jueves, 28 de mayo de 2015

EL MERCOSUR A VARIAS VELOCIDADES

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUN DO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 27 de Mayo de 2015)


Algo importante está a punto de cambiar en el seno del Mercosur. Los Presidentes de Uruguay y de Brasil se han reunido en la semana recién pasada y han emitido una declaración en la cual dejan clara su posición en el sentido de que el Mercosur tiene que otorgar más libertad a cada uno de sus países miembros como para que lleven adelante negociaciones - y eventualmente acuerdos - con otros países no miembros en aras de establecer espacios de liberación comercial.  Paraguay hace tiempo que está en esa misma postura, pero hasta ahora solo era apoyado por Uruguay, es decir, por el otro socio “pequeño” de este bloque de países. Los dos grandes, Brasil y Argentina, se resistían a permitir un cambio institucional de esa naturaleza en el seno del Mercosur. Ahora, Brasil ha dado un cambio trascendental en su posición, con lo cual Argentina, y eventualmente Venezuela, aun cuando piensen diferente, tendrán que acatar la decisión que adopten los otros tres países del bloque.

Actualmente la normativa vigente en el seno del Mercosur prohíbe a los países miembros negociar con países ajenos a dicho bloque sub regional ningún tipo de acuerdo comercial que implique rebaja parcial o general de aranceles. Los acuerdos arancelarios con terceros países solo se pueden llevar adelante si se hacen colectivamente. Todos los países que componen el Mercosur participan de un determinado acuerdo arancelario, o no participa ninguno. En la práctica ese derecho a veto que tiene cada país  sobre las decisiones de los demás, aun cuando estos últimos sean mayoría, se ha traducido en que el Mercosur no se haya abierto a negociar acuerdos de libre comercio con ninguno de los grandes bloques o espacios comerciales que caracterizan la geografía económica mundial. Eso ha llevado a que el Mercosur, como bloque, no ha podido avanzar en una eventual negociación comercial con la Unión Europea, a pesar de que llevan años en esas conversaciones, pues Argentina no tiene mayor interés en una negociación de esa naturaleza. El Mercosur logró consensos internos para llegar a un acuerdo con la Comunidad Andina de Naciones - el Acuerdo de Complementación Económica numero 57 -  y también tiene como bloque un acuerdo de Complementación Económica con Chile - el ACE 35. Esos acuerdos ya firmados y plenamente vigentes implican que se avanza en un calendario de desgravación arancelaria que culminará en el año 2018 de modo tal que en el 2019 prácticamente toda la América del Sur será un espacio económico donde las mercancías podrán circular de un país a otro, sin pago de aranceles. Todo ello es indudablemente positivo, pero no es  suficiente, sobre todo para un país de la  proyección política y económica de Brasil.  Esa política de todos o ninguno ha impedido que ningún país del Mercosur pueda tener acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, con la Unión Europea, con China, con Japón o con otros de los países que tiene una posición protagónica  en el comercio internacional contemporáneo. 

Es posible que Estados Unidos culmine una negociación comercial que ya está en curso con la Unión Europea, con lo cual no solo se crearía una zona de libre comercio que abarcaría más de la mitad del comercio y de la producción mundial, sino que las normas y los aspectos regulatorios que se establecerían entre esos dos grandes gigantes tendría un peso significativo en los aspectos normativos del conjunto del comercio mundial. También Estados Unidos negocia con los más importantes países del Asia Pacífico un acuerdo comercial, sin China, que abriría un inmenso espacio comercial donde fluirían mercancías, en una dirección y en otra, sin pago de aranceles. En esas inmensas transformaciones del comercio internacional que están en curso de realizarse, el Mercosur ha venido quedando hasta este momento al margen y se ha limitado a incrementar el comercio entre los propios países miembros, sin salir al encuentro de terceros. Eso es lo que está en juego en los momentos presentes. A Brasil le ha costado tomar decisiones en esta materia pero ha llegado finalmente a la conclusión de que tiene que abrirse hacia el mundo contemporáneo, pues no puede seguir dependiendo solo del comercio intra Mercosur, que ya no crece como en los primeros tiempos y que incluso tiene que luchar cotidianamente contra los impulsos proteccionistas de Argentina.

