(Artículo de
Sergio Arancibia publicado en EL MUNDO ECONOMÍA Y NEGOCIOS el día 25 de marzo de 2015)
El Banco
Central de Venezuela ha publicado recientemente - en sus folletos de
divulgación económica y con la apariencia simple de un conocimiento o de un antecedente
meramente técnico – un texto en el cual
se postula que la fuga de capitales no existe, o si existe, no tiene nada de
malo ni de novedoso. En estas breves
reflexiones queremos dejar claramente establecido que ese fenómeno sí existe, y
que es sumamente negativo para el común de los países donde se presenta.
La creación de
valores o de riquezas – aun hasta el día de hoy, a pesar del fenómeno de la
globalización- tiene lugar en forma mayoritaria dentro de las fronteras de un
país. Eso quiere decir que es en el proceso de producción y circulación de los capitales dentro de un
estado nación determinado donde los capitales crecen y se multiplican, y dan
lugar a riquezas y fortunas. Esos capitales que circulan al interior de los
espacios económicos nacionales se expresan en dinero local, es decir, en la moneda
de cada particular país. También hay capitales – crecientes pero no
mayoritarios - que tienen hoy en día al planeta Tierra en su conjunto como espacio
para su producción y reproducción, y que se expresan casi desde su nacimiento
en una u otra de las monedas que fungen como dinero planetariamente aceptado
como tal, es decir, dólares, euros o
yenes , fundamentalmente. Convertir capitales que se expresan en moneda
nacional y que circulan en ese ámbito, en capitales que se expresan en divisas
y que pueden circular, por ese hecho, en una órbita global, es uno de los problemas
que tienen que ver con la fuga de capitales.
Hay países en
que la conversión de capital nacional en capital internacional es un proceso
simple y enteramente legal, regido por la tasa de cambio correspondiente. Cada
individuo, dentro de las normas conocidas y no discriminatorias puede
participar libremente en ese proceso en los montos y ocasiones que lo estime
conveniente. Las divisas que entran al país por concepto de exportaciones y de
recepción de inversión extranjera, fundamentalmente, son suficientes para satisfacer
las necesidades de divisas para efectos de importaciones, viajes y cualquier forma
de depósitos en el exterior. Pero hay otros países en que este es un proceso
altamente restringido y dosificado por parte de las autoridades gubernamentales. Venezuela está
hoy en día en esta última categoría, aun cuando estuvo por varias décadas en la
primera. Como la creación de dinero dentro del espacio nacional es alta, y no
guarda relación con la disponibilidad de divisas, no se puede dejar libremente
que ese dinero local se convierta en dinero internacional, pues este último no
es suficiente. Y entonces nace la posibilidad y el deseo de hacer esa conversión
por vías ilícitas, que obviamente no dejan huellas claras y palpables en la
balanza de pagos, pero que igual tiene
lugar por vías subterráneas, de las
cuales el Banco Central parece no tener la más mínima idea.
Veamos algunas
vías posibles para llevar adelante esta conversión de capitales nacionales en
capitales internacionales. La solicitud de dólares al Banco Central, para
realizar una determinada importación, y no realizarla, o simularla, o gastar en
esa compra un monto mucho menor al
indicado y dejar el resto en depósitos en el exterior es una forma que puede
asumir la fuga de capitales. Es decir,
la sobrefacturación. También es posible vender mercancías en el exterior, sin
declarar esa exportación, o declarando un monto mucho menor al que efectivamente
está en juego en esa operación. Es decir, la subfacturación, que puede asumir
la forma extrema de la facturación cero que es derechamente la fuga de mercancías
hacia el exterior, dejando obviamente fuera del país el monto, en dólares, que
corresponde a todo o parte del valor de
dichas mercancías. También la recepción de comisiones ilícitas por parte de los funcionarios
que tienen la responsabilidad de decidir sobre licitaciones o compras de bienes
y servicios que tienen un alto componente importado. En este caso, todos los venezolanos terminan
pagando más por esos servicios internacionales, y ese capital termina engrosando
una cuenta en dólares para unos pocos vivos en bancos de Andorra o de Suiza.
Eso también es fuga de capitales. O cuando alguien sale de un aeropuerto nacional
con una maleta llena de dólares, aun cuando no se sepa exactamente el origen de
los mismos, eso también es fuga de capitales.
Y esas formas de fuga de capitales, en un país en que el acceso a la
divisa está altamente restringido, genera escasez de dólares, y por lo tanto
dólares caros, para el resto de los mortales que busca accesar a la divisa por
las vías legales.
El Banco
Central de Venezuela, en vez de negar la existencia de la fuga de capitales, y
hacer como el avestruz, debería centrar sus mejores esfuerzos en prevenir y
reprimir ese fenómeno que tiene dimensiones y consecuencias dramáticas para la
economía del país.
sergio-arancibia.blogspot.com
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