lunes, 1 de junio de 2015

POBREZA Y DESIGUALDAD

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 28 de mayo de 2015.)


Pobreza y desigualdad son dos problemas diferentes que enfrentan las sociedades contemporáneas. No se trata del mismo fenómeno, y ni siquiera de fenómenos que caminen en la misma dirección.

La pobreza se refiere- en la terminología imperante en América Latina, que no es la misma que la imperante en Europa – a una situación en la cual los individuos que la  padecen no tienen condiciones como para adquirir en el mercado una cantidad de bienes y servicios necesarios como para llevar una vida digna. Se habla en nuestros países de la pobreza y de la extrema pobreza. Los extremadamente pobres son aquellos que ganan una cantidad igual o menor que la necesaria para adquirir una canasta básica de bienes con los cuales se puede subsistir. Los pobres son los que ganan dos veces esa cantidad, o menos.  La pobreza y la extrema pobreza han venido disminuyendo en el mundo, en América Latina y también en Venezuela en los últimos 20 años. La comunidad internacional incluyó entre los grandes objetivos del milenio ciertas metas  explicitas con relación a la reducción de la pobreza y de la extrema pobreza, y la mayoría de los países han cumplido esas  metas, aun cuando en los últimos dos o tres años esa tendencia positiva comienza a revertirse en muchas partes del mundo. Para América Latina en su conjunto la pobreza pasó de un 43.8% de la población  en 1999, a un 28.1 % en el 2013. Para Venezuela en particular, ese indicador pasó de un 49.4 % de la población en el 1999, a un 32.1 % de la población en el 2013, pasando por de 25.4% en el 2012, según datos de la Cepal.

La desigualdad es una cosa diferente. Hay sociedades donde no hay nada parecido a la pobreza - en los términos en que la definimos en América Latina - pero hay desigualdades de ingresos entre los diferentes ciudadanos del país, de modo tal que algunos ganan mucho y otros ganan muy poco. Esa desigualdad, así entendida, ha venido creciendo en los últimos 20 años, en los países pertenecientes a la  OCDE – los más desarrollados del mundo contemporáneo – según un estudio reciente de dicha organización.
Países como China y la India han logrado resultados espectaculares en materia de reducción de la pobreza, y eso indudablemente pesa en los promedios mundiales. Pero América Latina también ha reducido en forma sustantiva sus niveles de pobreza y de extrema pobreza en las últimas décadas, tal se refleja en las cifras señaladas anteriormente.  Pero es enteramente posible que la desigualdad  haya crecido en todos y cada uno de esos países o regiones mencionadas. 

Es decir, hay países donde la pobreza puede decrecer, pero al mismo tiempo puede aumentar la desigualdad. Se trata de países donde hay crecimiento de la producción o de la riqueza disponible y los pobres viven mejor y/o abandonan su condición de tales. Pero hay al mismo tiempo una manifiesta inequidad en la distribución de esa riqueza. Los pobres son menos pobres, pero los ricos son mucho más ricos, y la brecha entre unos y otros es más amplia.

Pero hay también países donde la pobreza puede aumentar y al mismo tiempo aumentar la desigualdad, lo cual sería la peor de todas las circunstancias posibles. Se trata de países donde los pobres son cada vez más pobres y los ricos son cada vez más ricos, creciendo por lo tanto la brecha entre ambos.

Lo ideal sería, sin lugar a dudas, un tipo de crecimiento en el cual junto con mejorar las condiciones de ingreso y de existencia de los más pobres, se redujera también la distancia entre los sectores de menores y de mayores ingresos. Pocos países hay que hayan caminado  en forma sostenida en esa dos direcciones, pero sigue siendo una meta presente en el ideario progresista de la humanidad contemporánea.

Todo parece indicar que la sociedad de mercado no camina por si sola ni en dirección a una mayor equidad - es decir, hacia una reducción de la desigualdad - ni hacia una mera reducción de la pobreza. El conseguir esas metas exige del accionar expreso del Estado como redistribuidor de ingresos y como generador de oportunidades. En otras palabras, se necesita de una política tributaria que grave más a los que más tienen, y de una política de gastos, fundamentalmente en educación y salud, que permita eliminar desde la infancia las desigualdades de oportunidades que van desde temprana edad manteniendo en la pobreza a los que provienen de familias pobres.  

sergio-arancibia-blogspot.com

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