El  acuerdo que se busca en el seno del Mercosur no implica obligar a nadie a negociar con la Unión Europea o con otros bloques comerciales relevantes del mundo contemporáneo. Pero autoriza o permite a los países que así lo deseen a hacerlo por su cuenta. Eso permite avanzar a los que quieran hacerlo y  quita poder de veto a quienes se oponen a avanzar en este tipo de acuerdos internacionales. Algo parecido sucedió en la Comunidad Andina de Naciones hace ya varios años atrás, en que se autorizó a los países a negociar en forma autónoma, lo cual permitió que Perú firmará un TLC con China y que Colombia firmará sendos acuerdos con Estados Unidos y con la Unión Europea. En la jerga propia de estos acuerdos se habla de que se  definen velocidades distintas para cada país para llevar adelante los acuerdos con terceros. Velocidades distintas es una forma elegante de decir que algunos países pueden avanzar rápidamente en esos acuerdos con terceros y otros pueden quedarse exactamente en el lugar en que están, es decir, mostrar una velocidad igual a cero.

¿Y Venezuela, como queda en todo este nuevo cuadro que se dibuja en  el seno del Mercosur? Inmersa en sus propios problemas internos no parece preocupada por estas cuestiones que se discuten entre Uruguay  y Brasil. El resto de los países miembros del Mercosur tampoco parecen preocupados por lo que pueda decir Venezuela. Se asume que no le gustan las negociaciones internacionales de este tipo y que asumirá la soledad y el aislamiento con más entusiasmo incluso que la propia Argentina.
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Profesor de la UCAB y de la UCV



jueves, 21 de mayo de 2015

NO SE PUEDE SUBSIDIAR A TODO EL MUNDO

(Articulo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 21 de mayo de 2015.)


El Bank o of America realizó recientemente un estudio en el cual pone de manifiesto que en la Venezuela actual está en plena vigencia un volumen de subsidios que alcanza al 10.4 % del PIB, lo cual corresponde aproximadamente a 38 mil millones de dólares.  Dicho estudio considera solamente tres fuentes de subsidios: por un  lado, los dólares baratos para importación de bienes y servicios de consumo, por donde se va un 5.2 % del PIB. En segundo lugar, los dólares baratos - y por lo tanto subsidiados- para importación de bienes de capital, por donde se gasta un 1.6 % del PIB y los subsidios implícitos en el precio de la gasolina barata, lo cual representa un 3.5 % del PIB.

Si esos subsidios  - que no están actualmente focalizados en determinados sectores objetivo, sino que van de una u otra forma al conjunto de la población, o incluso a los sectores más ricos de la misma - se pudieran canalizar directamente a los sectores más pobres, se podría pensar en que una persona pobre reciba un subsidio de 100 dólares al mes, o de 1200 dólares al año, lo cual es más que el salario mínimo que recibe hoy en día un grueso porcentaje de la masa trabajadora. Ese subsidio, dirigido a 5 millones de pobres, significaría un gasto para el Estado de 6 mil millones de dólares al año. Si se quisiera abarcar a un sector más amplio de la población - por ejemplo a 10 millones de los más pobres - eso tendría un costo para el país de 12 mil millones de dólares. En cualquier caso, bastante menos que lo que se gasta en el desordenado sistema de subsidios actualmente existente.

Subsidiar sectores sociales o sectores productivos no es una cosa intrínsecamente mala en el seno de una economía. Por medio de los subsidios dirigidos al consumidor se pueden paliar situaciones sociales extremas – como el desempleo-  que privan a muchos sectores sociales de bienes y servicios que la propia constitución reconoce como parte de los derechos de los venezolanos. Por la vía de los subsidios a las personas se puede incrementar el consumo de bienes y servicios esenciales, lo cual a  su vez incrementa la demanda y la producción de los mismos a lo largo y ancho del país. Por medio de los subsidios a la producción se puede incentivar la oferta de bienes y servicios considerados social y/o económicamente prioritarios.  Por medio de los subsidios condicionados a la realización de determinadas actividades se puede obligar a que los niños vayan al colegio, o que cumplan con los controles médicos, o que incluso los padres asistan a actividades de capacitación profesional que les permitan en algún momento un nivel mayor de productividad laboral.

La operación práctica de los subsidios es obviamente más compleja que lo que fluye de estas líneas, que tienen solo el objetivo de mostrar una visión general del problema. En la práctica el subsidio no puede sustituir a la posibilidad de trabajar, ni pueden estar encaminados a generar un ejército de parásitos que vivan del subsidio estatal. Los subsidios deben ser  canalizados  hacia los más pobras, a los más viejos, a las mujeres dueñas de casa con cierta cantidad de hijos, a los enfermos crónicos, a jóvenes en su primer trabajo, o a los desempleados, a los jóvenes en proceso de capacitación, y a otros sectores sociales en los cuales se quiera focalizar el subsidio.  Pero lo cierto es  que la economía venezolana tiene recursos, aun en las situaciones críticas del presente, como para usar la herramienta de los subsidios en una forma social, política y productiva más eficiente que la actual.   

