(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 10 de junio
de 2015)
Así como
existe la ciencia ficción y la literatura de ficción, también es posible incursionar
en la economía ficción y en el periodismo de ficción, que serían géneros literarios y periodísticos
que tendrían la única y gran ventaja, para quienes los practiquen, de reducir
las posibilidades de ir preso cuando se metan en temas muy conflictivos.
Entrando en
ese terreno podemos partir por suponer que existen dos países vecinos. En uno
de ellos - que podríamos llamar Vencer
–existe un severo control de cambios que
coexiste con una alegre emisión de moneda
local, lo cual genera obviamente una elevada inflación y una depreciación casi diaria de esa moneda sobre
producida. En el otro país, llamado
Colon, existe libertad de cambio y cualquier ciudadano puede comprar dólares a
un precio de mercado que corresponde más
o menos a lo que los economistas llaman una flotación sucia. Agreguemos
a todo ello que no es difícil para los ciudadanos de Vencer viajar a las
ciudades fronterizas de Colon y tratar allí de comprar dólares con la moneda
nacional de Vencer. Para hacer una compra de esa naturaleza no es indispensable
transportar hacia Colon ni un solo billete ni moneda de Vencer. Basta con tener
en Vencer una o más cuentas bancarias sobre las cuales se pueda girar o hacer
transferencias en forma electrónica. En los primeros contactos es posible que las transacciones tengan que
hacerse en billetes propiamente tales, pero eso se supera con un poco de
tiempo, de confianza y de conocimiento
mutuo entre las partes. También es posible que en operaciones de pequeñas
cantidades, se tenga que utilizar los incómodos billetes. Tampoco se necesita viajar de regreso con un solo dólar. Basta tener
una cuenta en dólares en Miami o en Panamá, o en cualquier otro lugar del
mundo. Después de negociar los términos de esa operación de compra venta– es
decir, definir precios y cantidades - incluso visitando varios operadores
cambiarios para ver si hay diferencias gruesas entre uno y otro, el ciudadano
de Vencer transfiere electrónicamente la cantidad acordada de moneda de Vencer
a una o varias cuentas, en bancos de Vencer, que son propiedad de la contraparte
de Colon o de sus amigos. El hombre de Colon, a su vez, transfiere los dólares acordados
a la cuenta en dólares en el tercer país que se le indique.
Como resultado de toda
esta operación el hombre de Vencer se deshizo de la moneda de su país y
adquirió los ansiados dólares que le fueron depositados en una cuenta en el
exterior, y sobre la cual puede girar con bastante libertad desde cualquier
país del mundo. El hombre de Colon, a su vez, se deshizo de los dólares y adquirió
grandes cantidades de la moneda del país vecino, depositadas en los propios
bancos de Vencer.
Para el
hombre de Vencer puede que la operación termine allí. Pero para el hombre de
Colon la cosa recién empieza. Él no tiene ningún interés en acumular, o ahorrar,
o ganar en moneda del país vecino, pues es una moneda que pierde valor
rápidamente. Solo la acepta y la mantiene transitoriamente pues ha decidido,
con ese dinero, comprar mercancías en
Vencer. Cualquier tipo de mercancías. Mientras más barata y más subvencionada, tanto mejor. Ocupa
para ello, desde luego, la cantidad de moneda de Vencer que obtuvo con la
operación anterior. El problema ahora es trasladar esa mercancía hacia Colon. Si la ganancia que espera obtener en Colon
con la venta de esa mercancía es suficientemente
grande – lo cual depende de lo barata que sea esa mercancía en Vencer- entonces
es posible alquilar los servicios de una gran cantidad de personas, de diferentes
oficios y poder económico, que bajo
diferentes pretextos y formas, logren trasladar esa mercancía - en camiones, o
en bicicletas, o sobre los hombros, o como sea - hacia el otro lado de la frontera. El negocio es tan bueno que se puede compartir
las ganancias con esa extendida y heterogénea masa de colaboradores. Esa
mercancía se incorpora rápidamente a los circuitos comerciales de Colon, se vende
en la moneda local y se transforma en dólares para volver a iniciar su ciclo
con los ciudadanos de Vencer que tienen un apetito insaciable por la moneda
verde. Todo este conjunto de operaciones comerciales fronterizas se pueden
llevar adelante gracias a que en Colon existe la posibilidad de comprar dólares
con cierta libertad, y a que en Vencer esa posibilidad es bastante escasa para
el común de los ciudadanos. Nada de esto tendría sentido, tampoco, si en Vencer
no se pudieran comprar mercancías
bastante más baratas no solo que en Colon, sino que en cualquier otra parte del
planeta. Por último, para que todo este sistema funcione se necesita que las
mercancías puedan ser transportadas de uno a otro lado de la línea fronteriza,
gracias a la cooperación de varios cientos de personas que hacen su aporte como
para que ello se haga posible.
Podemos
sumar a todo lo anterior – como un
elemento marginal - que existen, a un
lado o al otro de la frontera, algunos actores con buena práctica en páginas
web, en redes sociales y/o en producción audiovisual - que pueden ser
independientes o no de los cambistas propiamente tales – y que tienen capacidad de enterarse diariamente del
precio al cual se realizan las operaciones de cambio entre la moneda de Vencer
y los dólares de Colon – dato que por lo demás no es ningún secreto en Colon
- y la publican en los canales correspondientes,
causando las iras de los gobernantes de Vencer. Hasta aquí la historia. Cualquier
parecido con la realidad es pura coincidencia.
sergio-arancibia.blogspot.com
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