(Articulo de
Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 25 de junio
de 2015.)
A raíz del
ataque a los senadores brasileños que intentaban llegar a Caracas muchos venezolanos
y brasileños desean o esperan que el Gobierno de la Presidente Rouseff asuma
una posición más dura frente al Gobierno venezolano. Sin embargo, es muy difícil
que ocurra algo más que una tibia protesta diplomática del gobierno brasileño, y
ambos gobiernos verán la forma de echarle tierra al asunto lo más rápidamente
posible. Es muy difícil que pueda ser de otra forma. Y las razones de ello hay
que buscarlas fundamentalmente en al ámbito económico.
Brasil le vende
poco más de 4.600 millones de dólares a Venezuela, según datos del año 2014. Nadie puede pensar que Venezuela le compra tan
grandes cantidades a Brasil porque sus
productos son los mejores del mundo y/o porque tienen los mejores precios.
Nadie podría tampoco pensar que las relaciones comerciales serian iguales,
cualquiera que sea la relación política que exista entre los respectivos gobiernos.
Las cosas no suceden así en ninguna parte del mundo y menos en un país como
Venezuela que tiene un grado tal alto de control sobre el funcionamiento de su
comercio exterior. El día que Venezuela quiera puede decidir que las cosas que
compra en Brasil se pasen a comprar en algún otro país del planeta. Basta con
que en el seno de los ministerios que llevan adelante las grandes importaciones
de alimentos se descubra que la soya o la carne brasileña pueden ser sustituidas
por los mismos productos procedentes de otros países que por alguna razón pasen
a ser más simpáticos. O puede suceder
que las solicitudes de divisas
realizadas por importadores privados para realizar compras en Brasil empiecen a
ser objeto de inexplicables demoras. O que las empresas brasileñas que operan en
Venezuela empiecen a tener inexplicables demoras en la obtención de dólares
para remesar las utilidades que han obtenido por su actividades en el país. O
que la empresas brasileñas que tantos contratos ganan en el campo de la obras
públicas que se realizan en Venezuela empiecen a perder las nuevas licitaciones o incluso sean alejados de las viejas.
Dilma
Roussef - o incluso el propio senador Neves, en el caso de que hubiera logrado
ser electo como presidente del Brasil - no pueden permitir que una parte
considerable de ese comercio con nuestro país, y de esas inversiones realizadas en Venezuela,
se deterioren o se pierdan. Menores exportaciones a Venezuela significan menor
producción y menor empleo en Brasil. No se puede pensar que esas mercancías puedan,
de la noche a la mañana, encontrar otros compradores en América o en el mundo.
Eso cuesta mucho tiempo y esfuerzo y más aun en estas épocas de crisis. Así que
aun cuando tengan muchas ganas de decir cuatro verdades al Presidente Maduro,
tienen que quedarse callados por la fría realidad de sus intereses económicos.
Les ha costado mucho tener la presencia que tienen en este mercado como para
venir a sacrificar todo aquello por un arrebato de rabia o de dignidad. La
política, la diplomacia y el comercio se hacen
así en el mundo contemporáneo, aun cuando no nos guste.
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