólares? ¿A través de que mecanismo? ¿A qué precio? ¿O
el que gasta sus dólares en esta operación se quedará con bolívares de ahí para
adelante? ¿Y al que saca dólares de alguna parte y participa en este negocio,
no le preguntará en Seniat de dónde sacó los dólares? ¿Y los bolívares que
obtenga podrán ser utilizados con entera libertad para comprar de ahí en
adelante lo que se estime conveniente en el mercado nacional?
¿Y qué
pasará con los empresarios que producen bienes similares a esos que serán
importador y vendidos a precios internacionales? ¿A qué precio podrán vender?
¿Seguirán vendiendo a precio nacional? ¿O tendrán su veranito en el cual podrán
vender a precio internacional, independientemente de los costos en que haya
incurrido para producir aquellos bienes? ¿Hasta cuándo? ¿De ahí para adelante,
o solamente los fines de semana que al gobierno se le ocurra?
Esta
dolarización parcial y ocasional de la economía nacional puede que sirva para
dar un respiro a los mercados, y para que aparezcan ciertos bienes alimenticios
o medicinales que están perdidos hace mucho tiempo. Obviamente esos bienes
llegarn a los anaqueles a precios elevados, con lo cual el ingreso real de los
trabajadores que viven de un sueldo fijo - el cual obviamente no está
dolarizado -sufrirán un nuevo golpe cochinero.
Si el
sistema permite algún respiro, ¿por qué no puede mantenerse por tiempo
indefinido? Volvemos al principio. Si toda esta operación es con dólares
oficiales, la respuesta es que no hay dólares suficientes, por lo menos a la
tasa oficial. Si toda la operación es
con dólares particulares, la respuesta es que el juego durará mientras dure la
conveniencia de ciertos agentes económicos de convertir dólares en bolívares.
En ese campo, hay que tener en cuenta que las leyes contra las operaciones en
dólares y contra el lavado de dinero hacen que sea muy peligroso el invertir
mil dólares en traer papas o azúcar desde Colombia, pues puede que a algún
funcionario ingenioso se le ocurra expropiar los dólares y/o la mercancía y de
ñapa meter preso al protagonista de toda esta operación. Pero, aun así, es
posible que muchos empresarios se sientan interesados en participar en el
sistema. Más aun, hay muchos agentes económicos - empresarios o no - que pueden
pensar que este ingenioso sistema se creó precisamente para sacarles las patas
del barro a ellos.
La realidad
de las cosas es hay una estrechez muy grande de liquidez monetaria en el
mercado monetario y hay muchos ciudadanos que tienen compromisos en bolívares -
sobre todo con la banca - que solo se podrían solventar por la vía de vender
algunos dólares que hoy en día reposan en el extranjero. Si en vez de traer
dólares traen mercancías, se incrementa más aun lo que se puede obtener en
bolívares, y las urgencias de pagos en bolívares se pueden solucionar, por lo
menos hasta una próxima oportunidad. Además, si traen directamente sus dólares
desde el exterior, tratando de venderlos dentro del país, harían bajar el
precio de esa divisa, lo cual no es necesariamente un objetivo que todo el
mundo comparta. Al traer mercancías, la liquidez monetaria que enfrenta el
sistema no sufriría modificación, pero se daría una redistribución de esa masa
monetaria, permitiendo a algunos el pago de sus deudas y posibilitando a todos
los ciudadanos que vuelvan a encontrar en los anaqueles mercancías que se
habían perdido de vista desde hace mucho tiempo, sin necesidad de hacer colas.
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