(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUL el día 10 de
Septiembre de 2015.)
La política
cambiaria está constituida por las decisiones que toma la autoridad política o
monetaria de un país en relación al tipo de cambio de su moneda nacional. En otras palabras, se trata de las decisiones
que afecten la cantidad de unidades de
la moneda nacional que se entregarán a cambio de una unidad monetaria de otros
países. Obviamente la tasa de cambio más
importante, por lo menos en esta región del planeta, es la relación de cada
unidad monetaria nacional - el peso, el real, el bolivar, etc. – con el
dólar norteamericano.
Cada país es
soberano para fijar la tasa de cambio que estime conveniente, siempre y cuando
sea
responsable con las consecuencias de su decisión. Si entrega muchas unidades
monetarias nacionales a cambio de un dólar, eso encarece las importaciones y
favorece las exportaciones, además de ser un estímulo para las inversiones
extranjeras. Si el dólar se cambia por muy pocas unidades monetarias del país,
eso abarata las importaciones y hace muy poco rentables las exportaciones.
Además, cada
país determina, dentro de su territorio, las formas institucionales precisas
como se pueden realizar esas operaciones de cambio. Nadie puede objetar, por ejemplo, que en tal
o cual país existan casas de cambio que operan libre y legalmente. Hay países en que esas operaciones son tan libres como
comprar pan. Hay otros países en que esas operaciones están prácticamente
prohibidas. La libertad es libre. Hay
países en que el dólar tiene tres o cuatro precios simultáneos, con el consiguiente
desbarajuste general de la economía, cosa que tampoco puede ser objetada
formalmente por ningún otro país.
Un país no
necesita estar fijando la relación de su moneda con cada una de las distintas monedas
que existen a nivel internacional. Si el país A fija libre y soberanamente la
relación entre su moneda y el dólar, y el país B hace lo mismo con su propia
moneda nacional, en la práctica queda también fijada la relación, por lo menos hipotética,
entre la moneda del país A y del país B.
Que en realidad hayan personas que cambien la moneda de A por la moneda
de B es otra cosa. Puede que no haya nadie en el planeta tierra dispuesto a
cambiar su propia moneda por la moneda de un cierto país, en el cual no se
tiene confianza, aun cuando las respectivas
relaciones de cambio con el dólar arrojen una tasa de cambio hipotética entre
dichas monedas nacionales. Hay otros
casos en que hay un solo país - uno solo sobre la faz de la tierra - en que
algunos agentes económicos nacionales están dispuestos a recibir moneda de otro
país B a cambio de su propia moneda nacional o a cambio del dólar.
Hay circunstancias
en que la política cambiaria se basa en dejar que tasa de cambio se fije libremente por la oferta y la demanda
que se presente en el mercado. Hay otras veces en que la tasa de cambio la fija
administrativamente el gobierno o la autoridad monetaria correspondiente. En estos últimos casos, si la tasa de cambio
es muy baja, la demanda de moneda extranjera será alta y el gobierno debe
lanzar al mercado la cantidad de dólares que correspondan para abastecer el mercado.
Si no lo hace, la tasa de cambio en el mercado real tenderá a distanciarse de
la tasa de cambio fijada administrativamente por el gobierno.
Hay veces en
que un país puede objetar el hecho de que sus connacionales saquen su propia moneda
nacional fuera del país, y la cambien por dólares o por otras monedas
extranjeras. Un país puede objetar aquello y castigar a sus connacionales que
actúen de esa forma - en realidad lo mejor serían incentivos económicos para
que no lo hagan - pero no puede pretender ni prohibir que en otros países compren
esa moneda en los términos en que la institucionalidad cambiaria de ese país lo
establezca.
Otra cosa
importante: ¿Qué hacen con la moneda del país A aquellos que la compran o la aceptan
en el país B? La respuesta es una sola: comprar activos en el país A. Y en los tiempos que corren, no se necesita
ir con una maleta de monedas del país A al país B para realizar esas operaciones
de cambio. Basta con depositarle en el propio país A, a los agentes económicos del
país B, la cantidad de dinero que se haya pactado. ¿Y que reciben los que entregan esa cantidad de dinero sin salir
de su país? Muy sencillo: reciben activos físicos o financieros en otros
países, sin salir de su propio país. Las
tecnologías comunicacionales y financieras permite hoy en día mover
activos a lo largo del planeta, sin
mover físicamente una sola moneda de ningún país. Mientras este mecanismo
funcione, pueden construir una muralla china en la frontera, y nada sustantivo
cambiará.
sergio-arancibia.blogspot.com
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