(Artículo de Sergio
Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 14 de Julio de 2016)
El
Presidente Chávez decidió solicitar el ingreso al Mercosur – y retirarse de la
Comunidad Andina de Naciones – más como un gesto político que como una medida
económica bien pensada que pudiera darle buenos dividendos a Venezuela. No
importaba en ese momento si la economía venezolana se beneficiaba o no, sino
que lo único que se tomaba en cuenta era poder fortalecer políticamente un
bloque de naciones en donde se reunían presidentes amigos. Además, Venezuela se
pensaba a sí misma como un país suficientemente rico como para permitirse esos
lujos. El petróleo se vendía a buen precio en el mercado internacional y la
captura de mercados externos, tan vital para otras economías, no parecía
relevante para un país y para un gobernante que se suponía tocado por la mano
de Dios.
Pero como la
rueda de la historia está en permanente movimiento, resulta ahora que esos
presidentes a los cuales se le dieron tantas pruebas de amor ya no están en el
poder en sus respectivos países, los nuevos presidentes ya no son tan amigos, y
la situación económica de Venezuela pasa por una crisis en que se echan de
menos con desespero los mercados externos que nunca se trataron de conquistar
con seriedad. Fatal error de una diplomacia que confiaba más en las relaciones
personales entre ciertos personajes transitorios en la historia de cada país,
que en las relaciones más profundas y permanentes que se pudieran establecer
entre las respectivas sociedades.
A Argentina
las ventas por parte de Venezuela ascendieron en el año 2015 a la modesta suma
de 6.5 millones de dólares. A Paraguay se exportaron ese año 3.5 millones de
dólares. A Uruguay el monto de las exportaciones fue un poco mayor, llegado a
199 millones de dólares. A Brasil es el único país con el cual hay un nivel de
comercio más significativo, aun cuando en franco retroceso de año en año: las
exportaciones hacia ese país llegaron a 680 millones de dólares en el año 2015,
después de haber alcanzado niveles que duplicaban esta última cifra en años
anteriores.
Ahora, a
esta pérdida de comercio se agrega el hecho de los cuatro países que
conformaron originalmente el Mercosur, han postergado de hecho la entrega de la
Presidencia pro tempore de dicho bloque a Venezuela. Ese cargo tiene muy poca
importancia política. Es un cargo meramente de carácter administrativo. Pero el
resistirse a que Venezuela asuma ese cargo - o el postergar la entrega del
cargo aun cuando sea por un par de días- sí que tiene una tremenda importancia
diplomática. La diplomacia es un ámbito de la política en que las cosas muchas
veces no se dicen con palabras, sino por la vía de pequeños gestos o de
pequeños símbolos, que dan a entender precisamente lo que no se quiere decir
con palabras. Y con ese gesto de reunirse para discutir si le entregaban o no
la presidencia a Venezuela - cuestión que nunca había sucedido con ningún país
- ya se estaba diciendo a gritos que Venezuela no goza de universal simpatía al
interior de ese bloque sub regional. En segundo lugar, al postergar la entrega
de ese cargo, aun cuando sea por un mero par de días o de meses, se le está
diciendo a Venezuela que no la quieren, que no confían en ella, que no se
sienten representados por ella ni siquiera para esas formalidades
administrativas que requieren de alguien que se encargue de esos menesteres por
un período de seis meses. La reunión del lunes, por lo tanto, y lo que allí
sucedió, no es solo una derrota diplomática coyuntural para Venezuela, sino una
derrota estratégica de todo lo que se tenía en mente cuando se solicitó el
ingreso a ese bloque de naciones.
Además,
Venezuela se jugó porque esa presidencia se la entregaran cuanto antes, y
postuló abiertamente que no hacerlo violaba las normas de esa organización, lo
cual puso de relieve ante todo el mundo que quería a toda costa que no se
tomara la decisión que se tomó. Se arriesgaron a una derrota diplomática y la
lograron plenamente. El conversar, el negociar, el buscar acuerdos, el crear
climas de entendimiento, no es la tónica de la diplomacia venezolana. Pero esta
vez, la diplomacia de los micrófonos, de los hechos consumados, de la
matonería, de las frases altisonantes, que le daba ciertos buenos resultados al
Presidente Chávez, le ha dado pésimos resultados a la Canciller Rodriguez.
En
definitiva, Venezuela sacrificó inicialmente, al entrar al Mercosur, el
comercio para ganar amigos, pero se quedaron a mediano plazo sin comercio y sin
amigos. O, en otras palabras, sin el
chivo y sin el mecate.
sergio-arancibia.blogspot.com
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