(Artículo
de Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 18 de
Septiembre de 2015)
Hay un viejo
cuento de un sacerdote que enojado por la escasa cantidad de fieles que asistía
a misa – y no pudiendo enfrentar a los que no asistían- no encontraba nada mejor que desahogarse de
la rabia que esta situación le generaba regañando en la misa a los que estaban
presentes.
Algo
parecido parece estar sucediendo en lo que dice relación con el comercio con
Colombia. Aceptemos que hay una gran cantidad de mercancías que son
contrabandeadas a través de la línea fronteriza. Sin perjuicio de ello, hay una cantidad
importante de mercancías que atraviesan la frontera cumpliendo con todos los trámites que las leyes de ambos
países imponen. Pero como la lucha
contra los contrabandistas es difícil, entonces se embiste contra los comerciantes
formales. Con esto se consigue, por un
lado, que el comercio legal y formal disminuya, con el consiguiente perjuicio
para el país y para muchos empresarios de uno y otro lado de la frontera que
llevaban adelante una actividad económica absolutamente transparente. La otra consecuencia – o falta de consecuencia-
es que el comercio ilegal, informal, bachaquero o como quiera que se le llame,
no se ve afectado, a menos que se asuma que ese comercio se hace precisamente
por las aduanas establecidas para controlar el comercio formal, y que están
resguardadas por los funcionarios correspondientes del Estado venezolano. Si el comercio informal, ilegal y bachaquero
se realiza por la vía de los caminos verdes, hay que controlar los caminos verdes,
para lo cual no se necesita cerrar los caminos aduaneros normales. Si el comercio informal, ilegal y bachaquero
se realiza teniendo como agentes o protagonistas a las bandas delictivas de una u otra
nacionalidad, entonces hay que atacar esos núcleos delictivos, lo cual no se
logra en absoluto mediante el cierre de la aduanas legales y formales, a menos que se asuma que
las mercancías que pasaban la frontera lo hacían tranquilamente por esa vías aduaneras,
lo cual es, desde luego, un supuesto absolutamente negado.
Con el cierre
de los puntos fronterizos más usuales Venezuela, que ve reducidas año a año sus
exportaciones no petroleras, pierde un
mercado que en otros momentos ha sido uno de los destinos fundamentales de sus ventas
internacionales. Perder el mercado colombiano para las exportaciones venezolanas es un daño económico grave. No se ve fácil
que Venezuela pueda suplir el mercado colombiano por la vía de exportar hacia
otros mercados. No hay nada que indique que se está en vías de venderle más
productos no petroleros al Mercosur, o al Caribe, o al Alba, y ni siquiera a
China. No hay nada que indique que Venezuela tenga un plan serio y sostenido de
fomento o promoción de sus exportaciones no petroleras. Sencillamente las exportaciones no petroleras
disminuyen año a año sin que se tomen medidas para revertir esa tendencia. El cierre total o parcial del comercio con
Colombia aumentará esa tendencia. Estamos en presencia, por lo tanto, de un
autentico tiro en el pie.
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