(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 2 de
Septiembre de 2015.)
Durante la
primera década del presente siglo América Latina tuvo la suerte de gozar de una
situación económica mundial excepcionalmente favorable. Algo así como una alineación
favorable de los astros que solo sucede una vez cada cientos de años. Los elementos centrales que caracterizaban
esa situación favorable eran básicamente los siguientes: elevados precios de
las materias primas y demás productos primarios que constituyen hasta el día de
hoy el elemento central en la canasta de exportaciones de los países de la
región; elevados flujos de inversión extranjera directa que buscaba oportunidades
de inversión fuera de las fronteras de los países desarrollados; capacidad de
endeudamiento en el merado de colocación de bonos con tasa de interés
relativamente bajas. Toda esta situación se traducía en un crecimiento bastante
violento de los ingresos por concepto de exportaciones que recibía cada uno de
los países de la América Latina y en un incremento del monto de capitales
disponibles. Esa no fue una situación excepcional que vivió solo Venezuela,
sino una situación relativamente generalizada en el continente.
Así por
ejemplo, Brasil vio crecer sus exportaciones desde un monto de 60 mil millones
de dólares en el año 2002, hasta 256 mil millones de dólares en el año 2011. Ya
en el año 2006 las exportaciones se habían duplicado, alcanzando los 137 mil
millones de dólares, y siguieron creciendo hasta duplicarse una vez más en unos pocos años adicionales. Sus ingresos
por concepto de exportaciones se multiplicaron casi por 4, es decir, un 300 %
de aumento en el breve espacio de una década.
Es casi imposible encontrar otro
momento en la historia de nuestros países en que haya sucedido una
situación de esa naturaleza. Es casi imposible también que le pueda ir mal al
gobierno – el de Lula en este caso- que administra el país en medio de ese
boom.
Con
Argentina la situación es similar. En el año 2002 exportaba por un monto de 25
mil millones de dólares. En el año 2011
esa cantidad había subido a 84 mil millones de dólares - tres veces más
- pasando en el año 2006 por un monto de 46 mil millones de dólares, en un
ciclo ascendente que solo se revirtió levemente en el año 2009, año de crisis
del conjunto del sistema financiero y comercial internacional. Una vez más, el
boom internacional permite generar una situación política favorable para el gobierno
de turno, casi con independencia de sus reales cualidades y tendencias.
Chile vio
sus ingresos por concepto de exportaciones crecer desde 17 mil millones de dólares
en el año 2002, hasta los 80 mil millones de dólares en el año 2011, en una línea ascendente que
solo tuvo un bajón en el año 2009, como sucedió casi en todos los países de la
región.
Venezuela, recibió
ingresos por exportaciones por un monto de 26 mil millones de dólares, en el año 2002. Esa cantidad se incrementó hasta
los 97 mil millones de dólares en el año 2012. La revolución bolivariana,
dirigida por el propio Presidente Chávez, no fue exactamente una revolución
pobre.
Pero los
astros se mueven y las alineaciones favorables se terminan. Los bienes primarios que América Latina
exporta han vistió sus precios disminuir en los mercados internacionales,
encabezados dramáticamente por el petróleo, pero generando una tendencia que
abarca al cobre, a la soya y a otros productos de alta significación en la cartera
de exportaciones de los países de la región. Paralelamente, la inversión
extranjera disminuye y el mercado financiero tiende a reducirse y a encarecerse.
Toda esta situación afecta negativamente a los países de la región en el
transcurso del año 2015, pero no los afecta a todos con la misma intensidad.
Hay países en que los menores ingresos por compra de petróleo le significan un
ahorro importante a sus economías. Hay países que acumularon reservas y fondos
en el período de bonanza, lo cual les permite
enfrentar la actual situación de apretura. Hay países que han diversificado sus
economías en el período de vacas gordas, y están en condiciones de enfrentar con
más tranquilidad los períodos más duros.
Pero hay países,
como Venezuela, que se endeudaron alegremente – pensando que el boom de los
precios del petróleo iba a durar eternamente -
y que deben ahora pagar sus deudas en sus peores situaciones de caja.
Los países que no acumularon reservas, como Venezuela, tienen que ir llevando
el día a día de su liquidez internacional sin la holgura necesaria como para
mantener sus importaciones. Los países que elevaron su consumo, como hizo
Venezuela, sin aumentar su capacidad productiva interna - mediante la creación
de nuevas empresas y/o el desarrollo de nuevos sectores - deben ahora apretarse el cinturón. Los países que incrementaron su consumo por la
vía fácil de las mayores importaciones, deben ahora darse cuenta dramáticamente
que la industria interna esta en un nivel muy bajo de utilización de la
capacidad instalada, y que aumentar la producción requiere de divisas que han
pasado a ser precisamente la mercancía escasa en esas economías. Países
que alejaron, combatieron y expropiaron la inversión extranjera, convencidos arrogantemente
de que no era necesaria, deben ahora ver como generan los incentivos como para
atraerla, pero en una situación en la cual esos capitales han disminuido y han
revertido hacia los países centrales. La vieja parábola bíblica de los años de
vacas gordas y los años de vacas flacas conserva, desgraciadamente, en nuestra
América, toda su validez.
sergio-arancibia.blogspot.com
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