(Artículo de Sergio Arancibia publicado en EL MUN DO ECONOMÍA
Y NEGOCIOS el día 27 de Mayo de 2015)
Algo importante
está a punto de cambiar en el seno del Mercosur. Los Presidentes de Uruguay y
de Brasil se han reunido en la semana recién pasada y han emitido una declaración
en la cual dejan clara su posición en el sentido de que el Mercosur tiene que
otorgar más libertad a cada uno de sus países miembros como para que lleven
adelante negociaciones - y eventualmente acuerdos - con otros países no
miembros en aras de establecer espacios de liberación comercial. Paraguay hace tiempo que está en esa misma
postura, pero hasta ahora solo era apoyado por Uruguay, es decir, por el otro
socio “pequeño” de este bloque de países. Los dos grandes, Brasil y Argentina,
se resistían a permitir un cambio institucional de esa naturaleza en el seno
del Mercosur. Ahora, Brasil ha dado un cambio trascendental en su posición, con
lo cual Argentina, y eventualmente Venezuela, aun cuando piensen diferente,
tendrán que acatar la decisión que adopten los otros tres países del bloque.
Actualmente la
normativa vigente en el seno del Mercosur prohíbe a los países miembros negociar
con países ajenos a dicho bloque sub regional ningún tipo de acuerdo comercial
que implique rebaja parcial o general de aranceles. Los acuerdos arancelarios
con terceros países solo se pueden llevar adelante si se hacen colectivamente. Todos
los países que componen el Mercosur participan de un determinado acuerdo
arancelario, o no participa ninguno. En la práctica ese derecho a veto que
tiene cada país sobre las decisiones de
los demás, aun cuando estos últimos sean mayoría, se ha traducido en que el
Mercosur no se haya abierto a negociar acuerdos de libre comercio con ninguno
de los grandes bloques o espacios comerciales que caracterizan la geografía
económica mundial. Eso ha llevado a que el Mercosur, como bloque, no ha podido
avanzar en una eventual negociación comercial con la Unión Europea, a pesar de
que llevan años en esas conversaciones, pues Argentina no tiene mayor interés
en una negociación de esa naturaleza. El Mercosur logró consensos internos para
llegar a un acuerdo con la Comunidad Andina de Naciones - el Acuerdo de Complementación
Económica numero 57 - y también tiene como
bloque un acuerdo de Complementación Económica con Chile - el ACE 35. Esos acuerdos
ya firmados y plenamente vigentes implican que se avanza en un calendario de
desgravación arancelaria que culminará en el año 2018 de modo tal que en el
2019 prácticamente toda la América del Sur será un espacio económico donde las
mercancías podrán circular de un país a otro, sin pago de aranceles. Todo ello
es indudablemente positivo, pero no es
suficiente, sobre todo para un país de la proyección política y económica de Brasil. Esa política de todos o ninguno ha impedido
que ningún país del Mercosur pueda tener acuerdos de libre comercio con Estados
Unidos, con la Unión Europea, con China, con Japón o con otros de los países que
tiene una posición protagónica en el
comercio internacional contemporáneo.
Es posible
que Estados Unidos culmine una negociación comercial que ya está en curso con
la Unión Europea, con lo cual no solo se crearía una zona de libre comercio que
abarcaría más de la mitad del comercio y de la producción mundial, sino que las
normas y los aspectos regulatorios que se establecerían entre esos dos grandes
gigantes tendría un peso significativo en los aspectos normativos del conjunto
del comercio mundial. También Estados Unidos negocia con los más importantes
países del Asia Pacífico un acuerdo comercial, sin China, que abriría un
inmenso espacio comercial donde fluirían mercancías, en una dirección y en
otra, sin pago de aranceles. En esas inmensas transformaciones del comercio
internacional que están en curso de realizarse, el Mercosur ha venido quedando hasta
este momento al margen y se ha limitado a incrementar el comercio entre los propios
países miembros, sin salir al encuentro de terceros. Eso es lo que está en
juego en los momentos presentes. A Brasil le ha costado tomar decisiones en
esta materia pero ha llegado finalmente a la conclusión de que tiene que
abrirse hacia el mundo contemporáneo, pues no puede seguir dependiendo solo del
comercio intra Mercosur, que ya no crece como en los primeros tiempos y que
incluso tiene que luchar cotidianamente contra los impulsos proteccionistas de
Argentina.
El acuerdo que se busca en el seno del Mercosur no
implica obligar a nadie a negociar con la Unión Europea o con otros bloques
comerciales relevantes del mundo contemporáneo. Pero autoriza o permite a los
países que así lo deseen a hacerlo por su cuenta. Eso permite avanzar a los que
quieran hacerlo y quita poder de veto a
quienes se oponen a avanzar en este tipo de acuerdos internacionales. Algo parecido
sucedió en la Comunidad Andina de Naciones hace ya varios años atrás, en que se
autorizó a los países a negociar en forma autónoma, lo cual permitió que Perú
firmará un TLC con China y que Colombia firmará sendos acuerdos con Estados
Unidos y con la Unión Europea. En la jerga propia de estos acuerdos se habla de
que se definen velocidades distintas
para cada país para llevar adelante los acuerdos con terceros. Velocidades
distintas es una forma elegante de decir que algunos países pueden avanzar
rápidamente en esos acuerdos con terceros y otros pueden quedarse exactamente
en el lugar en que están, es decir, mostrar una velocidad igual a cero.
¿Y
Venezuela, como queda en todo este nuevo cuadro que se dibuja en el seno del Mercosur? Inmersa en sus propios
problemas internos no parece preocupada por estas cuestiones que se discuten
entre Uruguay y Brasil. El resto de los
países miembros del Mercosur tampoco parecen preocupados por lo que pueda decir
Venezuela. Se asume que no le gustan las negociaciones internacionales de este
tipo y que asumirá la soledad y el aislamiento con más entusiasmo incluso que
la propia Argentina.
sergio-arancibia.blogspot.com
Profesor de
la UCAB y de la UCV