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miércoles, 20 de mayo de 2015

EMIGRACIÓN, REMESAS, AUTOS Y DÓLARES

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 20 de Mayo de 2015.)


Un estudio reciente del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, pone de relieve que Venezuela ha recibido por concepto de remesas provenientes del exterior la suma de 897 millones de dólares en el año 2014. Esa cantidad parece superar cualquier monto que Venezuela hubiera recibido por este concepto en cualquier otro momento de su historia. No olvidemos que el concepto de remesas se refiere a los monto de dinero que los residentes en el territorio venezolano reciben desde el exterior, sin que exista una contrapartida en bienes y/o servicios por parte del receptor. En buen romance, el concepto de remesas da cuenta, en el mundo contemporáneo, de los ingresos que los trabajadores migrantes envían a sus familiares en el país de origen.

La cantidad mencionada en el informe del BID amerita una serie de consideraciones adicionales. En primer lugar, señalar que se trata de una cifra que no se corresponde en absoluto con los datos que proporciona el Banco Central de Venezuela, BCV. Este organismo - rector en materia de cuentas nacionales y de cuentas de balanza de pagos - reconoce una cantidad cercana a los 60 millones de dólares en el año 2014. Es decir, según el BCV las remesas que reciben los venezolanos desde el exterior son aproximadamente 61 millones de dólares y no los 897 millones de dólares que reconoce el BID.  Para entender una discrepancia tan gruesa uno podría suponer que el BCV contabiliza en sus cuentas y sus estadísticas los montos de dólares  que llegan a Venezuela por la vía del sistema bancario o financiero formal, lo cual obviamente es una parte my modesta de los flujos que se canalizan hacia el país por concepto de remesas. En otras palabras: si alguien localizado en el exterior quiere enviar dinero a su familia localizada en Venezuela tendría que ser sencillamente idiota para enviar esos fondos  a través del sistema bancario, donde le darán al beneficiario una cantidad de bolívares correspondiente a alguna tasa de cambio oficial. Lo más probable  es que busque mecanismos alternativos y seguramente los encontrará, y el BCV no solo no se enterará, sino que no hará ningún esfuerzo por estimar las cifras que entran por esas vías alternativas. Al parecer, el BID está indicándole al BCV cual es la cantidad que en esta materia se acerca a la real.

Otro aspecto importante de considerar es que si las cifras del BID son cercanas a la realidad, eso significa que hay en el sistema económico nacional una buena cantidad de dólares circulando en forma discreta e indocumentada. De ser así, más de alguno de sus poseedores puede estar pensando en comprarse un carro, de esos que se empezarán a vender próximamente en dólares. Pero hay una pequeña dificultad. Si el Seniat, es decir, el organismo encargado de la recaudación de impuestos, se mete en el medio  de toda esta operación y  empieza a exigir a los compradores de carros antecedentes comprobables respecto al origen de los fondos involucrados en esa compra, entonces puede que todo se venga abajo y los carros no se puedan vender.

Un tercer aspecto interesante de tener en cuenta es que para que las remesas tengan lugar, lo primero que se necesita es una cantidad significativa de venezolanos radicados en otros países, con trabajo y fuentes de ingresos relativamente estables y deseosos de enviar algunos aportes a sus familiares que permanecen en territorio nacional.  A pesar de que los venezolanos siempre han tenido las puertas del país abiertas para salir hacia los destinos que cada uno estime convenientes, en la práctica no se había presentado nunca una emigración masiva, que genere núcleos significativos de connacionales en otros países extranjeros.  Quizás los últimos venezolanos que protagonizaron procesos de esa naturaleza fueron Bolivar y sus tropas, cuando aquí los españoles retomaban el control del país, y las huestes independentistas tenían que salir hacía territorios vecinos. Por lo tanto, hay que partir, hoy en día, por aceptar, al menos en calidad de hipótesis, que la emigración venezolana es un hecho, y que hay núcleos importantes de connacionales en Estados Unidos, en Panamá, en España y en Chile, por citar solo algunos de los principales países receptores de estos flujos humanos, y que esos venezolanos no se han desentendido en forma total y absoluta de los familiares que dejaron en Venezuela.

