(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y
NEGOCIOS el día 13 de Julio de 2014)
La salida de Inglaterra de la Unión Europea tiene complicados
a los propios ingleses, a toda Europa y a una buena parte del resto del mundo.
Sin embargo, en Venezuela, nadie parece creer que la
situación económica se beneficiará o se perjudicará por ese evento de carácter
estratégico mundial. Venezuela, por lo menos directamente, no parece que se
verá afectada en su comercio con Inglaterra ni en su comercio con la
“Europa-menos-uno”.
Un país como Venezuela, que tiene prácticamente un solo
producto con el cual se relaciona comercialmente con el mundo y que ha avanzado
muy `poco en las últimas décadas en materia de negociación de tratados o
acuerdos comerciales con otros países o regiones, no tiene mucho de qué
preocuparse.
Por el lado de las exportaciones, las mercancías venezolanas
seguirán entrando a Europa y a Inglaterra con el mismo arancel actual, lo cual
vale decir con las mismas preferencias y con la misma competitividad con que
entran hoy en día. Si suponemos un escenario en que tanto Inglaterra como el
resto de la Unión Europea mantendrán la estructura arancelaria que hoy en día
mantienen para terceros no comunitarios, y que no tienen tratados comerciales
vigentes con la Unión, entonces todo seguirá igual.
Distinta es la situación de los países como Colombia, Perú o
Chile, que tienen sendos tratados comerciales vigentes con la Unión Europea en
su conjunto. Para esos países sí que la situación inglesa tiene muchísima
importancia, pues no se sabe si Inglaterra mantendrá con esos países la
situación actual de aranceles recíprocos, o si se sentirá libre de elevarlos
como lo estime conveniente. Pero el mero hecho de abandonar la Unión no
determina de por sí lo que Inglaterra hará en ese campo. Puede conservar,
abandonar o modificar muchas de las normas que hoy en día son comunes para
todos los miembros de la Unión Europea.
Con las importaciones las cosas son más claras aún. El
establecimiento de aranceles de importación es una materia autónoma y soberana
de la propia Venezuela y no se visualizan razones como para introducir
modificaciones en ese campo.
Hay otras modificaciones más indirectas del brexit, que
también merecen ser analizadas. La libra esterlina ha bajado en los mercados
cambiarios internacionales y lo más probable es que se quede en esos sitiales
bajos. Eso beneficia al dólar, al euro o al yen, es decir a las monedas que se
hacen más fuertes en relación a la libra. Debido a ello, los que tienen libras
esterlinas en su mano, o los que comercializan habitualmente sus mercancías en
libras esterlinas, se verán perjudicados. Pero no es el caso de Venezuela, que
vende su petróleo en dólares.
Otro punto importante son los flujos internacionales de
capital. La mayor fortaleza del dólar hará que se canalice hacia el mercado
bancario y financiero norteamericano una mayor cantidad de los capitales que
andan dando vueltas por el mundo, lo cual puede conducir a una mayor sequía de
dólares para ser invertidos en los países en desarrollo, lo cual fortalecería
una tendencia que ya estaba en marcha desde antes del brexit. En todo caso
Venezuela ha mostrado en los últimos años un desprecio olímpico por los
capitales extranjeros. No se interesa por atraerlos, les pone condiciones muy
difíciles a los pocos valientes que se atreven a asomarse a ver lo que aquí
sucede, e incluso ahuyenta los que se han establecido aquí durante las décadas
anteriores.
Así que, por esta vez, nuestro aislamiento y provincianismo
nos han preservado, por lo menos en lo inmediato, de las tempestades que se
desarrollan en otros confines del globo.
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