Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 4 de marzo de
2015.
No todos los
controles de cambio son iguales, ni tienen las mismas consecuencias sobre la
economía de un país. Los venezolanos que tienen más de 40 años conocieron la
época dorada del 4.30, en la cual cualquier persona natural o jurídica podía comprar
y vender dólares con la más irrestricta
libertad. Parecía un sistema de cambio
libre - por que había libertad para accesar al mercado cambiario, y para comprar o vender en
él las cantidades que cada uno quisiera- pero la tasa a la cual se compraban o se
vendían los dólares no era libre, era fijada por el Banco Central. Se trababa,
por lo tanto, de un sistema de control de cambio. Quizás el más benigno de los
sistemas de control de cambio, pero control de cambio al fin y al cabo. Mediante
este mecanismos no siempre la oferta y la demanda de divisas coincidía, pero en
esos casos la brecha se cerraba por la vía de la pérdida o ganancia de reservas por parte del Banco Central y/o por la vía del endeudamiento
externo, lo cual dentro de ciertos márgenes, es una situación enteramente controlable.
En un sistema de esa naturaleza los agentes económicos podían hacer su planificación
de importaciones y exportaciones con un alto grado de seguridad de que su planificación
iba a corresponder con la realidad posterior, sobre todo en lo que respecta a
la cuantía de las cantidades compradas o vendidas, al costo de ellas en moneda
nacional y al tiempo en el cual todo aquello se iba a poder concretar. El resguardar
ganancias y patrimonios para tiempos futuros, cercanos o lejanos, se podía
hacer en dólares o en bolívares, pues la convertibilidad entre ellos no estaba
sujeta a variabilidad alguna. Ese esquema de cambio duró más de una
década.
Hay otros esquemas
en los cuales la tasa de cambio no está fija, sino que el Banco Central fija
una banda de precios: un precio central y un porcentaje por arriba o por abajo
dentro de la cual el precio de mercado puede fluctuar como consecuencia del
libre juego de la oferta y de la demanda. Cuando el precio de mercado se sale de
la banda el Banco Central concurre al mercado vendiendo o comprando dólares,
para hacer que el precio de mercado de la divisas vuelva a ubicarse en el interior
de la banda. Este esquema es bueno cuando el grueso de la oferta y la demanda
de divisas provienen del sector privado, lo cual permite que el Banco Central intervenga en ese mercado en situaciones de
excepción - cuando el dólar amenaza con salirse de la banda - pero cuando el
grueso de la oferta proviene siempre del Banco Central, entonces la oferta de
este organismo es obligatoriamente cotidiana y no excepcional. También tiene el inconveniente, con respecto
al caso anterior, de que la planificación financiera de los agentes económicos,
en lo que respecta a sus operaciones de comercio exterior, incorpora un margen
de variabilidad e incertidumbre en
materia de precios, que se traduce necesariamente en alguna dosis de
ineficiencia sistémica. Pero se mantiene el libre acceso al mercado cambiario y
la planificación, con relativa certera, de plazos y cantidades. La procura internacional
se realiza con transparencia y eficiencia y en la oportunidad que se visualiza
como conveniente y necesaria.
El sistema actual imperante en Venezuela, donde existe
un acceso controlado al mercado cambiario -los agentes económicos tienen que
cumplir requisitos para poder accesar a dicho mercado - y no hay seguridad de las cantidades que en
él se pueden adquirir, ni del precio al cual les serán asignadas las eventuales
divisas, ni del momento en el cual se podrá acceder efectivamente a las divisas
asignadas, y en el cual hay, de hecho, tres o cuatro mercados funcionando en
paralelo, con varias interconexiones posibles
entre ellos, es el peor de los esquemas cambiarios concebibles sobre la faz de
la tierra. Tiene el inconveniente de que ningún agente económico tiene ninguna
capacidad de planificar cuanto y cuando comprar y a qué precio comprar. La procura internacional se hace bastante difícil, es decir, no es fácil
encontrar un proveedor externo con el
cual negociar precios, cantidades,
plazos y condiciones de pago y entrega.
Todo ello se traduce en una cuota muy alta de ineficiencia en el conjunto del
comercio exterior y en gruesa parte del sistema de aprovisionamiento y de
producción dentro del país. Si la importación no es posible de sujetarse a procesos
mínimos de planificación, tampoco es posible planificar los niveles de la
producción interna, ni los momentos de entrega de los productos a los clientes
habituales, ni los precios que presidirán esas entregas. Si al control de
cambio en los términos mencionados se agrega una inflación de 70% anual, la
planificación financiera se convierte en una apuesta o en una lotería cotidiana
más que en un accionar relativamente disciplinado y ordenado. Ni los
importadores, ni los exportadores, ni los empresarios que producen para el
mercado interno, ni el público consumidor, tiene las herramientas como para actuar
en los mercados que resultan de este esquema cambiario con un mínimo de
eficiencia y de racionalidad. La única regla válida es hacer lo que se pueda y
como sea.
sergio-arancibia.blogspot.com
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