Para muchos países de nuestra América, tales como Perú, Ecuador, Colombia y muchos países centroamericanos, el triste fenómeno de la exportación de mano de obra se ha convertido en las últimas décadas en una fuente importante de recursos financieros, pues la remesas que ellos envían regularmente a su país de origen  significan para estos un ingreso casi  tan importante como las exportaciones tradicionales.  Venezuela no se encontraba en esta categoría de países. Muy por el contario, Venezuela era un país que recibía migrantes de otros países, fundamentalmente de Colombia, de Perú, de Haití, sin contar la migración europea que recibió en gran cantidad y de gran calidad en el siglo pasado. Por esa razón, Venezuela tenía que aceptar la salida en forma regular de las remesas que fluían de nuestro país con destino a los países de origen de los trabajadores extranjeros. Pero hoy en día las cosas cambian en forma acelerada .Por un lado, los trabajadores colombianos no pueden actualmente remesar a Colombia por las vías formales. Por otro lado, la antaño generosa y orgullosa Venezuela tiene que reconocer que ha entrado en esta categoría de los países que exportan mano de obra, y que los fondos que por este concepto llegan al territorio nacional son cada vez mayores. En este contexto es que se inserta la reciente idea estatal de tratar de captar esos dólares, al menos en parte,  por la vía d dolarizar algunos mercados internos.
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Profesor UCAB y UCV       




domingo, 17 de mayo de 2015

PARA QUE SIRVEN LAS RESERVAS INTERNACIONALES

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición impresa de TAL CUAL el día 15 de mayo de 2015.)


Ya  es suficientemente conocido que las reservas internacionales del Banco Central de Venezuela están en un nivel sumamente bajo. En realidad, escasamente un poco más de 18 mil millones de dólares. Frente a esa situación cabe hacerse las siguientes preguntas ¿para qué sirven las reservas internacionales? O  ¿Por qué es importante el nivel de las reservas internacionales para el ciudadano de a pie? Intentaremos responder esas sencillas preguntas en el presente artículo.

Las reservas internacionales juegan un rol similar al que juega el efectivo en caja o en banco en el caso de una empresa. Una empresa puede estar muy bien organizada internamente, tener buena maquinaria y equipo  y contar con gente muy preparada y esforzada. Pero la empresa no podrá funcionar adecuadamente si no cuenta con un flujo regular de insumos y materias primas que entren a la empresa para que ésta pueda trabajar.  Y ese flujo regular de insumos y materias primas que se necesitan día a día necesita como contraparte un stock de dinero líquido - o de otros activos rápidamente liquidables -  con el cual pagar aquellas cuentas que es necesario pagar día a día.  Aun cuando la empresa valga millones, si no tiene ese monto de dinero con el cual hacer las compras diarias, no podrá funcionar.  Alguien podría pensar que los proveedores podrían entregar a crédito aquellas materias primas necesarias para el funcionamiento de la empresa. En realidad eso se puede hacer- y de hecho se hace en forma habitual y regular en el mundo empresarial - pero siempre que los pagos acordados sean asumidos posteriormente en forma religiosamente puntual. Si no se pagan los créditos anteriores no se puede contar con  créditos nuevos. Por lo tanto, además del dinero en caja necesario para las compras del día a día, hay que tener fondos como para pagar los créditos anteriores. La cantidad de dinero que se necesita tener en efectivo en caja tiene que ser proporcional a la cantidad de pagos que hay que hacer en forma cotidiana o al calendario de pagos de las deudas contraídas con anterioridad. También es bueno tener un pequeño monto adicional para prevenir sorpresas o gastos imprevistos.  

Si Venezuela es la empresa de la cual venimos hablando, es obvio que el BCV necesita fondos relativamente líquidos – o convertibles rápidamente en fondos líquidos -para pagar los alimentos, materias primas  e insumos que Venezuela requiere para su funcionamiento. Si no los tiene, tiene que dejar algunas secciones de la empresa sin poder funcionar. Esa es la realidad del país: las reservas del BCV están muy bajas, y la mayor parte de ellas están constituidas por oro, que no tiene tanta liquidez como las divisas contantes y sonantes, y para colmo pasa por una racha de bajos precios internacionales. Por ello hay empresas que no pueden funcionar, hay escasez de muchos productos en las tiendas y supermercados, y lo que hay se vende mucho más caro. En otras palabras, la caída en las reservas internacionales tiene que ver con la escasez y con la inflación que se observa en el seno de cada familia venezolana   
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jueves, 14 de mayo de 2015

EL DENGUE Y LA MANIPULACIÓN GENÉTICA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 13 de mayo 2015)


El cable trajo recientemente una  noticia que parece a primera vista simplemente pintoresca, pero que es de gran trascendencia científica, económica y social. En Panamá lograron controlar el dengue - dentro de una determinada comunidad altamente atacada por esta enfermedad - por la vía de crear en grandes cantidades un cierto tipo de mosquito macho alterado genéticamente y que tenía - en función de dicha alteración- la extraña cualidad de tener descendencia- al parearse con los ejemplares hembras de su misma especie - que moría en estadio larvario. Es decir, se detenía violentamente la reproducción de ese tipo de mosquito –el aedes aegypti - y en esa misma medida se eliminaba el trasmisor del dengue, de la malaria y de chikungunya. En Chile se conocen experimentos similares relacionados con la mosca de la fruta – tan peligrosa para efectos de las exportaciones frutícolas de ese país. En este caso, se lanzaban al aire, en los valles donde había algún brote de mosca de la fruta millones de ejemplares machos estériles, que al cruzarse con las hembras de su misma especie – que en toda su vida solo aceptan una pareación con un macho - detenían la reproducción de esta peligrosa variedad de insecto.

