(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 20 de Julio
de2016).
Ante la
creciente presencia de los militares en todos los ámbitos del quehacer
económico del país, es bueno retomar los conceptos de táctica y de estrategia,
que son tan caros en la metodología con que los buenos militares enfrentan los
problemas que su profesión les presenta.
Hay que
partir por decir que la estrategia dice relación con la planificación y
orientación de diferentes combates para efectos de conseguir el objetivo
fijado, y ganar por lo tanto la guerra.
La táctica,
en cambio, dice relación con la forma de usar los recursos de que se dispone
para ganar un combate determinado. Aun cuando se ganen miles de combates, puede
que se pierda la guerra, si es que la estrategia es errónea. Esos combates solo
tienen sentido positivo si es que ayudan a implementar o llevar adelante la
estrategia que ha sido fijada.
Si uno
pensara que el principal objetivo estratégico del presente venezolano es aumentar
la producción que tiene lugar en el territorio nacional, uno podría pensar que
hay que ver como se aumenta la producción petrolera, la producción agropecuaria
y la producción manufacturera, por hablar de tres áreas que tienen cierta
especificidad. ¿Qué estrategia se piensa seguir para llevar adelante esos
objetivos? ¿Se introducirán cambios con respecto a lo que se ha hecho en los
últimos años, o se insistirá en la estrategia que ha llevado a la presente
crisis?
Pero puede
que la estrategia no se plantee en esos términos, sino que se postule que el
gran objetivo estratégico es aumentar la cantidad de divisas con que cuenta el
país, y utilizar racionalmente las pocas que existen. Si eso fuera así, uno
podría pensar que se llevará adelante un agresivo programa de promoción de
exportaciones, junto con la consecución de fondos de emergencia o de transición
en los organismos financieros internacionales, y una planificación del uso de
las divisas disponibles que sea transparente
y sensata. Todo ello implica que hay que conversar con los organismos
financieros internacionales. También hay que suprimir tanto como se puedan los
trámites y alcabalas legales o ilegales que rodean el proceso de exportación,
de modo de irrumpir en el mercado internacional con productos no tradicionales.
Tan importante como todo lo anterior es contar con una planificación del uso de
las divisas, de modo que no se distribuyan ni se usen de acuerdo al viejo
criterio de “allí vamos viendo”, ni tampoco con el secretismo y la falta de transparencia,
que se usa precisamente para ocultar lo que no se quiere que se conozca. ¿Se
piensan dar batallas en aras de esos objetivos estratégicos? ¿O se piensa
seguir marcando el paso con tácticas y estrategias que han demostrado hasta el
cansancio que conducen a estrepitosas derrotas?
Quizás uno
de los principios rectores de la nueva estrategia que el país necesita sea
partir por entender que aquí no estamos ni queremos estar en guerra, excepto
contra las políticas que ya han demostrado su fracaso.
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