Los ecologistas más ortodoxos bien pueden argumentar que con este tipo de experimentos se están creando especies biológicas nuevas, que alteran los equilibrios que la propia naturaleza ha creado a lo largo de millones de años, y que se está, por lo tanto, caminando hacia un mundo desconocido y eventualmente peligroso. Esa argumentación se levanta con frecuencia para atacar la idea de que se cultiven especies vegetales alteradas genéticamente, aun cuando estas sean más resistentes a plagas o a adversidades climáticas, con lo cual aumenta su rendimiento y su productividad. Es cierto que las variedades vegetales o animales genéticamente modificadas actuales implican no solo la presencia de cruces dirigidos entre especies diferentes -  como ha sucedido desde los albores de la agricultura en la historia de la humanidad -  sino de la introducción – por la vía de la ingeniería genética- de un gen de una especie en el mapa genético de otra especie, cosa que jamás sucedería por mecanismos naturales.

Pero, a pesar de la oposición existente, los cultivos transgénicos se expanden aceleradamente por el mundo, cubriendo ya una superficie de más de 115 millones de hectáreas. Estados Unidos es el principal productor de cultivos transgénicos, en particular en lo relativo a soya, maíz y algodón, con más de 69 millones de hectáreas con este tipo de cultivo.  Brasil es el segundo productor mundial de cultivos transgénicos con cerca de 30 millones de hectáreas. Argentina es también un productor importante. Eso significa que la soya y el maíz proveniente del Mercosur son en alta medida soya y maíz transgénicos, los cuales se venden en grandes cantidades en los mercados internacionales sin que los grandes compradores hagan problema por ello. Incluso Venezuela, que declara formalmente su resistencia a permitir el uso de productos transgénicos en el consumo humano, compra la soya proveniente del Mercosur - o el aceite de soya, o las tortas de soya para consumo animal-  sin preocuparse mucho por el hecho de que sea o no soya transgénica. En realidad nadie ha podido demostrar que los productos genéticamente modificados tengan consecuencias negativas sobre los humanos. Lo que si se ha demostrado es que altera los equilibrios ecológicos en las áreas cercanas a los cultivos, pues se reproducen o se dejan de reproducir alguna especies vegetales o animales –insectos fundamentalmente - que anteriormente rondaban alrededor de los cultivos que ahora pasan a ser transgénicos.

El otro aspecto eventualmente negativo que se levanta en las discusiones sobre los cultivos transgénicos tiene que ver con el negocio que ellos representan para ciertas empresas de alta tecnología, que producen las semillas modificadas genéticamente, y que pasan a ser indispensables para la continuación de los cultivos una vez que los agricultores se inician en esta práctica. Sería, en el fondo, como si se argumentara que las instituciones que crearon los mosquitos panameños modificados genéticamente pueden lucrarse con ello, razón por la cual es mejor seguir combatiendo el dengue con fumigaciones de escasa efectividad.
Es cierto que hay todavía mucho terreno científico que ganar en cuanto a  trabajar con cultivos transgénicos - como lo hubo en su oportunidad en relación a las vacunas o a los antibióticos - que parecían a simple vista cosas de magia negra. Pero es indudable que los cultivos transgénicos abren una veta maravillosa que puede llevar a paliar, quizás en forma definitiva, el problema del hambre en el mundo contemporáneo. Lo mismo se puede decir en relación a las nuevas razas animales- también modificadas génicamente- que producen más carne, mas leche, o que son más resistentes a enfermedades que reducen su productividad o su rentabilidad.

El exitoso experimento panameño abre una interesantísima veta para combatir enfermedades tropicales que han  sido endémicas en vastas zonas de América o de África. En la propia Venezuela  la malaria, el dengue y en años recientes el chikungunya ha significado un gran problema de salud pública. Ojala que nuestros dirigentes en el área de la salud aprendan o traten de copiar tanto como sea posible el ejemplo panameño, y no se dejen influenciar por llamamientos conservadores que intentar dejar la naturaleza tal como fue creada desde los tiempos de Adan.     

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martes, 12 de mayo de 2015

REORGANIZACIÓN GENERAL

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 9 de Mayo de 2015.)


El  precio del dinero es una cosa que no está bien definida en el campo de la economía, y constituye una expresión que se utiliza con diferentes  significados. Para algunos el precio del dinero está dado por la tasa de interés. El precio del dinero se determina,  de acuerdo a dicha concepción, básicamente  en el sistema bancario y financiero. Para otros el precio del dinero es la relación de cambio que la unidad  monetaria de un país establece con las unidades monetarias de otros países. Así concebidas las cosas, el precio del dinero se define fundamentalmente en el campo  del comercio exterior. En tercer y último lugar - en un listado no exhaustivo - el precio del dinero se define para otros en función de la canasta de mercancías que se pueden intercambiar por una cierta cantidad de unidades  monetarias. El precio del dinero se define, de acuerdo a esta forma de ver las cosas, en el mercado interno de cada país, y tiene mucho que ver con la inflación.

Tomemos como referencia - para los fines de este artículo - la segunda de las definiciones anteriormente mencionadas: el precio del dinero dado por la tasa de cambio entre las monedas de diferentes países.  Y colocados en este terreno ´podemos decir que el dólar ha venido modificando – por lo menos a lo largo del presente año -  su relación de cambio con el euro – más euros a cambio de un dólar – y al mismo tiempo se ha venido modificando la relación  de cambio de la mayoría de las monedas latinoamericanas con respecto al dólar.  En otras palabras, el dólar se ha venido revalorizando en el escenario internacional, al mismo tiempo que las  monedas latinoamericanas se han venido devaluando.

Si se devalúa la moneda de un país latinoamericano – más unidades monetarias locales a cambio de un dólar – es dable suponer que los exportadores se benefician, pues reciben una cantidad mayor de unidades  monetarias locales por cada dólar que reciben por concepto de sus exportaciones. También puede suponerse que las exportaciones aumentan, pues ese mayor beneficio por parte de los exportadores los lleva  a incrementar las cantidades exportadas. Lo contrario sucede con las importaciones. Estas se encarecen, primero, y es posible que eso a su vez reduzca los volúmenes importados. El proceso de revaluación y/o de devaluación de las  monedas lleva, por lo tanto, a un proceso de redefiniciones o de nuevos equilibrios en el campo del comercio internacional. Cambian los volúmenes comprados y vendidos por cada uno de los actores del comercio internacional contemporáneo.

Ni el incremento de las exportaciones, ni la reducción de las importaciones, en caso de devaluación de la moneda, afecta por igual a todos los socios comerciales de un país. Algunos socios se ven más afectados que otros, en sus compras o en sus ventas, aun cuando al final el reacomodo o la redefinición de los equilibrios los termine afectando  inescapablemente a todos.

Así entonces, las devaluaciones, a distintos ritmos, de todas y cada una de las monedas latinoamericanas con respecto al dólar, lleva a que se modifiquen las relaciones de cambio entre las propias monedas latinoamericanas, y se modifiquen también las compras y ventas  intrarregionales que se han  venido consolidando con  tanto sacrificio a lo largo de décadas de  esfuerzos integracionistas.

Es obvio y  casi inevitable que cada país tome decisiones en el terreno cambiario pensando en los impactos que esas medidas tendrán sobre el grueso de las importaciones y de las exportaciones, que no son desgraciadamente las compras y ventas intrarregionales. Estas últimas pasan a ser un daño colateral de las medidas cambiarias. En esa medida el proceso integracionista se ve afectado por todo este proceso global de realineación del valor de las monedas, sin que ninguno de los muchos  organismos regionales tengan soluciones o compensaciones al respecto. También estos procesos devaluacionistas  tendrán impacto sobre los procesos inflacionarios internos, pero ya eso es motivo de otros artículos.
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sábado, 9 de mayo de 2015

¿ES RIESGOSO PRESTARLE A VENEZUELA?

Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 6 de mayo de 2015.



El riesgo no es una cosa fácil de medir. Conceptualmente se puede decir que el riesgo es la probabilidad de ocurrencia de un determinado hecho negativo. Así, por ejemplo, se podría hablar de la posibilidad de chocar o ser chocado al circular en carro, o la posibilidad de ser asaltado, o la posibilidad de salir mal en un examen, etc. Esas posibilidades de ocurrencia de esos sucesos negativos dan lugar a las tasas de riesgo correspondientes.

Las estadísticas contemporáneas han inventado mecanismos o formulas para medir esos riesgos en la forma más objetiva posible, aun cuando siempre siguen habiendo porcentajes posibles de error, o subjetividades que se mesclan en el análisis.  Podría decirse, por ejemplo, que el riesgo de ser asaltado depende de la zona de Caracas por la cual un individuo se mueve, de la hora en que lo hace, de si anda solo o acompañado, de su buena o mala suerte, etc. Depende también, desde luego, de los datos históricos de ocurrencia del fenómeno que estamos estudiando.

En el campo de las finanzas internacionales un país debe movilizar periódicamente fondos para pagar u honrar deudas anteriores. La posibilidad de que no pueda movilizar esos fondos – por razones económicas, comerciales, políticas, etc.  -  constituye hoy en día lo que se denomina tasa riesgo país. Se trata del riesgo que corren los que compran títulos soberanos de ese país de no recibir, al momento del vencimiento, los montos que están estipulados en las condiciones de emisión de ese título.
Si las posibilidad de chocar circulando en carro son  altas, entonces las compañías de seguros cobraran una elevada prima por asegurar el carro. Si las posibilidades de una  persona de sufrir un ataque al corazón son altas,  tendrá que pagar mucho para poder gozar de un seguro médico. Igualmente, si la tasa riesgo país es alta , para un país determinado - es decir, si es alta la probabilidad de que éste no tenga como pagar a la hora de los vencimientos - entonces el que le preste dinero en esas condiciones exigirá una tasa de interés más elevada, que compense el riesgo que está corriendo.

Por eso la tasa de riesgo país es una cosa importante para cualquier país. No solo por una cuestión de imagen internacional,  sino porque una elevada tasa de riesgo país encarece el costo del crédito que dicho país puede eventualmente conseguir en el mercado financiero internacional.
Venezuela tiene en estos momentos la tasa riesgo país más alta de toda la región. Una tasa de 2.250 puntos, según el índice EMBI – Emerging Markets Bonds Index-  elaborado por el banco de inversión J.P. Morgan Chase. Eso significa, en buen romance, que hay que pagar un 22,5 % más de tasa de interés que lo que pagan los bonos del Tesoro norteamericano para poder colocar títulos o bonos en el mercado financiero internacional. Esa es una tasa altísima, casi imposible de cumplir ´por ningún país. Es, en la práctica, una tasa de no crédito. Es una forma peculiar de decirle a Venezuela que el sistema financiero internacional no está dispuesto  a prestarle dinero. Por ello es que a pesar de  las  condiciones críticas en las cuales se encuentra la economía venezolana desde un año y medio a esta parte, el país no ha podido salir al mercado internacional a colocar nuevas emisiones de dudas, como hizo alegremente en períodos pasados. Por ello es que la única forma de que ha podido disponer Venezuela para conseguir algunos fondos líquidos es empeñar una parte del oro que estaba en sus reservas internacionales. No ha vendido el oro, pero lo ha entregado en garantía. Si no paga, el acreedor se queda con el oro. Si Venezuela paga- debe pagar lo que recibió, mas una determinada tasa de  interés cuyo monto exacto no se conoce – entonces recupera su oro. También 

Venezuela ha conseguido fondos, una vez más,  por la vía del Fondo Chino,  que es otra fuente cuyas condiciones exactas no se conocen, pero que en lo sustantivo implica que se paga regularmente con petróleo, por créditos que se destinan a compras de  bienes y servicios en la propia economía china.
Venezuela jamás ha dejado de cumplir sus compromisos de pago del capital y de  los intereses correspondientes a su deuda externa. Sin embargo, su tasa de riesgo país es alta. Más aún, es más alta hoy en día que hace un año atrás, cuando su tasa riesgo país era solo de 1019 puntos. La tasa actual de riesgo país de Venezuela es más alta que la tasa riesgo país de Argentina, que solo está en un nivel de 608 puntos, aun cuando mantiene todavía vivo su conflicto con los “fondos buitres” y con los otros acreedores de la deuda externa. La otra tasa “alta” en América del Sur es la de Ecuador, que es un país severamente golpeado por la baja en los precios internacionales del petróleo. Pero su tasa riesgo país es solo de 704 puntos. La tasa riesgo país no juzga las políticas económicas del pasado, sino que pronostica las posibilidades de pago de la nueva deuda que se pueda emitir. Eso significa, en el caso venezolano, que aun cuando siempre haya pagado, la probabilidad de que en el futuro cercano llegue a no pagar se visualiza como alta. Pueden influir en esa visión del sistema financiero internacional las dificultades que ha enfrentado Venezuela para hacer crecer el precio internacional del petróleo – a pesar de las gestiones diplomáticas en ese sentido -, los bajos niveles de la reservas internacionales, las perspectivas de que el PIB caerá nuevamente en este año, las dificultades del Presidente Maduro como para introducir los virajes en el sistema político y económico, etc. Incluso pude que influya en alguna medida la prédica gubernamental en el sentido de que se enfrenta a una guerra económica. Esa consigna no convence a nadie internamente, pero puede que alguien en el exterior piense que es cierta, lo cual se convierte en una razón adicional para encarecer el crédito a Venezuela.
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Profesor de la UCAB y de la UCV 

viernes, 1 de mayo de 2015

EL COMITE INTERNACIONAL DE LA CRUZ ROJA

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de TAL CUAL el día 29 de abril 2015)


Al Comité Internacional de la Cruz Roja se le suele denominar, impropiamente, como  Cruz Roja Internacional.  En realidad este último organismo no existe. Lo que existe es el Comité internacional de la Cruz Roja, CICR,  que se corresponde con la Cruz Roja Suiza, a la cual se le encomiendan las misiones de carácter internacional y humanitario que entran dentro del ámbito de acción de este organismo extendido prácticamente por todas partes del mundo.
El que suscribe este artículo estuvo preso en Chile - por sus ideas políticas y por su participación previa en el Gobierno de Salvado Allende - durante la dictadura de Augusto Pinochet. Eso implicó que fuera a dar con mis huesos a un campo de prisioneros que se estableció en el medio del desierto de Atacama, lugar desolado e inhóspito que tenía - desde el punto de vista de los militare de ese entonces - la ventaja de que nadie podía intentar escapar de allí - por la imposibilidad de atravesar el desierto e intentar llegar a alguno de los distantes  centros poblados - y además, por que se suponía que estaba suficientemente fuera de la visión del resto de los chilenos y del mundo.
En ese  sitio - el campo de prisioneros de Chacabuco - fuimos sin embargo visitados en algún momento del año 1974 por una delegación del Comité Internacional de Cruz Roja, debidamente autorizada por la dictadura para visitarnos y para entrevistarse libremente con los que estábamos allí detenidos.  Eso implicó para  el conjunto de los prisioneros que allí estábamos no solo que un organismo de alta solvencia técnica y moral certificara nuestro estado de salud – lo cual desde luego tenía altísima importancia-  sino que también, y por sobre todo, que certificara que existíamos y que estábamos vivos en el día y lugar de la visita del CICR. Eso impedía en lo inmediato  que la dictadura nos hiciera desaparecer o que negara habernos  detenido.  Era en la práctica, un certificado, y en alguna medida una garantía, de sobrevivencia.
Era poco en realidad lo que el CICR podía hacer, en concreto, por modificar el status jurídico de nuestra detención, ni tampoco por modificar las condiciones materiales de sobrevivencia en ese campo de prisioneros. Pero la visita y la presencia de la CICR significó un tremendo aliciente moral para los cientos de prisioneros que allí nos encontrábamos.  Significaba que el mundo estaba atento a nuestra situación, que no estábamos solos, y que la institucionalidad mundial en materia de derechos humanos hacia cuanto podía por nosotros. 
Como sabíamos que tarde o temprano esa visita tendría lugar, teníamos preparado un informe pormenorizado de la situación médica o de salud de cada prisionero, elaborada de acuerdo a patrones internacionales por los mismos  médicos que formaban parte de los detenidos.  También se le informó al CICR sobre las condiciones de  alimentación,  habitación,  hacinamiento, régimen interno y condiciones de atención  sanitaria de los prisioneros en caso de enfermedades que ameritaran tratamiento clínico u hospitalario. La vista del CICR se convirtió así en una ventana para que el mundo conociera de nosotros y de nuestra situación. Quienes allí estuvimos  guardamos hasta el día de hoy, en nuestros corazones, un sentimiento de gratitud y de simpatía hacia el CICR, valoramos su accionar en todas partes del mundo y hacemos lo posible para que su presencia y su accionar no se vean limitada, en ningún rincón del planeta.  
La mayoría de los que hemos pasado por experiencias de esa naturaleza somos los principales  impulsores de un mundo en que nadie sea detenido sin cargos concretos y sin el debido proceso. Creemos que  cualquiera que sea el país en el que nos encontremos es necesario luchar por un mundo en que ese tipo de prácticas esté totalmente erradicado. Para ello ayuda que toda la legislación y  el accionar de los gobiernos, organismos e instituciones nacionales e internacionales esté al servicio de prevenir, supervisar y combatir las prácticas de la detención arbitraria y/o por razones políticas, en cualquier país donde eventualmente se den esas situaciones.   Y en ese campo el Comité Internacional de la Cruz Roja tiene un limpio e impecable prestigio. Quienes se oponen a su presencia y su accionar,  en Venezuela o en cualquier otro país del mundo, se colocan en contra del sentir internacional  y en una posición más opresiva y menos transparente que la propia dictadura de Pinochet, lo cual es bastante decir.

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